Resumen y sinopsis de Permafrost de Eva Baltasar
Permafrost es el sorprendente debut de Eva Baltasar, una historia contundente, íntima y carnal de una protagonista con pulsiones suicidas que se protege del exterior pero se entrega con intensidad al sexo con otras mujeres, la literatura y el arte.
El permafrost es esa capa de la tierra permanentemente congelada y es también la membrana que cubre a la protagonista de esta novela. Escrita en primera persona, nos presenta a una mujer en etapa de formación que se protege del exterior, que percibe la superficialidad en todo cuanto la rodea y huye de un entorno que nada tiene que ver con su manera de entender la vida: una madre obsesionada con la salud, omnipresente y controladora, y una hermana que afronta su existencia convencional con medicación y un positivismo irritante. La protagonista, que siente pulsiones suicidas, no permite que nadie se le acerque demasiado, pero al mismo tiempo se entrega con intensidad al sexo con otras mujeres, la literatura y el arte. El pulso entre el hedonismo, los placeres más carnales y la muerte es constante en esta novela, así como el tono mordaz de una protagonista que nos gana con su inteligencia y su humor negrísimo desde la primera página.
Repleto de imágenes poéticas, contundentes y muy físicas, este carácter tan palpable del texto no es gratuito en una novela que nos habla del cuerpo, del sexo, del yo; una obra aguda y directa que reivindica la libertad femenina en el placer y en la soledad.
Eva Baltasar inicia con Permafrost un tríptico de protagonistas femeninas que quiere explorar distintas etapas en la vida de las mujeres.
Esperaba más por todas las criticas que había leído.
Está bien, capítulos cortos que esperas más y frases contundentes muy poéticas.
Con un final de lo más inesperado que la coloca en el mundo.
Recomendable por la profundidad de los sentimientos y cómo los expresa.
Es una historia bastante agradable para el lector y con un final que no esperas. Reflexiones de una mujer lesbiana y con tendencias suicidas. Muy interesante y recomendable.
Contiene los aciertos y los defectos, creo yo, de cierta narrativa a medio camino entre lo autobiográfico y la ficción, empezando por una protagonista que se impone en su ensimismamiento y reduce al resto de personajes a eco de fondo, siempre filtrados por su propia experiencia, con algo de maniqueísmo (la hermana es tonta, la madre es autoritaria...). Nos acordamos de Holden Caulfield y de todos los excéntricos asociales cuya postura al margen del común de los mortales nos enternece, pero sobre todo, nos desafía, recordándonos alguna que otra verdad que duele, al tiempo que puede inspirar rechazo su actitud de estar por encima del bien y del mal.
Como novela, parece que más bien estemos ante una recopilación de anécdotas, pensamientos, encuentros y desencuentros, con un final demasiado brusco, confuso y que suena a golpe de efecto. El “permafrost” es esa capa de hielo superficial que nunca se derrite, la frialdad de nuestra heroína ante un mundo del que se siente desvinculada emocionalmente, pues no lo comparte; es una persona frustrada, ¿amargada? Y desde luego inadaptada, describiendo un entorno familiar de forma muy negativa y sus relaciones amorosas como encuentros puramente carnales… por no hablar de su vínculo con la muerte, de sus continuos pensamientos suicidas.
Sin embargo, hay una gran paradoja en su manera de vivir y de relacionarse, más auténtica a su manera, más osada y honesta, que la “normalidad” practicada por quienes la rodean; está más “viva” que todos ellos, aún teniendo tan presente la idea de morir, y quizá no sea tan como aparenta; son unas mentiras, las suyas, como las mentiras de cualquiera, que permiten vivir cómodamente con uno mismo, con los otros, evitarse problemas. En cuanto al tratamiento del sexo, la perspectiva se nota muy auténtica (¿muy “femenina”?), alejada de lo que más de una pluma masculina ha elucubrado en torno a lo lésbico… y es que se trata de un relato de mujeres, con hombres ausentes, con importancia del cuerpo, del autodescubrimiento, a menudo con una pequeña dosis de escatología y un humor tirando a negro, sarcástico... Por la procedencia de la autora, su prosa es muy deudora de la poesía, echando mano de un estilo fragmentado, muy elaborado por momentos y de apariencia aforística (abunda la reflexión, la divagación y la metáfora). Se intuyen, en fin, la dictadura de lo saludable y los ansiolíticos, la felicidad artificial del matrimonio y de la familia. lo que oculta la sofisticación, la perfección aparente… también un insospechado y profundo amor a ciertos seres queridos.
Para mí ha sido un gran descubrimiento esta autora.
Tanto esta su primera novela como Boulder, su segunda novela, me parecen de una gran calidad literaria.
La protagonista de Permafrost vive un continuo debate existencial de una vida a la que demuestra poco apego y, sin embargo, la vive con determinación.
Prosa poética.
Muy recomendable.