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Víctor Miguel Gallardo (Página 20)

El largo parto del cortometraje de Dalí y Disney

AutorVíctor Miguel Gallardo el 29 de mayo de 2009 en Noticias

Disney y Dali

Salvador Dalí y su musa Gala residieron en Francia durante los años treinta del siglo XX, donde empezó a hacerse patente entre los popes del surrealismo que El Divino no estaba tan implicado con las ideologías izquierdistas como ellos. De hecho fue instado a condenar el nazismo, cosa que no hizo por no considerarlo necesario, aunque dijo de todas las formas posibles que ni era antisemita ni era nazi. Cuando la guerra empezó y se hizo evidente que los alemanes iban a invadir Francia, Dalí y Gala volaron rumbo a Estados Unidos (también fueron criticados por ello, todo hay que decirlo). Allí, ya en el último año de la guerra, Dalí conoció a Walt Disney.

En 1945 los negocios para Walt Disney y sus estudios no iban del todo bien: tras el exitoso estreno a finales de los años 30 de Blancanieves y los siete enanitos (1938), el primer largometraje de animación en lengua inglesa, la única producción realmente taquillera había sido Dumbo (1941) constituyendo Pinocho (1940), Fantasía (1941) y Bambi (1942) pequeños fracasos. Además, desde que EE.UU. entró en guerra los estudios de Disney se habían dedicado a filmar videos didácticos para las tropas o películas propagandísticas (como por ejemplo Victory Through Air Power, de 1943, un largometraje de acción real con escenas de animación que hacía hincapié en la necesidad de aumentar la producción de aviones de combate para ganar la guerra), películas estas en las que no había ganancia posible. Disney, aparte de recurrir, para aliviar las cuentas de la compañía, al reestreno de Blancanieves y los siete enanitos en el año 1945 (que tuvo tanto éxito que al final instauró la tradición de reestrenar sus películas siete años después del estreno original) volvió a centrarse en la producción de cortometrajes, por aquel entonces imprescindibles para abrir las sesiones de las salas de cine. Él no podía saber que, apenas un par de años después de terminada la guerra los cortos dejarían de ser rentables para distribuidores y exhibidores, que empezaron a demandar exclusivamente películas de larga duración.

Destino

Disney y Dalí, tras conocerse, se elogiaron mutuamente, hasta el punto de que el cineasta le confesó que quería trabajar con él. Unos meses después se concretó esta colaboración, encargándole el estudio al artista de Figueras un guión para hacer un corto acerca de una balada mexicana. Dalí se puso a trabajar en ello durante ocho meses, entre 1945 y 1946, junto con el guionista gráfico John Hench (probablemente uno de los más importantes trabajadores de Walt Disney de toda su historia, vinculado a los estudios Disney durante más de sesenta y cinco años de su vida). La música correría a cargo del compositor mexicano Armando Domínguez. Sin embargo, las estrecheces económicas obligaron a cancelar el proyecto cuando, de los seis minutos programados, tan sólo existían unos veinte segundos de grabación.

En 1999 Disney comenzó a trabajar en Fantasía 2000, una revisitación al clásico de 1941. Fue entonces cuando Roy Edward Disney, sobrino de Walt Disney, descubrió la existencia del proyecto de Dalí, profusamente documentado por el artista a base de notas y dibujos que hacían factible, basándose en dichas notas, la finalización del corto. Así se hizo, y en 2003, cincuenta y ocho años después de que se empezara, Destino se finalizaba. Un largo parto para una película que, desgraciadamente, ni Disney ni Dalí pudieron ver, no así Hench, que falleció un año después a la edad de noventa y seis años.

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Plataforma, de Michel Houellebecq

AutorVíctor Miguel Gallardo el 28 de mayo de 2009 en Reseñas

Houellebecq y su perro

Desgraciadamente, muchos conocerán más a Michel Houellebecq por sus salidas de tono y polémicas declaraciones que por su literatura. En un efecto paralelo al que acompañó a Salman Rushdie y sus Versos satánicos, muchos de esos lectores avezados que dicen haber leído a Houellebecq mienten, sobre todo si pertenecen a esa progresía militante que lo tachó de racista y misógino después de que el autor francés desbarrara (¿o no desbarró?) en diversas entrevistas y actos públicos. El problema de los personajes públicos, y Houellebecq lo es en Francia (que no en España, que es donde reside), es que se acaban mezclando conceptos: así, la gente odia la música de Ramoncín sin haberla escuchado jamás o la poesía de Karadzic sin tener el más mínimo conocimiento de la lengua serbocroata.

