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Víctor Miguel Gallardo (Página 9)

El 23-F y el libro treinta años incompleto

AutorVíctor Miguel Gallardo el 23 de marzo de 2011 en Divulgación

23-F. Literatura

Hoy, 23 de febrero de 1981, esta mañana en la Secretaría del Colegio Universitario me han dado este libro. He venido leyéndolo en el avión. Cuando he llegado a las Cortes ya hacía unos minutos que había empezado la sesión. Estaba completamente lleno. Lluch y Felipe han estado brillantes.

Esta era la primera anotación que, con tinta verde, el entonces diputado (por Socialistas de Cataluña) Lluís María de Puig, escribió en una página en blanco del volumen de La poesia de Rafael Masó. Per un anàlisi de la poètica noucentista que le habían entregado esa misma mañana. Unas horas antes el guardia civil José Antonio Iglesias se afanaba con un comentario de texto sobre un libro de Pío Baroja (se estaba sacando el Bachillerato en sus horas libres) cuando, de improviso, fue llamado por su superior para un servicio especial.

23 de febrero de 1981: el servicio especial, claro, era el intento de Golpe de Estado que el teniente coronel Antonio Tejero encabezó (para su desgracia).

José Antonio Iglesias, que poco después dejó la Benemérita para, ya con su título de Bachillerato, incorporarse a la plantilla de Telefónica gracias a la intervención a su favor del que era Ministro de Interior durante el golpe, Juan José Rosón, seguramente como agradecimiento a todo lo ocurrido en aquellas peligrosas horas que pudieron cambiar la historia de España (Iglesias actuó como mensajero, a espaldas de Tejero, entre varios ministros y diputados) fue precisamente el que arrancó la página con anotaciones en catalán que Lluís María de Puig había hecho. El libro había sido arrebatado de las manos del parlamentario horas antes por un guardia, y entregado a Tejero. De Puig se ofreció incluso a traducir sus palabras, que ninguno de los golpistas entendían, pero la cosa no pasó a mayores. Iglesias, no obstante, y para evitar males mayores, se quedó en un descuido con la hoja por lo que pudiera pasar. Durante treinta años la guardó cuidadosamente, sin saber a qué parlamentario en concreto había pertenecido aquel libro. Tras publicarse las actas de lo ocurrido aquel nefasto día, hace unas semanas, Iglesias quiso devolver a su legítimo dueño aquella página con inocentes anotaciones. De Puig, ante él y el periodista que propició el encuentro, declaró:

No te estoy agradecido de lo que pasó aquella noche, pero sí de que hayas conservado esa página y de que me llamaras. De eso sí que te estoy muy agradecido.

Para De Puig, vinculado a la política hasta hace relativamente poco, significa recobrar un poco de su historia personal; para Iglesias, conseguir deshacerse del último recuerdo de una intentona golpista a la que fue empujado por obedecer las órdenes de sus superiores, ya que ha manifestado que no tenía la menor idea de qué iba a pasar o cuál era su función cuando fue movilizado de urgencia aquella mañana del mes de febrero de 1981.

Treinta años después ese ejemplar del ensayo sobre la poesía del gerundense Rafael Masó i Valentí, que fue un importante arquitecto modernista y que también se dedicó a la política, está por fin completo.

Haruki Murakami, Premio Internacional Catalunya 2011

AutorVíctor Miguel Gallardo el 22 de marzo de 2011 en Noticias

Haruki Murakami

El japonés Haruki Murakami, nacido en Kyoto en 1949, es uno de los escritores más importantes de la actualidad, uno de esos autores que es capaz de poner de acuerdo, cosa rara, a público y crítica. Sus libros son devorados por millones de lectores totalmente entregados a su obra, cada nueva novela suya es esperada con expectación y, además, acumula premios internacionales y críticas favorables como pocos literatos superventas. Ahora es reconocido por la Generalitat catalana con el XXIII Premio Internacional Catalunya, que tiene una dotación económica de 80.000 euros y que además incluye una escultura del prestigioso escultor barcelonés Antonio Tàpies.

