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Víctor Miguel Gallardo (Página 18)

Ojo con los premios literarios

AutorVíctor Miguel Gallardo el 19 de septiembre de 2009 en Divulgación

Azar

Muchos que empiezan a escribir pueden llegar a ver en los premios literarios la solución a muchos problemas: por un lado, gran parte de ellos están dedicados al cuento o relato corto, o a la poesía (no a poemarios completos, quiero decir, sino a simplemente un puñado de poemas), por lo que no se ven obligados a tener que embarcarse, a las primeras de cambio, en la confección de una interminable novela; por otra parte, existen tantos premios y tan diversos (algunos temáticos, otros dirigidos a ciertos colectivos), y pueden llegar a ofrecer premios en metálico a priori muy jugosos, que el incauto escritor novel se frotará las manos ante las perspectivas de éxito inmediatas.

Craso error. Dejando a un lado el hecho de que el “casi cualquiera puede escribir” no es equivalente a que cualquiera pueda hacerlo bien, también es cierto que no nos podemos engañar (aunque escribamos de forma fantástica) pensando que todos los premios que se ofrecen son susceptibles de ser ganados. Algunos, aunque no nos guste, están dados de antemano, y esto sucede tanto con concursos literarios importantes y consolidados (de esos con premios en metálico de varios miles de euros) como con pequeños certámenes organizados por corporaciones locales o asociaciones de vecinos. La mayoría de estos falsos concursos (falsos en el sentido de que no hay disputa alguna ni proceso concursal propiamente dicho) dejarán bien claro en sus bases una serie de parámetros parecidos a los de bases de concursos “limpios”; sin embargo, y he de reconocer que estoy hablando más por una corazonada personal derivada de la experiencia como jurado y participante, los concursos que más hincapié hacen en las bondades de los miembros del jurado son los que más me hacen sospechar. Como autor, cuantos más doctorados, cátedras y libros a sus espaldas tienen dichos miembros, más raudo huyo de participar en el premio en cuestión.

No hay que desesperarse, de todas formas: una buena parte de los premios que año tras año se convocan son legítimos y objetivos. Con el tiempo uno aprende a discriminar entre unos y otros: por ejemplo, si al echar un vistazo al palmarés de un premio uno se encuentra con multitud de nombres conocidos, es mejor intentar probar fortuna en otro. De la misma forma rehusaría en participar si, al revisar la lista de anteriores ganadores de un premio de carácter local (por ejemplo, organizado por un ayuntamiento de una localidad pequeña o una biblioteca pública), uno se encuentra con que todos o gran parte de ellos son oriundos del municipio. Gracias a Internet se suele dar amplia publicidad de hasta el más pequeño certamen, así que no hace falta más que sumar dos y dos para darse cuenta de lo poco probable que resulta dicha “casualidad”.

La música del azar, de Paul Auster

AutorVíctor Miguel Gallardo el 18 de septiembre de 2009 en Reseñas

La música del azarl

Paul Auster es uno de los escritores más importantes de nuestro tiempo, habiéndonos brindado libros imprescindibles como “La invención de la soledad”, “El país de las últimas cosas” o “El cuaderno rojo”, entre otras muchas. La novela que nos ocupa, “La música del azar”, vio la luz hace casi veinte años, y puede ser una buena muestra de qué puede llegar a hacer el autor estadounidense para los que todavía no se hayan acercado a su obra.

La historia es narrada por Jim Nashe, un bombero de Boston que, tras ser abandonado por su mujer, recibe una herencia de un padre al que apenas conoció. Tras dejar su casa y su trabajo se lanza a las carreteras de Estados Unidos, conduciendo sin rumbo fijo y sin más objetivo que el de hacer kilómetros día tras día. Cuando está a punto de quedarse sin dinero conoce a un joven jugador de póquer llamado Jack Pozzi. Por azar.