Lo mismo con Houellebecq: una cosa es la persona, el autor, y otra bien distinta su obra. Plataforma en concreto, una de las obras maestras de la literatura que han nacido de este siglo XXI, ha sido acusada de ser una novela racista… y misógina. Sí, exactamente los mismos cariñosos epítetos que se suelen lanzar contra su autor por la ya mencionada progresía militante. Yo, como progre no militante (ni ganas) seguiré separando ambos conceptos: el de un autor bastante pagado de sí mismo y el de una novela magnífica que no me canso de releer.

Plataforma, una de las tres novelas fundamentales del autor (junto con Ampliación del campo de batalla y Las partículas elementales) puede resultar una obra dura de digerir para alguien no acostumbrado a cierto tipo de literatura. Tildada por algunos de novela pornográfica, narra el devenir vital durante un relativamente corto período de tiempo de un protagonista francamente odioso, Michel Renault, que vive al borde de la desidia vital. Misógino y putero, asqueado por su trabajo de funcionario del Ministerio de Cultura francés, antisocial y sin amigos, Renault es el eje fundamental de la novela, y como actor principal nos acompañará en un viaje a través del turismo sexual en América Latina y Extremo Oriente que no es más que un reflejo de la decadencia cultural de muchos individuos, hombres y mujeres, heterosexuales y homosexuales, de las clases medias y altas de Occidente, ávidas de colonizar a golpe de verga y complejo hotelero los países subdesarrollados o en vías de desarrollo. Más aún, Plataforma también habla de la hipocresía de los que empuñan los petrodólares, asiduos a los más sórdidos centros de explotación sexual de menores de Asia Oriental, o de la pobreza inadmisible del pueblo cubano, hipotecado por una revolución que no termina de cristalizar que fomenta un turismo occidental injusto.

Plataforma, además, también habla de refilón del terrorismo islamista: teniendo en cuenta el año de publicación de la novela, 2001, es evidente que había ciertas cosas que tal vez la gente no quería escuchar (o leer). Esto, unido a la idea de que la novela, más que criticar, está haciendo apología del turismo sexual, la ha convertido en una obra polémica y muy odiada por ciertos lectores. Lectores que, en mi opinión, deben de haber leído un libro diferente al que leí yo. ¿De verdad, teniendo en cuenta cómo termina todo, se puede hablar de que Houellebecq esté justificando la pedofilia y los excesos de los turistas occidentales? ¿Acaso uno, al leer las descripciones que hace el autor, se siente empujado a tomar rápidamente un vuelo hacia Tailandia? Si el problema radica en que, en efecto, esos detractores se sintieron excitados con ciertos pasajes, me temo que no es problema ni de Houellebecq ni del resto de lectores que hemos comprendido un poco mejor una de las ideas que están siempre presentes en el libro: que con dinero podemos satisfacer cualquiera de nuestros instintos, por sórdidos que sean.

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Carlo Ancelotti prefiere la Copa

AutorVíctor Miguel Gallardo el 27 de mayo de 2009 en Divulgación

Ancelotti

En un día como hoy en el que los ojos de todos los aficionados al fútbol están vueltos hacia Roma, en donde el Manchester United y el FC Barcelona juegan la final de la Champions League, informalmente reconocida como la competición entre clubes más importante del mundo junto con la Copa Libertadores, no está de más recordar que precisamente en la capital italiana acaba de presentarse el libro Preferisco la Coppa (“Prefiero la Copa”), la biografía del entrenador y ex jugador de fútbol Carlo Ancelotti, escrita en colaboración con el periodista deportivo de Sky, Alessandro Alciato y cuyos beneficios serán destinados a la lucha contra la ELA (esclerosis lateral amiotrófica).

No es inusual que personas relacionadas con el fútbol escriban biografías acerca de sus vivencias, tanto las deportivas como las personales. Tampoco que se destine lo recaudado a obras benéficas. Un caso curioso, sin salir de Italia, sería el del delantero de la AS Roma, Francesco Totti, autor de dos libros de chistes que fueron superventas en su país, lo que reportó millonarios ingresos para varias asociaciones de caridad italianas seleccionadas por el jugador (que, por cierto, también es embajador de UNICEF: no todo va a ser dar patadas a un balón y escupir a los contrarios).