Durante el acto de comunicación del premio (hasta el 9 de junio no se hará entrega del mismo), el portavoz de la Generalitat, Francesc Homs, leyó una misiva al respecto escrita por Murakami, en la que no podían faltar alusiones a los recientes acontecimientos que han sacudido a su país. El autor manifestó que agradece tanto el premio como el reconocimiento que conlleva, añadiendo que sus compatriotas necesitan, en estos momentos, “cualquier tipo de estímulo en estos tiempos tan difíciles”. Añadió que desconoce qué tipo de contribución le será posible hacer por su país. Ya en 1995, tras el terremoto de Hanshin que asoló la ciudad de Kobe, matando a casi 7.000 personas, Murakami volvió a Japón tras un largo tiempo fuera del estado insular que lo vio nacer. Murakami escribiría sobre esta tragedia en el compendio de relatos titulado After the Quake, que fue editado cinco años después de la catástrofe.

Desde su nacimiento en 1989, el Premio Internacional Catalunya ha reconocido la labor de autores diversos, no estrictamente escritores. Oficialmente, la intención del galardón es la de premiar “a aquellas personas que han contribuido de manera decisiva con su trabajo a desarrollar los valores culturales, científicos o humanos”. Instituciones de todo el mundo y los miembros del jurado son las responsables de presentar las candidaturas, más de 200 cada año, dentro de los ámbitos de la economía, la historia, el arte, la ciencia, la literatura y la diplomacia. Así, el primer vencedor fue el filósofo británico Karl Popper, pero en años posteriores encontramos nombres tan variopintos como el del fallecido oceanógrafo francés Jacques-Yves Cousteau (1991), el también finado violoncelista azerbaiyano Mstislav Rostropóvich (1992), el sociólogo francés Edgar Morin (1994), su compatriota Jacques Delors (1998), político, el antropólogo Claude Lévi-Strauss (2005), el religioso catalán Pere Casaldàliga (2006), que es además el único español que ha recibido el premio (un galardón que, en el caso de este comprometido activista de Balsareny es más que justo), o incluso el estadounidense Jimmy Carter, al que ahora sucede Murakami.

Dentro del ámbito de las letras otros ganadores han sido el checo Václav Havel (1995), el turco Yasar Kemal (1996), la británica Doris Lessing (1999), el sempiterno y omnipresente Harold Bloom (2002), la egipcia Nawal al-Sa´dawi (2003) y el israelí Amos Oz (2004). No es, pues, un premio que haya sido ganado habitualmente por personas relacionadas con la literatura, pero posee un prestigio más que notable que ahora, con la inclusión de Murakami en su palmarés, no hace sino incrementarse.

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Del ¡Que inventen ellos! al ¡Muera la inteligencia!

AutorVíctor Miguel Gallardo el 20 de marzo de 2011 en Divulgación

Unamuno

Algunos personajes, y muchos escritores entre ellos, han tenido y tienen una especial querencia hacia la polémica pública y privada, tanta que, muchas veces, al pensar en ellos, más que en sus obras nos vienen a la mente tal y cual hecho en el que participaron. Por poner un ejemplo actual y cercano, el autor cartagenero Arturo Pérez Reverte es uno de los escritores españoles actuales más vendidos, algo que se repite desde hace dos décadas. Sin embargo, al ser referido en una conversación entre amigos o conocidos, la mayor parte de las veces saldrán a la palestra algo más que libros y opiniones sobre ellos. La causticidad de sus artículos de opinión en la prensa es un tema recurrente desde hace una década; ahora, con la web 2.0 en plena efervescencia, sus manifestaciones recogidas en tiempo real en la red también ocupan un lugar destacado en charlas bizantinas, discusiones de corral y tertulias de baja estofa. ¿A quién puede interesar que una (otra más) de sus novelas vaya a ser llevada al cine o la televisión si lo realmente interesante es hablar de sus últimas afirmaciones en Twitter, por ejemplo? Reconozco que es mucho más chocante ver a un escritor superventas y miembro de la Academia tachar de “niña” a un ministro saliente que leerle y comentar su obra.

Pero Pérez Reverte y otros muchos escritores polémicos (por su vida, que no por su obra) de nuestro tiempo tales como Sánchez Dragó pueden ser considerados como meros aficionados de lo que, en una parodia del movimiento hippie de los años 60, el personaje de animación Homer Simpson (Homero Simpson para nuestros lectores americanos) resumió notablemente en la frase “¡Vamos a escandalizar!”; efectivamente, es difícil alcanzar los extremos a los que llegó uno de nuestros literatos más universales, el vizcaíno Miguel de Unamuno, a veces con rivales más que conocidos e influyentes. Dos de esos rivales dialécticos de Unamuno fueron, precisamente, el filósofo madrileño José Ortega y Gasset y el militar coruñés José Millán-Astray. Poco se puede decir de ambos si no queremos extendernos, así que podríamos, resumiéndolo mucho, afirmar que, cada uno en su ámbito, estamos hablando de personajes más que notables.

