Resumen y sinopsis de La familia de Sara Mesa
La contundente radiografía de una familia, de sus heridas latentes, fragilidades, contradicciones y flaquezas.
«¡En esta familia no hay secretos!», proclama al inicio de este libro Damián, el padre, un hombre de ideas e ideales fijos obsesionado con la rectitud y la pedagogía. Pero esa casa sin secretos está en realidad llena de grietas, y la opresión que se respira entre sus paredes terminará creando vías de escape, códigos clandestinos, ocultaciones, fingimientos y mentiras. Formada por dos niñas, dos niños, una madre y un padre, esta familia en apariencia normal, de clase trabajadora y llena de buenas intenciones, es la protagonista de una novela coral que abarca varias décadas y en cuyas historias laten el deseo de libertad y la crítica a los pilares que tradicionalmente han sostenido, y todavía sostienen en gran medida, la institución familiar: autoritarismo y obediencia, vergüenza y silencio.
Sara Mesa vuelve a demostrar que posee un ojo clínico para desnudar comportamientos humanos, detectar heridas latentes y retratar en toda su complejidad la fragilidad, las contradicciones y las flaquezas que nos conforman. Este libro es una nueva vuelta de tuerca a la construcción de uno de los universos literarios más potentes de las letras españolas actuales y la confirmación de un talento que no deja de crecer.
Crónica de una familia que parece idílica de puertas para afuera, pero que adolece de unas dinámicas profundamente corrompidas donde sólo cabe la obediencia, el autoritarismo paterno y el cultivo exhaustivo de un sentimiento de vergüenza y culpabilidad en sus miembros, sumisos ante unas rígidas normas de conducta y de pensamiento que les castran, que moldean su personalidad, sus reacciones, desde la más tierna infancia hasta la edad adulta, poniéndoles en conflicto con un mundo exterior frente al que se marca una frontera y una diferencia, que funciona de una manera muy opuesta a como se les ha inculcado. Pero siempre se trata de una violencia que no se ejerce como tal, sino con una sonrisa comprensiva, con buenas palabras y buenas razones, sin alzar la voz más de la cuenta, desde el paternalismo y el control, el chantaje y la superioridad moral.
A medio camino entre una novela coral y una sucesión de relatos más o menos independientes, situados en distintos tiempos, se ofrecen una serie de fogonazos, visiones desde una mirilla o rendija que, a la manera del voyeur (tal y como se da a entender en el capítulo final) permitieran atisbar algo en un panorama incierto y en penumbra, lleno de puntos ciegos; varias perspectivas conforme a las actitudes, las estrategias que cada miembro de este peculiar clan desarrolla como respuesta al “proyecto” del cabeza de familia, desde la voluntad anulada y débil, la conformidad, o bien distintos grados de disidencia. Un proyecto donde en teoría existe la igualdad, la confianza, la sinceridad y la ausencia de dobleces, pero su resultado es más bien lo contrario, pues todo en ella, los sentimientos, las ideas, los hechos más triviales, acaban revelándose falsos.
Abunda la elipsis, la desorientación, no lo sabemos todo. Y esta es una de las conclusiones, la imposibilidad de juzgar y la necesidad de descartar las opciones monolíticas, los prejuicios, las interpretaciones equívocas. Pensamos que tenemos razón siempre, que somos los buenos, los justos, pero nuestra mirada y nuestra memoria es selectiva; es difícil el ejercicio de la compasión, reconocer que las cosas son así a veces y todos tenemos nuestros motivos… no existen los malos, tampoco los buenos, pues incluso los seres más despreciables, rastreros y manipuladores sufren igual, o incluso más que nadie.
El padre, charlatán y farsante, carente de empatía, cuyo punto de vista es el único que permanece opaco, es quizá el gran hallazgo de la novela, con sus convicciones idealistas, su absurda filosofía que mezcla arbitrariamente principios progresistas (por la tolerancia, contra el capitalismo, la religión, etc.) y a la vez conservadores (el puritanismo sexual, la progenie numerosa) con la figura de Gandhi en el centro. Quizá sólo una burda manera de sentirse superior, de imponerse.
