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Víctor Miguel Gallardo (Página 19)

Historia del futuro, de Carlos Saiz Cidoncha

AutorVíctor Miguel Gallardo el 18 de julio de 2009 en Reseñas

Historia del futuro

En 2003, y de mano de la editorial Silente, vio la luz un libro atípico que merecería ser revisitado por todo aquel aficionado a la ciencia ficción que se precie. Carlos Saiz Cidoncha, una de las grandes firmas del género fantástico en España, al que ha dedicado gran parte de su obra desde hace décadas, nos presentó durante la Convención Nacional de Ciencia Ficción, Fantasía y Terror de ese año, que se celebró en Getafe, un ensayo titulado Historia del futuro: Desde la llegada del hombre a la luna hasta la caída del Imperio Galáctico. El título no engaña, pues nos encontramos con una obra que, bajo el formato de un auténtico libro de historia, recoge los datos aparecidos en novelas famosas del género especulativo para elaborar una elaborada cronología sobre la historia futura de la humanidad.

El libro empieza de forma muy creíble, hablando de la bipolaridad existente durante la Guerra Fría, sobre el fin de la misma con la llegada a la Unión Soviética de la perestroika, y sobre el poder que, amparados en las decisiones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, tuvieron los Estados Unidos de América desde ese mismo momento. A modo de introducción no sólo es algo factible, con matizaciones, sino que son hechos que están basados directamente en la realidad. Es un espejismo: enseguida empezaremos a “descubrir” la historia de nuestro planeta desde un prisma muy distinto al que conocemos. ¿De verdad se llegó a la Luna por primera vez el 20 de julio de 1969 y no en 1975, tal y como vaticinó años antes el autor Robert A. Heinlein? ¿Se inauguró la primera Carretera Rodante en 1960, uniendo Cincinatti y Cleveland? ¿Existe Luna City?

Saiz Cidoncha, ávido lector, ha elaborado una cronología que abarca miles de años basándose en las obras de clásicos del género de la ciencia ficción como el citado Heinlein, Lester del Rey, Robert Silverberg, Ray Bradbury, Isaac Asimov, Poul Anderson, Arthur C. Clarke, Stanislav Lem o Robert Sheckley. Aunque la mayor parte de la bibliografía citada corresponde a autores anglosajones, también es de destacar la utilización de falsas fuentes históricas basadas en autores españoles (tan variopintos como Ángel Torres Quesada o Elia Barceló) y, sobre todo, franceses, lo cual da un toque de originalidad a ciertos pasajes de la próxima historia de la humanidad (de la humanidad y del resto de razas que, según este manual de historia, pueblan el Universo).

Por cierto, y ya que está de moda el tema, según esta Historia del Futuro en 2012 no se acaba el mundo, así que todos tranquilos.

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El libro de Donnie Darko

AutorVíctor Miguel Gallardo el 17 de julio de 2009 en Reseñas

Donnie Darko

No es del todo extraño que una película que pasa sin pena ni gloria por las salas de cine se convierta a posteriori, especialmente después de su salida en DVD y el boca a boca, en un éxito, llegando incluso a recuperar lo invertido en ella y su promoción gracias a las ventas y los alquileres en video-clubs. No es lo habitual pero ocurre. Algunas de esas producciones llegan incluso en convertirse en películas de culto entre un sector más o menos amplio de cinéfilos. Las causas son múltiples, pero habría que señalar que muchas películas, en su estreno en cines, no cuentan con la promoción suficiente, son estrenadas en un número reducido de salas debido a una deficiente distribución o, directamente, por un cúmulo de razones, pasan desapercibidas sin más. Donnie Darko, película escrita y dirigida por Richard Kelly en 2001, es una de esas películas.

Según IMDB (Internet Movie Data Base), herramienta on-line imprescindible para cualquier aficionado al cine, Donnie Darko cuenta con una puntuación de 8.2, lo que la colocaría entre las ciento cincuenta películas mejor valoradas de todos los tiempos, compartiendo puntuación con obras maestras de la historia del cine como Sucedió una noche (1934), El mago de Oz (1939), Ben Hur (1959), Annie Hall (1977), Ran (1985), Platoon (1986) o Million Dollar Baby (2006). No estamos hablando, pues, de una de esas películas de culto sólo reconocidas por una minoría (como podría pasar con cintas como Cube o Pi: fe en el caos): IMDB es una base de datos global con cientos de miles de usuarios registrados. 178,488 de esos usuarios han visto y valorado Donnie Darko otorgándole una valoración que la encumbra como una de las mejores producciones de todos los tiempos. Ahí es nada.