La relación entre Unamuno y estos dos personajes puede reducirse al mínimo utilizando dos frases que han pasado a la historia sobre los respectivos desencuentros. La de “¡Que inventen ellos!”, que nunca fue dicha así, llegó a ser considerada (todavía lo es) como prototípica de la España rancia y ajena a Europa con la que se llegó a identificar a Unamuno, en contraposición a las opiniones de Ortega y Gasset y de otros intelectuales de la época: que la única manera de que España dejara de dolerle al escritor bilbaíno era, simplificándolo mucho, europeizando las maneras y costumbres españolas. Pero Unamuno, no sabemos si pragmáticamente o por simple y llana cabezonería, pasaría el resto de su vida atrapado entre sentimientos encontrados, hasta tal punto que, tras al alzamiento de las tropas nacionales en 1936, y pese a su pasado republicano (él fue el que proclamó la República en Salamanca, por cierto), no dudó en redactar un manifiesto a favor de los sublevados del que luego, tras asistir a los desmanes del nuevo gobierno y ver desaparecer a buenos amigos suyos, se arrepentiría en parte. Justo entonces sucedió el encontronazo con Millán-Astray, en una Salamanca ocupada por las fuerzas franquistas, tras un encendido discurso del profesor Francisco Maldonado en el paraninfo de la Universidad. El famoso “¡Muera la inteligencia!” también es, como la anterior frase citada, apócrifo: realmente Millán-Astray, incendiado por las palabras de Unamuno (que no había dudado en llamarlo inválido y en afirmar que, aunque Cervantes también lo era, las similitudes acababan ahí, básicamente), lo que dijo fue “¡Muera la intelectualidad traidora!”, frase que debido al gran alboroto en la sala se hizo popular ya deformada. Unamuno salió vivo de allí gracias a la intervención de la esposa del general Francisco Franco, aunque sus días ya estaban prontos a acabar. Precisamente, sus últimas palabras en el paraninfo fueron casi sus postreras declaraciones polémicas, y han pasado a la historia como un lúcido alegato y grito de horror ante el futuro que ya intuía para España:

Éste es el templo de la inteligencia, y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir, y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho.

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La revista Triunfo a nuestro alcance

AutorVíctor Miguel Gallardo el 19 de marzo de 2011 en Divulgación

Revista Triunfo

Hablar de la revista Triunfo es hacerlo de una de las publicaciones más importantes de la España franquista, y de una de las que más problemas tuvo con la censura debido a su particular línea editorial. Porque, sobre todo a partir de la década de los 60 (la revista nació en 1946), Triunfo se convirtió en un referente de la España menos conservadora y adicta al Régimen (no me atrevo a llamarla izquierdista, aunque la tentación está ahí). Con un simple vistazo a los nombres de sus colaboradores uno se hace una idea muy aproximada de que Triunfo no podía contar precisamente con el afecto del gobierno de la época. No obstante, y pese a numerosas multas y secuestros de algunos números, sobrevivió a Franco, y no desapareció hasta 1982.

Eduardo Haro Tecglen fue su subdirector, y uno de sus más importantes columnistas, desde 1968 a 1980. Haro Tecglen (1924-2005) fue un republicano convencido que, tras la victoria nacional, tuvo que hacerse pasar por falangista convencido (como él mismo aseguró años después) para poder salvar la vida de su padre. Pero este periodista y escritor pronto se convirtió en uno de los críticos más feroces del franquismo, siempre desde la comedida prudencia que aconsejaba la situación política española de la época. En Triunfo coincidió con Luis Carandell (1929-2002) por primera pero no por última vez (ambos eran colaboradores del programa radiofónico La Ventana, en la cadena SER, hasta poco antes de su muerte), uno de los más lúcidos cronistas del fin de la dictadura y de la transición democrática. Carandell, que fue cronista parlamentario, corresponsal en el extranjero e incluso presentador del telediario de TVE ya en los años 80, es muy conocido por su sección en Triunfo, denominada Celtiberia Show, y que sería recogida a posteriori en volúmenes recopilatorios de gran éxito. Lo que en aquel entonces a Carandell le parecía digno de ser tomado a broma de la España de la época, hoy, cuarenta años después, es simplemente hilarante. Sus recopilaciones, hoy descatalogadas pero aún disponibles en librerías de segunda mano, son imprescindibles para comprender la idiosincrasia de aquellos años.

