Resumen y sinopsis de Historias del buen Dios de Rainer Maria Rilke
Rilke escribió este libro tras una larga estancia en Rusia, donde visitó a Tolstoi, quien le causaría una gran impresión. Quizá de su influencia, y de las conversaciones con los campesinos, han surgido estas extraordinarias Historias del buen Dios, un libro en el que, a modo de parábolas, trece narraciones bucean en las raíces del ser. El narrador elige como destinatarios de sus historias a distintos personajes: Ewald, un paralítico asomado siempre a la misma ventana, el pedante Baum, su propia vecina o incluso, en la historia final, la oscuridad. Pretende que ellos, a su vez, las transmitan a los niños, quizá los únicos capaces de entenderlas en toda su profundidad.
Cada una de las historias puede leerse, en su sentido literal, como fábulas fantásticas en las que la figura de Dios ocupa un lugar preeminente; pero los textos tienen también otra lectura, en la que las cuestiones morales, religiosas e incluso políticas afloran a través de símbolos y sobreentendidos.
Historias del buen Dios es tal vez el texto en prosa de Rilke de mayor belleza y sensibilidad, y sin duda pide ser leído desde ?la oscuridad de los corazones?, ese lugar que, según Rilke, Dios prefiere en lugar de ?la clara y fría especulación de los pensamientos?.
"¿En qué se diferencia un muerto de un hombre que con aire grave renuncia al tiempo y se aisla para meditar con un poco de calma sobre algo cuya solución le atormentaba desde hacía mucho tiempo? Si cuando se está entre la gente apenas es posible acordarse del padrenuestro, ¿cómo ha de ser posible hacerlo con cualquiera otra oscura relación que no radica, tal vez, en palabras sino en hechos? Preciso es entonces que se mantenga uno apartado en un silencio inabordable, y acaso sean los muertos, justamente, quienes se han retirado a reflexionar sobre la vida."
Conjunto de relatos de contenido simbólico y alegórico, que sigue un hilo argumental acerca de las imperfecciones de Dios como ente creador y observador de su gran obra: el hombre, y cómo esas imperfecciones se palpan en historias cotidianas de la vida las cuales, según el protagonista-narrador, solo los niños serían capaces de comprender bajo la figura de cuentos adaptados, desde una óptica sutilmente humorística y que mueve a su vez a reflexiones, dudas y cuestionamientos de orden moral y religioso.
El buen Dios que describe Rilke representa una humanidad con sus matices, confusiones y certezas ante la vida y la muerte, así como las inquietudes creadoras y la aspiración de llegar a "alguna parte", teniendo presente que la soledad, la oscuridad, la deslealtad y los equívocos también forman parte de la trascendencia existencial del individuo y su devenir en el mundo.
Narrativa bien cuidada, creativa, aunque en algunos pasajes el lirismo del autor resulta un tanto incomprensible, requiriendo una relectura para captar su sentido, lo cual no desmerita, de ninguna manera, el conjunto de la obra.
En las "Historias del buen Dios", Rilke nos ofrece un afortunado conjunto de fábulas religiosas, varias de ellas magníficas, que muestran su particular visión de un Creador falible, confundido y, en ocasiones, frágil. Los niños juegan un papel central en el libro, son el hilo conductor que unifica los cuentos y los que mejor entienden su mensaje a veces críptico. Cada relato exuda el estilo poderoso del poeta checo, que no pierde su aire místico ni su gusto por circundar lo inefable. A pesar de esto, se trata de una obra más accesible que sus "Elegías de Duino" y en ella incluso se percibe alguna reminiscencia de Dostoyevski, fácilmente imputable al hecho de que esta colección se gestó durante un viaje a Rusia que le imbuyó de la espiritualidad del país y que quizá se traduzca en una mayor austeridad formal. De entre todas destacaría "De cómo un dedal llegó a ser el buen Dios", "Una historia contada a la oscuridad", "La canción de la justicia", "De cómo el viejo Timofei murió cantando", "De cómo la traición llego a Rusia" y "De un hombre que escuchaba las piedras". Dicho esto, todo el libro merece la pena.
Principio diciendo que el intérprete que realizó la traducción de la edición que tengo la fotuna de leer, Marcos Altama hace un uso impecable del lenguaje, l que lo hace una verdadera delicia, claro que el libro en sí es una maravillosa experiencia literaria; de entre todos los clásicos que he leido se acaba de converir en uno de mis favoritos.