Y es que el azar es el verdadero hilo conductor de la novela, aunque también lo son las oportunidades (el nombre original de la novela, “The music of chance”, es bastante más ilustrativo que la traducción al español), tanto las que se aprovechan como las que se dejan pasar. En todo caso, no todo lo que le acontece a Nashe parece del todo fortuito: para empezar, ninguno de los tres hitos con los que empieza la narración (el abandono conyugal, el cobro de la herencia y el dejarlo todo para dedicarse a viajar) puede ser considerado azaroso. La historia vuelve a girar completamente (de hecho hace cambiar el tono de la novela por completo, pasando a tener tintes kafkianos) en el momento en que, esta vez sí por pura suerte, Nashe conoce a Pozzi. A partir de ahí es bastante discutible que todo sea aleatorio: tal y como Pozzi llega a decir en un momento dado, emparentado su discurso con la teoría del caos, puede que no sea sólo cuestión de suerte, sino que cualquier pequeño movimiento o hecho, aunque no parezca relacionado con el efecto resultante, puede desencadenar resultados devastadores.

Auster no termina de realizar una obra redonda precisamente porque Nashe, el protagonista, es cualquier cosa menos un personaje presa del destino: su personalidad impulsiva y testaruda es la culpable de gran parte de sus desgracias, por no decir que de todas. Es, en cambio, un enamorado de las oportunidades: en todo parece querer ver una manera de dar un paso adelante (o en dirección contraria; la cuestión, para él, parece ser moverse), y pocas veces se para a pensar en las consecuencias, simplemente actúa. Y eso, me temo, no puede considerarse ni mala suerte, ni azar, ni destino, sino falta de planificación, inconsciencia y obcecación. Y no hay música que pueda mover eso.

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Cantantes poetas

AutorVíctor Miguel Gallardo el 8 de septiembre de 2009 en Divulgación

Sabina

En España, y por extensión en todo el mundo hispanohablante, algo tan castizo como confundir churras con merinas, esto es, identificar algo que, aunque se parece, no es exactamente lo mismo, es algo muy habitual. Dentro del mundo literario, por ejemplo, levantan llagas ciertos comentarios de aficionados y profesionales de la música cuando se atreven a decir que tal o cual letrista escribe canciones que son casi poesías. No es cuestión de hacerse muchas cruces ante tal afirmación: el talento literario de algunos de estos profesionales de la música es superior al de muchos de los autores que nos torturan con su obra poética.

No obstante, no siempre es así. Hace unos años Joaquín Sabina se convirtió en el poeta más vendido con un libro de sonetos que se reeditó con profusión y que fue comprado a destajo por fanáticos de su música y por incautos que querían tener en su librería, por una vez, algo de poesía. Pero, ¿Sabina es un poeta, o es un músico y letrista con talento? ¿Esos sonetos podían ser considerados, por los expertos, como buenos? Lo cierto es que fue francamente irritante para muchos que, en unos tiempos en los que las tiradas de obras poéticas son minúsculas, un cantante vendiera miles de ejemplares de un libro compuesto por lo que, siendo benévolos, habría que denominar como un conjunto de ocurrencias rimadas bastante simpáticas. Con todos mis respetos hacia Sabina, uno de los mejores letristas en lengua española de los últimos treinta años, poetas mejores que él los hay, y muchos, aunque pasen desapercibidos para las grandes editoriales y el público en general. La poesía y las letras para canciones son lenguajes literarios hermanados pero no iguales.

Sabina no tiene, desde luego, la culpa ni de que la poesía (más allá de los clásicos) sea un género menor para el lector, ni de que su libro se vendiera: también escriben poesía personajes mediáticos como el cómico Pepe Viyuela, el popular locutor radiofónico Pepe Domingo Castaño o el indefinible Carlos “Yoyas”, vendiendo (suponemos) más que poetas de reconocido prestigio. Hilando muy fino, las obras menores de estos poetas también venden mucho más que los de autores más innovadores que se esfuerzan por renovar la poética actual. Son las leyes del mercado.

