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Gabriella Campbell (Página 45)

Los peores títulos del año

AutorGabriella Campbell el 20 de febrero de 2009 en Divulgación

Baboon

Qué mejor forma de combatir el aburrimiento que crear un concurso de títulos absurdos de libros. Eso pensó Bruce Robertson del Grupo Diagram durante la Feria del Libro de Frankfurt, por lo que desde 1978 y mediante votación popular dicho grupo ha ido eligiendo los títulos más raros de los libros publicados durante cada año.

El primero en ganar llegó desde la Editorial de la Universidad de Tokio, un libro titulado Proceedings of the Second International Workshop on Nude Mice (Actas del Segundo Taller Internacional sobre Ratones Desnudos), y este año nos encontramos con seis finalistas más que interesantes:

Baboon Metaphysics (La metafísica de los babuinos), de Dorothy L. Cheney y Robert M Seyfarth, (Chicago University Press).

Curbside Consultation of the Colon (Consultas informales sobre el colon) de Brooks D Cash (SLACK Incorporated).

The Large Sieve and its Applications (El colador grande y sus aplicaciones), de Emmanuel Kowalski (Cambridge University Press).

Strip and Knit with Style (En este caso el libro da lugar a un juego de palabras no intencionado con “strip”, que se refiere a arrancar tiras de tela, con el significado de desnudarse, de hacer un strip-tease), de Mark Hordyszynski (C&T).

Techniques for Corrosion Monitoring (Técnicas para supervisar la corrosión) de Lietai Yang (Woodhead).

The 2009-2014 World Outlook for 60-milligram Containers of Fromage Frais (Perspectiva mundial de los contenedores de 60 miligramos de queso fresco del 2009 al 2014), del Profesor Philip M Parker (Icon Group International).

Teniendo en cuenta que el ganador del año pasado fue If You Want Closure In Your Relationship, Start With Your Legs (Si realmente quieres cerrar tu relación, empieza con tus piernas), el resultado promete ser interesante.

Vía: The guardian

Corazón de tinta: ¿Quién es Cornelia Funke?

AutorGabriella Campbell el 15 de febrero de 2009 en Divulgación

Corazón de tinta

Desde el fenómeno J.K. Rowling, los medios no han parado de buscarle sucesores, imitadores, seguidores y herederos a la triunfadora maestra de jóvenes magos. Nuestra propia Laura Gallego, la crepuscular Stephanie Meyer, el dragonil Christopher Paolini: cada país parece tener su modelo de literatura fantástica superventas. Así, Alemania tiene a Cornelia Funke, si bien sus historias parecen tener más en común con las de C.S. Lewis, Diane Wynne Jones o con las novelas juveniles fuera del género de terror de Clive Barker (léase la saga Abarath) que con los autores anteriormente mencionados. Una enamorada de los libros, Funke crea personajes que se involucran en un mundo compuesto de magia y, cómo no, libros.

Bebiendo de la estela de otros inventores metatextuales como Michael Ende con su Historia Interminable, Mundo de tinta ofrece cierta originalidad en esta cohorte de profesionales de la literatura comercial de 12 a 17 años, y ha cosechado un gran éxito que se ha traducido, cómo no, en una adaptación cinematográfica con actores de éxito (en este caso, Brendan Fraser, Helen Mirren y Eliza Bennet). Cornelia ya ha sido testigo de la adaptación al cine y al teatro de otras obras suyas en su Alemania natal, pero esta vez ha sido a lo grande, con toda la fanfarria hollywoodense. Por supuesto su trilogía (Corazón de tinta, Sangre de tinta y Muerte de tinta) ha tenido su correspondiente traducción a decenas de idiomas y ha encandilado a niños y a mayores.

