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Gabriella Campbell (Página 4)

El duro trabajo del traductor

AutorGabriella Campbell el 20 de junio de 2013 en Divulgación

Nadan dos chicos

Ser traductor no es el mejor trabajo del mundo. Horas eternas y aceleradas para conseguir entregar un proyecto a tiempo, cabezazos contra la mesa al no encontrar por ninguna parte la palabra que necesitas, noches sin dormir porque vas con retraso, abuso constante de aficionados que consideran que no traduces lo bastante rápido… o que te encierren en un búnker para traducir la nueva novela de Dan Brown. Y a esto se une el hecho de que hay textos por ahí sueltos que son, hablando con claridad, intraducibles.

Algunos libros son, simplemente, muy difíciles de traducir. Un buen ejemplo es el 253 de Geoff Ryman, que describe los pensamientos de los 253 pasajeros de metro de la línea Bakerloo londinense. Cada texto perteneciente a cada personaje tiene, además, 253 palabras. Cualquiera que haya hecho sus pinitos en traducción sabe que ajustar el número de palabras de un idioma a otro es una tarea complicada. Aun así, es un objetivo plausible, y parece ser que su traductora al español, Laura Michel, lo consiguió, aunque probablemente con bastantes dolores de cabeza.

Pero un caso muy diferente es aquel donde la musicalidad y la forma del texto lo son todo, como ocurre en la poesía, donde la traducción puede modificar por completo el ritmo y las sensaciones que provoca la obra en el lector, o en textos de prosa exquisitamente labrada como Nadan dos chicos (At Swim, Two Boys), de Jamie O’Neill. El propio título ya es una imposibilidad traductora: la construcción at swim, two boys no tiene mucho sentido en inglés británico y americano, y suena extraña, foránea. Sin embargo, responde a las construcciones del inglés de Irlanda, por las influencias que este tiene del gaélico. En este sentido, Nadan dos chicos no mantiene el impacto del título original, ya que para nuestra lengua, donde el orden de la frase no altera la comprensión de esta, se trataría de una frase muy normal, mientras que para un lector anglosajón medio tendría un toque poético muy difícil de explicar, debido a que el inglés necesita de estructuras muy ordenadas para su correcta comprensión. Imaginad, por tanto, cómo el problema se traslada a todo el texto del libro: el prólogo de este tiene una prosa densísima para cualquiera que no sea irlandés (o británico de Irlanda del Norte), debido a las estructuras curiosas, los juegos de palabras y la imaginería brillante. Al traducirse a nuestro idioma, aunque mantiene una forma llamativa y hermosa gracias a la mano de un traductor eficiente, pierde esa originalidad, esa cerrazón y concentración extrema de un inglés que pasa por el filtro del irlandés caótico que recuerda a los pasajes más oscuros de Joyce. Y, claro, traducir a Joyce ofrece exactamente los mismos problemas.

Muchos argumentan que una traducción perfecta es imposible. Las diferencias culturales y la precisión de algunos términos y expresiones impiden que el volcado de un texto de una lengua a otra mantenga todas las características del texto original. No obstante, la traducción de Inferno, de Dan Brown, debió de ser bastante más sencilla que la de Sorgo rojo, de Mo Yan, por ejemplo; traducir a Lorca al inglés debe de ser también una tarea mastodóntica. ¿Qué libros habéis leído en su idioma original y consideráis que son intraducibles? Esperamos vuestras opiniones en los comentarios.

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Tu libro no es solo tuyo

AutorGabriella Campbell el 18 de junio de 2013 en Opinión

Escribir en comunidad

En la eterna discusión entre los que están a favor de la autoedición (o de la coedición) y los que apuestan por la edición tradicional, hay un dicho que empieza a escucharse más y más, sobre todo en relación a la edición digital: tenemos que eliminar a los intermediarios. En una nueva era en la que cada vez es más común que un libro triunfe sin la intervención de una editorial, vendiendo a destajo en plataformas como Amazon, se vitorea el concepto de háztelo todo tú mismo. Prescinde de editor, de maquetador, de corrector, de diseñador, de distribuidor y librería, y dedícate solo a pagar el grueso del pastel a una gran infraestructura virtual. Al fin y al cabo, tu libro es solo tuyo. Como escritor, has hecho tú todo el trabajo, ¿no es verdad?