Protagonizada por los hermanos Gyllenhaal, Holmes Osborne, Mary McDonnell, Drew Barrymore (que tuvo mucho que ver en que la película finalmente viera la luz, avalándola como productora) y Patrick Swayze, entre otros muchos, contó con un presupuesto muy reducido, de cuatro millones y medio de euros, lo que en términos de la industria cinematográfica estadounidense es prácticamente equiparable a una película de serie-B. Por poner un ejemplo cercano, un año después se estrenó otra película “de culto”, La peligrosa vida de los Altar Boys, con Jodie Foster como protagonista, que contó con tres veces más presupuesto. Ambas fueron ignoradas por los cines estadounidenses: en su fin de semana de estreno sólo siete salas de cine en todos los Estados Unidos programaron la película de la doblemente oscarizada Foster; los integrantes del proyecto Donnie Darko, en comparación, se pudieron dar por satisfechos con las cincuenta y ocho salas que programaron la película en su estreno. Compárense con los datos de películas infumables como Nacho Libre (3,070 salas en su estreno), Catwoman (3,117 salas) o Disaster Movie (2,642 salas): una cosa es la calidad y otra la posibilidad de negocio, eso está más que claro. Donnie Darko, por añadidura, tuvo que sufrir las consecuencias de los atentados del 11 de Septiembre de 2001: cualquiera que haya visto la película comprenderá que hay un hecho significativo en ella que podía herir la sensibilidad del público norteamericano.

Donnie Darko, a estas alturas, ha recuperado más que de sobra lo invertido, aunque nadie hubiera apostado por ello tras la primera semana en cartelera. Ni siquiera fue fácil sacarla en DVD ya que la distribuidora quería cambiar completamente la promoción de la película y venderla dentro del género de terror para adolescentes. Kelly se opuso y se salió con la suya. Los alquileres en los video-clubs se dispararon, la película se vendió más que bien, y hubo reestrenos en varios países (en Italia se estrenó en cines dos años después, triplicando el número de salas que la proyectaron en su estreno en comparación con EE.UU.). Europa, una vez más, sirvió de bálsamo para los productos más alternativos del cine estadounidense, algo que se ha convertido en habitual.

El libro de Donnie Darko, editado por el Grupo AJEC, no sólo ofrece el guión completo de la película (incluyendo escenas que finalmente no entraron en el montaje final), sino también material adicional tal como una extensa entrevista con Richard Kelly, material gráfico y un prólogo del mismísimo Jake Gyllenhaal. Si el visionado de la película es imprescindible, el libro supone un complemento ideal para los fanáticos de Donnie Darko y su mundo.

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Buick 8: Un coche perverso, de Stephen King

AutorVíctor Miguel Gallardo el 12 de julio de 2009 en Reseñas

Buick 8

Hay que sumar dos factores a que haya tardado más de un lustro en intentar leer esta novela del escritor de terror por excelencia de los últimos años (con permiso del maestro Clive Barker, mucho menos mediático).

El primero, la desidia tras leer algunas de sus obras anteriores, escritas a finales de los noventa y principios de este siglo, no precisamente las más inspiradas de su carrera y muy alejadas de la brillantez relativa de sus primeras novelas (las míticas Carrie, El misterio de Salem´s Lot, El resplandor, La zona muerta, Christine o Cujo).

El segundo, los perjuicios causados por supuestos lectores de King que llegaron a afirmar que Buick 8 no era sino una copia barata de Christine, una de las novelas más populares del autor. Obviamente no se habían leído el libro: las semejanzas entre el Buick protagonista y aquel Plymouth llamado Christine acaban en que ninguno de los dos son coches propiamente dichos.

Stephen King es un escritor profesional, en el más amplio sentido de la palabra: no sólo vive de lo que escribe, sino que también sabe como hilvanar historias y hacerlas legibles y entretenidas. El problema radica, precisamente, en que por mucho que conozca los instrumentos para hacer un libro, y que los domine (que como ya digo es el caso), en los últimos años fallaba la base de sus obras: la historia en sí. Muchas de las historias no tenían interés alguno, así que el resultado eran novelas correctamente escritas que entretenían lo justo y que, tras su lectura, eran rápidamente olvidadas. Buick 8: un coche perverso (fatal traducción del título original From a Buick 8, que hace referencia a una canción de Bob Dylan) es una novela atípica en King porque, aparte de no tener mucho que ver con gran parte de su producción de terror, entronca indirectamente con la saga de La Torre Oscura (con la que comparte cierta base mitológica) y, sobre todo, es una de las novelas más lovecraftianas del autor. Es difícil, leyendo la sinopsis del libro, advertir esa relación entre ese Buick modelo 8 de 1954 y H. P. Lovecraft, pero una vez que te sumerges en la trama, y el coche (¿coche?) en cuestión pasa de ser una mera excusa para el inicio de la historia en sí a ser protagonista casi absoluto, el lector que conozca la obra del genial escritor de Providence empezará a ver muchos paralelismos.

