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Víctor Miguel Gallardo (Página 5)

El buzón de sugerencias de la R.A.E.

AutorVíctor Miguel Gallardo el 7 de agosto de 2011 en Noticias

Buzón RAE

Parece que, por fin, algunas voces desde dentro de la Real Academia Española de la Lengua han hecho caso a la petición que muchísimos hispanohablantes llevábamos tiempo reclamando casi a gritos: que no sea una institución encerrada en sí misma, que recoja las opiniones de los ciudadanos para que su Diccionario, el más importante de nuestra lengua y sobre el que se basan todos los demás, se modifique de acuerdo a los tiempos que corren.

Exagero, ciertamente. Lo que la R.A.E. ha creado es un simple buzón de sugerencias electrónico, a través de una dirección de e-mail, en el que cualquiera puede aportar su opinión con respecto al diccionario. Estas opiniones pueden ser muy amplias, desde la petición de inclusión de nuevos vocablos a la eliminación de otros o la corrección de definiciones erróneas o incorrectas. En realidad ésta última utilidad es la que sospecho que en la práctica será más usada. Darío Villanueva, secretario de la R.A.E., lo ha ejemplificado a la perfección con sus últimas declaraciones, en las que comenta una anécdota al respecto: una hispanohablante totalmente anónima (en este caso una ciudadana colombiana residente en Australia) se puso en contacto con la Real Academia para avisarles de que la definición que el Diccionario daba de la palabra “champú” no era correcta. Dicha definición, que seguirá siendo la oficial hasta que en la próxima edición del Diccionario (la vigésimo tercera edición, por cierto) sea revisada, es la de “loción para el cabello”. Según ella sería más adecuado que, en vez de “loción” se utilizara la palabra “jabón”, y según Villanueva tenía toda la razón. Un poco extraño toda vez que la definición que la R.A.E. hace de “loción” sea, en su segunda acepción, la de “producto preparado para la limpieza del cabello o para el aseo corporal”. No entiendo demasiado bien que fuera precisamente este el ejemplo elegido para mostrarnos las virtudes del nuevo servicio.

Villanueva, eso sí, ha advertido sobre que no se aceptarán propuestas sobre corrección política. Ya hablamos aquí en Lecturalia hace unos meses del debate surgido alrededor de la palabra “rural” y sus connotaciones negativas. Es justo a lo que se refiere el secretario de la Academia: “El Diccionario no puede ser políticamente correcto”, manifestó, “porque la lengua sirve para amar pero también para insultar. No podemos suprimir las palabras que usamos cuando nos enfadamos o cuando somos injustos, arbitrarios o canallas”. Villanueva, con respecto al buzón electrónico, fue muy claro al manifestar que “cualquier hablante es para nosotros una autoridad” a la que hay que prestar oídos.

La 23ª edición del Diccionario de la Real Academia ya está en marcha, después de que la publicación de la anterior, de 2001, no estuviera exenta de polémica. Pedro Álvarez de Miranda, filólogo nacido en Roma y uno de los académicos más recientes (“heredó” el sillón Q de Carlos Castilla del Pino en 2010) ha sido el elegido para ser el director de la nueva edición, en la que estarán involucradas las veintidós Academias de la Lengua Española. Como novedades aparecerán por primera vez palabras como “abducir”, “cultureta”, “jet lag”, “libro electrónico” y “muslamen”, así como también “antiespañol”. Porque, como bien dice Villanueva, nuestro idioma no sirve sólo para amar, claro.

Literatura española… adaptada (I)

AutorVíctor Miguel Gallardo el 6 de agosto de 2011 en Divulgación

Ninette y un señor de Murcia

No debería sorprendernos el hecho de que algunas de las películas más importantes de la historia del cine español sean adaptaciones, precisamente, de algunas de las novelas más importantes de nuestra literatura. No todas, por supuesto: de existir un “top” del cine español y no cientos (o miles, ya que cada aficionado al cine tiene uno en la cabeza), nos encontraríamos con gran cantidad de guiones originales entre los puestos más altos. Sería impensable que no estuvieran en los primeros puestos de esa lista cintas como El verdugo, Plácido, Bienvenido, Mister Marshall, El extraño viaje o El cochecito, todos ellos guiones originales de Berlanga, Azcona y compañía. Dejando a un lado al ínclito Luis Buñuel, lo mejor de nuestro cine fue firmado por ellos, por Juan Antonio Bardem y por Fernando Fernán Gómez.