Habiendo dejando claro que poética y música no son equivalentes, sí es cierto que las letras escritas por según qué autores son auténtica literatura. Las de Sabina son un ejemplo. Otros ejemplos claros serían Joan Manuel Serrat, Andrés Calamaro, Manolo García, José Ignacio García Lapido, Ismael Serrano, y tantos otros que no se conforman con escribir letras simplonas llenas de tópicos, sino que rebuscan para crear imágenes poéticas que llenen la imaginación de su auditorio de algo más que frases desgastadas escuchadas una y otra vez desde hace décadas en las radio-fórmulas. Pero una imagen poética no conforma un poema, y eso es lo que ha de dejarse claro. Recurriendo de nuevo al refranero popular, como al inicio del post, a Dios lo que es de Dios y al César…

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Escritores del SIMS 3

AutorVíctor Miguel Gallardo el 6 de septiembre de 2009 en Divulgación

Sims 3

Docenas de veces se han disculpado hasta ahora los redactores de PC Gamer, la que es posiblemente la revista dedicada a juegos de ordenador más prestigiosa de Europa, por la calificación que otorgaron, hace ya casi una década, al primer juego de la serie The Sims. Para muchos lectores de la revista, lo que sus colaboradores opinan es tomado casi como dogma de fe, tal es la fiabilidad de sus críticas. Entonces erraron; o, tal vez, no lo hicieron y el mercado, aun así, les dio la espalda haciendo a aquel juego uno de los más vendidos de la historia. La revista valoró positivamente la originalidad del juego, pero consideró que sería un fracaso de ventas, ignorando que marcaría el inicio de una época de videjuegos abierto a todos los públicos: el jugador masculino de entre 15 y 35 años, target clásico para juegos de PC, no atendió, como ya indicaba la revista, a los Sims, pero sí lo hicieron otros compradores que hasta entonces no contaban en el márketing de la industria del videojuego: las mujeres. Otras empresas vieron el potencial que The Sims estaba desarrollando, abriéndose a nuevos públicos con inventos de gran éxito como las consolas de Nintendo Wii o DS. Hoy día el mercado del videojuego, el que más dinero genera dentro de la industria del entretenimiento (superando en la actualidad incluso a la industria cinematográfica o a la música) no se concibe sin esos otros sectores de población, pero no está de más recordar que antes de The Sims esto no era así.

2009 ha sido el año de salida de la tercera parte del juego, una vuelta de tuerca más a un mecanismo de diversión off-line más que conocido por millones de usuarios de los cinco continentes. Dejando a un lado las excelencias del juego (bastante más divertido, en mi opinión, que sus predecesores debido a la desaparición casi por completo de los molestos tiempos de carga entre zona y zona, o a la simplificación de muchos de los conceptos), hay que mencionar la posibilidad, ya esbozada en anteriores entregas, de convertir a tu personaje en un escritor de éxito. Para ello, como en la vida real, no basta con escribir sin más, también hay que perfeccionar el estilo (en este caso, subir la habilidad de escritura): a mayor nivel en esta habilidad, mejores libros. Escribir y publicar libros en Los Sims 3 es una manera de ganar dinero, pero también de satisfacer al personaje. Cada uno de los personajes tiene un “deseo de toda la vida”, es decir, la aspiración máxima que habrá que realizar antes de la inevitable muerte, siendo uno de estos deseos el de convertirse en un autor de éxito. Para ello habrá que empezar a escribir cuanto antes, empezando con novelas baratas que posiblemente serán descartadas por las editoriales. Conforme el juego avanza, y si has dedicado el tiempo suficiente a subir tu habilidad de escritura, tus libros (ya sean novelas, biografías, ensayos o artículos) tendrán mayor calidad, se publicarán con asiduidad, y podrán convertirse en éxitos o, incluso, en auténticos best-sellers.

No todos los libros que se pueden escribir son iguales: los más rápidos de escribir, aparte de los artículos, son los libros infantiles, seguidos por las novelas baratas o las de ciencia ficción, rondando las 100 páginas los primeros. En contraposición, estos géneros generan royalties modestos, aunque nada te impide escribir libros infantiles a granel, especializándote en ello, lo que provocará pingües beneficios por la simple acumulación de derechos de autor. Los géneros más demandados son el drama, el misterio y la novela romántica, aunque son más costosos de terminar debido a la cantidad de páginas que la editorial demanda, que a veces supera las 400. Como dato curioso cabe señalar que, tras la publicación de un libro, la editorial envía un ejemplar de cortesía a tu buzón.