En Prefiero la Copa, Carlo Ancelotti desgrana sus últimos treinta años en un tono irónico que ya se ve reflejado en el título del libro, que hace referencia a una curiosidad de su palmarés: aunque es uno de los entrenadores más laureados del mundo, la liga italiana se le resiste (sólo ha conseguido una en los quince años que lleva en los banquillos), aunque cuente en su palmarés con dos Ligas de Campeones, un Mundial de Clubes y varias Supercopas (tanto europeas como italianas). Ancelotti, acostumbrado a ganar ligas en los años ochenta como jugador (las consiguió tanto con la AS Roma como con el AC Milan, al que ahora entrena) ha sido acusado recientemente por Silvio Berlusconi, propietario de su actual club, de ser el responsable de no haber ganado la de este año. Lo curioso de estas declaraciones es que el polémico primer ministro italiano comentó esto, de forma confidencial, durante una conversación con unos turistas italianos con los que se encontró en Egipto. Está claro que, cuando eres un animal mediático, tienes que andarte con mucho ojo a la hora de decir según qué cosas.

La noticia sobre la biografía de Ancelotti habría pasado desapercibida en España de no ser porque, en uno de los capítulos, el técnico reconoce haber firmado un precontrato en 2006 con el Real Madrid, precontrato que nunca llegaría a buen puerto debido a la negativa del AC Milan a dejar marchar al que había sido artífice de tantas y tantas victorias desde que un lustro antes se hiciera cargo del club (el mismo al que ahora, tras una mala campaña, vituperan y silban los tifosi milanistas).

Afirma el dicho popular que los buenos momentos se olvidan pronto, pero los malos se recuerdan siempre. En deporte esto es algo que está a la orden del día a la hora de derribar ídolos que los medios y los aficionados se apresuraron a ensalzar. Y nada más voluble que un fanático pero, en todo caso, a Carlo Ancelotti no le faltarán ofertas de trabajo si Berlusconi decide prescindir de él.

El cómic del 11M

AutorVíctor Miguel Gallardo el 26 de mayo de 2009 en Noticias

11 M Cómic

Si hay una fecha negra en la historia reciente de nuestro país, coronando una lista fatídica en la que podrían estar los accidentes del Prestige y del Yak-42 o la (enésima) fallida negociación con la banda terrorista ETA, entre otros, son los atentados islamistas que ocurrieron en Madrid el 11 de marzo de 2004. Con ciento noventa y un fallecidos, casi dos millares de heridos e incalculables daños materiales, se trata del segundo atentado terrorista más cruento de la historia europea, sólo superado por el de Lockerbie de 1988. El de Madrid fue, además, el segundo atentado terrorista de carácter yihadista de la historia de España tras el que acabó con la vida de dieciocho personas, también en la capital española, el 12 de abril de 1985.

Ahora la historia de aquella terrible mañana de finales de invierno ha pasado al cómic, de la mano de la editorial Panini y de Pepe Gálvez, Antonio Guiral (guionistas), Joan Mundet y Francis González (dibujantes). Tal y como ha manifestado Alejandro Martínez Viturtia, director editorial de cómic de Panini, la idea surgió tras comprobar el éxito que había supuesto el paso a formato de novela gráfica de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos (la obra The 9/11 report: a graphic adaptation, de Sid Jacobson y Ernie Colon, publicada en 2006 por la editorial Hill and Wang). La controversia sobre lo adecuado de adaptar al cómic algo tan delicado como es el mayor atentado terrorista de la historia no fue óbice para que las ventas fueran cercanas al millón de ejemplares. Martínez Viturtia, no obstante, hace referencia a su convencimiento de que el cómic es un medio totalmente válido para contar cualquier tipo de historia, incluso de este tipo.

El cómic recién publicado, lacónicamente titulado 11-M: la novela gráfica, viene prologado por la siempre controvertida Pilar Manjón, actual presidenta de la Asociación 11-M Afectados del Terrorismo, que ha manifestado a los medios que “un cómic como éste es un abrazo solidario para el recuerdo”.

Para la elaboración del guión Gálvez y Guiral se han basado en la versión oficial de lo que ocurrió, es decir, en lo que los tribunales dieron por válido en el multitudinario y mediático juicio que durante cuatro meses y medio del año 2007 acaparó las noticias de los medios nacionales. Aunque ellos han hecho hincapié en cómo afectó el atentado a las personas implicadas y, aunque existen referencias a las manifestaciones políticas posteriores éstas no son más que accesorias, ya se han levantado las primeras acusaciones por parte de los que niegan la validez de la teoría islamista, criticando ya no sólo el oportunismo de editorial y autores, sino la adscripción de Pilar Manjón a un proyecto de estas características.

La polémica, como no podía ser de otro modo, está servida. Tal vez esto desemboque en un cómic paralelo (¿quién sabe?) en el que es la banda terrorista ETA la autora material o moral de los atentados, pero por ahora habrá que catalogar a este 11-M: la novela gráfica como cómic de no ficción.