Pero Azcona y Berlanga trabajaron sobre todo con guiones originales. Incluso Buñuel, el más particular de nuestros creadores cinematográficos (y seguramente el menos español de todos), recurrió en ocasiones a guiones adaptados. Una de sus grandes obras, Tristana (1970), se basa en una novela de Benito Pérez Galdós de 1892. No es la única adaptación en su carrera: Ese oscuro objeto del deseo (1977) bebe de la obra de Pierre Louys, Leonor (1975) de la de Ludwig Tieck, Diario de una camarera (1964) de la de Octave Mirbeau y El río de la muerte (1955) de la del mexicano Miguel Álvarez Acosta. Desafecto de España y lo español durante la convulsa posguerra, el que una de sus últimas obras maestras estuviera, por fin, basada en un autor patrio no parece ser casualidad aunque, de todas formas, Buñuel prefirió durante la mejor época de su carrera utilizar sus propios guiones, escritos en solitario o con colaboradores como Jean-Claude Carrière o Luis Alcoriza.

Al igual que el tándem dirección-guión formado por Luis García Berlanga y Rafael Azcona, Juan Antonio Bardem, otro de nuestros más importantes directores, tampoco recurrió con frecuencia a nuestra literatura para elaborar sus obras. La que es quizás la más importante obra de Bardem junto con Muerte de un ciclista (1955), fue la excepción que confirma la regla: estamos hablando de Calle Mayor (1956), que se basaba en la obra de Arniches La señorita de Trevelez. Calle Mayor fue una de las primeras películas españolas que triunfó fuera de nuestras fronteras en festivales de importancia: si Bienvenido Mister Marshall (1953) había tenido gran acogida años atrás en Cannes, la película de Bardem triunfó en otro festival, el de Venecia, en donde recibió el premio de la Crítica y debió llevarse el León de Oro al ser la película más votada (el premio quedó finalmente desierto). La irregular carrera de Bardem, que acabó realizando telefilmes para televisión, no tiene más que dos o tres guiones adaptados más, entre ellos uno basado en la obra de Julio Verne (La isla misteriosa y el Capitán Nemo, 1973).

Fernando Fernán Gómez, en cambio, sí que fue un director que recurrió de forma habitual a novelas más o menos conocidas a lo largo de su fecunda carrera cinematográfica. Entre sus adaptaciones hay que reseñar El malvado Carabel (1956), basada en una obra de Wenceslao Fernández Flórez; Sólo para hombres (1960) y Ninette y un señor de Murcia (1965), ambas de Miguel Mihura; La venganza de Don Mendo (1961), de Pedro Muñoz Seca; El mundo sigue (1963), de Juan Antonio Zunzunegui; Los palomos (1964) y Cómo casarse en siete días (1971), de Alfonso Paso; Mayores con reparos (1966), de Juan José Alonso Millán. Fernán Gómez, que protagonizó la mayor parte de las películas que dirigió, muchas de las cuales con guiones originales o adaptados suyos, llevó esta omnipresencia creadora hasta el extremo en 1989 con El mar y el tiempo, película que contaba con su dirección y guión adaptado, que por supuesto protagonizó… y que para más inri se basaba en una novela propia.

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Nefasta última semana de julio

AutorVíctor Miguel Gallardo el 2 de agosto de 2011 en Noticias

Agota Kristoff

La última semana de julio de este año ha visto cómo fallecían tres escritores que, cada uno en su terreno, han sido de gran importancia en las últimas décadas. El primero en abandonarnos fue el historiador, especializado en el mundo árabe, Joan Vernet i Ginés. Vernet es uno de los historiadores españoles más importantes en su campo de todo el siglo XX, y uno de los promotores principales de los novedosos estudios sobre ciencia árabe, además de la evolución de la ciencia en el Medievo y el Renacimiento. Sobre el mundo islámico no se limitó a profundizar en sus avances científicos y tecnológicos y en su repercusión en el mundo cristiano medieval, sino que también son importantes sus aportaciones en materia de investigación religiosa. Suya es una importante traducción del Corán, el libro sagrado de los musulmanes, y suya también es una biografía de Mahoma, su principal profeta, publicada hace un lustro. Sus intereses también le llevaron, entre otros muchos trabajos, a traducir el libro de Las Mil y Una Noches. Vernet fue merecedor de muchos premios a lo largo de su carrera, entre ellos el Premio Menéndez Pidal, la Cruz de San Jordi o el Premio Sharjah.

