Evolución del mito artúrico: Una introducción a los textos del Grial (I)
Casi todas las potencias mundiales, o las que en algún momento lo fueron, llevan asociadas una historia, una leyenda más o menos histórica que parece representar el sentimiento nacional con más fuerza que ninguna bandera u himno. Una leyenda que se entremezcla con los textos escritos de tal manera que llega a confundirse hasta qué punto surge la leyenda del texto y hasta qué punto es el texto el que bebe de la leyenda. Desde los grandes libros religiosos hasta los clásicos de la Antigüedad, desde el Corán y la Biblia hasta el Gilgamesh y el Mío Cid, la religión, la política, el mito y el poder se cruzan creando surcos de legados infinitos.
Las grandes leyendas acompañan a la patria, al igual que los grandes héroes. El Cid Campeador, Roldán, el príncipe Sigfrido (no en vano se popularizó la figura del héroe ensalzado por Wagner durante el mandato nazi) y el Rey Arturo ayudan a dar cuerpo a una textualidad, a una cultura, a un orgullo histórico. Sin embargo pocas veces el origen real de dichos héroes tiene algo que ver con la idiosincracia actual de un país o nación: uno de los orígenes del mito artúrico en que más coinciden romanistas e historiadores es el de un general romano (o tal vez de un caudillo britano -no confundir con británico-, enfrentado a Roma). Y el Arturo que todos conocemos, la versión más extendida de su leyenda, surge de intereses normandos, bastante más cercanos a los franceses que a los habitantes de la Gran Bretaña de aquella época. Sería difícil negar el uso de dichos personajes como herramientas ideológicas premeditadas: Rodrigo Díaz de Vivar es un castellano que defiende Valencia y llega a ser mercenario del Al-Andalus, representando la unión de las células españolas que acabarían convirtiéndose en lo que hoy denominamos Estado Español; Roldán lucha junto a Carlomagno, máximo representante de la gesta francesa, y así podríamos confeccionar una larga lista de criaturas mitológicas, hombres valerosos y semidioses que funcionaron (y funcionan) como ejes simbólicos alrededor de los cuales se mueven principios éticos, políticos y sociales. Por no olvidar, por supuesto, su inmenso valor referencial: los mitos se desarrollan, expanden y modifican según las necesidades del poder. Sin embargo esto, en el fondo, nos importa bien poco, nos gustan estas historias porque incluyen temas de interés universal: el amor, la muerte, el destino; en menos palabras: son tremendamente divertidas.
La literatura de inspiración celta, que se basa en eventos supuestamente acontecidos en Irlanda, Gales, Cornualles, la Gran y Pequeña Bretaña y la antigua Armórica continental, desarrollados en los siglos V y VI, incluye referencias variadas a personajes propios de la tradición artúrica. En Gododdin, poema épico atribuido al bardo celta Aneirin, aparece la primera mención conocida de Arturo. Varios escritores contemporáneos como Stephen R. Lawhead o Marion Zimmer Bradley han jugado frecuentemente con el misterioso personaje llamado Taliesin, al que frecuentemente se equipara con Merlín, pero éste realmente fue un bardo galés de gran fama a quien el imaginario popular transformó en un poderoso mago. El personaje de Mordred (en un principio sobrino y, posteriormente, hijo de Arturo) también se vislumbra en las tríadas, poemas cortos empleados por los bardos para su aprendizaje, al igual que otras figuras como Galván o Peredur, que se encuentran mencionados en los Mabinogion, una serie de historias y temas que componían el fondo de conocimiento del que bebían estos mismos bardos. Es posible que además de estas fuentes celtas existieran otras fuentes anteriores, comunes a eruditos britanos y franceses, como hace sospechar la obra del célebre Chrétien de Troyes, ya en el siglo XII, al que le debemos la versión seguramente más conocida del mito artúrico.
A partir de este artículo desarrollaré de manera simplificada los hitos más importantes de la evolución del mito de Arturo, una leyenda apasionante que se transforma incesantemente desde su inicio celta, ajustándose a las necesidades y al acervo literario (y cultural en general) de cada época. Dichos artículos parten de estudios de romanistas respetados como Mª Aurora Aragón, Erich Köhler o Carlos García Gual; pero deberá tenerse en cuenta que el mito artúrico ha suscitado un enorme interés por parte de todo tipo de estudiosos, por lo que puede haber divergencias entre las teorías aquí presentadas y las de otros autores, si bien procuraré siempre ceñirme a las más habituales y conocidas (por poner un ejemplo, simplemente en cuanto a la origen del término “grial” se han desarrollado decenas de teorías, y enumerarlas todas en este formato sería imposible y, probablemente, muy aburrido para el lector).
El cuento del Grial y sus continuaciones