Rudolf quiere escribir un estudio definitivo sobre su compositor: Félix Mendelssohn. Su hermana, enemiga natural de todo lo que tenga que ver con el espíritu, desprecia su esfuerzo y le anuncia su muerte. Rudolf decide irse a escribir a Palma de Mallorca. Allí recordará a una mujer, a su marido muerto. Acudirá al cementerio y encontrará una lápida, y, junto al nombre del marido, también el de aquella mujer un día desesperada por la presencia a su lado de la muerte.
Las primeras frases de su trabajo sobre su adorado músico se mezclarán, así, con la realidad recordada y con el presente que ha irrumpido en su vida. Ese ritual de frases, esa unión de lo pasajero y lo profundo, constituye una trama en la que Thomas Bernhard, recientemente fallecido, muestra su enfrentamiento inteligente con un mundo en el que ninguna doctrina es capaz de hacer efecto.
Novela breve pero contundente de Bernhard, con sus interminables monólogos y pensamientos encadenados hasta el absurdo, haciendo partícipe al lector de las obsesiones de un protagonista (Rudolf) que es fácil de ver como alter-ego del autor, quien aprovecha para arremeter contra toda una serie de instituciones políticas y sociales que aplastan al individuo. Pero da la impresión de que muchas de estas cosas solamente existen en la cabeza de Rudolf; una aspirante a intelectual que no consigue terminar un ambicioso libro sobre Félix Mendelssohn (básicamente, porque ni lo ha empezado) y que mantiene una relación muy disfuncional con su hermana. Me sorprende haber descubierto un notable (y negro) sentido del humor en un escritor con fama de incómodo, maldito, difícil de leer, etc. pues llega a ser tan patética, tan exagerada la actitud de semejante maestro de la procastinación, contradictoria incluso, que lo serio y lo bufo no tienen límites claros... desde luego, no incita a identificarse con él, o al menos, no siempre (de hecho, resulta bastante repelente). Cuando parece que todo va a girar en torno a sus insignificantes (pero para él trascendentales) trifulcas vitales, irrumpe al final de la narración la historia trágica de una mujer, donde ese hormigón del título (el hormigón simbólico que parece aprisionar al protagonista) adquiere un significado especial, y sin la menor duda, desolador.
Novela breve pero contundente de Bernhard, con sus interminables monólogos y pensamientos encadenados hasta el absurdo, haciendo partícipe al lector de las obsesiones de un protagonista (Rudolf) que es fácil de ver como alter-ego del autor, quien aprovecha para arremeter contra toda una serie de instituciones políticas y sociales que aplastan al individuo. Pero da la impresión de que muchas de estas cosas solamente existen en la cabeza de Rudolf; una aspirante a intelectual que no consigue terminar un ambicioso libro sobre Félix Mendelssohn (básicamente, porque ni lo ha empezado) y que mantiene una relación muy disfuncional con su hermana. Me sorprende haber descubierto un notable (y negro) sentido del humor en un escritor con fama de incómodo, maldito, difícil de leer, etc. pues llega a ser tan patética, tan exagerada la actitud de semejante maestro de la procastinación, contradictoria incluso, que lo serio y lo bufo no tienen límites claros... desde luego, no incita a identificarse con él, o al menos, no siempre (de hecho, resulta bastante repelente). Cuando parece que todo va a girar en torno a sus insignificantes (pero para él trascendentales) trifulcas vitales, irrumpe al final de la narración la historia trágica de una mujer, donde ese hormigón del título (el hormigón simbólico que parece aprisionar al protagonista) adquiere un significado especial, y sin la menor duda, desolador.