Apenas unos días después fue Agota Kristof, escritora húngara en lengua francesa, la que falleció. Aunque sus primeras incursiones en la literatura fueron en el teatro y la poesía, es conocida principalmente por una trilogía de novelas que en España ha sido publicada bajo el título de Claus y Lucas. La trilogía está compuesta por las novelas El gran cuaderno (1986, Premio Europeo de Literatura Francesa), La prueba (1988) y La tercera mentira (1991). El gran cuaderno es su obra más importante, y ha sido traducida hasta la fecha a una treintena de idiomas.

El último día de julio fue el autor cubano Eliseo Alberto el que nos dejó, tras una larga búsqueda de un donante de riñón que pudiera salvarle la vida. El riñón llegó finalmente, pero murió por complicaciones cardíacas durante la intervención. Eliseo Alberto, que residía desde hace décadas en México (cuya nacionalidad adoptó), se hizo popular en las letras hispanas después de ganar en 1998 el prestigioso premio de novela Alfaguara, que se convocaba de nuevo después de un parón de más de veinticinco años. La obra premiada fue Caracol Beach. No era su primera novela, tampoco fue la última; ni siquiera era el primer premio importante que recibía (ya había ganado años atrás el Premio Nacional de la Crítica cubano por su primera novela, La fogata roja). Eliseo Alberto, nacido en una familia que lleva las letras en la sangre (su padre fue el poeta Eliseo Diego, y su hermana, que todavía reside en Cuba, también es escritora), fue muy crítico con el gobierno castrista, que lo consideró un traidor a la revolución por su libro Informe contra mí mismo, escrito en 1978 después de que las autoridades cubanas le obligaran a denunciar por escrito a sus propios familiares.

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Cultura Mainstream, el libro

AutorVíctor Miguel Gallardo el 28 de julio de 2011 en Reseñas

Cultura Mainstream

Se publica ahora en España, de la mano de Taurus, el libro Cultura Mainstream, del periodista y sociólogo francés Frédéric Martel, autor de otros trabajos como Le rose et le noir: les homosexuales en France despuis 1968 o De la culture en Amérique. Y de Estados Unidos vuelve a hablar, precisamente, más concretamente de lo que de forma habitual se conoce como cultura mainstream, la que consume de forma mayoritaria el público en contraposición a las corrientes más alternativas y de consumo más reducido.

Aunque India es el país del mundo con mayor producción cinematográfica, o el Reino Unido sea la nación con la música “popular” (muchas comillas) más prestigiosa, aunque Francia siga siendo un referente para las letras, es Estados Unidos la líder mundial, de forma indiscutible, de la industria del entretenimiento. Martel pasa a analizar todo lo referente a la creación y difusión del cine, literatura y música estadounidenses como fenómeno conjunto que responde principalmente a cinco factores que han propiciado su éxito a nivel global: las fuentes de financiación, la importancia de la contracultura como caldo de cultivo para nuevas propuestas culturales, la importancia de la investigación universitaria, la diversidad étnica y cultural del país y la posición privilegiada de los que apuestan por lo singular y rompedor. Los estadounidenses conceden una importancia capital a la creatividad y la valentía, no sólo en las industrias culturales, sino, hablando en términos globales, casi en cualquier ámbito de la vida, ya sea el empresarial, el científico, el teórico, etc. Incluso cuando hablamos de algo tan peliagudo como es la religión, hay que reconocer que nos encontramos ante un estado especialmente creativo y valiente para haber sido la cuna de cultos tan extravagantes como los que todos tenemos en mente (y que no voy a mencionar por una cuestión básica de respeto).