No es extraño: King ha manifestado en algunas ocasiones su admiración por Lovecraft, con cuyas obras (entre otras) se inició como lector dentro del género del horror, y ambos comparten una cuna común, Nueva Inglaterra (Maine y Rhode Island respectivamente) que posee una rica herencia literaria y una mitología propia que, aunque nos pueda parecer escasa a los europeos y latinoamericanos, es la más extensa de toda la América anglosajona.

Buick 8 es, pues, un libro más que recomendable para redescubrir a King y, de paso, desvelar lugares comunes de dos de los autores de terror más influyentes de la historia de la literatura.

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Ya falta menos para la película de “Los cantos de Hyperión”

AutorVíctor Miguel Gallardo el 10 de julio de 2009 en Noticias

Hyperion

… lo que no es decir mucho teniendo en cuenta lo verde que está todavía el proyecto. Pero, como bien dice esa máxima, “el movimiento se demuestra andando”, y hay un puñado de gente empeñada en que la inmortal obra de Dan Simmons, para muchos la mejor saga de ciencia ficción de las últimas décadas, se convierta en una película. Entre ellos, por supuesto, la Warner Bros, que hace algo más de un año se hizo con los derechos. También el productor Graham King y el director Scott Derrickson, ambos a instancias de Trevor Sands, responsable de convertir las dos primeras novelas de la saga en un guión factible. No me gustaría estar en el pellejo de Sands, desde luego.

Nos surge entonces la pregunta: ¿están en buenas manos Hyperion y La caída de Hyperion? Poco o nada se sabe de Trevor Sands aparte de algunas adaptaciones poco conocidas. Scott Derrickson levanta todavía más dudas: suyas son algunas películas no demasiado memorables como Ultimátum a la Tierra (de 2008, remake de otra película de 1951) o Hellraiser: Inferno (2000), basada en la obra de Clive Barker. Ante semejantes antecedentes uno puede, si no echarse a temblar (es evidente que Scott Derrickson no es Uwe Boll), al menos sí dudar de las capacidades del director. Pero no se puede negar que otra de sus películas, El exorcismo de Emily Rose (de 2005) fue parcialmente satisfactoria; y, por encima de todo, a Derrickson no le asustan los retos: no sólo dirigirá la futura Hyperion Cantos, sino que él será el responsable de llevar a la gran pantalla nada menos que El paraíso perdido, poema narrativo de John Milton. Eso es ambición y lo demás son milongas.

Hablemos del tercer vértice del triángulo, el productor Graham King. King, aunque lleva en esto de la producción menos de una década, no es ningún desconocido, y muchas de las películas en las que ha participado, más allá de sus excelencias cinematográficas, han sido muy exitosas. Podemos mencionar, por ejemplo, Traffic (2000), Ali (2001), La peligrosa vida de los Altar Boys (película ya casi de culto de 2001), Gangs of New York (2002), El aviador (2004), Infiltrados (2006), Diamante de sangre (2004) o Next (2007), lo que supone, en nueve años en el negocio, una lista nada desdeñable de películas muy taquilleras. No parece el tipo que se arriesgaría a apoyar una película condenada al fracaso; y Warner Bros, que ha tenido batacazos incomensurables en años anteriores, tampoco.

Faltan por concretarse quiénes serán los protagonistas de la película, pero a estas alturas todo son elucubraciones. Cada seguidor de Simmons tendrá un puñado de nombres en la cabeza, pero ¿qué os parecería Jack Nicholson como Martin Silenus, Michelle Rodríguez como Brawne Lamia, Jude Law como Lenar Hoyt, Jean Reno como Fedmahn Kassad, Ian McKellen como Sol Weintraub, Clive Owen como Het Masteen y Liam Neeson como El Cónsul?