Hoy en día, tal vez más que nunca, se concede una importancia fundamental a la idea de creación. El escritor crea, luego merece todo el mérito del texto. Hace surgir de la nada una composición, le da vida. ¿Pero esto es realmente así?

Para empezar, partamos de la base de que nada surge de la nada más absoluta. El escritor tiene el peso de la influencia de todo lo que ha leído, todos los medios que lo rodean, y además no escribe exclusivamente para él mismo, sino con una figura muy concreta de lector en mente (por lo menos si busca publicar; no hablamos de escritores cuyos legajos solo van al cajón de la mesita de noche). Forma parte de un contexto, de una textualidad, es decir, está condicionado por el acervo cultural en el que ha nacido y donde se desarrolla. No hay nada nuevo bajo el sol, dicen, y por mucho que uno intente innovar, esta supuesta innovación parte como respuesta a formas tradicionales, a las que el autor les debe precisamente su deseo de antagonismo. Por otro lado, hasta el escritor más experimentado y profesional necesita lectores de prueba para comprobar que no haya erratas e incoherencias. Ese primer filtro ya nos otorga un texto ligeramente diferente del que se escribió en primera instancia.

La corrección de estilo, cuando se aplica, proporciona una dinámica extraordinaria a un texto. Los ojos de un buen corrector saben reconocer estructuras cacofónicas, torpes o desmañadas, identifican repeticiones innecesarias tanto fonéticas como gramaticales, pillan incongruencias al vuelo. Y qué decir de los lectores profesionales, que orientan de manera crítica. Todo el trabajo realizado sobre el texto original lo enriquece, forma parte de la obra y se vincula al todo que es ahora tu compendio de palabras escritas, tecleadas o recitadas.

Y, por fin, el lector es el que le proporciona auténtica vida a la obra. Ese lector aplicará sus propias emociones, inteligencia y comprensión a tu texto. Le dará una vida nueva que lo convertirá en algo más complejo y redondo. Merece tener entre sus manos una obra válida, bien escrita, bien editada. Porque si no es así, ocurrirá una de dos cosas: el lector prescindirá de esta obra, que no está a la altura de sus exigencias mínimas; o bien aceptará una experiencia de lectura mediocre que rebajará su nivel de expectativas y contribuirá a construir una sociedad con una demanda cada vez más conformista, con un criterio cada vez más reducido y una visión cada vez más limitada de las posibilidades del arte.

Tu libro no es solo tuyo. Tu libro es de todos. Es un proyecto conjunto, no existe en el vacío. La eliminación de intermediarios que pueden llegar a convertirse en innecesarios (como distribuidoras o librerías físicas) puede redistribuir los ingresos de un libro y convertir las regalías del autor en un porcentaje mucho más digno y justo (en proporción al esfuerzo de este y el tiempo invertido). Pero prescindir del equipo editorial por completo (del editor competente que sabrá adaptar tu obra a las exigencias del mercado y podrá discernir si tiene la calidad suficiente para entregarlo a este; del corrector que transformará tu libro en una lectura mucho más digna; del diseñador que le dará una apariencia mucho más atractiva y cómoda para tus lectores potenciales; incluso de los profesionales publicitarios que pueden ayudarte a llegar a rincones insospechados) puede ser un gran error. Cierto, no estamos en una sociedad perfecta en la que todos los profesionales de la edición cumplen bien su trabajo, pero esta no es razón para eliminarlos de un plumazo. Un libro sigue necesitando de filtros de calidad y de trabajadores que sepan construir, entre todos, un elemento completo del maravilloso acto de la comunicación estética.

La muerte anunciada de Iain (M) Banks

AutorGabriella Campbell el 14 de junio de 2013 en Noticias

Iain M. Banks

El Sr. Banks era dos escritores en uno. Por un lado era Iain M. Banks (la M. era de Menzies, su segundo nombre), autor de ciencia ficción y creador de universos tan distintos y especiales como el de la Cultura. Por otro era Iain Banks, escritor de ficción a secas (si es que existe tal cosa, sobre todo en el caso de Banks), narrador de voces tan extraordinarias como la del niño asesino de La fábrica de avispas.