Un factor curioso, en opinión de Martel, es que gran parte de la industria del entretenimiento, y ya no sólo estamos hablando de cine, música y literatura de consumo masivo sino también de los videojuegos (la punta de lanza de la industria cultural en la actualidad cuantitativamente hablando) o de las series y programas de televisión, aunque sea de capital extranjero, responde a planteamientos estadounidenses, aunque esto ya sea casi sinónimo de “globales”. La influencia de los mercados locales sobre los contenidos es ínfima, con honrosas excepciones como pueden ser los cines indio o francés, que no siguen este patrón. Martel va aún más lejos: ya no podemos hablar de “industrias culturales”, sino de industrias de contenidos o industrias creativas. La dependencia del resto del mundo con respecto a Estados Unidos en estas industrias, que ya intuimos, es mayor de lo que pensamos: el sistema de copyright europeo, por ejemplo, se ha visto relegado por el sistema estadounidense, mucho más flexible, la única manera de mantener la competitividad y de integrar a miles de pequeñas empresas de los sectores culturales europeos (perdón, de los sectores creativos o de creación de contenidos) en un entramado global de creación y difusión.

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La reescritura de El nombre de la rosa

AutorVíctor Miguel Gallardo el 26 de julio de 2011 en Noticias

El nombre de la rosa

El nombre de la rosa, la novela más conocida del escritor y semiólogo piamontés Umberto Eco, se publicó en 1980. Sorprendentemente para una obra de sus características (un tratado de semiótica y de teología medieval “disfrazado” de novela de misterio) se convirtió en uno de los libros más vendidos de los años ochenta en los más de treinta países en los que se editó. Hasta la fecha ha vendido más de quince millones de ejemplares, una tercera parte de ellos en Italia; su popularidad, en cambio, fue un arma de doble filo, ya que los críticos, que inicialmente se mostraron entusiasmados con ella (ganando algunos de los galardones literarios más importantes de Europa), se comportaron tal y como suelen, mostrándose indiferentes en cuanto adquirió la categoría de best-seller. Pero ya no había discusión posible: El nombre de la rosa ya era un fenómeno popular que, además, se benefició de una interesante (aunque en parte fallida) adaptación al cine en 1986 de la mano del siempre controvertido Jean-Jacques Annaud.

Eco, que ya está a punto de convertirse en octogenario, sorprende ahora con la noticia de la reescritura de la novela. No para ampliarla y completarla, que sería lo realmente interesante para los millones de fanáticos lectores de su obra, sino para todo lo contrario: lo que pretende es convertirla en una novela más liviana, más del gusto del público actual (mejor dicho, del público actual consumidor de best-sellers), acostumbrado a las vueltas de tuerca extremadamente retorcidas e inteligentes (nótese la ironía) de Ken Follett, a los argumentos enrevesados de Katherine Neville o a los inteligentes juegos literarios que impregnan la obra de Stephenie Meyer.

La adaptación a menos de novelas no es algo habitual, pero existen versiones reducidas, tanto para público infantil y juvenil como adulto, de algunas obras mastodónticas clásicas. Leer un Quijote o un Guerra y Paz adaptado puede tener cierto sentido, sobre todo desde el punto de vista didáctico. No todo el mundo tiene el tiempo, y las ganas, de leerse los Episodios Nacionales de Galdós al completo (yo, al menos, no conozco a nadie que haya conseguido semejante hazaña), y en los institutos españoles, en donde el Quijote fue siempre de lectura obligatoria, era normal que los propios alumnos discriminaran entre capítulos importantes y capítulos “paja”. Para un lector principiante, leer una versión reducida de esta obra puede ser más que suficiente e incluso beneficioso: no se sentirá irritado ante la perspectiva de pasar horas y horas ante el libro.

Pero, ¿qué pretende exactamente Eco con esta iniciativa? ¿Equiparar su obra con la de los grandes clásicos o simplemente hacer un poco (más) de dinero con una novela que cuenta ya con tres décadas a sus espaldas? Después de todo, y aunque la complejidad de El nombre de la rosa es más que evidente (en principio no parece el libro más adecuado para todo tipo de públicos, de ahí lo extraño de su popularidad), tampoco es tan extenso como para necesitar este tipo de recortes.

A no ser que Eco se vaya a limitar simplemente a eliminar la media docena de tediosas y eruditas enumeraciones que jalonan el libro, que todo es posible.

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Conspira, que algo queda (y V)

AutorVíctor Miguel Gallardo el 20 de julio de 2011 en Divulgación

Cordón dorado

Terminamos hoy con esta serie de posts dedicados a libros que han alimentado, directa o indirectamente, algunas de las teorías de la conspiración más relevantes de nuestra historia reciente.

