Resumen y sinopsis de Ladrón de cuarteles de Tobias Wolff
Tres jóvenes paracaidistas esperan ser enviados a Vietnam. Una tarde de calor sofocante se les ordena hacer guardia en un depósito de municiones amenazado por un incendio forestal. A partir de ahí cada uno descubrirá en los demás -y en sí mismo- una inesperada capacidad para la violencia y la audacia. Tobias Wolff confirma en esta novela corta por qué es uno de los grandes narradores de nuestro tiempo y autor predilecto de escritores como Raymond Carver o Joyce Carol Oates.
Philip, Lewis y Hubbard son tres jóvenes soldados del cuerpo de paracaidistas a la espera de ser enviados a Vietnam, cuya amistad se consolida el día en que reciben una misión un tanto temeraria y disparatada; la de custodiar un polvorín en mitad de un bosque donde se ha desatado un incendio. Más adelante, tienen lugar una serie de robos en el cuartel; sea quien sea el autor, no existe en el seno del ejército nada peor ni más indigno que un “ladrón de cuarteles”, alguien con tan pocos escrúpulos como para ser capaz de robarle a un compañero…
Esto es una novela, pero con mucha alma de cuento corto y formada en realidad por una sucesión de capítulos a modo de relatos breves que guardan una unidad común de personajes y de trama. Se alterna el relato en primera persona de uno de los muchachos con una ocasional narración omnisciente, a modo de variación del punto de vista sobre un mismo hecho. Al margen del contexto, que es el de los EEUU en plena guerra de Vietnam y el movimiento hippie en expansión, y de las temáticas en torno a la guerra y la violencia, esto no es sino una desencantada crónica de perdedores y algo así como un tratado atemporal sobre la condición humana, contado desde un anonimato, una voz sosegada y una mirada nostálgica y de vuelta de todo, que nos dice que así son las cosas y no de otra manera. Que podrían haber sido de esa otra manera y quizá así hubieran tenido más sentido, mejor o peor.
Historia de iniciación y de desengaño posterior, de perspectivas (lo cual justifica esos cambios de narrador); la vida siempre impulsada por motivaciones absurdas, por el azar, con un protagonista pasivo, que huye, se deja arrastrar por todo y sólo cobra cierta conciencia cuando es demasiado tarde. Hombres que reaccionan de diferente manera a una situación de descomposición familiar, que repiten errores de sus progenitores, con el ejército, sus estrictas normas y códigos morales (a veces más temible la autoridad y el castigo informal que el reglamentado), como última salida de quien no tiene nada ni a nadie. Hombres casi niños, puros e inocentes en su ignorancia, cuando no directamente vulgares, estúpidos, poseídos por una masculinidad orgullosa quizá a modo de autodefensa. El autor, pese a ello, les respeta incluso en sus decisiones más cuestionables, les aprecia, convirtiéndoles en los héroes de un relato que no tiene nada de heroico. Pero también hay resignación, un intento de entender, juzgar, iluminar los actos en apariencia incomprensibles de la gente, haciéndolo antes que nada por intuición, por humanidad, antes que por lógica; el horror es común a todos los seres humanos, hay cosas que parecen muy importantes, pero que carecen de sentido, no solamente el drama humano que apenas se intuye en esa experiencia bélica... sino ante el propio devenir de la vida, del paso del tiempo que de algún modo todo lo borra y lo relativiza.