Manuel Vázquez Montalbán (1939-2003), conocido sobre todo por su personaje Pepe Carvalho, también fue un asiduo de Triunfo en aquellos años, siendo muy populares sus artículos políticos en los que introducía personajes de ficción que daban enfoques novedosos a hechos reales.

Habría que citar a otros conocidos colaboradores: el hispanista Ian Gibson participó, ya a finales de los 70, con varios artículos sobre Federico García Lorca. También en aquella época tardía apareció por primera vez en Triunfo el filósofo Fernando Savater. Fueron también colaboradores el ensayista César Alonso de los Ríos, José Luis Abellán o Diego Galán, entre otros.

La nota curiosa, en referencia a Gibson, fue el ardid que el director de Triunfo, el incombustible José Ángel Ezcurra, ideó en 1971. Aunque la obra de Gibson La represión nacionalista de Granada en 1936 y la muerte de Federico García Lorca, publicada, cómo no, por Ruedo Ibérico en Francia, era una obra prohibida en España, Triunfo la nominó para los Premios Internacionales de la Prensa, en los que participaba junto con otras publicaciones como The Observer, Newsweek, L´Espresso, Le Noveul Observateur o Der Spiegel. Gibson ganó el galardón, por cierto.

Desde 2006 se ha ido digitalizando aquel importante semanario, que está ahora disponible en la red para disfrute de todos los que, por edad, no pudimos conocerlo, además de para los nostálgicos que sí pudieron tener en sus manos una de las publicaciones más importantes de la historia del periodismo español.

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El infierno estaba a sólo un océano

AutorVíctor Miguel Gallardo el 12 de marzo de 2011 en Divulgación

The Pacific

La editorial Suma de Letras va a publicar un ensayo titulado The Pacific. El infierno estaba a sólo un océano, un libro en el que se narran las experiencias en la campaña del Pacífico de la Segunda Guerra Mundial del teniente Austin “Shifty” Shofner, el alférez Vernon “Mike” Micheel, el sargento “Manila John” Basilone y los soldados Eugene B. Sledge y Sidney C. Phillips. La obra, firmada por el historiador Hugh Ambrose, nace al amparo de una de las mayores y más costosas producciones para televisión de la historia, titulada The Pacific.

The Pacific, estrenada en la cadena HBO en 2010, seguía la estela de una de las mejores series de la historia de la televisión, Band of brothers (traducida en España como “Hermanos de sangre”), que en esta ocasión relataba acontecimientos, también basados en experiencias reales, de la Segunda Guerra Mundial, pero en este caso en el frente europeo. Decir que HBO se ha convertido en un referente de calidad en la televisión actual es, posiblemente, quedarse muy corto: algunas de sus series, como las dos referidas u otras como Los Soprano, Deadwood, Roma, Carnivàle o The wire han marcado un antes y un después en la televisión. Sin más. Después de todo, y tal como el lema de la cadena indica, It´s not TV. It´s HBO (No es televisión. Es HBO).

Para los estadounidenses la Segunda Guerra Mundial no es tan solo una guerra, sino probablemente dos: por un lado, una guerra más o menos ajena, la europea; por el otro una guerra directa contra un enemigo que se atrevió a atacarles en su propio territorio. El 7 de diciembre de 1941 la armada japonesa lanzó un devastador ataque por sorpresa sobre la base naval hawaiana de Pearl Harbor, destruyendo gran parte de la flota estadounidense. El país norteamericano se veía así inmerso en una guerra que había intentado evitar a toda costa, aunque sus ayudas al bando aliado fueron constantes utilizando argucias legales que les permitían apoyar al Reino Unido y a otros países implicados sin perder su estatus de nación no beligerante. El ataque de Japón, país aliado de las potencias del Eje, hizo que EEUU no sólo tuviera que contraatacar contra los asiáticos, sino que, paralelamente, se metiera de lleno en el frente europeo. La historiografía tradicional occidental ha afirmado que la intervención estadounidense fue vital para acabar con nazis y fascistas italianos, obviando que el país que realmente ganó la guerra fue la Unión Soviética (más de tres cuartas partes de las tropas alemanas estaban, después de todo, en el frente oriental).