El cordón dorado, de Miguel Serrano. Este chileno, uno de los neo-nazis más influyentes de la segunda mitad del siglo XX, publicó este libro en 1978, uno de los más famosos (sobre todo en el mundo hispanohablante) que trata acerca del supuesto origen alemán de los OVNIs. Dejando a un lado las partes de la obra totalmente inconcebibles, como por ejemplo el identificar a Hitler con los dioses hiperbóreos y considerarlo un avatar de Vishnú, el libro bebe de dos tradiciones conspirativas muy populares de su tiempo: por un lado, la aparición durante la Segunda Guerra Mundial de objetos volantes no identificados (los famosos foo fighters) y la constatación tras el fin de la contienda de que Alemania había estado probando nuevos tipos de propulsión hizo creer a muchos, una vez que los OVNIs no sólo no desaparecieron tras 1945 sino que aumentaron su presencia, que se trataba de artefactos nazis. Por el otro, y dado que Alemania y sus territorios anexionados habían sido totalmente tomados por los aliados, se hacía necesario dotar a ese Tercer Reich en el exilio de una base de operaciones. Esta base no sería otra que la Antártida. Una porción significativamente pequeña de este continente había sido reclamada por Alemania en los años anteriores a la guerra, presumiblemente para crear una base para su industria ballenera (Alemania era un gran consumidor de grasa de ballena, que adquirían a los noruegos). La Nueva Suabia, que fue el nombre dado por el Reich a su pretendido territorio antártico, jamás les fue reconocida, pero Serrano y otros muchos nazis teóricos de finales del siglo XX sostienen que el gobierno nazi sobrevive en la Antártida. Felipe Botaya, en su libro de 2006 Antártida 1947, relaciona la operación militar estadounidense Highjump, de 1946-47, con una última ofensiva aliada para eliminar al remanente nazi antártico.

El estado judío, de Theodor Herzl, es un libro de 1882 en el que el autor planteaba la posibilidad de que los judíos, para tener un estado propio, debían comprar tierras en Palestina o, como segunda opción, en Argentina. Durante el siglo XX surgieron varias posibilidades para el establecimiento de un estado judío, la primera de ellas en la actual Uganda, a propuesta del Reino Unido, opción que fue rápidamente rechazada. Al principio de la Segunda Guerra Mundial, cuando todavía no había conflicto entre Alemania y la Unión Soviética, se desarrolló el llamado Plan Madagascar, por el cual Alemania planeaba deportar a todos los judíos europeos a esa isla africana, colonia francesa, constituyendo un estado judío títere (con toda su población dedicada exclusivamente a la agricultura) bajo protectorado alemán. El plan alemán cambió tras el inicio de las hostilidades con los soviéticos, pues se prefirió deportar a los judíos hacia el este antes que embarcarse en un costoso traslado masivo a Madagascar. Tras la guerra se constituyó, por fin, un estado judío en Palestina, pero esto no hizo que perdiera vigencia el libro de Herzl, sobre todo su referencia a Argentina. Este estado americano tuvo una singularidad: al tiempo que se asentaba en él una nutrida comunidad judía, fue uno de los mayores receptores de alemanes (muchos de ellos nazis huidos de la justicia alemana) tras la guerra, lo que propició que en algunos círculos, por ejemplo el militar, el antisemitismo permaneciera. Los rumores sobre un supuesto Plan Andinia según el cual los israelís pretendían arrebatar la Patagonia a argentinos y Chilenos para la creación de un segundo estado judío suenan hoy ridículos, pero las dictaduras militares argentinas de hace treinta años se lo tomaron bastante en serio. Incluso se han detectado, ya a principios del siglo XXI, manifestaciones de mandos del ejército argentino denunciando el supuesto complot judío.

Los 111 clásicos de la RAE

AutorVíctor Miguel Gallardo el 17 de julio de 2011 en Divulgación

Biblioteca Clásica de la Real Academia Española de la Lengua

En colaboración con Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg ha nacido la Biblioteca Clásica de la Real Academia Española de la Lengua, nada menos que 111 volúmenes que recogerán los títulos que, en opinión de los académicos, merecen engrosar la lista de los más importantes de las letras hispanas clásicas, abarcando un amplio período de tiempo que concluye con las postrimerías del siglo XIX. Además, en la web que ha habilitado la Academia para la Biblioteca podrán consultarse de forma gratuita ediciones de algunas de esas obras clásicas, aunque no son exactamente las mismas ediciones que se publicarán en papel.

