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Gabriella Campbell (Página 7)

Consejos para escribir de grandes autores (I)

AutorGabriella Campbell el 18 de marzo de 2013 en Divulgación

Hemingway

Es frecuente encontrar en Internet listas de consejos de autores famosos para aquellos que buscan mejorar en el arte de la escritura. Estas pequeñas joyas de sabiduría, algunas muy ocurrentes y otras más obvias y manidas, nos dicen mucho además del escritor de quien surjan. Pero esta vez hemos decidido ofreceros una lista de lo mejor de estas listas; es decir: una lista de grandes consejos de grandes autores. Esta lista no es solo para aquellos que escriben, sino que también son interesantes desde el punto de vista del lector; nos ayudan a entender mejor el proceso de creación de un texto y, por ende, el mismísimo texto.

1. Empezamos por Ernest Hemingway. Hemingway no escribió ningún tratado ni ensayo concreto sobre el arte de escribir, pero sí que opinó bastante al respecto en cartas, artículos y algún que otro pasaje en sus libros. Aconsejó mucho; pero sus apuntes más prácticos son, tal vez, los que se refieren a la brevedad (indispensable, según él) y qué hacer en los ratos en los que no estás sentado escribiendo: Lo mejor es parar de escribir cuando vayas bien, cuando sabes qué va a ocurrir a continuación. Si haces eso todos los días mientras escribes una novela, nunca te atascarás. Esta es la cosa más valiosa que puedo decirte, así que procura recordarla. Del mismo modo, decía que el escritor no debía pensar en su texto cuando no estaba escribiendo, de esta manera tu subconsciente trabajará en ella (la historia) todo el tiempo. Pero si piensas en ella o te preocupas por ella, la matarás, y tu cerebro se cansará incluso antes de que empieces a escribir.

2. Seguimos con F. Scott Fitzgerald. El autor de El gran Gatsby tenía mucho que decir acerca del oficio de las palabras, e insistía en la importancia de los verbos frente a los adjetivos. Decía en una carta que escribió a su hija en 1938 que toda la prosa de calidad se basa en los verbos, que cargan con el peso de las frases. Los verbos hacen que las frases se muevan. En un artículo de 1933 que publicó en el Saturday Evening Post, insistió en la importancia de ser objetivo con el texto de uno, de no apegarse demasiado a este y de recortar y eliminar sin misericordia. Para él era fundamental deshacerse de todo lo que no funcionara, aseguraba que aquí era donde realmente se veía si un escritor era profesional o no: Surgen ocasiones a menudo en las que dicha decisión es aún más difícil. Por ejemplo, en la última parte de una novela, donde nos resulta impensable eliminar toda la obra, pero donde debemos sacar a rastras, por los talones, gritando, a un personaje favorito, que en el proceso se lleva media docena de buenas escenas con él. Otro de sus consejos más conocidos es el siguiente: Deshazte de todos los signos de exclamación. Los signos de exclamación son como reírte de tu propio chiste.

En la siguiente entrega de esta lista, os ofreceremos más palabras sabias sobre el arte de la escritura de mano de aquellos que sabían lo que se hacían. Con todo, cuanto más investiga uno y más consejos busca, encuentra algo que se repite, una y otra vez, como un mantra: Escribe. Lee. Escribe. Lee. Escribe. Y entonces escribe un poco más. No hay nada más importante para aquel que quiere aprender de los grandes.

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Simon Armitage, el regreso del trovador

AutorGabriella Campbell el 15 de marzo de 2013 en Divulgación

Simon Armitage

Hoy en día, el trabajo del escritor está integrado, como cualquier otra labor, en el sistema económico; por lo menos en el mundo occidental. El escritor ofrece un producto, el texto artístico, y recibe una remuneración por su trabajo (o por lo menos, así sería en una situación ideal, en la que el producto tiene una demanda suficiente como para generar beneficios). Si el texto no es de interés para el público y sus intermediarios (las editoriales, distribuidoras y puntos de venta), el escritor no recibe remuneración alguna, como en el caso de cualquier otra venta, de cualquier otro servicio que tenga que competir en un entorno capitalista.

¿Qué ocurre cuando el escritor sale del sistema, cuando el producto ya no es una mercancía pura y dura, un elemento de ocio por el que, con suerte, recibe dinero? ¿Qué ocurre cuando el escritor, el artista, el poeta, ofrece su trabajo a cambio de cosas que no son dinero? ¿Qué ocurre cuando recurre a otros sistemas, como el modelo tradicional de trueque?

