Escritores y sin embargo, parejas (II)
En otra entrada veíamos varios ejemplos de escritores emparejados con gente del gremio, tanto autores como editores, agentes, publicistas, traductores o fotógrafos. Prosigamos.
Una de las edades de oro de las relaciones creativas se produjo en los primeros años del siglo XX, tanto en París como en Inglaterra. En un ejercicio de creatividad literaria, no cuesta nada imaginarse las vidas cruzadas de tres de estas relaciones, cuyos caminos debieron de confluir en más de una ocasión, documentada o no.
Observarán que no empleo el término pareja porque, en ocasiones, las relaciones iban algo más allá. ¿Cómo obviar el trío que formaron Henry Miller, su mujer June y Anaïs Nin? ¿Algún crítico o estudioso podría ilustrarnos con un diagrama de barras que nos mostrara qué miembros del Círculo de Bloomsbury estuvieron o dejaron de estar liados con qué otros?
A veces la cosa era menos convencional para los parámetros de la época, como la relación entre Gertrude Stein y Alice B. Toklas, dos de los pilares de la Generación Perdida en París. Y qué decir de la que mantuvieron Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir…
Si nos ceñimos a nuestras fronteras, resulta obligado hablar de Rafael Alberti y María Teresa León, otra de esas relaciones de larguísima duración en las que a veces resulta difícil distinguir dónde termina uno y dónde comienza el otro. Pruebe el lector a alternar las lecturas de Memoria de la melancolía y La arboleda perdida, dejar pasar un tiempo, evocar pasajes concretos de ambas y ¡descubrir que ya no sabe a cuál de las dos obras pertenece!
Alberti y León eran dos talentos con inquietudes temáticas y artísticas similares, pero otras sociedades igualmente talentosas suelen llevar unas trayectorias literarias casi antitéticas de las de sus parejas. ¿Qué puntos de encuentro hay entre las obras de Almudena Grandes, la autora de novelones como Las edades de Lulú o Inés y la alegría, y las de su esposo Luis García Montero, uno de los mejores poetas españoles vivos? ¿En qué punto se dan la mano Manolito Gafotas, la genial creación de Elvira Lindo, y novelas fundamentales del último tercio de siglo como Beltenebros, El jinete polaco y Ardor guerrero, de Antonio Muñoz Molina?
Una pareja que tuvo claro que la mejor manera de potenciar sus respectivas obras era escribir en colaboración fue la que formaron Catherine L. Moore y Henry Kuttner, a veces bajo el seudónimo de Lewis Padgett y a veces con sus verdaderos nombres. Juntos crearon algunos de los relatos más entrañables de la llamada Edad de Oro de la ciencia ficción.
Aunque claro, en ocasiones las parejas se rompen de mala manera, y no solo resulta imposible la colaboración sino que además afloran los egos o incluso los talentos ocultos. El caso más singular al respecto es el de Joan D. y Vernor Vinge. La primera fue forjando una sólida carrera como autora de ciencia ficción a finales de la década de 1970, que culminó con obras como Ojos de ámbar y Reina de la nieve, y comenzó un lento declinar durante las dos décadas siguientes… justo cuando la carrera literaria de su ya exmarido, que hasta aquel momento había sido mediocre, por decirlo fino, comenzó a despegar con clásicos indiscutibles del ciberpunk, la ciencia ficción dura y del space opera como True Names, la serie de las Burbujas (La guerra de la paz y Naufragio en tiempo real) y Un fuego sobre el abismo, respectivamente.