Si bien en Europa fueron varias las potencias aliadas que lucharon juntas (aunque muchas veces no precisamente colaborando entre ellas), en el Pacífico el peso de la lucha recayó casi por completo en los EEUU, si bien es cierto que hubo importantes contingentes militares británicos, australianos y neozelandeses implicados (casi siempre reconociendo el mando estadounidense) y que hay que tener en cuenta la importancia de otros países de la zona, tal es el caso de China.

The Pacific, la serie, no ha llegado al nivel de calidad de Band of brothers, pero para el imaginario colectivo estadounidense es posible que lo que cuenta tenga una importancia al menos igual, si no mayor. Ahora, con el libro homónimo, tenemos la oportunidad de acercarnos a los hechos menos conocidos de la guerra, ya que fuera de Estados Unidos, Japón y el resto de implicados, se suele conceder mayor importancia al frente europeo occidental debido a la mayor cantidad de bibliografía, filmografía, etc. Tal vez sería de vital importancia, para rehabilitar correctamente aquellos seis nefastos años de la historia de la humanidad, que pronto se haga una superproducción hablando del frente europeo oriental: sólo así será factible que se editen libros basados en ella que nos recuerden la importancia que el Ejército Rojo tuvo en la caída del Tercer Reich sin tener que rebuscar en los fondos editoriales más recónditos.

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Cartelera literaria

AutorVíctor Miguel Gallardo el 8 de marzo de 2011 en Noticias

Destino Oculto, la película

Varias son las películas basadas en libros que, o bien están en cartelera, o lo estarán en las próximas semanas. Las hay para todos los gustos, y algunas son propuestas cuanto menos sorprendentes. La que se lleva la palma, a mi modo de ver las cosas, es la película australiana Mañana, cuando la guerra empiece, basada en la novela homónima de John Marsden. Tomorrow, when the war began (1993) fue la primera de siete novelas (seguidas de otras tres más que continuaron la historia de la protagonista principal) que arrasaron en los mercados australiano y neozelandés, y que han vendido millones de copias en todo el mundo siendo especialmente populares en Suecia, por poner un ejemplo. La premisa es bastante interesante: un grupo de jóvenes ven interrumpidas sus vacaciones de verano tras advertir que su país, Australia, está siendo invadido por una potencia extranjera. En las novelas nunca se especifica qué país es el invasor (de hecho, ningún país real cumple todas las premisas que Marsden ofrece), qué parte de Australia ha caído y cual resiste, etc. Es un ciclo de novelas que es especialmente recomendable para jóvenes y que incide en la necesidad de cooperar para poder superar situaciones límite. Aunque la película ha sido acogida por entusiasmo en nuestras Antípodas, en otras partes del mundo ha despertado pocas simpatías, pero es una opción curiosa de nuestros cines.

Destino oculto, sin embargo, sí está llamando más la atención, aunque muchos opinan que esta película, basada (cómo cualquiera habría adivinado tras leer su argumento) en un relato de Philip K. Dick, podría haber dado mucho más de sí si se hubiera obviado la historia de amor entre los protagonistas ahondando en la historia principal en sí. Olvidan estos críticos que la industria fílmica es un negocio, y que por mucho que nos guste Dick, y por muchos fans que tenga el bueno de Matt Damon (que poco a poco, por cierto, se está convirtiendo en un Grande con mayúsculas del cine actual), esto no basta para conseguir beneficios. La historia de amor entre Damon y la adorable Emily Blunt tiene el protagonismo necesario para llevar a las salas de cine a personas que habitualmente no consumirían historias de ciencia ficción. Los aficionados a Dick podemos darnos con un canto en los dientes y alegrarnos de que el genial autor siga estando presente en las mentes de los guionistas de Hollywood.

Otras películas que ya están en cartelera o que llegarán pronto son En el centro de la tormenta (basada en una novela de James Lee Burke), protagonizada por Tommy Lee Jones, El rito, con Anthony Hopkins y que proviene de una obra de Matt Baglio o Gnomeo y Julieta, una adaptación animada de una de las más conocidas obras de William Shakespeare (y de la cual, si hacemos caso a los críticos de allende el océano, poco podemos esperar). La más interesante es, sin duda, Nunca me abandones, no sólo porque según parece es una película más que digna, sino sobre todo por la importancia que la novela de Kazuo Ishiguro ha tenido en las letras recientes. La adaptación al cine está firmada por Mark Romanek a la dirección y Alex Garland como guionista. La participación de este último es lo que nos da esperanzas de encontrarnos ante una buena versión: estamos hablando del autor de la novela en que se inspiró La playa (bastante mejor la obra literaria que la película, por cierto), y del guionista de 28 días después o Sunshine. Además, de sus manos saldrán los guiones de la próxima adaptación de Juez Dredd a la gran pantalla (no tendrá que esforzarse mucho para mejorar la anterior versión) y del remake de La fuga de Logan.

