Resumen y sinopsis de Entre las sábanas de Ian McEwan
Como un mapa atrozmente exacto de las zonas oscuras de la mente, los relatos de este libro atrapan la atención del lector, y quizá multipliquen sus pesadillas. Un pornógrafo nada inocente se convierte, sin desearlo, en objeto de las fantasías de sus víctimas. Un millonario aburrido se compra una amante perfecta que le hará descender a los infiernos de los celos y la desesperación. Stephen, un padre divorciado, descubre durante un fin de semana con su hija Miranda y una amiga de ésta la magnitud de su propia inocencia. Y Terence, el guapísimo Terence, que se enamora de Sylvie y haría cualquier cosa que ella le pidiera como prueba de su devoción, deberá satisfacer la más inesperada de las peticiones. Porque para McEwan, la inocencia infantil puede esconder simas de depravación, y de la necesidad de amor surge a veces la perversidad. Y todos sus relatos hablan del amor, de su exceso o de su ausencia, del deseo y de sus frustraciones, de fantasías sádicas o masoquistas.
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Que está bien escrito, no hay duda. Pero claramente el conjunto en general es discreto. Solo me gustó un relato: "Más muertos, imposible".
Irregular y extraña colección de cuentos, lo primero que leo de este autor. La inocencia y sus inquietantes límites, la añoranza de paraísos perdidos irrecuperables, la sexualidad retorcida, parecen ser los temas principales. “Pornografía” es una introducción que no deja títere con cabeza; historia de venganza y de cazador cazado, que impacta mediante lo sórdido y lo amoral, sugiriendo algo peor aún. “Reflexiones de un simio cautivo” y el distópico “Dos fragmentos” tienen algo de esbozo sin conclusión aparente y me generan más indiferencia que otra cosa. Sin embargo, “Más muertos, imposible”, sobre el particular romance entre un hombre adinerado y un maniquí, me parece una pequeña obra maestra y lo mejor del volumen; monólogo cuajado de humor perverso, poética grotesca y sátira social. “Entre las sábanas” juega con la ambivalencia y la inquietante sexualidad de un hombre que nunca ha dejado de ser un niño. Finalmente, “Vaivén” parece una pieza experimental de la que no he entendido gran cosa, y “Psicópolis”, sobre las andanzas de un europeo por una América disparatada y los peculiares personajes que va conociendo, con una conclusión de lo más postmoderna sobre la ausencia de lógica y cimientos firmes de la existencia moderna, supone una conclusión ejemplar y coherente a todo lo leído.
No voy a entrar en valorar la calidad narrativa que sí la tiene, porque simple y llanamente me resultó aburrido.
Cuando está de moda entre los cuentistas anglosajones contemporáneos la deconstrucción de sus relatos (meros fragmentos de vida sin principio ni menos un final nítido), regocija encontrar un buen narrador como McEwan con esta más que aceptable colección