El primer Biopic de Almodóvar: Marcos Ana, el poeta comunista

AutorVíctor Miguel Gallardo el 22 de mayo de 2009 en Noticias

Marcos Ana

No es extraño que al leer la historia de Fernando Macarro Castillo, nombre real del poeta Marcos Ana, uno tenga la sensación de estar descubriendo a un personaje singular al que merece la pena conocer, leer y escuchar. Y eso debió de pensar el cineasta manchego, que tras descubrir al autor a través de las páginas del suplemento cultural de El País, quiso rápidamente reunirse con él. Tras conocerse, Pedro Almodóvar lo tuvo claro: quería comprar los derechos para convertir en película Decidme cómo es un árbol, su biografía, publicada en 2007.

Marcos Ana nació en una familia pobre y católica, y descubrió el marxismo mientras repartía propaganda cristiana en mítines socialistas. Al escuchar las arengas izquierdistas se vio reflejado, él y los suyos, lo que hizo que se afiliara a las Juventudes Socialistas Unificadas (aunque, paradójicamente, en estos primeros tiempos no se olvidara de rezar sus oraciones cada noche, como él mismo ha explicado). Al empezar la guerra formó parte de un batallón de las JSU denominado Libertad que tomó posiciones en la sierra de Madrid. Tras la regularización del ejército republicano tuvo que abandonar el frente ya que era menor de edad. Ya afiliado al Partido Comunista, se convirtió durante la Guerra Civil en secretario general del partido en la comarca de Alcalá de Henares y en comisario político de una unidad del ejército. Cuando la guerra ya estaba perdida se trasladó a Alicante para ser evacuado del país, ya que los representantes políticos de la izquierda eran uno de los objetivos del bando nacional, pero los barcos que debían sacarlo de España, a él y a miles como él, nunca llegaron. Ingresó en prisión, donde conoció a Buero Vallejo y a Miguel Hernández, entre otros, sin duda sin pensar que se convertiría en el más longevo preso de las cárceles franquistas.

El padre del poeta murió durante la guerra; la madre, en las cercanías de la prisión de Burgos mientras intentaba, infructuosamente, ponerse en contacto con su hijo: en su honor Fernando Macarro Castillo adoptó los nombres de ambos para conformar su pseudónimo, Marcos Ana, bajo el que empezarían a circular poemas en el exterior de la cárcel que eran sacados de allí de forma clandestina. Su vida (y la de sus compañeros) en la cárcel merece ser escuchada con atención: pequeños y sentidos homenajes a Miguel Hernández o Neruda, fabricación de revistas, formación de una biblioteca obrera escondida entre las páginas de vidas de santos. Represión. Tortura. Sin embargo, Pedro Almodóvar ha manifestado que hará hincapié en su vida tras la cárcel, igualmente interesante.

Decidme cómo es un árbol

Cuando Marcos Ana fue excarcelado en 1961, tras una campaña internacional a su favor, contaba con cuarenta y un años y había pasado los últimos veintitrés en prisión. Lo que encontró fuera lo descolocó completamente: vomitaba la comida, se mareaba en los espacios abiertos y sentía temor a los coches. También era un cuarentón virgen que fue obligado por un amigo a pasar una noche con una prostituta que, al verlo tembloroso, pensó que estaba borracho. Se pasaron la noche hablando, él contándole a ella su historia y ella emocionada ante aquel niño con piel de hombre. Así sería siempre: Marcos Ana, en 2002, afirmó que no contaba con ochenta y dos años, sino cincuenta y nueve. Los años en prisión, después de todo, no cuentan.

La historia de Marcos Ana es mucho más extensa: su huida a Francia, su trabajo codo con codo con Pablo Picasso en el Centro de Información y Solidaridad con España, su regreso a su tierra tras la muerte de Franco… Está por ver qué hace nuestro director más universal para reflejar la vida del que, a sus casi noventa años, sigue siendo uno de los símbolos más importantes de la lucha por la libertad.

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Howard y Hanks, ¿Ángeles o Demonios?