Algo así es lo que se ha planteado Simon Armitage, un poeta y novelista británico que no se limita a cosechar reconocimiento con su obra (ha sido finalista y ganador de algunos de los premios de poesía más prestigiosos del país que lo vio nacer), sino que de vez en cuando se mete en proyectos más que curiosos. Así, en 2010 recorrió a pie lo que se conoce como el Pennine Way, un caminito de 430 km que comienza en el centro rural de Inglaterra y que llega hasta la frontera con Escocia; y partió sin un mísero penique en el bolsillo. ¿Cómo lo hizo? A la antigua usanza, intercambiando poesía por comida, alojamiento y, sí, en ocasiones dinero.

El viaje de Armitage en el 2010 no fue fácil, como podréis imaginar. Anunció su recorrido en su página web, y solicitó en esta alojamiento, comida y compañía para el camino; hubo días en los que viajaba acompañado por otros poetas y amantes del senderismo. Otros iba solo; se perdió a menudo. Tras cada lectura, pasaba un calcetín a la espera de amables donaciones y este se llenaba no solo de monedas, sino de tiritas para sus ampollas, sobrecitos de salsa, galletas, naipes y todo tipo de obsequios bizarros. Narró todos los detalles de su viaje en el popular libro Walking Home.

Y este año lo hará de nuevo, si bien esta vez visitará la costa inglesa, desde un pueblecillo de Somerset hasta uno de Cornwall, sin dinero, solo con su poesía. Recitará, como ya hizo en el 2010, en tabernas, en colegios y hasta en casas particulares. Uno podría argumentar, claro, que Armitage es conocido en su país y que es un artista de éxito. Pero es poco probable que los que comparten cervezas con él en algún pub perdido en mitad de la nada hayan oído hablar de sus libros de poesía, de sus documentales en la BBC o incluso de su título de comendador de la Orden del Imperio Británico. No es el primer poeta que atraviesa los campos a pie, de hecho se decía del poeta Wordsworth que gustaba tanto de andar e inspirarse en el medio rural que había andado casi 300000 km en total, a lo largo de toda su vida. Ahí es nada.

En una lengua que no es la tuya

AutorGabriella Campbell el 12 de marzo de 2013 en Divulgación

Nabokov

Cualquiera que se haya atrevido alguna vez con aquello de escribir (y quién no) sabe muy bien de la dificultad de encontrar la palabra exacta, de crear la estructura adecuada, de ordenar los sonidos de modo agradable, de construir un ritmo atractivo. Jugamos con un material complejo, sujeto a reglas interminables (y con frecuencia variables, y si no que se lo digan al pobre sólo) de ortografía, gramática y hasta tipografía, por no hablar de la semántica y el intangible mundo del sentido, de los confusos parámetros del acervo cultural y hasta la caja de cristal de lo socialmente permitido y aceptable, de lo político y emocionalmente correcto.

Todo eso, con un solo idioma.

Lo increíble es encontrar a aquellos autores que lo hacen no solo con una, sino con dos o tres lenguas distintas. Encuentran nuevos sonidos, nuevas posibilidades, nuevas realidades con las que jugar. ¿Os acordáis de Vladimir Nabokov, que escribió Lolita en inglés, y que luego la tradujo, él mismo, a su ruso nativo? Uno no puede dejar de admirar su habilidad para asimilar varios sistemas lingüísticos, y su pericia al utilizarlos con fluidez. O tal vez sea, como afirman los políglotas de pro, que cuantos más idiomas conoces más rápido aprendes otros. A lo mejor, cuantos más idiomas conoces, mejor percibes todo lo que se ubica en el significante: toda la magia de la sonoridad universal, de una estética extrañamente común; y a la vez lo que subyace en el significado también adquiere nuevas y maravillosas ramas y delirios. ¿Es precisamente este bilingüismo lo que le concede a Nabokov la belleza de su forma? ¿Es esta mente dividida en varios idiomas (inglés, francés, ruso) la que sabía saltar de un sonido a otro, de un vocablo a otro, de un constructo a otro, para ofrecerle al lector aquello que era hermoso y mortífero a la vez? Desde luego no es un talento que desarrolle cualquiera, como atestigua la existencia de tantísimos grupos y solistas hispanohablantes que ofrecen letras en inglés (y un terrible viceversa) para abrirse al mercado musical, por poner un ejemplo claro, sencillo y muy actual.

