El buzón de sugerencias de la R.A.E.
Parece que, por fin, algunas voces desde dentro de la Real Academia Española de la Lengua han hecho caso a la petición que muchísimos hispanohablantes llevábamos tiempo reclamando casi a gritos: que no sea una institución encerrada en sí misma, que recoja las opiniones de los ciudadanos para que su Diccionario, el más importante de nuestra lengua y sobre el que se basan todos los demás, se modifique de acuerdo a los tiempos que corren.
Exagero, ciertamente. Lo que la R.A.E. ha creado es un simple buzón de sugerencias electrónico, a través de una dirección de e-mail, en el que cualquiera puede aportar su opinión con respecto al diccionario. Estas opiniones pueden ser muy amplias, desde la petición de inclusión de nuevos vocablos a la eliminación de otros o la corrección de definiciones erróneas o incorrectas. En realidad ésta última utilidad es la que sospecho que en la práctica será más usada. Darío Villanueva, secretario de la R.A.E., lo ha ejemplificado a la perfección con sus últimas declaraciones, en las que comenta una anécdota al respecto: una hispanohablante totalmente anónima (en este caso una ciudadana colombiana residente en Australia) se puso en contacto con la Real Academia para avisarles de que la definición que el Diccionario daba de la palabra “champú” no era correcta. Dicha definición, que seguirá siendo la oficial hasta que en la próxima edición del Diccionario (la vigésimo tercera edición, por cierto) sea revisada, es la de “loción para el cabello”. Según ella sería más adecuado que, en vez de “loción” se utilizara la palabra “jabón”, y según Villanueva tenía toda la razón. Un poco extraño toda vez que la definición que la R.A.E. hace de “loción” sea, en su segunda acepción, la de “producto preparado para la limpieza del cabello o para el aseo corporal”. No entiendo demasiado bien que fuera precisamente este el ejemplo elegido para mostrarnos las virtudes del nuevo servicio.
Villanueva, eso sí, ha advertido sobre que no se aceptarán propuestas sobre corrección política. Ya hablamos aquí en Lecturalia hace unos meses del debate surgido alrededor de la palabra “rural” y sus connotaciones negativas. Es justo a lo que se refiere el secretario de la Academia: “El Diccionario no puede ser políticamente correcto”, manifestó, “porque la lengua sirve para amar pero también para insultar. No podemos suprimir las palabras que usamos cuando nos enfadamos o cuando somos injustos, arbitrarios o canallas”. Villanueva, con respecto al buzón electrónico, fue muy claro al manifestar que “cualquier hablante es para nosotros una autoridad” a la que hay que prestar oídos.
La 23ª edición del Diccionario de la Real Academia ya está en marcha, después de que la publicación de la anterior, de 2001, no estuviera exenta de polémica. Pedro Álvarez de Miranda, filólogo nacido en Roma y uno de los académicos más recientes (“heredó” el sillón Q de Carlos Castilla del Pino en 2010) ha sido el elegido para ser el director de la nueva edición, en la que estarán involucradas las veintidós Academias de la Lengua Española. Como novedades aparecerán por primera vez palabras como “abducir”, “cultureta”, “jet lag”, “libro electrónico” y “muslamen”, así como también “antiespañol”. Porque, como bien dice Villanueva, nuestro idioma no sirve sólo para amar, claro.