Resumen y sinopsis de El buen vasallo de Francisco Narla
Diego no es un muchacho cualquiera, es el hijo del mayor héroe de la época. Su padre, Rodrigo Díaz de Vivar, se ha esforzado por convertirlo en el mejor de sus capitanes. Algo que el chico persigue sin tregua a pesar de que la devoción filial que antes le profesaba ha ido desvaneciéndose ante la mirada inquieta de su madre, Jimena. En estos últimos años, el rencor ha hecho del Cid un hombre cruel, capaz de condenar a quienes más le aman. Y Diego, siempre dispuesto a servirle como lo haría un buen vasallo, tendrá que enfrentarse con la verdad sobre su padre y señor.
Con un estilo poderoso y épico, Francisco Narla nos sumerge en el mítico medievo español a la vez que nos ofrece el soberbio perfil humano de unos personajes que forman parte de nuestro legado. Honor, venganza, redención y amor se entrecruzan en una deslumbrante novela histórica que es a la vez la más seductora de las leyendas.
He seguido la trayectoria del escritor gallego Francisco Narla desde sus comienzos hasta ahora, incluyendo un libro con el título Caja negra, cuya publicación se pospuso por tratar un tema relacionado directamente con la catástrofe del avión de pasajeros estrellado por su piloto en los Alpes.
Los personajes principales de esta novela seudohistórica son el Cid y su hijo Diego. El autor asume los pocos hechos históricos conocidos, los completa con un trabajo documental admirable y compone una novela en distintos capítulos que van saltando en el tiempo y confluyen en la rendición de Valencia ante los almorávides a comienzos del siglo XII. De la figura de Diego Díaz de Vivar conocemos poco, hecho del que Narla sabe beneficiarse en bien de su narración. Hasta ahí, y en combinación con la ágil narrativa de Narla, la novela se me presentaba prometedora. Hasta que acabé de leerla.
El estilo narrativo moderno con el recurso a la doble trama choca con el habla arcaizante de la novela, que incluye términos eruditos o poco usuales y expresiones árabes, así como un modo de expresarse y dirigirse a otras personas que resulta, al menos, cuestionable. Del mismo modo, las expectativas épicas que despiertan en el lector la figura del Cid y la de otros personajes de la época, como el rey Alfonso VI, el Conde Ramón Berenguer y otros más, se ven desvirtuadas o incluso defraudadas por el lenguaje exageradamente soez y las descripciones bélicas, fisiológicas y sexuales con el Cid y el rey Alfonso como protagonistas, que ya encontramos en otras novelas recientes de Narla. Este tono, en parte divertido y en parte desagradable, no me parece adecuado para el tema.
En definitiva, y pese al loable intento del autor de presentar una novela historicista, que no histórica, con gran labor de documentación, justificada con gran abundancia retórica en las últimas 30 páginas, cabe albergar dudas sobre si merece la pena afrontar las interminables páginas de este libro.