Nabokov no fue el primero, ni el último, en una larga lista de autores que han escrito en lenguas no nativas, en idiomas que no eran aquellos con los que aprendieron a hablar, y que han sabido hacerlo con profesionalidad y maestría. Otro de los más conocidos es Joseph Conrad que, a pesar de que era polaco y no aprendió inglés hasta que ya era adulto (y parece ser que siempre lo habló con un acento muy marcado), pudo ofrecerle al mundo una obra de la talla de El corazón de las tinieblas. A pesar de su admirable dominio de la lengua inglesa, Conrad afirmaba que era un suplicio pelear con un idioma que no era del todo suyo: In writing I wrestle painfully with (this) language which I feel I do not possess but which possesses me (Al escribir lucho de forma dolorosa con esta lengua que siento que no poseo, sino que me posee a mí). Para otros, no obstante, su conocimiento más limitado de un segundo idioma le permite liberarse de artificios y de paja, para encontrar una prosa más limpia e inocente, como asegura la escritora Anchee Min, de origen chino y afincada en EEUU.

¿Qué otros autores y obras conocéis y recomendáis que hayan salido de la pluma, bolígrafo u ordenador de un escritor políglota, de alguien que lucha de forma dolorosa con una lengua que no posee? Esperamos vuestras sugerencias, como siempre, en los comentarios.

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Los 120 días de Sodoma vuelve a casa

AutorGabriella Campbell el 5 de marzo de 2013 en Noticias

Saló - 120 días de Sodoma

Devolvednos nuestro tesoro aberrante es más o menos lo que le ha venido a decirle la BnF (Bibliothèque nationale de France) a los herederos de un coleccionista suizo de erótica, Gérard Nordmann, que tienen en su posesión el manuscrito original de Los 120 días de Sodoma. Se trata de una creación que, en palabras de su comprador potencial, Bruno Racine, director de la biblioteca, es depravada y “la pieza más atroz, extrema y radical de Sade, si bien luego añade pero no vamos a juzgarla.

La historia del manuscrito es, ya de por sí, digna de una novela de aventuras a lo Alejandro Dumas. El marqués lo escribió en unas hojas pequeñas y estrechas de papel que formaban un largo rollo que escondía entre los resquicios de la pared de su celda en la Bastilla. Justo antes del ataque contra la Bastilla en 1789, transfirieron a Sade a un manicomio, y lloró con amargura la pérdida de su manuscrito. Con el tiempo el texto fue recuperado, vendido, revendido y publicado.

En 1929 lo compró el vizconde de Noailles, cuya esposa era descendiente directa de Sade. Lo heredó su hija, quien se lo confió a su amigo editor Jean Grouet, quien resultó ser un timador en toda regla. Grouet le vendió el texto al ya mencionado Nordmann, por unos 44000 euros, en 1982. Por supuesto, la familia Noailles lo denunció, y el Tribunal Supremo francés ordenó que se le devolviera el manuscrito. Por una serie de razones legales (Suiza todavía no había firmado el tratado de la Unesco para la restitución de objetos culturales robados), los Noailles tuvieron que volver a llevar el caso a juicio, esta vez en la patria de Nordmann, que determinó lo contrario que la corte francesa. Todo este tiempo, el manuscrito ha seguido en Suiza, pero tras el fallecimiento de Nordmann sus herederos han expresado su intención de venderlo a un coleccionista francés. Para los herederos de los Noailles, aunque esto significaría el regreso de la obra a su país de origen, sería inaceptable. Desean que pase al patrimonio de su país, a la Biblioteca Nacional.

Y aquí entra Bruno Racine, responsable de la compra de documentos fundamentales como el archivo completo de Foucault, dispuesto a pagar más de tres millones de euros para conseguirlo. Eso sí, el dinero saldría del bolsillo de donantes particulares. Quién sabe si entre ellos estará el donante anónimo que en su momento permitió que Racine recuperara para Francia las memorias del famosísimo Casanova.