Los cuatro primeros volúmenes en ponerse a la venta (y de colgarse gratuitamente en otra edición en la web) son Milagros de Nuestra Señora de Gonzalo de Berceo, El Cantar de Mío Cid, Gramática sobre la lengua castellana de Antonio de Nebrija y La vida del Buscón de Francisco de Quevedo. Llama la atención que no van a ser publicados conforme a su numeración: si bien el Cantar es el número 1, la obra de Berceo viene numerada con el 3, la Nebrija con el 17 y la de Quevedo con el 59. Una extraña forma de poner a la venta la colección, seguramente para no seguir un orden cronológico con las publicaciones, cosa que sí se ha respetado con la numeración. Con respecto a las versiones gratuitas publicadas, sorprende también la mala calidad de los escaneados, más bien fotografías de ediciones antiguas de los volúmenes aunque han tenido a bien denominarlos como facsímiles. Hay que recordarle a la Academia que, tal y como recogen en su propio diccionario, la definición de la palabra facsímil es la siguiente:

Perfecta imitación o reproducción de una firma, un escrito, de un dibujo, de un impreso, etc.

Lo colgado en su web, sintiéndolo mucho, dista de ser perfecto, y más parece hecho para salir del paso que fruto de una labor concienzuda de digitalización.

También sorprende la inclusión en el catálogo general de la Biblioteca Clásica la inclusión de ciertas obras. Así, los siguientes volúmenes que serán publicados son La Celestina de Fernando de Rojas (número 18), el Lazarillo de Tormes (número 29), la Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo (número 36), un compendio con la Poesía de Fray Luis de León (número 38), La Dorotea de Lope de Vega (número 53) y los Entremeses de Luis Quiñones de Benavente (número 70), intercalando obras muy conocidas con otras menos populares y mezclando géneros, ya que en esta hornada hay poesía, prosa, teatro y ensayo, lo cual me parece un gran acierto. La inclusión de obras desconocidas para el gran público también me parece acertado, y hay que mencionar dentro de esta categoría de libros que nos resultan raros a los no versados en el clasicismo literario español volúmenes como El Victorial de Gutierre Díez de Games, la Epístola Moral a Fabio de Andrés Fernández de Andrada, Lazarillo de Ciegos Caminantes de Concolorcorvo (autor del que, lo reconozco, ni siquiera había oído hablar) o María de Jorge Isaacs.

Algunos autores, para terminar, tienen varios volúmenes en la colección. Uno de los que más, como no podía ser menos dado que estamos hablando del fénix de los ingenios, Lope de Vega, con cinco, aunque Cervantes le supera por uno. Quevedo tiene tres, mientras que su gran rival, Góngora, se queda con sólo uno. Tres tiene Calderón de la Barca, dos Fray Luis de León, dos Bécquer, dos Clarín y tres Pérez Galdós, completando la lista de los que repiten.

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La violenta muerte de un poeta

AutorVíctor Miguel Gallardo el 16 de julio de 2011 en Divulgación

Facundo Cabral

Cuando alguien conocido y respetado en su trabajo fallece por causas naturales la tristeza entre sus seguidores y amigos es grande, acompañada por cierta sorpresa en caso de que dicha muerte haya llegado sin avisar. En caso de muerte violenta, por ejemplo un accidente de tráfico, la sensación general de que podría haberse evitado es superior a la tristeza. El caso del argentino Facundo Cabral es aún peor: ha sido asesinado el pasado 9 de julio en Ciudad de Guatemala, tiroteado por sicarios mientras era llevado en coche al aeropuerto. ¿Qué pecado había cometido uno de los cantautores más importantes de los últimos años, un hombre que siempre ha cantado a las bondades de vivir? Simplemente ir acompañado de un empresario, de nombre Henry Fariña, al que debían haber puesto precio a su cabeza. En el tiroteo, así son las cosas, Fariña fue herido pero sobrevivió. Cabral, en cambio, falleció. En toda guerra siempre existe el riesgo del daño colateral: en este caso, un ajuste de cuentas entre grupos de poder guatemaltecos se ha llevado por delante al autor que hizo famoso el “No soy de allí, ni soy de allá”.