Película

Cornelia afirma que algunas personas tienen un don y una habilidad especial que les permite “hechizar” a sus oyentes cuando leen en voz alta (siempre que la SGAE lo permita, claro). Basándose en esto surge su particular mitología, que gira alrededor de la magia de la lectura, una magia que nace de un obvio amor por los libros y por la fantasía. La protagonista de la trilogía, Meggie, es una adolescente con el peculiar poder de introducir en el mundo real a personajes de los libros (y al revés, introducir personas del mundo real en los libros, particularmente en un libro muy especial, el del Mundo de tinta), circunstancia que Funke aprovecha para enseñar a sus lectores sobre todos los libros que puede. No en vano, Cornelia estudió pedagogía y ha trabajado con niños desde siempre; sus primeros cuentos fueron escritos para ser utilizados en terapia con niños problemáticos.

Aficionada a la ilustración (ella misma crea los dibujos que adornan sus libros, en los que tiene mucho cuidado de no retratar a ningún personaje para no influir en la visión personal que de éstos puedan tener los lectores), descubrió sorprendida que dibujar con las palabras le gustaba incluso más que con un lápiz, y tras varias series de novelas de relativo éxito como Las gallinas locas o Hugo el fastasma, su novela Dragon Rider arrasó en las listas de ventas, y con la saga Mundo de tinta obtuvo el peso que la ha llevado a figurar en la lista de las cien personas más influyentes del mundo de la revista Time. Funke se apunta al carro de novelas de fantasía infantil/juvenil adaptadas al cine comercial, y se mantiene en la línea de otras obras que utilizan el objeto libro como portal de entrada a un mundo mágico (como fue el caso de la ya mencionada Historia Interminable, o la más reciente Crónicas de Spiderwick).

Frente a las obras juveniles más modositas y dulces de no hace tanto, estas nuevas obras de fantasía no temen acercarse al dolor, la muerte e incluso la injusticia, en un intento de tratar al lector adolescente no ya como niño, sino como lector capaz de asimilar, hasta cierto punto lógico, conceptos más propios del mundo adulto. Tal vez por esto estas novelas, desde Harry Potter hasta Un puente a Terabithia, sean tan atractivas no sólo para los jóvenes, sino también para sus padres.

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Libros para San Valentín: Huyamos de los tópicos

AutorGabriella Campbell el 13 de febrero de 2009 en Divulgación

Cor

Llega otro año esa fecha que los enamorados adoran y los solteros desprecian, ese temible 14F donde las tiendas se llenan de corazones, peluches y bombones, las floristerías hacen su agosto y las discográficas ponen a la venta recopilatorios románticos. Como nosotros no íbamos a ser menos que las discográficas, recopilemos a continuación una lista de esos grandes clásicos románticos de la literatura universal (y algunas alternativas si éstos os tienen ya aburridos):

Romeo y Julieta: El primer libro que acude a la mente con sólo pronunciar la palabra “amor”, Shakespeare recurre al pathos de la tragedia para dignificar la historia absurda de una relación amorosa aún más absurda. Dos familias enfrentadas, dos jóvenes enamorados, un amor imposible… Sólo un consejo: Si vas a tomarte una poción que haga pensar a todos que estás muerta para así poder escaparte de la ciudad con tu querido, acuérdate de avisar a tu chico. Proponemos una alternativa shakesperiana: Déjate seducir por el poder de los celos y la pasión, déjate arrastrar por la fuerza de Otelo.

Cumbres borrascosas: Con un amor tan tempestuoso como el entorno en que se desarrolla, esta obra enlaza con maestría personajes histéricos, fantasmas y desolación tanto personal como meteorológica. Si tu corazón es demasiado frágil para soportar tanta emoción, recomendamos algo más suave y no por ello menos intenso, la fabulosa Jane Eyre, y todo queda en familia. Quien no se estremezca con las experiencias de Jane en el internado tiene un corazón de piedra, sabiendo además que dichas experiencias están basadas en los propios años de las hermanas Brönte en un internado, años que mermaron sensiblemente su salud y acabaron acelerando su muerte.