Los 120 días de Sodoma es un texto pervertido en el sentido más peyorativo del término. Narra la historia de cuatro hombres poderosos y adinerados que secuestran a un grupo de jóvenes y los someten a todo tipo de vejaciones y tortura (Pasolini supo adaptarlo de manera estremecedora para el cine, con una versión claramente crítica para con el fascismo). Abre una vez más la discusión acerca de la moralidad (o falta de ella) en el arte, pues habrá muchos que consideren que un texto de este tipo no puede ser tesoro nacional. Pero Sade fue un escritor revolucionario que pudo trastocar los conceptos de bien y de mal respecto a la sexualidad, al mismo tiempo que la obra podría interpretarse como una crítica feroz a los extremos y a la corrupción del poder; en cualquier caso la calidad de sus escritos y lo que han significado para la historia de la literatura superan, con creces, el horror de su contenido.

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Digital y papel, un nuevo enfrentamiento

AutorGabriella Campbell el 2 de marzo de 2013 en Opinión

ebook futuro lectura comprensión

¿Es mejor leer en papel o en ebook? Esta debe de ser una de las preguntas que más se han realizado (y contestado) en los últimos tiempos dentro del mercado editorial y del mundo de la lectura en general. Hay respuestas para todos los gustos: están los nostálgicos del papel, aquellos que hablan de su comodidad visual, su tacto y su olor, aquellos que asocian contenidos emocionales con el contenido impreso; y por otro lado están los que defienden lo electrónico, su aspecto práctico y las posibilidades que ofrece por sus aplicaciones y diseño. También es cierto que los lectores electrónicos de hoy en día, con su ligereza, sus pantallas anti-brillo y todo lo demás, tienen poco que ver con los primeros e-readers que aparecían poco a poco, aquellos que pensamos que nunca podrían sustituir al papel.

Para muchos se trata de una discusión sin ganador ni perdedor; disfrutan de las ventajas de ambos formatos, aunque la mayoría sigue teniendo vínculos sentimentales con la obra impresa. Y esto ha influido de manera notable en la recepción que ha tenido un estudio reciente que pretendía demostrar, de una vez por todas, cuál de los dos formatos era más cómodo para la lectura. El Dr. Schlesewsky, un profesor del departamento de Literatura y Lingüística de la universidad alemana Johannes Gutenberg de Maguncia, publicó los resultados de su experimento en uno de los periódicos más importantes de su país, y la respuesta de los lectores fue apabullante: no aceptaban lo que Schlesewsky tenía que decirles: que, desde un punto de vista estrictamente científico, no nos cuesta más leer en ebook que en papel.

Parece ser que en Alemania hay una creencia bastante generalizada (me atrevería a decir que hasta cierto punto en España también) de que el lector electrónico ofrece una lectura más pobre, una comprensión lectora menor a la del libro impreso. Según Kretzschmar, otro de los responsables del estudio iniciado por Schlesewsky, lo que la gente percibe y cómo interpreta su propio comportamiento no es lo mismo que lo que te dicen los datos de los mismos sujetos al realizar una prueba lingüística. Aunque tú insistas en que te cuesta más leer en un formato que en otro, esa no tiene por qué ser la realidad objetiva de lo que está ocurriendo en tu cerebro.

Ayudados de una tecnología que les permitía monitorizar el movimiento del ojo y de sensores EEG para medir el voltaje de la actividad theta del cerebro (directamente relacionada con la codificación y recuperación de la memoria), el equipo científico de varias universidades alemanas pudo trabajar en colaboración con grupos de lectores de diferentes edades para determinar las diferencias entre la lectura en ebook y en papel. Los profesionales descubrieron que la actividad era la misma, tanto en movimiento visual como en actividad cerebral, para la lectura en tres formatos diferentes: papel, lector electrónico y tableta; si bien la mayor parte de los participantes, en una ronda de preguntas anteriores a la prueba, había especificado que preferían la lectura en papel que la realizada en un soporte electrónico. La única pequeña variación surgía con el grupo de adultos de mayor edad (de 60 a 77 años), que demostraba menor nivel de actividad al utilizar una tableta; es decir, que les costaba menos esfuerzo, tal vez por el tamaño mayor de la pantalla. Podéis leer el informe completo del estudio aquí (en inglés).