No soy de allí, ni soy de allá”, sin dudar su canción más representativa, es toda una declaración de principios, y una de las canciones más optimistas y vitalistas de su carrera. Para muchos de sus seguidores, fundamentalmente latinoamericanos, es poco menos que un himno. Cabral no fue un cantautor al uso: en sus interpretaciones había mucho de música, sí, pero también mucho de poesía, mucho de diálogo con un interlocutor mudo, mucho de soliloquio y mucho de hacer llegar al público no sólo un puñado de canciones y poemas, sino una parte de su ser, de su forma de ver las cosas, de su filosofía de vida. Publicó numerosos libros recogiendo sus pensamientos (según él más de veinte libros “sin títulos y sin autor”), pero no era necesario leerlos para llegar a conocerlo a él. En sus numerosos discos aprovechó para introducir sus impresiones sobre una existencia humana que le fascinaba, que le llenaba completamente. Cabral siempre aprovechaba, ya fuera en sus discos, sus libros o sus intervenciones públicas, para intentar contagiar su particular visión a quien estuviera dispuesto a escucharle. Tal vez por eso nos parezca aún más injusta la forma en que ha tenido que desaparecer.

Cabral llegó a la música por medio de lo que podríamos denominar intervención divina. Escuchó a un mendigo declamar el sermón de la montaña, una madrugada de febrero de 1954. El jovencísimo autor de La Plata se impresionó tanto que, ya en casa, escribió su primera canción. Durante décadas ha declarado públicamente su fe en Dios, un Dios vitalista y no dogmático que le hizo cantar aquello de me gusta el vino tanto como las flores, una fe que le hizo declararse violentamente pacifista. Descanse en paz el maestro, y quede su estribillo más famoso en nuestras cabezas para siempre, porque

No soy de aquí, ni soy de allá,
no tengo edad ni porvenir
y ser feliz es mi color de identidad.

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Cierra News of the world

AutorVíctor Miguel Gallardo el 12 de julio de 2011 en Noticias

News of the World

Miles de británicos ya respiran tranquilos. Ellos son políticos, futbolistas, cantantes o famosos de medio pelo. Su gran pesadilla, el periódico News of the world, ha echado el cierre definitivo el domingo 10 de julio de 2011 después de que el escándalo de las escuchas telefónicas ilegales hubiera llegado a límites insostenibles. El cierre de la centenaria publicación, cuyo primer número data de octubre de 1843, viene dado por la mala praxis periodística desarrollada en las últimas décadas. El tema de las escuchas ilegales sólo ha sido la gota que colma el vaso de las polémicas que han salpicado al periódico en estos últimos tiempos, que le han hecho pasar de ser un tabloide sensacionalista a un sujeto criminal en toda regla.

El tema de las escuchas empezó en 2006, cuando la policía británica descubrió que responsables del periódico habían pinchado los teléfonos de varias personas. Al año siguiente el editor Clive Goodman y el detective privado Glenn Mulcaire fueron encarcelados por interceptar y utilizar para “News of the world” mensajes de voz de teléfonos pertenecientes a la Casa Real británica. Sólo fue el comienzo: poco a poco se fue conociendo que no eran sólo los miembros de la realeza los que habían visto dañada su privacidad con la práctica de las escuchas ilegales, estando afectados, según los abogados de la acusación, al menos 7.000 personas, muchas de ellas figuras públicas, celebridades, políticos, etc. En febrero de 2011 el periódico tenía abiertas una veintena de causas civiles, y se estimó que estos litigios costarían al grupo News Corporation, casa matriz del periódico, al menos 40 millones de libras.

El fin estaba cerca: en julio de 2011 se supo que periodistas de News of the world habían manipulado el buzón de voz de Milly Dowler en 2002. Esta chica de 13 años fue raptada y posteriormente asesinada, un suceso que conmocionó a todo el país. Con las últimas investigaciones parece claro que algunos investigadores a sueldo de News of the world manipularon el buzón de voz de su teléfono, llegando incluso a borrar mensajes al encontrarlo lleno, lo cual fue un impedimento en la investigación. También se supo que habían interceptado mensajes relativos a los ataques terroristas del 7 de julio de 2005 y a la muerte en Oriente Medio de soldados británicos. La participación de News of the world en tres hechos tan delicados para la opinión pública hizo que el público entrara en cólera. El primer ministro, James Cameron, se vio obligado a intervenir el 6 de julio, declarando que se iban a continuar las investigaciones, lo cual precipitó que al día siguiente el multimillonario James Murdoch, cabeza visible de News Corporation, anunciara el fin definitivo de la publicación.

