Resumen y sinopsis de Temporada de huracanes de Fernanda Melchor
Cruda y desgarradora novela en la que el lector quedará envuelto, atrapado por las palabras y la atmósfera de terrible, aunque gozosa, fatalidad.
Un grupo de niños encuentran un cadáver flotando en las aguas turbias de un canal de riego cercano a la ranchería La Matosa. El cuerpo resulta ser de la Bruja, una mujer que heredó dicho oficio de su madre fallecida, y a quienes los pobladores de esa zona rural respetaban y temían.
Tras el macabro hallazgo, las sospechas y habladurías recaerán sobre un grupo de muchachos del pueblo, a quienes días antes una vecina vio mientras huían de casa de la hechicera, cargando lo que parecía ser un cuerpo inerte.
A partir de ahí, los personajes involucrados en el crimen nos contarán su historia mientras los lectores nos sumergimos en la vida de este lugar acosado por la miseria y el abandono, y donde convergen la violencia del erotismo más oscuro y las sórdidas relaciones de poder.
Con un ritmo y un lenguaje magistrales, Fernanda Melchor explora en esta obra las sinrazones que subyacen a los actos más desesperados de barbarie pasional.
Leí este libro con buenas expectativas, pero la verdad me defraudó, no me gustó, con algunos destellos interesantes, pero al final le gana lo feo y pervertido de varios personajes.
El México de Fernanda Melchor no es un México lindo precisamente, más bien parece la antesala del infierno. Mediante una construcción formal audaz, implacable, que se sirve de las armas de la literatura, reconstruye un crimen abominable, como tantos otros que por desgracia habrá, en una novela que no es para todos los paladares debido a su alto grado de violencia y obscenidad. Aunque tras un rato entre sus páginas nos acostumbramos a un retrato, despiadado y sin contemplaciones, de una miseria humana y moral de la que nos llega hasta el olor a podredumbre, de una pobreza que se contempla sin paternalismos. Sin embargo, el cadáver lo único que airea es la putrefacción social a todos los niveles, pues los muertos ya no sufren y tienen incluso suerte de abandonar un mundo habitando por el mismo demonio.
Diálogo, monólogo interno, tiempo no lineal, todo ello se funde en un único bloque de texto por el que avanzamos y atamos cabos, relacionamos los detalles de una trama un tanto vaga. La autora se aproxima cautelosa al horror, se acerca, retrocede, con repeticiones, cambios de punto de vista, según nos movemos de un personaje, de una subjetividad a otra. Trama que, por separado, sería sólo una historia sensacionalista más y que es gracias a la forma, tan concentrada, que se convierte en una experiencia lectora particular, heredera en buena medida del experimentalismo de la moderna narrativa latinoamericana.
Asistimos al machismo extremo en todas sus variantes, desde un machismo tolerante con los vicios masculinos, que les perdona todo mientras carga injustamente las culpas sobre unas mujeres que se llevan la peor parte, hasta el más burdo, practicado como signo de distinción y hombría por una adolescencia marginal, sin futuro, entregada por completo a la droga y al alcohol, al porno y a la delincuencia; una losa agobiante, prima hermana además de la homofobia. Las mujeres son poco menos que mercancía y objeto sexual, aprenden desde jóvenes a comportarse como tales, desarrollando una mezcla de odio, desprecio y de dependencia hacia el varón. Los bajos instintos lo presiden todo, se cercena la inocencia de niños que se tienen que hacer adultos demasiado rápido y se abusa del débil y del ignorante por parte del fuerte. Los errores se repiten con el tiempo, la familia es una maldición antes que el núcleo de una convivencia sana para unos seres mutilados, reprimidos, que aman, odian, desean, algunos aún guardan cierta candidez y buen fondo entre tanto sufrimiento; otros poca esperanza tienen de redención.
Tangencialmente, las atrocidades de una policía corrupta, el amenazante narco, la política del amiguismo y del soborno, los servicios sociales y públicos que desprecian y, una vez más, culpabilizan a las víctimas, las empresas que no traen precisamente el progreso a una tierra dejada de la mano de Dios, la prostitución….
A la crudeza del factor social se suma la presencia del elemento mágico-mítico sobre todo en la bruja, auténtica protagonista y enigma del relato; personaje sin voz ni nombre, tan cautivador como horrible, entre lo masculino y lo femenino, atravesado por las murmuraciones de una pequeña población. Objeto de desprecio y de miedo, pero necesitado urgentemente para expiar pecados por un pueblo supersticioso y pacato, para quien lo sobrenatural muchas veces puede ser muy real. La novela se acerca pues al terror o al gótico rural, incluyendo un cuento, el de los dos amigos jorobados, o bien versos de canciones románticas. Se nota a Juan Rulfo, a García Márquez. Se intuye la llegada de ese huracán apocalíptico, que arrasará con todo.
Es un puñetazo en el estómago. Veo los personajes como animalitos presos de la ignorancia y pobreza. Pienso en cuantos millones están igualmente marginalizados en otras culturas. Difícil lenguaje náhuatl. El tema es universal. Muy doloroso. Ningún libro causa la desazón de este.
Esta es tal vez la experiencia literaria más dura, complicada y fuerte que he pasado, pero no por ello menos fascinante. Una implosión del lenguaje narrada con maestría por la veracruzana Fernanda Melchor, con situaciones impactantes, crudas, viles y crueles, que aluden a la famosa nota roja mexicana y su morbosidad, y que bien te describe la realidad del país mexicano de manera directa y sin tapujos. Un libro imprescindible.