Una buena manera de pasar el rato y dejar volar la imaginación con el juego más vendido de estos momentos.

Notas básicas para participantes en certámenes literarios

AutorVíctor Miguel Gallardo el 1 de septiembre de 2009 en Divulgación

Librosobre

Aclaro que voy a hacer referencia en especial a concursos literarios de cuento y relato corto, que son en los que tengo más experiencia como organizador, participante y jurado. Ciertamente, algunas de las cuestiones que mencionaré pueden parecer de perogrullo, pero no obstante no deben de serlo tanto dado que he visto cometer los mismos errores docenas de veces.

Lo principal para participar en un certamen es atenerse a las bases y no hacer caso omiso a ciertas reglas tales como la inclusión de una plica que garantice el anonimato del texto. Además, y aunque parezca mentira, mucha gente se olvida de no hacer figurar su nombre al inicio o final del texto, y eso pese a haber cumplido escrupulosamente con el resto de normas. Puede sonar jocoso, pero os aseguro que utilizar tu propio nombre con pseudónimo o lema (o un nombre demasiado “real”) no es para nada una buena idea, y puede predisponer negativamente al jurado, cuando no directamente ser decisorio para la eliminación de tu relato. Un texto firmado por un tal Carlos Pérez, se llame o no así el autor, llamará la atención y hará sospechar. Aunque en un escritor se presupone un mínimo de imaginación, yo recomendaría firmar con algo más que un nombre y un apellido comunes. Algunos, eso sí, crean grandes pseudónimos o lemas, que llamarán positivamente la atención (aunque no lo creáis, si tenéis ante vosotros cuarenta relatos y has de preseleccionar a cinco, en caso de duda es posible que elijas el del lema chistoso tipo “El chiste del loro no está incluido” o el del pseudónimo siniestro tipo “El niño que mascaba calaveras” antes que uno firmado por “La casa de Bernarda Alba” o “Anthony Rubio”). Otra recomendación: nunca podéis saber a ciencia cierta de qué pie cojea ese jurado o preseleccionador: puede ser católico practicante o ateo recalcitrante, militante político de uno u otro signo, futbolero a mucha honra o instructor de boy scouts, así que no es buena idea ofenderlo con lemas o pseudónimos tales como “Virgen puta”, “Ernesto Guevara consumiéndose en la hoguera” o “Asesino de Boy Scouts”. Lo mismo se puede decir de la temática del cuento: en un concurso de tipo generalista no hay muchas opciones para un relato acerca de monjas satánicas que son sodomizadas por siervos de Lucifer: seguramente si has tenido el estómago para escribir sobre el particular, podrás esperar un poco más hasta encontrar un concurso adecuado para este texto.

Sobre la temática, no hay mucho más que decir: si un concurso es sobre relatos de ciencia ficción, uno sobre unicornios o dragones sobra. Si es sobre fantasía épica, estarán de más los viajes en el tiempo y los rangers espaciales. Si es erótico, es erótico, no romántico (y al revés). Si es infantil o juvenil, mejor no incluir según qué elementos, por muy queridos que te sean (por lo pronto, y aún a riesgo de que se me tache de reaccionario, yo prescindiría de alusiones a sexo y drogas, a no ser que el convocante del premio lo quiera así: no mencionar el equivocado uso de las drogas en un concurso llamado “Di no a las drogas” puede llevar a su vez a equívocos, sobre todo si aparecen unicornios y viajes temporales).

Por último, una recomendación que también parecería de perogrullo: cuando a un jurado o preseleccionador le llegan treinta o cuarenta relatos, cada uno con sus buenas diez, quince o treinta páginas, se le pasan muchas cosas por la cabeza. La primera es un “¿qué hago yo aquí?” que deriva, instantáneamente, en un “hagámoslo lo antes posible”, así que probablemente hará una criba anterior a la criba definitiva, eliminando todos aquellos relatos que, tras el primer párrafo, acumulan una docena de faltas de ortografía, fallos de coordinación o joyas del tipo “La intentó tranquilizar con mucha tranquilidad” (más comunes de lo que uno puede creer), así como los que tienen dibujos en los márgenes, negritas por doquier, textos en varios colores, diálogos entre cinco personas sin acotaciones, etc.

