Resumen y sinopsis de Desde ahora te acompañaré a casa de Kjell Askildsen
«Cuando era joven, pensaba que la muerte parecería cada vez menos aterradora conforme te ibas haciendo mayor, simplemente porque ya estabas cansado y porque tenía que ser así para poder soportarlo, pero no es verdad, es mentira».
La primera relación sexual, el reencuentro con un pasado doloroso o la experiencia de la muerte: una poética que parte de la extrañeza ante los acontecimientos que uno espera cargados de sentido. El lector de Askildsen reconocerá en los cuentos de esta selección esos espacios donde se archivan las palabras nunca dichas, la conmoción que supoen el descubrimiento de la propia cobardía o de la imposibilidad de un amor incondicional. Desde ahora te acompañaré a casa permite asomarse a la evolución literaria e incluso vital de uno de los narradores más personales e intensos de todo el panorama europeo.
Relatos austeros en cuanto a lenguaje y que funcionan a modo de esbozos, de pequeñas ventanas que permiten asomarse al lector a una realidad que continúa más allá de la última línea. Se caracterizan algunos por cierta experimentación, por un uso arriesgado de los narradores que genera cierta confusión, pero las situaciones que describe este noruego no pueden ser más prosaicas. El tema no es otro que el de las siempre difíciles relaciones humanas, ya sea entre padres e hijos, o bien en el seno de la pareja, con el hombre como animal patético, pero también como criatura desvalida, necesitada siempre del afecto, del reconocimiento de los demás.
La cuestión religiosa, el peso de una educación rigorista en exceso, está más como fondo de la cuestión que como tema en sí, una excusa para hablar de esas grietas y distancias entre unos y otros que a buen seguro tendrá mucho que ver con la vida del autor. Los primeros cuentos (“Desde ahora te acompañaré a casa”, “Crías de gaviota”, “Canícula”, “Final del verano”) se sitúan en la adolescencia, período de cambio y de descubrimiento, por ejemplo, de la sexualidad (mezclado con temor e ignorancia, pero también de nuevos vínculos, de una intimidad aún muy inocente), o de una virulenta rebeldía contra lo que antes eran certidumbres que un buen día vuelan por los aires. A veces se abre paso la perspectiva de un voyeur que mira sin ser visto y entra en contacto con un mundo adulto que no parece demasiado prometedor. Destacable cómo se representan la naturaleza, el mar, los elementos, así como el entorno cerrado de pequeñas comunidades.
Las relaciones paterno-filiales tormentosas se dan cita en “Encuentro”: la visita de un joven a su progenitor da muestras de que ambos son irreconciliables, siendo muy difícil la comunicación y la empatía ¿son los vínculos algo que nos une, o más bien una obligación que nos distancia? Muy similar es “La noche de Mardon”, que juega con las equivalencias; padre e hijo se llaman igual, son en el fondo iguales, pese los secretos y las vergüenzas, la torpeza con que intentan buscarse sin encontrarse a lo largo de una noche, de un vagabundeo que no lleva más que al punto de partida. Como bisagra, “Una lechera de tiempo” tiene un cariz más poético y parte de una imagen inverosímil (un despertador dentro de una lechera) para acercarse, mediante un observador distante, a un individuo derrotado y en ruinas que parece ser un despojo social, en un intento por comprender una inmensa soledad.
Con “Nada por nada” comienza una serie de historias en torno al matrimonio (“Pamela”, “El significado”, “Todo como antes”), a hombres y mujeres cuyo vínculo se encuentra en punto muerto (siendo generosos), radiografiándose con maestría aquello que hemos venido a denominar “relaciones tóxicas”, marcadas por la dependencia y a la vez la incomprensión mutua (tanto la rutina como el entorno distendido de unas vacaciones sirven para sacar lo peor de cada uno), la pura inercia… siempre, eso sí, desde el punto de vista masculino. El último cuento, cuyo título lo dice todo, supone una descripción inmejorable de estas situaciones infernales y del enorme daño emocional.
El libro consta de once relatos breves. Y los primeros cuatro no me gustaron... pero menos mal que seguí adelante, porque todos los demás me resultaron tremendos, conmovedores, impregnados de una profunda sensación de que todo eso que relata Askildsen nos pasa todo el tiempo, nos daña, nos hace sufrir, nos duele. Los relatos tienen el denominador común de algunas de las relaciones humanas más importantes (padre e hijo, hombre y mujer) en su aspecto más doloroso. Estos relatos muestran la simpleza de lo tremendo, lo cotidiano del sufrimiento.