Resumen y sinopsis de El librero de Selinunte de Roberto Vecchioni
«El librero estaba leyendo. Leía para nadie. Leía en una lengua incomprensible, griego, pensé, y el corazón me dio un vuelco. ¿Qué voz era aquella? Producía escalofríos, no había oído nunca una voz así. Parecía una especie de cantinela, una letanía, una oración...»
Roberto Veccioni, uno de los cantautores más populares de Italia, es además, escritor y profesor. El librero de Selinunte es una fábula sublime sobre el valor de los libros —y de los libreros—, sobre lo que perderíamos sin ellos, y sobre el valor de la palabra. Vecchioni nos dice: «...todas las palabras escritas por los hombres son enloquecido amor no correspondido; son un diario apresurado e incierto que tenemos que llenar a la carrera, porque tiempo hay poco. Un inmenso diario que tenemos para Dios, para no acudir con las manos vacías a la cita.»
Los protagonistas de la historia son el narrador —un muchacho de 13 años— y un extraño librero, solitario, sabio y sublime pero ignorado y vilipendiado. Nadie compra sus libros, pero él se dedica a leerlos en voz alta, como en un desesperado canto a todo lo valioso que hay en esta vida y que contienen los libros... La historia está poblada de referencias en forma de citas de la literatura clásica: Safo, Sófocles, Dante, Shakespeare, Rimbaud, Leonardi, Tolstói, Proust, Pessoa, Borges... elegidas con todo acierto para dar forma a una fábula inolvidable y conmovedora.
Un poco confusa y desconcertante, El librero de Selinunte es una supuesta fábula sobre la importancia de la literatura y los libreros en la sociedad. Y digo "supuesta" porque parece más un alegato en contra de la xenofobia que una defensa de la palabra escrita.
No conocía al autor, Roberto Vecchioni, pese a tener cierta fama como cantante y compositor. Lo que está claro es que como escritor resulta magnífico. Tiene un estilo de escritura muy refinado y equilibrado. Su prosa es rica, profunda y muy depurada. Su lenguaje, muy cerca de la prosa poética, está muy bien escogido y mejor utilizado. Y sus descripciones resultan aceptables aunque no tan destacables como el modo en el que está escrito. Y por último los personajes. Los únicos con cierto peso e importancia en la historia son el protagonista, Nicolino, un joven de 13 años, y el librero, personaje misterioso que llega al pueblo. De los dos el mejor descrito, por lo menos físicamente, es el librero, al que el autor retrata de una forma muy desagradable. Nicolino, por el contrario es un enigma. No está nada caracterizado y visto el resultado, tampoco echas de menos más explicaciones.
La historia que narra El librero de Selinunte es un tanto rara y confusa. Y es que, como dije arriba, se supone que es un relato inspirador que intenta hacernos comprender el gran papel de las palabras, la literatura y los libreros. Suena bien pero fracasa miserablemente. Así que obtienes un relato truncado, lioso y bastante aburrido, pese a solo tener 120 páginas de duración. Pero volviendo al tema del libro y esbozando una breve sinopsis, diríamos que esta historia empieza cuando un personaje extraño llega al pueblo y abre una librería. Hasta aquí todo normal. Pero lo raro comienza cuando el Librero (del cual desconocemos su nombre) no vende libros, sino que los lee y organiza sesiones públicas gratuitas para los habitantes del pueblo. Estos, estupefactos al principio, van volviéndose abiertamente hostiles contra él hasta el punto de considerarlo un ser maligno. Todos menos Nicolino, que de forma furtiva, escucha las lecturas del Librero. Y así continúa hasta que un día la librería se quema, lo que producirá una serie de eventos extraños que tendrán repercusión en todo el lugar. Y hasta aquí puedo leer sin hacer ninguna clase de spoiler. Pero hay que reconocer que el autor deja algún que otro fleco suelto. Y eso por no hablar de que no existe “moraleja”, condición indispensable para que esta narración sea llamada fábula. Así que, al final, todo te resulta enrevesado, inconcluso y un poco absurdo.
En resumen, El librero de Selinunte es una lectura que aspira a demasiadas cosas y se queda en el camino. Desde luego es de agradecer sus numerosas referencias literarias, que solo entenderán los más eruditos en la materia. Pero su trama delirante y su desconcertante final hacen que leerla sea una tortura.