Cumbres

Las amistades peligrosas: Un compendio epistolar que narra las desventuras amorosas de la alta sociedad francesa más fastuosa, lamentablemente su calidad e interés literario no se halla a la altura de su emocionante y esteta adaptación al cine de la mano de Stephen Frears. Intrigas de la alta y baja sociedad podemos encontrarlas a millares, pero si buscamos personajes fascinantes y complejos, qué mejor que La feria de las vanidades, de Thackeray. Becky Sharp es uno de esos personajes que se incrustan en el recuerdo y se niegan, tozudos, a marcharse.

Veinte poemas de amor y una canción desesperada: ¿Quién no ha oído aquello de “Me gusta cuando callas porque estás como ausente”? ¿Ha habido alguna vez una forma tan elegante de decirle a alguien que cierre la boca? Es posible que algunos lectores conozcan ya este conjunto de poemas casi de memoria, y busquen alguna alternativa que no signifique tener que desempolvar los libros de Bécquer y Antonio Machado. Si Las flores del mal de Baudelaire son demasiado oscuras para su gusto, siempre pueden atreverse con romanticismo puro y duro (pero con elegancia) en los versos de Kavafis, Vicente Huidobro o el mismísimo Quevedo.

El manuscrito carmesí: Hay muchas obras, históricas o actuales, que hablan de la Alhambra. El gran Washington Irving con sus Cuentos de la Alhambra, sin ir más lejos. No es necesario recurrir a Antonio Gala para leer fábulas ambientadas en Granada, por lo que El manuscrito carmesí no es una novela de lectura obligatoria, a pesar del sello Premio Planeta. Alternativa recomendada: La parte de atrás de una caja de cereales. Cierto que no es tan romántico y tiene poco que ver con el día de San Valentín, pero es más instructivo, sano y está mejor redactado.

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Chick-lit para principiantes

AutorGabriella Campbell el 7 de febrero de 2009 en Divulgación

Bridget Jones

Desde la llegada de Helen Gurley Brown a su redacción en el año 1967, la revista Cosmopolitan dejó de lado sus pretensiones literarias e informativas y abogó por producir una publicación radical que se adaptara a las necesidades y gustos de un nuevo público objetivo: la mujer liberada. La mujer liberada respondía a todos los preceptos de la tercera oleada feminista: exigía los mismos derechos que los hombres pero no se privaba de ponerse zapatos elegantes o de gastar un porcentaje de su sueldo en ropa de diseño, era trabajadora eficiente (probablemente empresaria), madre de niños adorables y amante/esposa/novia de un hombre igualmente liberado. Lo que la revista Cosmopolitan no pudo prever al crear este prototipo, esta “chica cosmo”, es que estaba a la vez creando un monstruo. La mujer que dirige una empresa, es una madre perfecta, una amante espectacular, y que abandonó hace tiempo la ingestión de alimentos es una imposibilidad física; pero muchas siguen pensando que la oferta de múltiples oportunidades exige que se aprovechen todas ellas y que la lucha por la perfección está estipulada en la biblia Cosmo y en miles de revistas nacidas bajo su acogedora sombra.

El diablo viste de Prada

La chick-lit surge, inicialmente, como respuesta a esta imposibilidad física impuesta en una sociedad que, si bien todavía no ha obtenido la igualdad entre sexos, se ha vuelto más exigente con la mujer moderna. Este post-post-feminismo de mujeres que alternan Vogue con el New Yorker reclama una nueva literatura, una literatura que, aparte de amena y divertida, refleje el estrés causado por querer serlo todo. Así nacen obras de mayor o menor grado de realismo, con imágenes ya icónicas: desde las familiares bragas de abuela de Bridget Jones creadas por Helen Fielding a los tacones imposibles de Carrie Bradshaw imaginados por Candace Bushnell. Un nuevo tipo de mujer equivale a un nuevo tipo de libro, y si bien Danielle Steele y Jackie Collins pueden seguir causando cierta fascinación (como también lo consigue Corín Tellado) con sus historias de altos vuelos y pasiones prohibidas, son nombres como Marian Keyes (Lucy Sullivan se casa) o Lauren Weisberger (El diablo viste de Prada) los que se llevan el gato (léase el cheque) al agua (léase al bolsillo). Aparte de que la edad a la que se dirige este tipo de literatura es menor (entre veinte y treinta años) que a la que se dirigen géneros como la novela romántica, otro distintivo de la chick-lit es la nueva relevancia que adquieren elementos como la familia, las amistades y el trabajo frente al elemento dominante de la novela romántica y otro tipo de “literatura para mujeres”, que es la relación sentimental. Como cualquier producto de éxito, se especializa hasta límites insospechados, como atestiguan los nuevos subgéneros de chica-lit (dirigida a la comunidad latina estadounidense de clase media), la teen-lit (dirigida a adolescentes), la hen-lit (dirigida a mujeres maduras) o la ladki-lit (dirigida a mujeres indias).