Todo esto da a entender que, independientemente de nuestras tendencias subjetivas, el esfuerzo y el proceso de comprensión del texto es el mismo, leamos en el soporte que leamos (siempre que este tenga unas condiciones mínimas, claro, no creo que los monitores de ordenador de hace quince años o las pequeñas pantallas de los teléfonos móviles sean comparables con los soportes que se utilizaron en las pruebas mencionadas). Es interesante reconocer hasta qué punto somos animales de costumbre, y hasta qué punto nos agarramos a determinados elementos por pura fijación emocional o nostalgia.

No hay nada como el olor de un libro nuevo, es cierto. Pero lo que ya no podremos argumentar es que leer ese libro en papel sea más fácil o más cómodo para nuestra mente que un .mobi, .pdf o similar en nuestro soporte electrónico favorito.

Patricia Cornwell y el extraordinario caso de los millones desaparecidos

AutorGabriella Campbell el 28 de febrero de 2013 en Noticias

Patricia Cornwell

Si habéis oído hablar de la autora estadounidense Patricia Cornwell, es probable que conozcáis algo de su obra y os suene Kay Scarpetta, la protagonista de la mayor parte de sus novelas de intriga médica. Cornwell ha afirmado en varias ocasiones que ella tiene muchos rasgos en común con Scarpetta, en el sentido de que ninguna de las dos ha tenido una existencia fácil, y ambas mantienen (o han mantenido) una relación muy difícil con su padre. Del mismo modo que a su personaje, a Cornwell no le ha importado realizar ella misma determinadas investigaciones para llegar al fondo de cuestiones importantes, y su vena detectivesca ha sido una parte importante de su vida personal.

Cornwell ya ha sido noticia en varias ocasiones, debido a su atribulada carrera tanto privada como profesional. Durante un tiempo, dedicó una gran cantidad de energía y tiempo a la figura de Jack el Destripador (la escritora argumenta que su identidad era Walter Sickert, un pintor de la época) y se le ha acusado incluso de haber dañado un cuadro de Sickert durante el proceso de investigación. El escándalo la ha perseguido de una manera u otra: entre 1991 y 1992 tuvo una relación con Margo Bennet, una agente del FBI casada a quien luego su marido intentó asesinar (aunque parece ser que esto no tenía nada que ver con Cornwell). En 1993, sufrió un accidente mientras conducía ebria, por lo que pasó 28 días en un centro de rehabilitación. En 2007 ganó finalmente el juicio contra Leslie Sachs, un escritor que la había acusado de plagio y que se dedicaba a acosarla por Internet. Pero el caso más largo y penoso para la autora ha sido, sin duda, aquel que la ha enfrentado a su antiguo asesor financiero, la empresa Anchin, Block & Anchin, a quien pagaba un mínimo de 40000 dólares al mes para manejar sus asuntos económicos. Parece ser que la asesoría se embolsó una cantidad importante de dinero de la escritora, además de manejarle tan mal las finanzas que Cornwell estimaba que les debía pérdidas de decenas de millones de dólares.

Lo curioso es que, sea o no cierto que la empresa financiera engañara e hiciera perder dinero a la autora, algunas de las premisas de la escritora no dejan de ser un tanto ridículas. Cornwell asegura que parte del dinero perdido se debe a que perdió un contrato con su editorial al no cumplir con una fecha de entrega por culpa de la financiera. Según la escritora, la empresa se había comprometido a conseguirle un alojamiento en condiciones para que pudiera trabajar mientras redecoraban su casa y, al no cumplir con lo acordado, el estrés y desbarajuste de su hogar afectaron de tal modo a Cornwell que ya ni sabía lo que estaba escribiendo. La empresa financiera ha insistido también en que las pérdidas de la autora no se debían a ninguna negligencia ni malversación por su parte, sino que eran ocasionadas por la crisis económica y los hábitos despilfarradores de la escritora, quien gusta de Ferraris, helicópteros y alquileres de pisos a precios absurdos. Sea como sea, Cornwell ha terminado por ganar la partida, y Anchin ha tenido que desembolsar casi cincuenta y unos millones de dólares (más de 38 millones de euros), una cifra de lo más jugosa para una mujer que bate récords en esto de las ventas de libros.