El fin de News of the World, pese a su centenaria historia y las doscientas personas que han perdido su empleo, es una buena noticia: deja claro que no todas las prácticas en el periodismo son lícitas en un momento en que muchos medios de comunicación de todo el mundo traspasan una y otra vez la fina línea que separa el derecho a la libertad de información y expresión de la manipulación, de la injerencia de supuestos periodistas en investigaciones policiales y, en definitiva, la utilización de hechos de toda índole, sin importar nada más, con el mero propósito de hacer caja.

Conspira, que algo queda (IV)

AutorVíctor Miguel Gallardo el 9 de julio de 2011 en Divulgación

La gran impostura

Existen tal cantidad de teorías conspirativas que avivan la imaginación de toda clase de personas, especialmente las más crédulas, que enumerarlas todas es casi imposible. Por eso nos hemos centrado en las que tienen una base literaria, por llamarlo de algún modo. Hoy hablaremos de dos más de ellas.

La gran impostura, de Thierry Meyssan, publicado en 2002, es uno de los libros que hablan sobre los atentados del 11 de septiembre de 2001 que más controversia a nivel mundial ha generado. No es, desde luego, el único que intenta revelar los entresijos del ataque terrorista más famoso de la historia de la humanidad, así como tampoco el único en afirmar que dicho ataque múltiple no fue obra de la red internacional terrorista de carácter fundamentalista islámico Al-Qaeda, sino del propio gobierno de los Estados Unidos. La gran impostura formula una teoría muy difundida esta última década acerca de los atentados, según la cual estos fueron organizados por el gobierno del presidente George W. Bush para modificar de forma brutal la opinión pública estadounidense, reacia hasta ese momento al intervencionismo militar de Estados Unidos en Oriente Medio que, para el presidente y su gabinete, era de vital importancia. Las implicaciones de esta teoría son enormes: en primer lugar, supedita los intereses del gobierno estadounidense (y también del británico) a los de varias industrias estratégicas (la armamentística, la petrolera y, en menor medida, la farmacéutica). Por un lado, la industria armamentística reclamaba disponer de un nuevo teatro de operaciones para probar in situ las nuevas armas desarrolladas y, sobre todo, ansiaba un aumento del gasto militar que les beneficiaba directamente. Las petroleras estaban especialmente interesadas en Iraq, al tiempo que para las farmacéuticas Afganistán era un apetitoso caramelo. Pero, aparte de estos intereses económicos, también es importante destacar el hecho, según Meyssan, de que la supresión de ciertas libertades civiles con la excusa de la lucha contra el terrorismo internacional era algo más que deseable por el gobierno republicano, por lo que pueden ser un nuevo factor que propiciara los ataques. La teoría va más allá: Al-Qaeda, y en especial su cabeza visible, Osama Bin Laden, no eran más que títeres de la CIA, al igual que grupos homólogos al suyo lo habían sido durante la ocupación soviética.

History: Fiction or Science? es una obra del matemático ruso Anatoly Fomenko que se puede complementar con lo expuesto en otro de sus libros sobre historia, Empirico-statistical Analysis of Narrative Material and Its Applications. En ellos Fomenko advierte de que la cronología histórica que habitualmente tomamos como correcta no es demostrable empíricamente, y crea una nueva cronología que acorta la historia de la humanidad a poco más de un milenio. Para él, muchos de los acontecimientos que habitualmente se relacionan con el antiguo Egipto, con Grecia o con Roma, por ejemplo, no son más que los reflejos de hechos históricos ocurridos en la Edad Media. Así, la Guerra de Troya no es más que una deformación de lo ocurrido durante Las Cruzadas. Fomenko, reputado matemático e historiador pésimo, llega al culmen de lo absurdo cuando afirma que la figura histórica de Jesucristo corresponde a la del emperador bizantino Andrónico I Comneno, un tirano cuya muerte ocurrió de manera trágica, siendo humillado y torturado hasta la muerte en medio del jolgorio popular, tal y como ocurrió con muchos monarcas durante el Medievo. Fomenko también afirma que la historia antigua de civilizaciones no mediterráneas como la china o la india no son más que invenciones de los jesuitas que fueron a aquellas tierras a propagar el cristianismo.

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