Se abre la posibilidad de librarse de esa violencia sorda, romper ese círculo. Niños y animales, pero también inmigrantes, locos, alcohólicos, sin techo… los excluidos del sistema, en definitiva, son quienes exponen las grietas de dicho sistema. La mirada hacia ellos no es paternalista, sino un difícil de tú a tú, sin exaltar ni rebajar; se llevan la peor parte, les rechazamos, o bien son objeto de una falsa caridad. Por otra parte, el mundillo bohemio-hipster es visto con no muy buenos ojos...
A destacar la importancia de los nombres propios, como estigma y como marca de identidad, el simbolismo que tiene cada uno y el juego con acortamientos, diminutivos, o bien con la ausencia (a veces sólo son “Padre” y “Madre”). O las formas de hablar y de escribir, más o menos correctas, con erratas… siempre el lenguaje en Mesa y su importancia para configurar las relaciones humanas. Por una vez, la autora escribe una obra tan oscura como acostumbra, pero también luminosa, que introduce el humor, la ingenuidad infantil, la ternura, con ocurrencias tan originales como el episodio en forma de viñetas correspondiente a Aquilino, el hijo menor, sus pequeñas anécdotas y aventuras.
La novela presenta un clan familiar, común a la par de particular, con sus puntos fuertes, sus vacíos y sus debilidades, sus apariencias y sus secretos. Una familia con la que no es difícil conectar desde la primera página. Un padre autoritario y estricto pero con cierto don de gentes, una madre como ama de casa con poca iniciativa y ausente, y 3 hijos muy diferentes, marcados por la educación tradicional de un padre serio y rígido que verán marcados sus destinos en la edad adulta. A los que se le suma una sobrina que adoptan tras el fallecimiento de su madre.
La trama trascurre a través de episodios personalizados de todos sus personajes en los que se desarrollan aspectos cotidianos en los que vamos conociendo a cada uno de ellos en diferentes ámbitos y épocas. Todos ellos condicionados por el papel del padre, por ese imán limitador que ejerce en cada uno de ellos, en la madre, quien se casó con él por la importancia que se le daba al nivel social de su pretendiente, en este caso un abogado, y quien le limita y le cohíbe a tal nivel que no es ni capaz de ser despedida a puertas de su muerte. Un hijo mayor, invisible e influenciable a pesar de ser el primogénito. Rosa, la hija del medio, la más rebelde y la primera que planta cara a la opresión paterna. Aquí, el hijo pequeño, el más listo y quien mayor capacidad de decisión puede llegar a tener. Y Martina, la sobrina, quien desarrolla el don de pasar desapercibida pero ser la que mejor observa y entiende la fragilidad y la inestabilidad subversiva que vive el clan familiar.
Un relato en el que se refleja de manera nítida un sistema familiar en el que priman la represión, la autoridad paterna y el poder de los silencios y cómo todo ello repercute en el devenir de cada uno de los hijos de la familia una vez entran en edad adulta.
Vuelvo a leer a esta autora que tiene una prosa sencilla y amena, que me gusta. El libro narra desde los distintos personajes, la historia de una familia que vive bajo las rígidas normas del padre. Retrata muy bien el ambiente familiar, austero y asfixiante, en el que se desenvuelven los hijos. Cada capítulo está contado por uno de sus miembros, por eso son algo irregulares, unos mejor que otros. Me hubiera gustado saber algo más sobre algunos de ellos. Pero en conjunto, merece la pena la lectura.
En el primer capítulo del libro, Sara Mesa nos presenta una familia compuesta por cuatro hermanos y los padres. A partir de aquí, en cada capítulo narra situaciones y vivencias de cada uno.
Con una prosa natural, fluida y sencilla, su lectura es amena y entretenida.
Bastante recomendable.