Y qué pena que El Alcaudón no hable para que Christopher Lee pudiera ser su voz. Sea entonces el bueno de Lee el padre Paul Duré. Por soñar que no quede…

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El hombre deseado, de Ralph König

AutorVíctor Miguel Gallardo el 3 de julio de 2009 en Reseñas

El hombre deseado

Hablar del autor alemán Ralph König es hacerlo de uno de los autores europeos de novela gráfica más vendidos, en especial en nuestro continente. También de uno de los iconos gays más imprescindibles de los últimos diez o quince años. El hombre deseado (publicado inicialmente bajo el título de El hombre nuevo), una de sus obras más conocidas, no es desde luego la mejor, pero sí una de las más divertidas y de las más accesibles para el público que habitualmente no consume este tipo de productos (y me estoy refiriendo a novelas gráficas, no a literatura homosexual, por supuesto).

El argumento no puede ser más hilarante: Axel está pasando una mala racha tras cortar con su novia. Tras fingir un suicidio acude a una reunión de un grupo de hombres que se reúnen semanalmente para hablar de sus problemas, grupo que casualmente ha invitado a un homosexual de la pequeña ciudad donde viven para poder tener un punto de vista radicalmente distinto al suyo en sus conversaciones (más bien monólogos sobre lo desgraciados que son y lo poco que saben de las mujeres). Walter, más conocido por la comunidad gay local como Waltrina, cae rendido ante la masculinidad del embrutecido Axel, y acaba invitándolo a una fiesta, a la que Axel finalmente acude en la que es su primera experiencia dentro del ambiente. ¿O no es su primera experiencia, después de todo?

König maneja en esta obra un humor bastante más sutil que en otras ocasiones. La novela tampoco es especialmente explícita, y en ella salen mal parados tanto los homosexuales como los heterosexuales: todos son dignos de risa, todos son ridículos a su manera. Las relaciones de pareja entre heteros son tratadas con la misma guasa que la supuesta promiscuidad gay, dando lugar a una obra divertidísima que gustará incluso al que nunca se habría planteado leer algo así.

No es, como ya he dicho, la mejor obra de König. Otras novelas gráficas suyas como Super Paradise, en la que aborda el tema del SIDA y la problemática de relaciones de pareja estables entre homosexuales, se me antojan, además de más adultas, mucho más profundas e interesantes, aunque debido a lo explícito de muchas de sus escenas no son aptas para espíritus sensibles o retrógrados (no, no son palabras sinónimas). También habría que señalar a Lisístrata, una divertida obra en la que las mujeres de Esparta y Atenas, hartas de las guerras de sus hombres, inician una huelga de sexo que tendrá consecuencias catastróficas.

Muchas obras de König han sido llevadas al cine, por ejemplo El hombre deseado y Lisístrata. Yo aconsejaría acercarse a la obra de Uwe Boll, cineasta infame donde los halla, antes que a estos engendros que para nada reflejan el virtuosismo humorístico del autor alemán. Lisístrata en concreto, de factura española y protagonizada por Maribel Verdú (¿en qué estaría pensando al aceptar el papel?), es una de las peores adaptaciones de un cómic a la pantalla de la historia. König, por cierto, está de acuerdo con esta aseveración.

La cosecha de Samhein, de José Antonio Cotrina

AutorVíctor Miguel Gallardo el 23 de junio de 2009 en Reseñas

La cosecha de Samhein

Algunos de nuestros escritores más competentes (por poner sólo dos ejemplos yo mencionaría a Fernando Lalana y Jordi Sierra i Fabra) se dedican especialmente a la literatura infantil y juvenil. Tampoco conviene olvidarse del caso de Carlos Ruiz Zafón, que ahora es uno de los escritores más vendidos del mundo con libros “adultos” pero que, en la década de los 90, nos regaló algunas novelas juveniles maravillosas (nunca me cansaré de recomendar El Príncipe de la niebla).

Para los escritores de género fantástico, por otra parte, la literatura juvenil les permite ofrecer todo su ingenio e imaginación sin tener que soportar las cortapisas que el mercado impone a la fantasía para adultos. En el autor de La cosecha de Samhein, José Antonio Cotrina, convergen estos dos puntos: es un escritor de género fantástico que ahora escribe novela juvenil y, por añadidura, es un creador hábil y un elocuente contador de historias.