Nunca me abandones es una de las novelas más imprescindibles de los últimos diez años: esperemos que la adaptación de Romanek y Garland al menos no la destroce.

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Los hermanos Coen y los libros

AutorVíctor Miguel Gallardo el 5 de marzo de 2011 en Divulgación

True Grit, Hermanos Coen

Una de las mejores películas de los últimos meses ha estado firmada por Joel y Ethan Coen. Se trata de True Grit (traducido en España como Valor de ley), una pequeña joya basada en una novela de Charles Portis. Portis, nació en 1933 en la pequeña localidad de El Dorado, en el condado de Union, estado de Arkansas. Naciendo en semejante lugar es evidente que se centró en el género del “western”. True Grit está ambientada en parte en Fort Smith, actualmente la segunda ciudad más importante del estado y que en el siglo XIX cobró una gran importancia como base de operaciones para miles de colonos que iban hacia el inhóspito Oeste. Portis ya vio una exitosa adaptación al cine de su novela en los años 60, película que además sirvió para que John Wayne, posiblemente el actor que más identificamos con el género, ganara su único premio de la Academia estadounidense. Los hermanos Coen, que últimamente han sido acusados de recurrir demasiado al remake (lo hicieron con The Ladykillers y lo volverán a hacer próximamente, previsiblemente sólo como guionistas y no como directores, con Gambit, cuya historia ya vimos titulada como Ladrona por amor) se han defendido diciendo que True Grit no es una versión de la película de 1969, sino que se basa directamente en la novela que Portis publicó de forma seriada en la publicación bimensual The Saturday Evening Post.

No es la primera producción de los exitosos hermanos Coen basada en una novela. Aunque la mayor parte de sus trabajos han nacido de guiones propios, en varias de sus películas han recurrido a una obra literaria. Eso sí, tras pasar por sus manos todas estas cintas adquirieron de forma irremediable el tono característico de estos dos genios del cine actual. Y da la casualidad de que tres de sus cuatro películas basadas en novelas son de lo mejor de su carrera.

La menor de estas películas, aunque notable en varios de sus planteamientos, es Quemar después de leer, una película menor en su filmografía, basada en una obra de Stansfield Turner, un antiguo director de la CIA que, tras salir de la agencia, se convirtió en una de las voces que con mayor insistencia ha pedido su disolución.

Las otras dos adaptaciones de los Coen sí que pueden ser consideradas obras maestras. Por un lado tenemos la aclamada (y muy popular en nuestro país gracias a la magistral interpretación de Javier Bardem) No es país para viejos (No country for old men), basada en una obra de Cormac McCarthy. McCarthy no es precisamente un autor menor, siendo considerado como uno de los mejores novelistas estadounidenses de su generación, y ganó el premio Pulitzer en 2007 por esa maravillosa obra que es La carretera, también llevada al cine de forma notable por John Hillcoat. No es país para viejos es la película más exitosa de los hermanos Coen, ya que ganaron tres premios Oscar que les incumben directamente (película, director y guión adaptado).

La cuarta adaptación es también sobresaliente. Muerte entre las flores, película de 1990, fue su primera obra realmente brillante, y está basada nada menos que en un libro de Dashiell Hammett, uno de los grandes nombres de la novela negra. Gracias a Hammett, además, surgieron dos de las mejores obras cinematográficas de todos los tiempos, la ya mencionada Muerte entre las flores (Miller´s Crossing) y El halcón maltés, película de 1941 (aunque ya existía una versión diez años antes) de uno de los directores míticos de la época dorada de Hollywood, John Huston.

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¿Libros gratis como forma de promoción?

AutorVíctor Miguel Gallardo el 27 de febrero de 2011 en Opinión

American Gods, Neil Gaiman

Reconozco que este es un tema que me interesa especialmente, el de si es posible que la distribución de forma gratuita de elementos de la industria cultural (llámense libros o películas, sobre todo) a través de Internet puede suponer, más que un perjuicio, todo lo contrario, una ventaja competitiva o incluso un acicate para el consumo. Antes de nada tengo que especificar a qué me refiero al mencionar el término de “industria cultural”: estoy hablando de aquellas expresiones culturales que son reproducibles de forma mecánica. Es ésta una simplificación absurda del verdadero significado del término, lo sé, pero creo que es la más comprensible, ya que da a entender que una película o un libro, al ser reproducibles al 100%, forman parte de esta entelequia que yo he llamado “industria cultural”, en contraposición a hechos culturales únicos e irreproducibles (al menos en su totalidad) como pueden ser obras de teatro, espectáculos de danza u obras pictóricas.