Hemingway, agente de la K.G.B

AutorVíctor Miguel Gallardo el 26 de agosto de 2009 en Divulgación

KGB

Se suceden, en los últimos meses, las noticias en torno a la vida y obra de Ernest Hemingway: Hollywood parece interesada en hacer una película sobre su vida y también adaptará su obra póstuma Islas a la deriva, y el proyecto de digitalizar todos los escritos encontrados en su casa cubana va viento en popa. Ahora nos sorprende su inclusión en el ensayo Spies: The Rise and Fall of the KGB in America (que podría traducirse como Espías: Ascenso y caída de la KGB en América), una obra editada por el servicio de publicaciones de la Universidad de Yale. En ella se revela que el ganador del Premio Nobel fue durante un tiempo agente de la KGB en los Estados Unidos. Escrita por John Earl Haynes, Harvey Klehr y Alexander Vassiliev, el libro está basado en las notas que este último, un oficinista de la agencia de inteligencia y espionaje soviética, tomó en la década de los 90 de los archivos de la época de Stalin.

Según parece, Hemingway fue reclutado en 1941, antes de un viaje a China, adoptando el nombre en clave de “Argo”, y expresando repetidamente, siempre según el libro, “su deseo y disponibilidad para ayudar a la KGB en todo lo que pudiera”, como se lo hizo saber a agentes soviéticos que se entrevistaron con él en La Habana y en Londres durante los años siguientes. Sin embargo, su labor no tuvo ninguna repercusión debido “a su imposibilidad de dar a la agencia ninguna información política (…), y nunca se le probó en un trabajo de campo”. Así, los contactos con “Argo” cesaron a finales de la década de los 40.

La “pertenencia” a la KGB podría explicar la insistencia de Hemingway, durante la Segunda Guerra Mundial, de participar en las misiones del barco pesquero “El Pilar”, que patrullaba las aguas al norte de Cuba en búsqueda de submarinos alemanes. Las notas codificadas de la misión fueron abundantes, aunque sólo hubo un avistamiento confirmado.

Según el diario inglés The Guardian, haciendo gala de una meritoria imaginación para enlazar hechos que poco o nada tienen que ver, este supuesto escándalo alrededor de la figura de Hemingway se une a otros que, en los últimos años, han afectado a escritores y artistas que labraron sus reputaciones durante la Guerra Civil Española, tal es el caso del inmortal escritor George Orwell (acusado de “cripto-comunista” por algunos estudios, incluso cuando ya renegaba públicamente del estalinismo), el fotógrafo Robert Capa (su obra más conocida, “Muerte de un miliciano”, podría ser un montaje según se ha podido deducir tras encontrarse algunos viejos negativos) o Martha Gellhorn (la que fue la tercera esposa de Hemingway, curiosamente), acusada de un odio racial intenso hacia los árabes.

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El código de los colegas de Barney Stinson

AutorVíctor Miguel Gallardo el 25 de agosto de 2009 en Noticias

Barney

La serie estadounidense How I Met Your Mother (traducida como Cómo conocí a vuestra madre) empezó a emitirse en la cadena CBS en 2005, y desde entonces su fama no ha hecho más que acrecentarse.

Las comparaciones con la exitosa Friends (en antena entre 1994 y 2004) fueron, al principio, inevitables: serie cómica cuyas escenas discurren principalmente en un pequeño número de lugares reconocibles (como los pisos de los protagonistas, o los bares donde se suelen reunir), grupo de chicos y chicas rondando la treintena, y la ciudad de Nueva York siempre omnipresente.

Sin embargo, para los muchos seguidores de la serie (que no pueden compararse, cuantitativamente, con los de Friends) HIMYM ya es una serie mítica a pesar de (y no gracias a) las continuas comparaciones con la serie protagonizada por Jennifer Aniston y compañía.