La cosecha de Samhein es el primer libro de una trilogía denominada Ciclo de la Luna Roja, y en ella se nos presentan a los personajes de la saga. Los protagonistas son adolescentes de ambos sexos (esto es una constante en este tipo de literatura por razones más que obvias) que son transportados a un mundo extraño y mágico en el que, literalmente, lo van a pasar francamente mal. Hay que hacer notar que, a primera vista, cientos de libros podrían resumirse con estas líneas, algo que el propio Cotrina señala por boca del protagonista principal durante el comienzo del libro, haciendo un guiño al lector y riéndose él mismo de los lugares comunes del género. Lo que es innegable es que la trama de esta novela, que no es menester mencionar siquiera pues gran parte del valor del libro reside en ir descubriéndola, cumple su función de forma más que sobrada: entretiene, engancha y te hace viajar a Rocavarancolia (la ciudad mágica en donde transcurre la acción) como si tú mismo fueras uno más de la docena de chicos y chicas protagonistas.

Hablando de Rocavarancolia, hay que decir que ella misma se convierte en un personaje más, algo que seguramente Cotrina tuvo en mente desde un principio. Dejando a un lado a la ciudad en sí, y a los chicos y chicas protagonistas (cuyas personalidades están bastante bien reflejadas aunque a veces sus comportamientos no sean muy realistas), hay que destacar a los secundarios, personajes que viven en Rocavarancolia y que, a buen seguro, ganarán más protagonismo en próximas entregas. Yo destacaría a Dama Serena, una fantasma con un más que interesante trasfondo personal, al demiurgo Denéstor Tul (el mismo que se encargó de llevar a los niños a la ciudad) y, por encima de todos, Mistral, un personaje que, si bien no aparece como tal hasta el final de la novela, está siempre más que presente.

Resumiendo, una novela juvenil más que recomendable, muy bien planteada y llevada a cabo, divertida (a ratos), desasosegante (casi siempre), cruel y sorprendente. Este último epíteto no es gratuito: el lector cometerá un error si, durante la lectura, da por supuesto cualquier dato que el autor nos deslice. Cotrina maneja las trampas narrativas a la perfección, y las vueltas de tuerca, que las hay y muchas, realmente desconciertan. Para bien.

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Incombustible Christopher Lee

AutorVíctor Miguel Gallardo el 19 de junio de 2009 en Divulgación

Christopher Lee

Cuando a uno le preguntan por un actor veterano que sigue en la brecha solemos acordarnos de gente como Clint Eastwood (setenta y nueve años), Morgan Freeman (setenta y dos) o Jack Nicholson (también setenta y dos), pero el británico Christopher Lee cuenta en la actualidad con nada menos que ochenta y siete años (los mismos que Tony Leblanc, por cierto). Teniendo en cuenta que su primer papel en el cine fue en 1948, Lee lleva en el cine la friolera de sesenta y un años. Casi nada.

Durante la carrera cinematográfica de Lee han sido numerosos los papeles en los que ha interpretado a personajes nacidos de la literatura. De hecho su primer papel importante fue, precisamente, el de monstruo de Frankenstein en la película La maldición de Frankenstein (1957), basada en la obra de Mary Shelley, y en la que Peter Cushing hacía de Víctor Frankenstein, su creador. Fue una de las primeras películas realmente exitosas de Hammer Productions, que durante los siguientes años se especializaría en películas de terror hoy consideradas de culto. De hecho, sólo un año más tarde Lee interpretaría, también para la Hammer, nada menos que al conde Drácula, personaje de Bram Stoker que Lee encarnaría una docena de veces durante las décadas siguientes. Un año después le tocaría hacer de Sir Henry de Baskerville en El sabueso de los Baskerville, basada en la novela homónima de Arthur Conan Doyle, aunque su interpretación más conocida de ese año fue la de protagonista de La Momia (de Hammer Productions, por supuesto).

No paró ahí su intervención en películas basadas en novelas: en 1960 coprotagonizó Las dos caras del Doctor Jekyll, basada en la novela de Robert Louis Stevenson El extraño caso del Doctor Jekyll y Mister Hyde; en 1962 fue el Baron von Staub en la adaptación de la novela Im Namen des Teufels de Hans Habe; ese mismo año hizo de Sherlock Holmes en una película alemana de bajo presupuesto; en 1965 fue por primera vez el Doctor Fu-Manchú (personaje de Sax Rohmer), uno de sus papeles más recordados y que llegaría a repetir cuatro veces más; en 1973 hizo de Rochefort en una adaptación del cineasta Richard Lester de Los tres mosqueteros, de Alejandro Dumas, en la que fue una de las primeras películas no consideradas de serie-B en la que tuvo un papel importante; en 1975 fue el villano de la película El hombre de la pistola de oro, en la que su personaje, Francisco Scaramanga, ponía en serias dificultades a Roger Moore, el James Bond de turno (cabe recordar que Bond es un personaje nacido de la pluma de Ian Fleming); y así hasta aburrirnos de enumerar ya que, según la Universidad de Virginia, Lee es el segundo actor más prolífico de la historia del cine, sólo por detrás del ya desaparecido Rod Steiger. También cabe reseñar que en 2005 la revista USA Today dijo de él que era el actor más taquillero y visto por el público de todos los tiempos. Casi nada.