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Los libros más caros del 2012

AutorGabriella Campbell el 20 de febrero de 2013 en Noticias

Wild Things - Dedicado

Una vez más, Abebooks, uno de los mayores distribuidores y vendedores de libros raros y de segunda mano del mundo (en el mundo hispanohablante son conocidos como Iberlibro http://www.iberlibro.com/), ha hecho pública su lista de las ventas más caras que realizó el año pasado. Echémosle un ojo a los títulos que más recaudaron durante el 2012:

1. Uranometria: omnium asterismorum continens schemata, nova methodo delineata, aereis laminis expressa, de Johann Bayer (que según la Wikipedia sería algo así como Uranometría, conteniendo las cartas de todas las constelaciones, delineadas usando un nuevo método y grabadas en placas de cobre). Un atlas estelar alemán de 1603, en su primera edición, que se vendió por nada menos que 47729 dólares (35727,5 €).

2. Casino Royale, de Ian Fleming. Una primera edición firmada de 1953 de la primera novela de Fleming protagonizada por James Bond, con dedicatoria incluida, por 46453 dólares (34772 €).

3. Die Verwandlung (La metamorfosis) de Franz Kafka. Otra primera edición, que contiene 73 páginas de novela corta y cinco páginas adicionales al final con anuncios publicitarios. Todo por 30000 dólares (22456 €).

4. Una Biblia en latín de 1491. Se trata de una copia impresa por Johann Froben en Basilea. Fue la primera Biblia que se imprimió en octavo, por lo que era mucho más fácil de transportar y mucho más económica que las Biblias anteriores, muy voluminosas y pesadas. 26200 dólares de nada (19611 €).

5. Where the Wild Things Are, de Maurice Sendak. Una primera edición de la obra que en nuestro país se publicó como Donde viven los monstruos, firmada por el autor. El libro es de 1963 y tenía el precio nada desdeñable de 25000 dólares (18713 €). La reciente muerte de Sendak habrá revalorizado con toda seguridad estas ediciones, ya difíciles de encontrar.

Los siguientes de la lista incluyen una primera edición firmada por Louisa May Alcott de Little Women (Mujercitas), en dos volúmenes; una biblia políglota de 1599-1602 editada por Elisa Hutter; un libro de horas que perteneció a Etienne de Poncher, arzobispo de Tours (Francia), entre 1551 y 1552, que destaca por sus maravillosos miniados de animales; la Cosmographia de Petrus Apianus (un libro de astronomía y geografía de 1551) y Les ruines des plus beaux monuments de la Grece, de Julien-David Le Roy, una segunda edición de estos dos volúmenes de arquitectura, que aparecieron originalmente en 1758 y que ofrecían la primera descripción profesional de la Acrópolis de Atenas. Ninguno de estos ha bajado de los 15000 €.

Aunque algunas de estas compras las habrán realizado comerciantes profesionales, intermediarios que se dedican a negociar con libros como forma de vida, no hay duda de que otros serán coleccionistas que se gastan 18000 € en una obra de hace unos siglos como quien se compra una prenda de diseño, un coche o unas vacaciones en otro continente. Cuando uno lee estas listas, no puede evitar preguntarse si, de disponer del mismo dinero y del mismo afán por el libro como objeto físico, invertiría cantidades similares en una compra similar. ¿Qué opináis? ¿Estaríais dispuestos a soltar 15000 € de golpe por una primera edición firmada de vuestro libro favorito, por ejemplo? ¿Cuál es el mayor desembolso que habéis realizado en este sentido? Esperamos vuestros comentarios.

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AutorGabriella Campbell el 13 de febrero de 2013 en Divulgación

Quejas de escritores

Como decíamos en la primera parte del artículo, Philip Roth se ha retirado. Ha anunciado que no escribirá más. Dos semanas antes de la primicia, que surgió de una entrevista del escritor con una revista francesa, aconsejó a un joven novelista que abandonara el cruel mundo de la escritura, ahora que todavía podía.

Con 78 años, asegura que no ha escrito nada en los últimos tres años, que no escribirá más novelas. Tras una vida entera dedicada a la creación literaria, con una lista interminable de títulos publicados, tampoco es tan sorprendente que el escritor haya decidido descansar y dedicarse a otras cosas. Lo que sí resulta más curioso es su actitud de conclusión, de resignación ante un periodo de su vida que ha finalizado. A los 74, consciente de que sus años restantes podían estar contados, se dedicó a releer sus libros favoritos y sus propias obras, en orden cronológico inverso. Tras esto, decidió que ya había terminado con la ficción, que no quería leer ni escribir más. Asegura que ha dedicado su vida a la novela: ha estudiado, ha enseñado, ha escrito y ha leído. Excluyendo casi todo lo demás. Considera que ya es suficiente, y que ya no siente ese impulso fanático por escribir que ha tenido toda su vida.

