Resumen y sinopsis de Catedrales de Claudia Piñeiro
Una adolescente aparece quemada y descuartizada en un descampado. Treinta años después, el crimen sigue sin aclararse y su familia y entorno se han desmoronado.
Hace treinta años, en un terreno baldío de un barrio tranquilo, apareció descuartizado y quemado el cadáver de una adolescente. La investigación se cerró sin culpables y su familia —de clase media educada, formal y católica— silenciosamente se fue resquebrajando. Pero, pasado ese largo tiempo, la verdad oculta saldrá a la luz gracias al persistente amor del padre de la víctima.
Esa verdad mostrará con crudeza lo que se esconde detrás de las apariencias; la crueldad a la que pueden llevar la obediencia y el fanatismo religioso; la complicidad de los temerosos e indiferentes, y también, la soledad y el desvalimiento de quienes se animan a seguir su propio camino, ignorando mandatos heredados.
Como en Las viudas de los jueves, en Elena sabe y en Una suerte pequeña, Claudia Piñeiro ahonda con maestría en los lazos familiares, en los prejuicios sociales y en las ideologías e instituciones que marcan los mundos privados, y nos entrega una novela conmovedora y valiente, certera como una flecha clavada en el corazón de este drama secreto.
Está en su línea, que a mí me gusta mucho. Cada parte del libro cuenta desde cada personaje, algo del entramado y , al final, se cierra el puzle.
Pero hay dos cosas que me parecen algo difíciles de encajar. La primera es que, así de repente, una persona sin experiencia no tenga el menor problema para hacer lo que hace con un cadáver. Me refiero a problemas materiales, ya no de conciencia.
La segunda es que, personas tan estrictas en la teoría de su religión, encuentren cuando el asunto les afecta a ellos, excusas tan increíbles.
Lectura atrayente.
Ir conociendo los secretos de los personajes ha sido interesante. Si no fuera por la dureza de sus últimas páginas, en mi opinión, totalmente innecesario tanto detalle desagradable, le podría poner más nota.
Claudia Piñeiro es de esas autoras que te engancha tanto por la trama de sus obras como por esos personajes que construye, sin ellos lo narrado no tendría sentido.
Lo mejor que puedo decir de este libro es que difícilmente puede ser mejorado.
Me gusta cómo escribe esta autora. En sus novelas sabe mantener el interés y atrapar al lector. Aquí aborda el tema de las relaciones familiares y la religión católica y critica algunas actitudes, muchas de ellas verdaderamente hipócritas. Lo que menos me ha gustado es el desenlace de los hechos, un final demasiado desgarrador, con detalles muy truculentos, que no hacían falta. Pero la lectura es amena y fluida para desentrañar y desvelar capítulo a capítulo un crimen no resuelto ocurrido hace treinta años.
Aunque no es mala, es de lo más flojo que he leído de Claudia Piñeiro. No molesta que la muerte no sea develada en las últimas páginas (como en las novelas policiales clásicas) al ir descorriendo el velo de a poco: eso está bien logrado. Tampoco creo que la autora trate de dar el mensaje ateo=bueno, creyente=malo (queda desmentido por Alfredo); puesto que en realidad describe las hipocresías de la sociedad argentina. Pero lo que no cierra es que a medida que avanza en la composición de los diversos protagonistas estos se van tornando más acartonados, casi artificiales, hasta llegar al personaje de Carmen que es tan estereotipado que no resulta creíble. En definitiva, una novela que pese a sus pretensiones de profundidad pasa sin pena ni gloria
He leído varias novelas de Claudia Piñeiro, la mayoría me han gustado. Con esta novela tengo una relación diferente. No es que no me haya gustado. La historia está bien construida, los conflictos entre los personajes también. La trama tiene cierto suspense, que deja de serlo muy pronto, mucho antes de que la narración desvele el supuesto misterio. Dos cosas no me han gustado, pero quizá antes una breve reseña.
Carmen, Lía y Ana son las tres hijas de una familia de clase media en un barrio porteño. Desde muy pequeñas van naciendo conflictos, envidias, celos, sobre todo entre la mayor, Carmen, muy dominante, y Ana, la pequeña, que se le parece mucho. Los conflictos se van agudizando y encuentran su punto álgido en una época en que las dos cooperan con grupos católicos de la parroquia de San Gabriel. Poco después, Ana muere en circunstancias trágicas, y es encontrada en un potrero, descuartizada e incinerada. Al poco, Lía abandona la familia y se va a vivir a Santiago de Compostela. Mucho tiempo después, Carmen y su marido Julián aparecen en esa ciudad buscando a su hijo, Mateo, que se ha desvinculado de ellos. En ese momento comienzan las revelaciones.
Los treinta años que pasan entre la primera y la segunda parte de la narración no me parecen creíbles, este es el primer punto de crítica. El segundo es uno que me gustaría hablar personalmente con la autora. Los personajes son caricaturas. Sobre todo Carmen y Julián, fanáticos religiosos, y sus argumentos, que salen una y otra vez a colación en la novela. La autora extiende esta postura a toda persona creyente. Todo lo demás, incluyendo la conducta de Ana, se justifica en aras de la libertad. También el pensamiento de Mateo es poco asumible, y el empeño de la autora que es consecuencia de las creencias de sus padres. Piñeiro está en su derecho de pensar como quiera, de poner esos pensamientos en boca de sus protagonistas, e incluso de dibujar personajes monstruosos como Carmen, pero de ahí a generalizar y a afirmar o sugerir que las acciones de una psicópata se deben a sus creencias religiosas hay un paso muy grande.
Excelente. La autora te hace poner la piel de gallina.