Christopher Lee - Dooku

Desgraciadamente para él, Lee ha estado durante gran parte de su vida encasillado en ciertos papeles. Dejando aparte a Fu-Manchú, el que más le marcó fue el de Drácula. No es sólo que hiciera doce veces de él, sino que son innumerables las películas de bajo presupuesto, ya fuera en Estados Unidos, Inglaterra, Alemania o Italia, en las que interpretaba a ese mismo personaje pero con un nombre distinto por cuestiones de derechos de autor. Aunque durante los años setenta pudo salir del mencionado encasillamiento en parte, su vuelta triunfal a las pantallas no ocurriría hasta principios de esta década, y nada menos que interpretando a Saruman en la trilogía basada en El señor de los anillos, de J.R.R. Tolkien, y al Conde Dooku (el nombre de su personaje es un claro guiño a su filmografía) en la segunda trilogía de Star Wars. Se da la curiosa circunstancia de que él fue el único de todo el equipo de las películas de Peter Jackson que conoció en persona a Tolkien, declarándose admirador de su obra (de hecho le hubiera gustado hacer de Gandalf, pero su avanzada edad le impedía participar en las escenas de acción).

Pero Lee es incombustible, y si bien tuvo sus más y sus menos con Jackson por la no inclusión de sus escenas en la tercera parte de la trilogía, ya ha manifestado que le encantaría volver a interpretar a Saruman en las dos próximas películas basadas en El hobbit, otra obra de Tolkien, o, debido a su edad y la imposibilidad de desplazarse a Nueva Zelanda para ponerse a las órdenes de Guillermo del Toro (director de las dos películas), dar al menos voz al dragón Smaug. Sea como fuere, la próxima vez que veamos a Lee interpretando será en la esperada Alicia en el país de las maravillas, dirigida por Tim Burton y basada en la obra Lewis Carroll, en la que este actor inmortal dará voz al dragón Jabberwock.

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Los mundos de Coraline, Selick vuelve al Stop-Motion

AutorVíctor Miguel Gallardo el 12 de junio de 2009 en Noticias

Coraline

Los mundos de Coraline, recientemente estrenada, es el tercer largometraje en animación stop-motion creado por el director de Nueva Jersey Henry Selick. Ya iba siendo hora: sus dos anteriores películas de animación, la aclamada Pesadilla antes de Navidad (1993) y la interesante James y el melocotón gigante (1996), ya hace tiempo que se convirtieron en clásicos. Luego tuvo la (mala) ocurrencia de embarcarse en un proyecto de cine convencional, Monkeybone (2001), que no convenció a nadie. Ahora, tras ocho años, nos presenta la que para gran parte de la crítica especializada es su mejor película.

Si Pesadilla antes de Navidad estaba basada en un poema y unos dibujos de Tim Burton, que además produjo la película, y James y el melocotón gigante (también producida por Burton) en una novela de Roald Dahl, Los mundos de Coraline hace lo propio con una obra del polifacético autor británico Neil Gaiman. Gaiman es un importante escritor de género fantástico (suyas son, aparte de Coraline, algunas buenas novelas como Buenos presagios, que escribió junto a Terry Pratchett, Neverwhere o Los hijos de Anansi), ha trabajado en múltiples guiones para cine y televisión (por ejemplo en Beowulf o Stardust, adaptación de una novela suya) y, por encima de todo, es uno de los autores de cómic más importantes de los últimos veinte años. Según parece, Selick ha conseguido captar por completo el mundo que Gaiman planteó en Coraline, superándolo incluso en opinión de muchos, lo que en principio parece resolver la duda creada tras Monkeybone: parece ser que Selick puede hacer buenas películas aunque el bueno de Tim Burton no esté involucrado en ellas. También al revés, por supuesto, aunque la única aproximación de Burton como director al mundo de la animación stop-motion, la película de 2005 La novia cadáver, dejó un regusto amargo (seguramente en parte culpa de las distribuidoras, que insistieron en su parentesco con Pesadilla antes de Navidad).

