Resumen y sinopsis de La suerte del enano de César Pérez Gellida
Un gran golpe al Museo Nacional de Escultura de Valladolid, un asesinato repleto de incógnitas y una inspectora poco social y adicta al sexo empeñada en librar todas las batallas: así es la nueva novella de César Pérez Gellida.
¿Se puede capturar al criminal perfecto?
Valladolid, 2019. Sara Robles es una inspectora singular. Encargada de resolver un macabro crimen, además tiene que lidiar con sus problemas cotidianos, estrechamente relacionados con la adicción al sexo y con un pasado que no termina de curar. Mientras tanto, El Espantapájaros, una misteriosa cabeza pensante, ha orquestado el robo perfecto junto a un exminero, un pocero y un sicario, y está a punto de llevarlo a cabo a través del alcantarillado de la ciudad.
La suerte del enano es una brillante novela con altas dosis de investigación policial, sexo y violencia en la que el lector profundizará en el complejo mundo de los robos de obras de arte y sus extensas ramificaciones que los relacionan con grupos de delincuencia organizada.
Gellidismo extremo en estado puro.
Aunque el desenlace y las últimas 50 páginas dejen buen sabor de boca, el libro en general no me ha gustado. La historia flojita, no deja de ser casi más una película de acción que una novela. Y aun así, hubo un momento en que pensé que iba ir la página 150 y prácticamente no había pasado nada.
Por otro lado, algo que me repatea es cuando Gellida se empieza a gustar y se enreda en artificiales juegos de palabras y un lenguaje rococó, y en este libro peca en exceso en ese aspecto.
Una vez más Gellida demuestra que es capaz de lo mejor y de lo peor.
He leído toda la obra de César P.G. y me ha entusiasmado desde la primera hasta la penúltima. Ésta, sin embargo, no alcanzo decir por cuántos porqués, me ha decepcionado totalmente, a priori se me ocurren unos cuantos: La protagonista, el cameo de Sancho de relleno, los compañeros de aliño, los diálogos sarcásticos de cuartelillo, el tostón artístico documental de balde, los dichosos y recurrentes bares y camareros más merenderos locales y propaganda de vinos, licores y cantantes incluidos que no vienen a cuento. Y ese compadreo y confianza localista que se arroga con el lector, no es admisible.