AutorVíctor Miguel Gallardo el 15 de mayo de 2009 en Divulgación

Ángeles y demonios

Ron Howard no es de los mejores cineastas de los últimos treinta años, pero sí de los mas prolíficos y, desde luego, se puede afirmar que desde que vio la luz Grand Theft Auto en 1977, su primera película de éxito, ha mantenido un nivel de calidad e interés medio en sus películas, algo que no se puede decir de muchos directores que hayan trabajado durante un período tan amplio. Cocinero (actor) antes que fraile (director), suyas son algunas películas interesantes como Turno de noche (1982), Cocoon (1985), Willow (1988), Llamaradas (1991), Apolo XIII (1995), Una mente maravillosa (2001), Cinderella man (2005) o El desafío: Frost contra Nixon (2008), película ésta con la que consiguió reconciliarnos con su saber hacer tras la infumable adaptación de la novela de Dan Brown El Código Da Vinci.

Curiosamente, y al tiempo que Howard ha conseguido sacar lo mejor de sí mismos a actores como Russell Crowe (que bajo su dirección ha firmado sus mejores trabajos) o Michael Keaton, en dicha película Tom Hanks, un actor habitualmente notable en todas sus interpretaciones, se nos mostraba completamente fuera de juego, en la que es, en mi opinión, su peor actuación desde la década de los ochenta. Howard ya había trabajado junto con Hanks en 1, 2, 3… Splash (1984) y en Apollo XIII, en donde Hanks es devorado literalmente por un guión muy flojo y por las evidentes dotes de un excelente, como casi siempre, Ed Harris. No es cuestión, pues, de desconocimiento de métodos de trabajo o de aptitudes. ¿Qué falló, entonces, con El Código Da Vinci (aparte del guión, la actuación de los secundarios, la música, el montaje o la casi inexistente tensión argumental: me estoy refiriendo exclusivamente a la actuación de uno de los actores más cotizados del mundo)?

Ángeles y demonios

El Código Da Vinci, la novela, era un caramelo apetitoso para cualquier productora. La adaptación al cine, al menos sobre el papel, podía dar millones. La película cristalizó tras escaso tiempo de pre-producción y preparación de guión, localizaciones, etc., ya que, literalmente, urgía que viera la luz antes de que se desinflara el globo creado por Dan Brown, sus editores, la Iglesia Católica y el inefable y cacareado “boca a boca inicial” (fenómeno este último que todavía muchos creen a pies juntillas). La película fue un éxito porque, más allá de las excelencias cinematográficas de Ron Howard, el reparto (a priori interesante) y la historia, estaba la ira de miles de cristianos militantes de todo el mundo. La ira creó acusaciones, polémicas, amenazas y golpes de pecho; la ira también creó el morbo, ese mismo morbo que hace que uno pague religiosamente (nótese el juego de palabras) en taquilla para ver películas como La Pasión, Camino o Jesucristo Superstar, que de otra manera no querrían ni alquilar en el video-club.

En cuanto a argumento, Ángeles y Demonios, la novela, me resulta bastante más interesante que El Código Da Vinci. Al menos, durante su lectura (francamente entretenida) uno no tiene la sensación de estar leyendo un refrito de teorías de la conspiración paleocristianas. Es moderadamente original y muy divertida, algo imprescindible para cualquier best-seller de estas características. La pelota queda ahora en el tejado de Ron Howard y, en menor medida, en las manos de Tom Hanks. Robert Langdon no es el personaje mejor construido de la historia de la literatura, es evidente, pero tampoco era tan frío, soso e inexpresivo como nos hizo ver el laureado actor. ¿Será mejor esta adaptación? Habrá que ir al cine para comprobarlo, después de todo.

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Sin límites: La relación Dalí-Lorca al cine

AutorVíctor Miguel Gallardo el 8 de mayo de 2009 en Noticias

Sin límites

Parece mentira que el cine español, tan pródigo para retratar momentos insulsos cercanos a la década de los treinta, haya obviado de forma sistemática uno de los epicentros de la cultura de nuestro país y de la Europa de entreguerras. Estoy hablando, claro, de la Residencia de Estudiantes de Madrid, lugar en el que coincidieron intelectuales como Miguel de Unamuno, Alfonso Reyes Ochoa, Manuel de Falla, José Ortega y Gasset, Pedro Salinas, Blas Cabrera, Eugenio d’Ors, Benjamín Palencia, Manuel Altolaguirre, Severo Ochoa, Juan Negrín, Antonio Medinaveitia, Luis Calandre, Tomás Navarro Tomás, Juan Ramón Jiménez, Salvador Bacarisse, Gerardo Diego, Jorge Guillén, José Moreno Villa, Rafael Alberti o Pepín Bello, unos como residentes y otros como visitantes habituales. No sólo eso, por sus instalaciones también pasaron, como conferenciantes o como invitados, algunos de los máximos exponentes de las Artes y la Ciencias de su época, como por ejemplo Albert Einstein, H. G.Wells, G. K. Chesterton, Paul Valéry, Howard Carter, Marie Curie, Ígor Stravinski, Le Corbusier o J.M. Keynes, por citar sólo unos pocos.

