Resumen y sinopsis de Los trenes se van al purgatorio de Hernán Rivera Letelier
El tren, gran protagonista y "última cuota de romanticismo del siglo", cruza la pampa salitrera en un irreal itinerario por las abandonadas estaciones del desierto de Atacama, esa cantera inagotable de "casos" y de historias. Durante los cuatro días y cuatro noches de viaje, al ritmo de ese traqueteo que ya avanza, ya se detiene, ya confunde la dirección (tanto que a veces no se sabe si la locomotora apunta hacia el sur o hacia el norte), conviven viajeros de toda laya y clase: un acordeonista perseguido por el fantasma de la mujer amada; una quiromántica rodeada de hierbas mágicas y talismanes especiales para atraer la dicha a los desdichados y la aventura a los desventurados; un ciego que vende peinetas y canta boleros de Julio Jaramillo; una mujer de luto que va en busca del cadáver de su hijo muerto en las calicheras; un grupo de gitanos alborotadores; una niña de doce años cuya vida cambia en el transcurso del viaje; una pareja de enamorados que no concibe el mundo si no es para estar unidos en un beso interminable; un enano charlatán en busca de su circo, y otros personajes cuyas vidas precarias van rodando en el silencio cósmico del desierto más triste del mundo, por donde cruza, como un espectro de fierro, el tren Longitudinal Norte, el Longino
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Con su habitual toque costumbrista y su también habitual escenario de fondo (la pampa salitrera del norte de Chile), Hernán Rivera Letelier nos sumerge en las vidas de los pasajeros del tren que recorre por cuatro días esa inhóspita tierra en que, en esos años, la dura vida de hombres y mujeres cuya existencia giraba en torno a las oficinas salitreras, da pie a una serie de historias "medio verdad, medio mentira" que se van desmadejando poco a poco durante la novela.
A pesar de no haber un desenlace propiamente tal, el autor tiene la habilidad de envolver al lector, introduciéndolo casi como un pasajero más en esta comunidad que inevitablemente se crea después de varios días conviviendo en este viaje, que por poco podríamos definir como sin retorno.
La melancolía propia del paisaje y de un estilo de vida que está punto de desaparecer, se mezcla con el lenguaje fresco y ameno del autor. Otro de los buenos libros de Hernán Rivera Letelier.