Hace unos meses, Banks revolucionó a la comunidad lectora con un anuncio inesperado: se moría de cáncer. Con el sentido del humor intacto, aunque decididamente negro (una de las primera cosas que hizo al enterarse de su diagnóstico fatal fue pedirle a su novia que se convirtiera en su viuda), comunicó a sus aficionados que dedicaría los últimos meses de su vida a su boda, luna de miel y a visitar a familiares y amigos. También contribuyó a acelerar la salida al mercado de la que sería su última obra: The Quarry (La cantera). Y hace apenas unos días, mucho antes de lo esperado, nos dejó, con una muerte que su esposa, Adele, describió como tranquila y sin dolor. Su marcha ha dejado un vacío inmenso en la escena literaria británica (más aún en la escocesa), y el lamento de sus fans ha llenado un extenso libro de visitas disponible en su página web, Banksophilia.

Respecto a su trabajo como escritor de diferentes géneros, el propio Banks aclaró, en uno de sus posts más recientes, que nunca escribió ciencia ficción, como creían algunos, para cubrir una serie de necesidades económicas, para poder permitirse escribir unas novelas de ficción que le aportaban ingresos escasos. Muy al contrario, Banks insistió en que siempre escribió sus novelas fantásticas por puro amor y afición, y que estas vendían bastante menos que sus novelas mainstream. De hecho, estimó que vendía un solo ejemplar de ci-fi por cada tres o cuatro ejemplares de literatura de otros géneros. Imagino que esta afirmación llega en respuesta a una reacción habitual del lector medio, que asume que la ciencia ficción es un género comercial con el que contentar a adolescentes y a lectores poco exigentes. Sin embargo, la obra de Banks iba muchísimo más allá del clásico pulp, formando sociedades y mundos revolucionarios, no solo por las tramas y personajes, sino por las mismísimas ideas políticas y culturales que se atrevió a plasmar, más cercanas tal vez de una Ursula K. Leguin que de una Guerra de las galaxias u otras space-operas de aventuras que suelen asociarse al viaje espacial literario.

Como era de esperar, una muerte tan sonada, de alguien que además se había ganado el respeto y la admiración de sus colegas de profesión, ha tenido una respuesta multitudinaria y muy sentida. Probablemente los dos apuntes al respecto de mayor interés sean los que han dado su mentor, Ken MacLeod, quien insiste en el periódico The Guardian en la importancia de la creación fantástica de Banks, y su compañero de juergas literarias, Neil Gaiman, que dijo de este, en su blog, si nunca has leído ninguno de sus libros, lee uno de sus libros. Luego lee otro. Hasta sus libros malos eran buenos, y los buenos eran alucinantes.

Adiós, Sr. Banks. Lo echaremos mucho de menos.

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Escritores aficionados a otras artes (III) Elia Barceló

AutorGabriella Campbell el 12 de junio de 2013 en Divulgación

Elia Barceló

Seguimos con otra entrega donde preguntamos a escritores a qué dedican el tiempo libre. O, mejor dicho, en qué otros campos artísticos les gusta perderse de vez en cuándo, y cómo se relacionan estos con su trabajo como autores. En esta tercera parte hemos hablado con Elia Barceló, autora que destaca por su labor dentro tanto del género fantástico como del juvenil (y que ha estrenado nuevo libro hace poco con Ediciones Destino: Anima mundi). Al igual que ocurrió con Susana Vallejo en la primera entrega de la serie, Elia se decanta por la pintura y el dibujo:

“Buscando hacia atrás en mi pasado, buceando en mis primeros recuerdos, veo el pasillo de la casa de mi infancia, la que derribaron después para construir una más moderna, y que se me aparece de vez en cuando en sueños.

En ese pasillo, y en la salita del tresillo de terciopelo verde, y en el comedor, mis padres habían colgado reproducciones –ahora sé que bastante aceptables– de varios cuadros que me acompañaron durante toda mi infancia. En ellos aparecían princesas de grandes faldas, gente vestida a la antigua jugando a la gallina ciega en un prado, hombres casi desnudos trabajando en una fragua bajo una luz que yo identificaba con el infierno del que nos hablaban en la iglesia los domingos, jarros de barro sobre una mesa de madera oscura, un payaso triste vestido de blanco… Todos ellos formaban parte de mi vida cotidiana y muchas veces me inventaba historias, o más bien viñetas, en las que tenían el papel principal.