Sin embargo, si hablamos de la Residencia de Estudiantes de Madrid, hay que señalar, irremediablemente, a los que son, con casi total seguridad, sus tres residentes más famosos: Salvador Dalí, Federico García Lorca y Luis Buñuel. Cada uno en su ámbito se convirtieron en referencias ineludibles, aunque durante años fueron más reconocidos fuera que dentro de España. La temprana muerte de García Lorca truncó la carrera de uno de los más importantes poetas del siglo XX, que no obstante dejó para el recuerdo obras imprescindibles y una personalidad apabullante. Poco se puede decir más de Salvador Dalí, un genio excesivo que, durante toda su vida, creó y provocó a partes iguales. Por último, Luis Buñuel, uno de los cineastas más importantes de la historia, aunque todavía no queramos, en España, reconocerle los indudables méritos que sí se aplauden en Francia, México o Estados Unidos.

Marina Gatell

Precisamente ahora llega a las pantallas de nuestros cines la película británica Little Ashes, estrenada en España bajo el fatal título de Sin límites, que está parcialmente ambientada en la Residencia de Estudiantes y cuyos protagonistas son, por supuesto, Buñuel, Dalí y Lorca. No es una novedad la fascinación que en el Reino Unido se siente hacia estos personajes, pero sí lo es que, por una vez, se haga hincapié, ya no sólo en su vida y obra, sino también en la tórrida relación que hubo entre los tres. Del amor secreto entre el pintor y el poeta ya se ha escrito largo y tendido (lo hizo, por ejemplo, el especialista en Lorca y granadino de adopción Ian Gibson), pero ahora podemos contemplarlo en nuestra sala de cine favorita.

El plantel de actores es, a priori, extraño, encabezando el reparto un desconocido Javier Beltrán (caracterizado como Lorca), la espectacular (y hasta ahora desaprovechada) Marina Gatell y el ya popular (sobre todo entre las jovencitas) Robert Pattinson, protagonista de la saga Crepúsculo, aquí en un registro totalmente alejado del vampiro adolescente que reventó las taquillas el pasado año (y que amenaza con hacer lo mismo en los siguientes capítulos de la saga). A no ser que Dalí tuviera algo de vampiro adolescente ávido de sangre joven, algo que no podremos comprobar sin ver la película firmada por el director Paul Morrison.

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Adios a Antonio Pereira

AutorVíctor Miguel Gallardo el 2 de mayo de 2009 en Divulgación

Pereira

Lo habitual al hablar del fallecimiento de un autor es enumerar sus novelas, los premios recibidos o los reconocimientos de su obra poética. Aunque el escritor leonés Antonio Pereira publicó un par de novelas y fue un poeta notable, es conocido sin embargo por su narrativa breve, algo significativo en un panorama literario actual en el que, al igual que ocurre en la calle o en la política (en donde se escucha más al que más alto grita), pesan más los soporíferos tomos de quinientas páginas insulsas (centenar arriba, centenar abajo) o los poemarios intrascendentes basados en experiencias personales que ese género menor, que muchos todavía preferimos, que es el cuento.

Pereira fue un relatista excelente que publicó más de una docena de libros de relatos que le valieron reconocimientos tales como los premios Leopoldo Alas, Fastenrath y Torrente Ballester, así como el Premio Castilla y León de las Letras (en 1999, cuando ya era algo más que un autor consagrado). Dado su talento y su notable productividad, seguramente se habría hablado más de él en vida (y ahora, tras su muerte) de haber sido novelista o poeta. Seguramente tampoco habría tenido que esperar a tener setenta y tantos años para recibir el mencionado premio castellano-leonés (Miguel Delibes lo recibió siendo diez años más joven, igual que Carmen Martín Gaite o José María Merino). Pereira, además, fue un gran relatista oral, apareciendo en la película de 1984 El filandón”, del cineasta José María Martín Sarmiento, obra en la que también intervinieron otros autores como Pedro Trapiello Láncara, Julio Llamazares o el ya mencionado José María Merino. De hecho se puede considerar a Pereira como uno de los escritores que más han reivindicado esa tradición tan leonesa del filandón, junto a Juan Pedro Aparicio, que consiste en contar historias en voz alta, costumbre que en un principio hacían las mujeres mientras cosían. Esta particular variante del cuentacuentos, que aún perdura en León, Asturias y partes de Galicia, va recuperándose poco a poco.

