Resumen y sinopsis de La dama desaparece de Ethel Lina White
Después de unos días algo ajetreados en un hotel de montaña de un país sin nombre del este de Europa, la joven y rica Iris Carr coge impaciente el tren expreso a Trieste. En un vagón repleto, la única persona que no parece serle hostil es una institutriz inglesa, la señorita Floy, con la que entabla una amistosa conversación. Poco después se queda dormida y, al despertar, el lugar de su nueva amiga lo ocupa otra mujer de gesto adusto. La señorita Floy parece haberse volatilizado: nadie en el tren recuerda haberla visto, Iris parece no estar en sus cabales y solo un joven, pese a no creerla del todo, se ofrecerá a ayudarla para aclarar lo que puede o no haber ocurrido.
La dama desaparece (1936), que sería llevada al cine por Alfred Hitchock en 1938, es un clásico de la novela de misterio británica y recrea una situación de ansiedad extrema que la acerca al thriller psicológico.
La dama desaparece, es una novela de misterio muy bien pensada, pero que falla irremediablemente en la ejecución. Y, por eso, mantiene la atención de los lectores a ratos, mientras que lo más importante se va diluyendo en un sinfín de datos y pequeñas escenas, muy bien hechas, pero que entorpecen el ritmo de la obra y aportan poco a la trama.
Su autora, Ethel Lina White, fue muy famosa en su época, pero la historia la ha ido relegando al olvido. Desde el punto de vista literario, me parece una buena escritora. Su estilo es elegante y parsimonioso. Su prosa resulta un tanto lenta, pero sencilla, contando con un lenguaje pragmático, aunque con sus aderezos líricos, y unas descripciones, en general aceptables, aunque sin nada especial. Y luego están los personajes. La que mayor peso tiene en la novela es la protagonista, Iris Carr, una jovencita rica, mimada y estrafalaria, que funciona de manera regular como heroína de una historia de estas características. El resto del elenco de personajes, tiene relativa poca importancia dentro de la trama, salvo en momentos puntuales.
La historia que se cuenta en, La dama desaparece, es un clásico dentro de la novela negra: pensar que uno se ha vuelto loco. Y es que el libro empieza narrándonos las vacaciones de Iris, en un desconocido país situado en Europa del Este. Cuando decide volver a casa, coge el expreso con dirección a Trieste y, entabla una pequeña relación con la Señorita Froy, una institutriz inglesa que regresa a su hogar. Después de una siesta, Iris descubre que la señorita Froy se ha volatilizado. Nadie recuerda haberla visto u oído y, mientras Iris inicia su búsqueda a través de todo el tren, empieza a dudar de su propia cordura. Y hasta aquí se puede contar, sin desvelar ningún hecho fundamental.
Hay tres cosas que me fascinaron por completo en esta novela. La primera es el profundo análisis que realiza la autora sobre la naturaleza humana. Iris tiene que pelear contra todo el pasaje de un tren que piensa que está chiflada, aferrándose a su verdad y manteniendo la duda a raya. Lo segundo increíble es el mal lugar, en que la autora, deja a los ingleses. Les retrata como seres desagradables, muy superficiales y mentirosos, capaz de dejar en la estacada a cualquier compatriota suyo, pese a que (irónicamente) el patriotismo es un valor muy importante para ellos. Por último, el final de la historia, me maravilló por lo burdo, simple, abrupto y (¿por qué no decirlo?) lo confuso que resulta en algunos momentos. Aunque la resolución del misterio te había llegado mucho antes (algo que me decepcionó profundamente, acostumbrada como estoy a Agatha Christie) de repente se precipitan los acontecimientos y te dejan una sensación de no haber entendido todo muy bien.
Definitivamente, La dama desaparece, es una novela entretenida, pero que no llega a la calidad de obras similares escritas por sus contemporáneas. Y, de no ser por su adaptación cinematográfica en 1936, muy poca gente la conocería.
Mi recomendación es que no perdáis vuestro tiempo con ella. En especial, cuando hay miles de novelas de misterio mejores que ésta. Pero si os embarcáis en la aventura, prepararos para soportar 100 páginas (como mínimo) en las que no ocurre nada digno de mención o con algún interés. Si con esto vuestro entusiasmo no desaparece no sé con qué podría hacerlo.