Sin duda el personaje más popular de la serie es el de Barney Stinson, interpretado por el actor Neil Patrick Harris, muy popular hace un par de décadas al protagonizar la serie Un médico precoz. Es paradójico que sea precisamente él, homosexual reconocido, el que interprete a este personaje, un ¿ejecutivo? de éxito obsesionado con el sexo y con las mujeres. También con la camaradería para con sus colegas, sus “bros” (de “brother”, hermano en inglés), Marshall (Jason Siegel) y, sobre todo, Ted (Josh Radnor). Uno de los puntos más esperados de cualquier capítulo de la serie, aparte de sus frases recurrentes (que han causado furor entre todos los espectadores adictos a la trama y los personajes), son sus normas de conducta entre colegas. Pues bien, éstas ya se encuentran disponibles en las librerías de Estados Unidos y el Reino Unido, bajo el título de The Bro Code.

El Bro Code, nacido de la serie y puesto en boca de Stinson, ha sido coordinado por Matt Kuhn, uno de los guionistas principales de la serie, y enumera una serie de normas que son de obligado cumplimiento entre grupos de amigos varones. Por ejemplo, un colega nunca debe llorar viendo una película, a no ser que eso le haga “ganar puntos con una chica”. Un colega no debe tener sexo con la ex novia de otro colega, ni con su hermana, ni mucho menos con su madre… a no ser que ella sea su madrastra y lleve alguna prenda de leopardo, en cuyo caso la norma no se aplica. Un colega, en definitiva, debe ser fiel a sus amigos por encima de todas las cosas aunque, importante, no debería ver desnudo a otro colega, ni mostrarle afecto públicamente ni, sobre todo, tener contacto visual con él durante una sesión de sexo en grupo.

La intención comercial de los directivos y guionistas de la CBS es evidente, comercializando un producto basado en un personaje que, más allá de su popularidad en la pantalla, ha convertido ciertas “coletillas” en frases que se escuchan en muchos bares, precisamente entre grupos de amigos varones, sobre todo rondando la treintena, que han visto en él el ejemplo perfecto de chico guapo, divertido y con traje con el que quieren compartir unas buenas pintas de cerveza.

Modelo famosa y polémica busca negro

AutorVíctor Miguel Gallardo el 19 de agosto de 2009 en Noticias

Wener

Para la gran mayoría de los aficionados a la lectura el nombre de Louise Wener no les dirá absolutamente nada. Si, como datos biográficos, añado que da clases tanto de escritura creativa como de póquer, que vive en el mismo barrio londinense donde lo hace Clive Barker (Crouch End), que escribió un célebre artículo sobre su maternidad en el diario The Guardian o que es aficionada del West Ham, estoy seguro de que Wener seguirá resultándoles una completa desconocida.

En realidad Wener fue, a su manera, una pequeña celebridad durante los años 90 dentro del mundo de la música pop británica, siendo la vocalista y líder indiscutible del grupo Sleeper. No es, desde luego, uno de los grupos señeros dentro del brit-pop, pero tuvieron tres discos de estudio bastante exitosos, fueron teloneros habituales de bandas importantes como Blur o REM, y una de sus canciones (en realidad una versión del grupo Blondie) se incluyó en la banda sonora de una de las películas británicas más importantes de esa década, Trainspotting. Sin embargo, Wener decidió dar un giro a su vida y decidió dedicarse a tiempo casi completo a la literatura. Así es como vieron la luz sus novelas, todavía no traducidas al español, Goodnight Steve McQueen, The Big Blind (que después fue renombrada como The Perfect Play), The Half Life of Stars y Worldwide Adventures In Love, que han tenido bastante repercusión en su país de origen. Wener ha decidido seguir haciendo lo que le gusta, escribir, al tiempo que ha formado una nueva banda, Huge Advance, que sólo da conciertos en algunas salas del norte de Londres.