Las industrias culturales son, de entre todas las manifestaciones culturales existentes, las más lucrativas, y es obvio que la razón es que pueden reproducirse hasta el infinito sin que la intencionalidad (y la calidad) de la obra se resienta, lo que les confiere un valor económico intrínseco del que carecen otras expresiones artísticas.

Los libros, pues, como elementos reproducibles de forma mecánica, se han convertido en una mercancía de fácil distribución. La piratería está haciendo estragos en la literatura, como antes lo hizo con las obras cinematográficas o musicales. Esto, que es un hecho constatado, ¿es intrínsecamente negativo? Algunos autores consolidados como Neil Gaiman así lo pensaban, pero los hechos les hicieron replantearse sus ideas preconcebidas. Gaiman, vinculado no sólo al mundo de la literatura sino también al del cómic (y al de la música, debido a su relación sentimental con Amanda Palmer) era un firme detractor de la distribución gratuita de obras a través de la red. Sin embargo, se atrevió a dar un paso adelante y permitió que su novela American Gods estuviera durante varias semanas disponible gratuitamente en Internet. El resultado de la experiencia le sorprendió: el libro no sólo no se vendió menos, sino que triplicó las ventas estimadas, al tiempo que se multiplicaron los pedidos de otras obras de Gaiman. Según él, la posibilidad de poder leerle de forma gratuita (y legal) posibilitó que muchas personas que de otra forma no hubieran tenido la posibilidad de acercarse a su obra le conocieran, ampliando el mercado de una manera impensable.

Ya en España, el desconocido autor Bruno Nievas, tras muchos intentos para que su novela Realidad aumentada se editara de forma tradicional, decidió colgar su obra en la Red. Tras unas pocas semanas la novela acumula, a día de hoy, más de treinta mil descargas, número que sigue subiendo de forma espectacular día tras día. Más allá del altruismo que se presupone a muchos autores, que públicamente opinan que prefieren ser leídos a comprados, hay que decir que Nievas ha convertido su novela en un auténtico viral, demostrando que Internet sirve para algo más que para el intercambio de archivos prohibidos y el porno. Sí, la cultura (en este caso la literatura) también puede beneficiarse de la gratuidad y facilidad de uso de la Red de Redes, y ¿quién sabe cuantos ejemplares de su novela podría vender Nievas ahora mismo aunque su novela esté disponible de forma gratuita?

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Inés Fernández-Ordóñez ya es académica

AutorVíctor Miguel Gallardo el 26 de febrero de 2011 en Noticias

Inés Fernández Ordóñez

A sus 49 años la filóloga Inés Fernández-Ordoñez se ha convertido en la académica de la Lengua más joven, y en una de las primeras mujeres en conseguir esta distinción. Aunque su ingreso no finalizó hasta la semana pasada, su designación para ocupar el asiento P (pe mayúscula) de la Real Academia de la Lengua Española, que anteriormente pertenecía al poeta ovetense Ángel González acaeció en 2008. Con ella la RAE tiene, en la actualidad, cinco mujeres académicas (y no cuatro, como han afirmado algunos prestigiosos medios de comunicación como ABC), ya que a Férnandez-Ordoñez hay que añadir los nombres de Ana María Matute, Carmen Iglesias, Margarita Salas y Soledad Puértolas. Esta última se hizo con el sillón g (ge minúscula) el año pasado.