No obstante, sus palabras a Tepper parecen haber irritado a algunos escritores, todavía muy enamorados del arte de escribir. Destaca la respuesta de Elizabeth Gilbert, autora de superventas como Come, reza, ama, que fue adaptado a la gran pantalla recientemente y que ha obtenido un éxito extraordinario. Gilbert le contestó a Roth en la web sobre libros Bookish.

Porque, en serio, ¿es tan difícil escribir? Sí, lo es, lo sé por propia experiencia, ¿pero tanto más difícil que otras profesiones? ¿Es más difícil que trabajar en una planta siderúrgica, o criar a un hijo si eres madre soltera o padre soltero, o pasarte tres horas al día en el metro para llegar a tu aburrido trabajo de oficina, o lavar la ropa en una residencia de ancianos, o dirigir una planta de hospital, o despachar equipaje, o cavar fosas sépticas, o ser camarero en una tienda de delicatessen, o cualquier otra cosa que hagan otras personas?

Así que ya sabéis, amigos escritores, la próxima vez que os quejéis de que os duelen los riñones y la espalda después de tantas largas horas sentados delante del ordenador (las mismas que pasa un diseñador web o un traductor o un administrativo), de la tremenda frustración y estrés que tenéis que soportar (la misma que soporta un programador informático, un ilustrador o cualquiera que trabaje en atención al cliente) y la escasísima remuneración de vuestro oficio (la misma que cualquier trabajador que obtiene una retribución ridícula por muchísimas horas de esfuerzo, que en España de esos tenemos unos cuantos), recordad las palabras de Gilbert. No es tan horrible, y podría ser mucho peor. No estáis picando en la mina, precisamente.

Aunque, a quién voy a engañar, yo estoy con Roth. Pocas cosas hay tan ingratas como el arte de la escritura. Y todavía es temprano para Gilbert que, con sus millones de ventas a nivel mundial y su edad relativamente joven, está muy lejos de los 78 de un Roth que ha terminado saturado de una vida dominada por completo por una obsesión que le ha permitido muy poco tiempo para cualquier otro interés, afición o trabajo. ¿Y con quién estáis vosotros? Entendéis las duras palabras de Roth a Tepper o creéis, como Gilbert, que su consejo es un tanto amargo y quejica? Esperamos, como siempre, vuestras opiniones en los comentarios.

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AutorGabriella Campbell el 12 de febrero de 2013 en Divulgación

Philip Roth

Imagínate que estás en tu bar favorito y de repente descubres en la mesa de al lado a tu ídolo, a ese escritor a quien siempre has admirado y que te ha inspirado desde que leíste, hace ya años, la primera obra de su autoría que cayó en tus manos. Sabes que no volverás a tener una oportunidad como esta, así que reúnes todo tu coraje y te acercas a saludarlo y a ver si, por alguna suerte extraordinaria, estaría dispuesto a leer tu libro y darte su opinión. Imagínate que, en vez de aceptar, el escritor te dijera que desistieras, que la vida del escritor es dura y está repleta de frustraciones y de insatisfacción (aunque esta podría ser una maniobra habitual del susodicho para quitarse de encima a pesados aspirantes a juntaletras). Más allá de la conveniencia de darle tu libro a un escritor famoso (¿cuántas veces le habrá ocurrido lo mismo, cuántos manuscritos y obras publicadas llegarán a sus manos? Es probable que ¿le importaría leerse mi libro de 652 páginas? no sea lo que más le apetezca escuchar cuando está tomándose una cerveza o un café con toda tranquilidad), es posible que consiga que te lo pienses dos veces antes de volver a ponerte delante del teclado del ordenador y enfrentarte a la hoja en blanco del Word (o de cualquier otro procesador de texto, ya sea informático o manual).

Algo similar le ocurrió a Julian Tepper, mientras trabajaba en una tienda de delicatessen (una deli estadounidense, o un establecimiento donde se venden y se consumen alimentos selectos) a la que solía acudir el conocidísimo autor Philip Roth. Tepper, un gran admirador de la obra de Roth, le regaló un ejemplar de su primera novela, Balls (Pelotas), que acababa de ser publicada. Roth fue muy amable y aceptó el regalo con gusto, pero también le dijo que dejara de escribir. Sus palabras fueron:

Yo lo dejaría ahora que puedes. De verdad. Es un campo horrible. Tortura. Escribes y escribes, y entonces tienes que tirar la mayor parte porque no está a la altura. Yo te diría que lo dejases ahora. No quieres hacerte esto a ti mismo. Este es mi consejo.