En estos tiempos de penuria económica, en los que pierden audiencia las series de televisión que muestran personajes ricos y poderosos, podemos preguntarnos hasta qué punto seguirá siendo atractiva una literatura enfocada hacia la mujer blanca heterosexual, financieramente independiente y exitosa en el trabajo. Tal vez pidamos a voces una aproximación más justa a nuestra realidad, realidad en la que empiezan a cobrar importancia aspectos no necesariamente basados en la marca de nuestros zapatos o el diseño de nuestro vibrador. Pero claro, entonces leeríamos a Kafka, y no a Sophie Kinsella.

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Mujercitas: un clásico controvertido

AutorGabriella Campbell el 31 de enero de 2009 en Divulgación

Mujercitas

Poco sospechamos, al pasar las páginas de la entrañable novela Mujercitas, que el calor y la ternura que inunda nuestras entrañas es producto de varias ediciones, correcciones y capitulaciones que la han convertido en la “porquería moralista” (Louisa May Alcott dixit) que es hoy. Diversos filtros hicieron de Jo una chica mucho más refinada y mejor hablada que en la obra original, y ciertas obras de teatro de las hermanas March fueron sustituidas por representaciones religiosas. La Marmee de la familia fue puesta a dieta y también hizo un curso avanzado de modales y dicción, y Laurie sufrió un remake propio de un cambio radical televisivo.

Cuando Louisa era adolescente, se prometió a sí misma que haría lo que fuera para poder ser independiente, rica y popular. Comenzó enseñando y limpiando casas, ayudando a mantener a su empobrecida familia, y enviando relatos a publicaciones variadas. Finalmente llegó su gran oportunidad, una editorial le encargó “una novela para chicas jóvenes”, y su éxito fue tal que se sucedieron múltiples ediciones, con sus correspondientes modificaciones ya citadas para adaptar la obra al máximo al afán puritano de “educar a las esposas del mañana”. A Mujercitas siguieron muchas otras obras del mismo estilo, ya fueran secuelas de ésta o libros independientes en el mismo tono.

Louisa May Alcott no quería que Jo March se casara, sobre todo porque Jo March era su alter ego literario y Louisa May Alcott no quería casarse. Ni tener hijos. Ni sacrificar su situación de solterona pudiente en ningún sentido. En Mujercitas se advierte a las chicas que se alejen de las novelas “malas”, las novelas románticas y pasionales que pueden ejercer una influencia liberadora sobre esas pequeñas mujeres y futuras esposas. Las hermanas March no sabían que su creadora era la autora de muchas de esas novelas, y de hecho, Pauline’s Passion and Punishment (La pasión y castigo de Pauline) a día de hoy sigue considerándose una de las novelas románticas, o “potboilers”, más importantes de la época. Restringida por la necesidad de ser comercial, ya fuera educando a jovencitas o llenando sus cabecitas de deseos prohibidos, Louisa no publicó muchas obras que realmente reflejasen sus propios intereses y habilidades (Moods y A Modern Mephistopheles probablemente sean las únicas, aparte del compendio de historias sobre las seis semanas que ejerció de enfermera voluntaria en el Hospital de Georgetown durante la Guerra Civil).