Pues según parece, o así lo han publicado algunos tabloides ingleses, la siguiente novela de Wener no saldrá bajo su nombre, sino bajo el de uno de los personajes más mediáticos de la actualidad, la modelo Kate Moss. Moss había comentado recientemente su intención de escribir una novela, protagonizada por una modelo pero de temática ficticia, siguiendo los pasos de otras ex compañeras de profesión que hicieron lo propio (Naomi Campbell, sin ir más lejos, también escribió una obra de ficción cuya protagonista era, vaya sorpresa, una modelo). También Victoria Beckham escribió un libro: con una buena ayuda y dinero, cualquiera puede. Y el libro se venderá, igual que ha ocurrido siempre, a pesar de que el lector sea más o menos consciente de que el nombre que aparece en la portada no se corresponde con el del hombre o mujer que ha de ser considerado a todos los efectos como su autor.

La figura del negro literario ha existido casi desde que ha habido literatura, y son muchos los autores reconocidos que se sabe o se sospecha que recurrieron o recurren a ellos con frecuencia, tal es el caso de Alejandro Dumas, Camilo José Cela o, más recientemente, Fernando Sánchez Dragó (aunque él lo reconoció públicamente, incluso en el prólogo de uno de “sus” libros). Quiero pensar, sin embargo, que el servicio de un negro literario (o “ghost writers”, escritores fantasma) es más usual cuando el supuesto “escritor” es un famoso que, bien porque tiene algo que contar pero no se siente capacitado para hacerlo, bien por hacer caja gracias a su popularidad, se decide a contactar con una de las numerosas agencias que pueden proporcionarte a un profesional en esto de la escritura.

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Afganistán bajo un millón de sombras

AutorVíctor Miguel Gallardo el 26 de julio de 2009 en Divulgación

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Afganistán es uno de los países más complejos del mundo, y también uno de los grandes campos de batalla de los últimos cien años. Durante la Primera Guerra Mundial, y pese a que parte de la élite política del país deseaba ayudar a los turcos (aliados de las potencias centrales, el Imperio Austro-Húngaro y el Imperio Alemán), Afganistán se mantuvo neutral, recibiendo la promesa de las autoridades británicas de recibir la independencia tras el fin de la guerra. La promesa no se cumplió, atacando entonces Afganistán a la India británica, y consiguiendo finalmente la ansiada emancipación de la metrópoli. Se cumplen ahora justo noventa años de aquella fecha.

La independencia conllevó la subida al poder de Amanollah, que en 1923 cambió su título de emir por el de rey. Al igual que otros dirigentes de países musulmanes estaban haciendo en otras partes del mundo (por ejemplo en Turquía y en la vecina Irán), Amanollah inició una serie de reformas, apoyadas por la Unión Soviética, que desgraciadamente eran de difícil implantación en una nación en la que la religión y los consejos tribales tenían un poder difícil de manejar por cualquier gobierno centralista de corte occidental. Revueltas tribales hicieron caer al rey, y después de una serie de nuevos monarcas, sucesivamente asesinados, la monarquía se asentó de la mano de Zahir Shah, que gobernó durante cuarenta años, hasta que en 1973 se proclamó una república apoyada por la URSS. Para entonces, y con ayuda soviética (aunque Afganistán, durante los inicios de la Guerra Fría, no se había alineado de manera oficial con ninguno de los dos bloques de poder), ya se habían acometido con relativo éxito reformas de gran calado, en especial la integración de la mujer en el mundo laboral y un nuevo sistema educativo. Sin embargo, nuevas revueltas de los consejos tribales, apoyados por los extremistas religiosos, motivaron la intervención militar soviética en el país, conflicto que motivó una reacción internacional adversa parecida a la que EE.UU. había soportado durante dos décadas en relación a Vietnam.

Tras el fin de la ocupación soviética, a finales de los años 80, el país siguió siendo un polvorín, dividido por las luchas entre reformistas, talibanes, y grupos guerrilleros de diferentes etnias y confesiones religiosas. Los integristas, apoyados por influyentes señores de la guerra, se hicieron con un poder para el que habían sido entrenados a conciencia por los Estados Unidos y sus agencias de espionaje, que de forma soterrada los habían formado y armado para combatir al gobierno comunista y a los soviéticos. Así, en 1996 los talibanes llegaron al poder, suprimieron todas las conquistas sociales de la monarquía y la república, y volvieron a imponer la Sharia como ley suprema del país, aunque llevándola a extremos nunca vistos en ninguna otra parte del mundo musulmán. Las grandes damnificadas fueron las mujeres, sometidas a una represión brutal que, en la práctica, las convirtió en invisibles para el resto del mundo.