Los que lo conocieron afirman que, además de sus indudables dotes literarias y de su compromiso para con su tierra, Pereira era una persona entrañable, muy cercana. En el pueblo que lo vio nacer en 1923, Villafranca del Bierzo, se decretaron tres días de luto en homenaje al poeta que tan buenos versos dedicó a su tierra natal. Quedarán para recordarlo todos esos poemas (recopilados en la antología publicada en Meteoros. Poesía 1962-2006, editada por Calambur), sus relatos, y una sala con su nombre en la Biblioteca de Letras y Humanidades de la Universidad de León. Falta por concretar si dicha biblioteca se convertirá en la sede de la Fundación que lleva su nombre, como era deseo expreso del autor.

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Libros para el Día de la madre: Madre no hay más que una pero Dios es uno y trino

AutorVíctor Miguel Gallardo el 1 de mayo de 2009 en Noticias

Ciudad de la alegría

Elegir un libro para regalar en el Día de la Madre puede llegar a ser un suplicio, pero no está de más recordar que toda penitencia tiene su premio. Así que ¿por qué no elegir por una vez algo con un poco de sustancia en vez de la socorrida novela histórica de siempre?

Un pacto de amor, de Anna Ferrer.

Ahora que Vicente Ferrer vuelve a salir en los medios, aunque sea porque su estado de salud es preocupante dada su avanzada edad (rondando la novena década de su vida), sugerimos descubrir algo sobre su vida y su labor solidaria en Anantapur, en el estado indio de Andhra Pradesh. Ferrer, ex militante del POUM, ex combatiente republicano y ex jesuita, se trasladó a India hace cuarenta años; ahora su hija recoge una crónica de su labor e ideas en este libro editado por la fundación que lleva el nombre de este incansable barcelonés, lo que supone un acicate para su adquisición ya que el dinero de su venta va a parar íntegramente para los proyectos de cooperación en el estado asiático de la fundación.

-La ciudad de la alegría, de Dominique Lapierre

Hablando de India, y aunque en sí no sea una novela religiosa, no cabe duda de que La ciudad de la alegría es una obra imprescindible para comprender la vida en los barrios de chabolas indios, la sociedad de castas, las diferencias culturales entre Occidente y Oriente o la penuria económica en la que viven millones de personas en ciudades gigantescas en las que, como en Calcuta, conviven a escasos metros multimillonarios y familias empobrecidas hasta el extremo por crisis agrícolas que los obligan a emigrar, trabajos bastante más que precarios o, incluso, algo que está muy bien retratado en la novela, algo tan simple como conseguir una dote para poder casar a una hija.

Invasión divina

-La invasión divina, de Philip K. Dick

Siempre consideré esta novela como una de las obras menores (en el más amplio sentido de la palabra) del extraordinario escritor estadounidense, fruto de una vida llena de excesos y de una obsesión por la teología más excéntrica. La lectura de este libro por un familiar, y el debate posterior, me llevó a ver la novela con otros ojos: para alguien ajeno a la ciencia ficción y la obra de Dick, La invasión divina puede ser una parábola acerca de la presencia de Dios incluso en las cosas más insignificantes, y la capacidad de cualquier persona, incluso del más colgado del barrio (o de Dick) para descubrir las huellas de la divinidad.

Descalzo sobre la tierra roja: vida del obispo Pere Casaldàliga, de Francesc Escribano

Para los no familiarizados con la Teología de la Liberación el nombre de Pere Casaldàliga será, con toda seguridad, totalmente desconocido. No obstante estamos hablando de uno de los más importantes ideólogos (y prácticos) de una de las más consecuentes ramas del cristianismo. Ordenado en Catalunya, se trasladó a una de las zonas rurales más desfavorecidas de Brasil, en donde pronto fue nombrado obispo, decisión que sería pronto lamentada por las altas instancias católicas brasileñas y vaticanas. Casaldàliga desgrana en este excelente libro, un documento periodístico de primer nivel, sus experiencias con un campesinado que vivía en condiciones cercanas al esclavismo, sus desavenencias con los terratenientes y los militares, los intentos de asesinato (que acabaron, incluso, con la vida de uno de sus auxiliares al ser confundido con el propio obispo catalán), el cambio de actitud hacia su labor del Vaticano tras la muerte de Pablo VI, su llamada al orden por el cardenal Ratzinger (probablemente su mayor enemigo en Roma), su apoyo a los sandinistas o la mala relación con Juan Pablo II.