En su discurso de ingreso, titulado La lengua de Castilla y la formación del español, Fernández-Ordoñez recalcó que la configuración básica del idioma español no se basa exclusivamente en el castellano: es más, según ella muchos de los rasgos distintivos de nuestro idioma provienen de otras lenguas. Achacó que se haya considerado el castellano como fuente principal del español a la labor de Menéndez Pidal y su castellanismo ideológico, que afirmaba que el castellano se expandió por la península gracias a las conquistas militares (la Reconquista de la España islámica) y a las anexiones políticas que hicieron que la Corona de Castilla dominara los territorios de León, Aragón o Navarra. Fernández Ordoñez no cree que esto fuera así: aunque reconoce que el castellano aportó gran parte de las peculiaridades del actual español, señala que los elementos orientales (del catalán, el aragonés o incluso el vasco) y occidentales (gallego, portugués y asturleonés) están más que presentes en nuestro actual idioma. El español, pues, no responde simplemente a una expansión del castellano desde el norte hacia el sur, el este y el oeste, sino que el castellano, conforme se puso en contacto con otras variedades lingüísticas, se fue transformando poco a poco en español. El tema, ideológicamente hablando, ha dado mucho de sí en las últimas décadas, y tiene su importancia, toda vez que el concepto (manejado por Menéndez Pidal y, por lo general, gran parte de los intelectuales de hace un siglo) de que Castilla es la esencia de la españolidad (en todos sus aspectos, incluido el lingüístico) es sustituido por otro bien distinto: Castilla fue un elemento más en la creación de España y el español, pero no se convirtió en genuinamente España (y su lengua en español) hasta que se puso en relación con el resto de las realidades peninsulares contemporáneas. El castellano no puede ser considerado “español” hasta que el catalán, el gallego, el portugués o el aragonés influyeron decisivamente en él, transformándolo en una nueva lengua.

Volviendo a Inés Fernández-Ordoñez, hay que recalcar que es la primera mujer en formar parte de la Real Academia por méritos exclusivamente académicos y dentro del ámbito de la Lengua: Matute, Salas, Iglesias y Puértolas, así como otras ex académicas como Elena Quiroga y Carmen Conde, son eminentemente escritoras, y María Isidra de Guzmán y de la Cerda, que fue la primera mujer en acceder a la RAE, era del ámbito de la Filosofía.

La chanson de Roland

AutorVíctor Miguel Gallardo el 20 de febrero de 2011 en Divulgación

La chanson de Roland

Aprovechando que se acaba de estrenar en algunos cines españoles un exhaustivo documental sobre el Cantar de Roldán (o Chanson de Roland, en francés), no está de más hablar de uno de los más importantes textos del Medievo europeo. No deja de ser curioso que una simple escaramuza diera lugar a un cantar de gesta que, aparte de ser el más antiguo en lengua romance que se conserva, tuvo una gran influencia en la literatura del continente durante los siglos inmediatamente posteriores.

En realidad la mal llamada Batalla de Roncesvalles (año 778) no fue casi con certeza más que una emboscada que los vascones tendieron a la retaguardia del ejército carolingio, que habían cruzado los Pirineos para combatir a ciertas facciones de los musulmanes recién llegados a la Península Ibérica. No era intención de este ejército, por cierto, encabezado por un jovencísimo Carlomagno (que posteriormente sería nombrado emperador), expulsar a los musulmanes de la Península: en realidad los carolingios venían a auxiliar a algunos caudillos en sus guerras intestinas. Tras sitiar Zaragoza llegan noticias de que los sajones han iniciado una revuelta, por lo que Carlomagno decide regresar a su reino, no sin antes saquear Pamplona. El ataque vascón puede que estuviera motivado por este saqueo.

Sin embargo, la Chanson de Roland no sólo magnificó este hecho, ensalzando la valentía de los franceses y multiplicando hasta límites increíbles el número de los asaltantes, sino que cambió al enemigo: no son los beligerantes vascones, sino sarracenos, y se habla de nada menos que 400.000 de ellos. Aparte de que resulta imposible de que en pleno siglo VIII existiera un ejército europeo capaz de movilizar tal cantidad de soldados, y dejando a un lado el hecho innegable de que el cantar de gesta fue escrito varios siglos después del incidente armado (seguramente a finales del siglo XII), no hay que olvidar la función que los cantares de gesta tenían, lo cual justifica la exageración. El que en vez de vascones fueran sarracenos también es comprensible: para entonces ya era primordial en el imaginario colectivo europeo la confrontación entre el cristianismo y la religión mahometana, no tanto así todavía en el siglo VIII, cuando apenas acababan de desembarcar en el continente europeo y los monarcas de la época estaban más entretenidos en matarse entre ellos que otra cosa.

Para los franceses la Chanson de Roland es un texto imprescindible de la historia de su literatura, aunque es bastante desconocida en España pese a relatar hechos, ficticios pero con un trasfondo histórico, que se desarrollaron en nuestro país. También es interesante acercarse a esta Canción debido a que influyó notablemente en las letras hispanas de la Edad Media.

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