No deja de sorprender que la misma autora que relataba las aventuras de cuatro hermanas edulcoradas con tanto candor fuera activa defensora de los derechos de la mujer, abolicionista, y posiblemente lesbiana. Louise Chandler Moulton le preguntó en una entrevista por qué seguía siendo soltera, y Alcott respondió que se había enamorado miles de veces de chicas hermosas, pero nunca de un hombre. Probablemente esta lectura sea demasiado moderna, y simplemente estamos ante una mujer que no quería someterse a la dictadura patriarcal de su época, y que disfrutara más de la compañía de mujeres que de hombres, pero lo que sí es cierto es que la masculina Jo, que expresa querer ser un hombre para así poder casarse con su adorada hermana Meg y evitar que se marche de casa, tuvo que hacer lo socialmente adecuado y contraer matrimonio, pero Louisa huyó de este papel impuesto para convertirse en la figura inspiradora que es hoy. No en vano The Publishing Triangle, una importante asociación de editores, autores y lectores estadounidenses, eligió Mujercitas como una de las cien mejores novelas gays de la historia.

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Edgar Allan Poe o la exaltación de lo grotesco

AutorGabriella Campbell el 20 de enero de 2009 en Divulgación

Edgar Allan Poe

Existen ciertos valores estéticos que hoy en día ya no escandalizan. Desde las hipérboles feístas de Quevedo estamos acostumbrados a disfrutar del amargo sabor de lo desagradable; desde las imágenes infernales del Bosco, a paladear lo horrendo. Si bien algunas culturas orientales priorizan la comprensión y aceptación de la muerte, Occidente muestra cierta obsesión por congraciarse con la putrefacción, visitando el interminable morbo del enfrentamiento con lo que uno más teme, como si al verla una y otra vez se nos hiciera menos terrible nuestra propia mortalidad. Edgar Allan Poe estuvo acongojado por la visión de la muerte desde su más tierna infancia.

Edgar Allan Poe

Quedó huérfano a una muy temprana edad, perdió a su joven esposa y a su madre adoptiva. Tenía miedo de mostrar afecto, tal vez por no vincularse a una carne que él sabía ya moribunda. Bebía constantemente, ya fuera como remedio a sus penurias económicas o personales. Rechazó de forma sistemática toda la ayuda que se le ofreció (que no fue poca), como si conociera de antemano la inutilidad de sus esfuerzos. Pese a su intento de ganarse la vida como escritor, se vio condenado a reflejar una y otra vez en sus obras lo cadavérico, lo terrible, el inexorable paso del tiempo y la putrefacción de todo lo que pudo ser bello. Incluso su matrimonio con una joven de trece años podría implicar una faceta más de su huida de lo mortífero: la esperanza de que su amor durara más que el de los demás. El destino, su obsesivo antagonista, se rió una vez más de él, y Virginia murió de tuberculosis, enfermedad romántica excelsa. Frente a sus escritos policíacos y de intriga, sus ensayos absurdos y sus intentos de racionalizar su terror, las imágenes más vívidas que permanecen de Poe son las de jóvenes hermosas que regresan de la tumba, torturas inusitadas y falacias oníricas. Poe se sienta a describir el porqué de El cuervo, a explicarnos el uso de la palabra Nevermore y la aparición de un busto de Atenea, elemento humanista y sosegante, como si en su postura de crítico literario pudiera resarcirse del Segador, huir de la carne, de las vísceras que resbalan por los bordes del papel. Pero no consigue engañarnos, nos estremecemos porque nos contagia su miedo, no porque la combinación métrica produzca reacciones químicas en nuestro cerebro lector.

Tal vez lo más curioso de toda esto es que, frente a su atroz pánico a la muerte, Poe sea hoy uno de nuestros autores más inmortales. No hay mayor trascendental que lo que desconocemos y no podemos explicar, y Edgar Allan maneja con maestría el arte de hacer vibrar con sus dedos fantasmagóricos cada vértebra de nuestra columna.

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