Juan Pablo I: el párroco del mundo, de Andrea Tornielli y Alessandro Zangrando

En relación al ya comentado cambio de actitud vaticano tras la muerte de Pablo VI, se hace necesario conocer un poco mejor la figura de Albino Luciani, 263º sumo pontífice. Existen multitud de libros centrados en la extraña muerte del que podría haber sido el gran reformador de la Iglesia Católica, pero curiosamente son muy pocos los que hablan de su doctrina y de sus convicciones. Tal vez conociendo un poco mejor su vida podremos hacernos una idea aproximada del porqué de su muerte.

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Karadzic, genocida y poeta

AutorVíctor Miguel Gallardo el 26 de abril de 2009 en Divulgación

Karadzic

Pocas veces una publicación especializada en literatura tiene la oportunidad de armar el revuelo que la revista eslovaca Dotyky (cuyo nombre vendría a ser “contacto” o “tocando”) ha originado al publicar recientemente poemas del ex-político serbobosnio Radovan Karadzic. Karadzic fue presidente de la República Srpska (es decir, del territorio serbio que pertenece a Bosnia-Herzegovina) durante los años de la Guerra de los Balcanes, y sobre él pesan, a petición del Tribunal Penal Internacional, dos cargos de genocidio, cinco cargos de crímenes contra la humanidad, tres cargos de violaciones de las leyes de guerra y un cargo de infracción grave a las Convenciones de Ginebra.

Karadzic, que fue apresado el pasado año por el servicio secreto serbio mientras se hacía pasar por un médico cualquiera en Belgrado (él es psiquiatra), no es un poeta reciente. Ha ganado algunos premios literarios en países eslavos, entre otros el prestigioso Mikhail Sholokhov (concedido por la Unión de Escritores Rusos) en 1994, un año antes de la masacre de Srebrenica, de la que se le responsabiliza, y en la cual murieron unas ocho mil personas, el mayor asesinato masivo en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Los títulos de algunos de sus poemas son tan sugestivos como A Morning Hand Grenade, Assassins, A Man Made of Ashes o War Boots.

Según el editor de Dotyky, Boris Brendza, los poemas publicados son de alta calidad, y ha defendido su inclusión en la revista, que es editada por la Asociación Eslovaca de Escritores. No opina lo mismo la International PEN, la mayor asociación de escritores del mundo. La sección eslovaca de PEN ha emitido un comunicado en el que plantea la posibilidad de anular la membresía en la asociación de Brendza durante un año. Incluso las autoridades del país han tenido que pronunciarse al respecto, alejando cualquier duda sobre la actitud del estado centroeuropeo al respecto del inconfeso criminal de guerra (que, por su parte, afirma que se le está intentando condenar por “actos insignificantes”).

Ya hablamos en su momento de Günter Grass y de su problemática confesión hace unos años de haber pertenecido a la SS nazi. Otro autor salpicado por escándalos de índole parecida (pero a la vez tan distintos) sería el genial Michel Houellebecq, acusado por activa y por pasiva de ser un racista empedernido. Los tres son casos muy distintos: el serbobosnio está acusado de delitos muy graves, Grass ha sido vilipendiado por su pasado (o, más concretamente, por haberlo ocultado durante décadas) y las críticas a Houellebecq han venido motivadas por declaraciones habitualmente hechas, como se suele decir coloquialmente, en caliente. Nadie, por ahora, ha querido censurar la obra de Grass o Houellebecq, aunque se les esté crucificando públicamente en muchos medios. Con la obra de Karadzic, directamente, la International PEN ha preferido la vía fácil: censurarlo a él y castigar a los que lo publiquen.

PEN

No es un caso aislado. En España, sin ir más lejos, se ha enjuiciado a escritores, medios de comunicación y grupos musicales por apología del terrorismo o de la violencia (casi siempre miembros afínes a la extrema izquierda y la ultra derecha) en varias ocasiones, aunque por ahora nadie ha visto sentarse en el banco de los acusados a autores que ponen en duda por escrito sentencias judiciales o leyes aprobadas por las Cortes. Tampoco a supuestos historiadores de tendencias revisionistas, ni siquiera a los que niegan el Holocausto, algo que otros países sí hacen (por ejemplo Austria con Gerd Honsik, detenido en 2007 en Málaga).

No hemos llegado al extremo de que grupos como Los Planetas (con canciones como “Vas a verme por la tele”) o Piratas (con “Dentro del mar”) sean llevados a juicio o prohibidos por hacer apología de la violencia contra la mujer, pero casos como el de Karadzic, censurado pese a que sus poemas no incurren, en sí mismos, en delito, deberían hacernos ver que existe un límite impreciso pero real a la libertad de expresión.

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