Coraline

Los mundos de Coraline llegan, además, en un momento clave para la industria de la animación, una de las que más dinero genera y de la que más merchandising produce en la industria cinematográfica actual: por una parte, hace una década que se impone la animación 3-D; por otra, Disney, que empezó a explotar este tipo de animación tras los sonoros batacazos de sus últimas películas 2-D hasta la fecha (Zafarrancho en el rancho, Hermano Oso, El planeta del tesoro, Lilo & Stitch, Atlantis: El imperio perdido y El emperador y sus locuras), que estrenadas entre 2000 y 2004 naufragaron en un mercado donde, en los años 90, la compañía había hecho millones al no tener que competir con la animación en tres dimensiones, ha decidido volver a la animación tradicional en fechas recientes, aunque sin renunciar al 3-D, por supuesto. Así, nos encontramos con la mayor compañía (Disney) haciendo a la vez animación por ordenador y tradicional, y a dos compañías más, Pixar (ahora subsidiaria de Disney) y Dreamworks copando el mercado de la animación por ordenador. Por eso es de agradecer que gente como Selick, como Nick Park y Steve Box (creadores de los imprescindibles héroes Wallace y Gromit, de Aardman Animations) o como Ilion Animation Studios (estudios de animación españoles que próximamente estrenarán Planet 51, la película española más cara de la historia) sigan en la brecha ofreciéndonos más opciones a todos los que consideramos el cine de animación como uno de los que mejores películas ofrece hoy día.

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Ligeramente desenfocado, memorias de Robert Capa

AutorVíctor Miguel Gallardo el 6 de junio de 2009 en Reseñas

Ligeramente desenfocado

Hablar de Robert Capa, uno de los fotógrafos más importantes del siglo XX, es hacerlo en realidad de Ernest Andrei Friedmann, judío húngaro, y de Gerta Pohorylle (más conocida como Gerda Taro), alemana de familia judía polaca. Ambos crearon, para revalorizar sus fotografías, el seudónimo de Robert Capa, bajo el que publicaron indistintamente sus obras. Gerda Taro murió prematuramente durante la Guerra Civil española, en 1937, en un accidente fortuito, pero ya hacía un tiempo que había dejado de utilizar masivamente el nombre por el que, para la mayoría, se representa a Friedmann. No obstante, creo que era necesario recordar que Robert Capa fueron, en un principio, dos personas.

Sea como fuere, ahora llegan a nuestro país las memorias de Capa, de Friedmann, publicadas por la editorial La Fábrica y que cuenta con un prólogo de su hermano Cornell Capa y la colaboración de Richard Whelan, estudioso de la obra del fotógrafo húngaro y autor de varios libros sobre su vida y obra. Las memorias, que aparecen acompañadas de más de un centenar de fotografías del autor, están centradas en su experiencia como corresponsal gráfico durante la Segunda Guerra Mundial, a la que llegó contratado por la prestigiosa revista, ya desaparecida, Collier’s Weekly. Capa fue testigo de primera mano de algunos de los hechos más decisivos de la guerra en el frente occidental, tales como el desembarco de Normandia, la guerra en el norte de África o la entrada de las tropas aliadas en París. Todas ellas tienen su hueco en este libro, escrito a modo de cuaderno de campo y que ahora, más de medio siglo después, por fin nos llega en lengua española.

Es interesante comprobar que Capa, que antes de fotógrafo quiso ser escritor, relata hechos de suma importancia para el devenir de la guerra partiendo de pequeñas anécdotas y de encuentros con personajes, más o menos anónimos pero relevantes a su manera, con los que comparte impresiones sobre los acontecimientos que estaban desgarrando todo un continente.

De Capa se suelen decir muchas cosas: que fue el primer estadounidense que murió en la Guerra del Vietnam (realmente fue en la Primera Guerra de Indochina, pero el despiste es comprensible), que recibió la Medalla de la Libertad de manos de Einsehower tras la Segunda Guerra Mundial, que algunas de sus fotos (entre ellas la famosísima Muerte de un miliciano) pudieron ser fruto de montajes y teatralizaciones, que acuñó la frase “Si tus fotos no son lo suficientemente buenas es que no te has acercado lo suficiente”, que fundó la agencia Magnum o que fue amigo de algunas llamativas personalidades de la cultura de su tiempo como Ernest Hemingway o John Steinbeck, pero no está de más acercarse a la personalidad del que retrató como nadie algunos de los acontecimientos más importantes de la primera mitad del siglo pasado, ya sea de la mano de otros (por ejemplo con las biografías del ya mencionado Whelan) o, ¿por qué no?, de su mismo puño y letra en este libro titulado convenientemente Ligeramente desenfocado.