Podéis leer la historia completa, de boca del propio Tepper, en el Paris Review (en inglés). Eso sí, la respuesta de este fue de lo más sincera y realista: Es demasiado tarde, señor Roth. Ya no hay vuelta atrás. Estoy dentro.

Dos semanas después de este encuentro con Tepper, Roth anunció que se retiraba del mundo de la escritura, y que la obra Némesis sería su último libro. Seguiremos hablando de la jubilación de Roth y de la respuesta de otros escritores a su consejo para Tepper en la segunda parte del artículo. Porque no todo el mundo está de acuerdo con sus palabras acerca del torturado oficio de escribir, como era de esperar.

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Lecturas maratonianas: ¿Una nueva vida para el libro?

AutorGabriella Campbell el 7 de febrero de 2013 en Opinión

Leer en público

Por mucho amor que le tengamos al papel de un libro o a la pantalla de nuestro ebook, sabemos que hay otras maneras de leer, y algunas nos pueden resultar muy atractivas. Hay dos que tienen bastante peso en el mundo anglosajón, pero que en nuestro país no terminan de cobrar la misma importancia: Por una parte tenemos el audiolibro y, por otra, las lecturas en grupo.

Ya hemos hablado de lo aburridas que pueden llegar a ser las lecturas en presentaciones y actos similares, ya sea en España o en cualquier parte del mundo, y de cómo algunos escritores se han planteado si esta forma de promocionar sus obras es la más adecuada. Pero parece que comienza a ponerse de moda otra forma de llevar a cabo estas lecturas, que no involucraría al escritor, sino solo a sus propios seguidores. Hablamos de las lecturas públicas maratonianas.

Por estos lares ya hay costumbre de leer El Quijote por turnos como plato fuerte de determinados actos culturales (sin duda una forma más amena de enfrentarse a un texto que, sobre todo para los lectores más jóvenes, puede resultar arduo, pero que no es el único al que se le pueden dedicar horas de lectura en grupo). Desde hace un tiempo se pone de moda celebrar grandes encuentros de lectura interactiva en Estados Unidos, si bien sus características son bastante diferentes a las que solemos encontrar por aquí. Estos encuentros son un nuevo punto de reunión, el nuevo lugar in adonde acuden las jóvenes promesas, los bohemios a la última y las estrellas del periodismo cultural a dejarse ver e incluso a turnarse para ofrecer su propia representación, sobre un altar/escenario, de un pasaje de texto clásico. Artistas, escritores y músicos leen en alto, uno a uno, en un proceso que puede llevar muchísimas horas, como la lectura de Moby Dick que se celebró en noviembre en varias librerías independientes de Nueva York. Esta en concreto se realizó durante tres jornadas, cada una de ocho horas. La idea era que uno podía entrar y quedarse cuando quisiera y el tiempo que quisiera; para la de Moby Dick aguantaron las 24 horas completas cuatro personas, a las que se les premió al final con pequeños obsequios. Algunos de ellos nunca habían leído el libro, por lo que esta maratón fue su primer contacto con él (aquí podéis leer un artículo en inglés del Wall Street Journal sobre el acto).

Es precisamente este toque de glamour cultural lo que diferencia a estas jornadas de otros tipos de lecturas públicas y literarias. Se ofrece, así, como alternativa a otras actividades sociales: en vez de ir a tomar un café o una cerveza con los amigos uno se los puede llevar a un acto que promete embelesar; por lo menos en lo que se refiere a gran parte de los que suben a leer, artistas de talento reconocido a la hora de hipnotizar a su audiencia. Desconozco si en España se están llevando a cabo iniciativas de este mismo nivel, con un fuerte componente social, interdisciplinar (por la participación de músicos, actores, etc. que ofrecen versiones originales y diferentes a la lectura clásica) y de entretenimiento. Si es así, no dejéis de recomendárnoslas en los comentarios. Ya nos está faltando tiempo para empezar a crear actos de este tipo, que sirvan además para atraer usuarios y clientes a bibliotecas y librerías.

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