Tras los atentados del 11 de Septiembre de 2001, y pese a que el régimen talibán llegó al poder gracias al apoyo estadounidense, EE.UU. lideró una fuerza de ocupación de Afganistán, acusando al gobierno extremista de ser co-responsable de los asesinatos ejecutados por el grupo al-Qaeda. Los talibanes fueron rápidamente derrocados del poder, pero en la práctica aún hoy dominan extensas zonas del territorio del país. Otras zonas, en cambio, son controladas totalmente por líderes tribales y reyezuelos locales de diversas etnias, que se niegan a reconocer al actual gobierno establecido en Kabul.

Ahora ve la luz la novela “Bajo un millón de sombras”, de la periodista británica Andrea Busfield, relatando la historia reciente del país que la cautivó durante tres años a través de Fawad, el niño protagonista de su novela. Él, en contacto con Occidente, será el testigo de todas las diferencias culturales entre un país, el suyo, ensangrentado por guerras intestinas, y los europeos y norteamericanos que financiaron dichas guerras.

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España, ¿país de lectores?

AutorVíctor Miguel Gallardo el 22 de julio de 2009 en Opinión

Libros

Los últimos datos publicados por el Centro de Investigaciones Sociológicas, CIS, no son nada esperanzadores, pero no creo que hayan sorprendido a nadie. Ya sabemos que, en comparación con otros países, España no es precisamente la más lectora de las naciones. Del estudio del CIS se desprende que uno de cada cuatro españoles lee diariamente, el 14% de forma esporádica (una o dos veces por semana) y un 40% no lo hace nunca. Los no lectores aducen dos factores principales: por un lado, están los que admiten que la lectura, o no les gusta, o no les interesa (más de una tercera parte de ellos); por otro lado, un 22% hablan de falta de tiempo para hacerlo (una excusa como otra cualquiera).

Los que sí leen se decantan principalmente por la novela, siendo la novela histórica el más popular de los géneros en nuestro país: casi una cuarta parte (22,5%) se decantaron por ella. Esto contrasta con los adeptos al ensayo (sólo un 3,5% de la población lo lee) y, sobre todo, la poesía (un paupérrimo 1,5%). La percepción de los encuestados acerca de la lectura en España es clara: dos terceras partes afirman que en España se lee poco, aunque creen que se lee más que hace diez años y que poco a poco se tiende a leer más. Los lectores eligen sus lecturas bien por decisión propia (más de la mitad), bien por recomendaciones de conocidos (una cuarta parte reconocen que se guían más por la opinión de otros que por la suya propia). La mayoría leen para entretenerse, pero un porcentaje significativo (17%) lo hacen para estar informados. Curioso porcentaje teniendo en cuenta que los ensayos cuentan con pocos seguidores (según los datos del CIS, por supuesto).

En contraprestación, se deduce del estudio que gran cantidad de los encuestados sí leen diarios, ya sean de información general (de pago o gratuitos) o de información deportiva. Hay que recordar que el diario más leído en España es EL PAÍS, con una tirada media en el año 2008 de 563.495 ejemplares diarios; le sigue el diario deportivo MARCA, con 428.456 ejemplares diarios de media, el diario de información general EL MUNDO, con 427.306, el ABC (también de información general) con 343.525. y, en quinto lugar, otro diario deportivo, AS, con 337.679 ejemplares diarios.

El estudio también ha ofrecido datos interesantes acerca del libro electrónico: casi la mitad de los encuestados sabe qué es un e-book (48%), de los cuales un 14% ya han leído alguno y un 3,6% lo hace de forma habitual. Un 44,5% piensa que, en el futuro, los libros electrónicos y los de papel compartirán el mercado, aunque un tercio piensa que los libros “tradicionales” seguirán siendo los más leídos y un 17% apuesta firmemente por el formato electrónico como el principal dentro de unos años.