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Johnny Depp será finalmente Sancho Panza

AutorVíctor Miguel Gallardo el 5 de junio de 2009 en Noticias

Lost in La Mancha

O al menos el actor que haga de Alonso Quijano en The Man Who Killed Don Quixote, la futura película de Terry Gilliam, así lo creerá (porque Depp será realmente un ejecutivo del siglo XXI que habrá viajado atrás en el tiempo, no su escudero). Pero para que eso ocurra, habrá que ver si Gilliam es capaz esta vez de completar un proyecto que, ya hace unos años, tuvo que abandonar debido a una serie de incidentes de todo tipo. Para el que esté interesado en conocer todo lo referente a este inacabado proyecto seguro que le resultará interesante el visionado de Lost in La Mancha, un documental bastante atípico narrado por Jeff Bridges: Keith Fulton y Louis Pepe estaban, en un principio, recogiendo material visual durante el rodaje que les permitiría montar posteriormente un making-of de la película. El problema surge, claro está, cuando la producción (después de una semana infernal) se suspende. ¿Qué hacer con todo lo filmado? Fulton y Pepe lo convirtieron en el que tal vez sea el primer unmaking-of de la historia. Hablando en cristiano: un “cómo se hizo” de algo que jamás llegó a terminarse. Muy interesante para comprobar que, al contrario de lo que mucha gente cree, el rodaje de cualquier película, aunque implique a superestrellas como Johnny Depp o Vanesa Paradis, depende de tantos imponderables que, a veces, no hay más remedio que renunciar a seguir filmando (y eso pese a las pérdidas económicas y, ¿por qué no decirlo?, de prestigio).

A Terry Gilliam se le puede acusar de muchas cosas, pero en especial de dos: de haber sido el artífice de uno de los mayores batacazos de la historia del cine (estamos hablando de Las aventuras del barón Munchausen, en 1988) y de tener su parte de culpa en la suspensión en 2002 de su proyecto sobre El Quijote (esas localizaciones junto a una base aérea…). Sin embargo, este ex componente de los Monty Python (el único estadounidense del grupo), siempre ha sabido recuperarse. Después de su fracaso de finales de los 80 (la película costó cincuenta y dos millones de dólares y sólo recuperó cuatro) cualquiera habría pensado en que su carrera estaba muerta. Sin embargo, tres años más tarde firmó un trabajo, el de El rey pescador, que pese a no ser perfecto dejaba bien claro que Gilliam quería seguir en la brecha, cosa que demostró con las posteriores Doce monos (una buena, a su manera, película de ciencia ficción) y Miedo y asco en Las Vegas.

Bellucci

Fue entonces cuando aparecieron los gigantes (que no molinos) que acabaron con el primero de sus proyectos quijotescos. El documental Lost in La Mancha en parte puede servir para restarle deméritos personales al bueno de Gilliam, pero lo único cierto es que se habían tirado a la basura muchos años de pre-producción y una buena cantidad de dinero con la que muchos otros directores, menos cotizados, podrían haber hecho su propia versión de El Quijote (¿por qué no John Singleton ambientando la acción en los suburbios de Detroit o Chicago?).

No creo que ni Tideland ni El secreto de los hermanos Grimm, sus dos posteriores películas, le hayan dejado satisfecho (ni a él ni a la crítica, en todo caso a algunos fanáticos de la imaginería propia del cineasta). Tampoco tiene él la culpa (obviamente) de la muerte de Heath Ledger, que ha descabezado la idea original de The Imaginarium of Doctor Parnassus, una película que se estrena en breve en todo el mundo y que, sinceramente, tiene toda la pinta de ser uno de los mayores (y más risibles) fracasos del cine de los últimos tiempos. Que ya es difícil contando con el consabido Ledger, Johnny Depp (sí, él de nuevo), Colin Farrell y Jude Law.

La industria cinematográfica ya lleva mucho tiempo perdonándole sus excesos a Terry Gilliam. Es más que evidente su talento visual, hay que reconocérselo. También que, de una vez por todas, debería rodearse de un puñado de buenos guionistas que limiten sus excesos, encauzándolos hacia posiciones, si bien no menos innovadoras, sí al menos más digeribles. The Man Who Killed Don Quixote podría ser la última oportunidad para que Gilliam demuestre a todos sus detractores que algo queda en él del genial director de Brazil. Yo, por ejemplo, estaré deseando reconocer que me equivoqué.

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