Resumen y sinopsis de Nuestras riquezas de Kaouther Adimi
En 1935, Edmond Charlot, un joven de veinte años, regresa a Argel desde París con la idea de fundar una librería y una editorial. Su minúscula librería, que bautiza como Las Verdaderas Riquezas, se convierte en lugar de encuentro de aspirantes a escritores y de figuras como Antoine de Saint-Exupéry y André Gide. Allí publica también el primer texto de un autor desconocido: Albert Camus. Pero Charlot ignora que dedicar la vida a los libros no le eximirá de verse zarandeado por los infortunios de la historia: en vísperas de la segunda guerra mundial, una revuelta está a punto de estallar en Argelia.
En 2017, Ryad tiene la misma edad que Charlot en sus comienzos, pero a él no le interesa la literatura. Estudiante de ingeniería en París, acepta el encargo de vaciar y repintar una polvorienta librería argelina que su propietario quiere convertir en una buñolería.
En Nuestras riquezas, Kaouther Adimi mezcla pasado y presente, realidad y ficción, para hablarnos de la historia de Argelia y, sobre todo, de un oficio que no se entiende sin el amor a los libros y que es fundamental para la supervivencia de la literatura.
“Algún día vendrás al 2 bis de la calle Hamani, ¿verdad?”. Así despide Kaouther Adimi esta novela tan estimulante. Y mi respuesta es rotunda: “Sí, iré. Muy pronto”.
De hecho, he de incluir esta obra entre las razones que, quizá sin yo saberlo inicialmente, me motivaron a visitar Argel. La leí en octubre 2022, por el buen sabor de boca que me había dejado un año antes ‘Piedras en el bolsillo’, de esta misma autora. Y algo debió removerme en mi interior, porque cuando hace unos meses decidí que mi viaje de este verano sería a la capital argelina, y empecé a coleccionar ítems para visitar en la ciudad, descubrí que ya tenía guardado en mi Google Maps ese 2 bis de la antigua calle Charras donde abrió su soñada librería Edmond Charlot.
En esta re-lectura que acabo de hacer, en pleno proceso de argelización, aún he disfrutado más estas páginas, tras mis recientes aprendizajes sobre la historia de este país que solo logró acceder a la independencia a sangre y fuego, por mucho que la reclamara en plena ola de descolonización.
La travesía del joven parisino encargado de vaciar la librería ya me gustó mucho la primera vez, imaginándomelo en esa ciudad que no vende pintura, y topándose con Abdallah y su tétrica sábana blanca cada mañana. Han sido los diarios de Charlot, y los breves capítulos narrados en primera persona del plural por el sufriente pueblo argelino, los que he podido saborear ahora más que entonces.
Cuento los días para visitar ‘Las verdaderas riquezas’…