Ya en mi adolescencia, una gran editorial comenzó a publicar, por fascículos, una historia universal del arte; con mi asignación semanal empecé a comprarla, me enteré de que todas aquellas imágenes habían sido pintadas por algunos de los más grandes artistas de la humanidad: Goya, Velázquez, Ribera, Watteau… y descubrí muchos otros que me abrieron para siempre el mundo del arte. Luego vinieron los museos y los deslumbramientos, esos cuadros que te marcan como una herida, que dejan cicatriz y te hacen buscarlos de nuevo, observarlos, sumergirte en ellos para salir renovada, deslumbrada y feliz.

Junto a la literatura, no hay otra actividad artística que me emocione tanto como la pintura, aunque el cine y el teatro le siguen muy de cerca.

Siempre he dicho que si no fuera escritora querría ser pintora. Empecé a aprender a pintar en mi época universitaria, pero luego la vida me llevó en otra dirección y desde entonces soy espectadora, observadora de la pintura, asidua visitante de museos y exposiciones, entusiasta de documentales de arte. Pero como tengo cierta tendencia a hacer planes a largo plazo y quiero reservarle un lugar activo en mi vida futura, cuando deje mi trabajo en la universidad, hace un año empecé a aprender a dibujar.

Desde entonces veo las cosas con más intensidad, de otra manera. Siempre he sido muy visual y todas mis novelas tienen escenas que parecen cuadros o fotografías o tomas de una película, pero ahora es todavía mejor porque, a medida que progreso en el dibujo –más despacio de lo que me gustaría por falta de tiempo para practicar– más cuenta me doy de lo que quiero que vea mi lector.

Antes, cuando estaba de viaje y veía algo que me impresionaba, tomaba una foto y, al volver al hotel, escribía un par de páginas en mi diario. Ahora lo que hago es sentarme en algún lugar y dedicar unos minutos a dibujar lo que estoy viendo. En ese tiempo disfruto del sol, del viento, de la llovizna… de sentir el ambiente, y fijarme en las luces y las sombras, y de tratar de reproducir las texturas, para el recuerdo, para el futuro.

Dibujo el pasado para el futuro. Lo mismo que tantas veces hago en mis novelas. Y en algún momento empezaré a jugar con el color. Lo bueno es que, como en la escritura, nunca se llega a un final. Siempre hay otra historia que contar, otra escena que pintar, otros sentimientos, otros colores”.

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Blogger Lit Con 2013: Encuentro de blogueros en la Feria del Libro de Madrid

AutorGabriella Campbell el 11 de junio de 2013 en Noticias

Blogger Lit Con 2013

El sábado día 1 de junio tuve la oportunidad de pasarme por uno de los actos de la Blogger Lit Con, una reunión muy especial de gente joven donde se celebraba el amor por la literatura y por el mundo de la bitácora virtual o weblog. Allí, varios autores conocidos de literatura juvenil hablaban del acto de escribir, mientras otros se perdían entre la multitud de asistentes que se acomodaban sobre sus toallas en la hierba del Parque del Retiro, justo detrás de unas casetas de libros. Aproveché para sacarle unas palabras a uno de los organizadores, Javier Moriones, conocido en el entorno de los blogs como Hermochi, para que él mismo pudiera explicarnos qué es esto de la Blogger Lit Con y en qué consiste exactamente:

¿Qué es Blogger Lit Con? ¿Cuánto tiempo lleva celebrándose y dónde?

La Blogger Lit Con es un encuentro que nace con la intención de que todos aquellos apasionados por la literatura juvenil y conectados a través de toda la red se encuentren y puedan conocerse. Con el tiempo ha ido creciendo y cada vez acoge a más gente que viene de todas partes de España. Este es el cuarto año consecutivo que se celebra, aprovechando, como todos los años, la celebración de la Feria del Libro de Madrid, que es el escenario idílico para un encuentro de estas características.

¿Cuántos asistentes habéis tenido a este último encuentro? ¿Se trata solo de un encuentro de blogueros o está abierto a cualquier participante?

En este último encuentro hemos logrado superar la barrera de doscientos cincuenta asistentes, lo cual supera por casi cien personas a los participantes que tuvimos en 2012. La Blogger Lit Con nació en principio como un encuentro de bloggers, pero sus puertas están abiertas para todos aquellos amantes de la literatura que quieran pasar un buen rato entre libros, amigos y buena literatura; cada año son más los que acuden sin tener un rincón en la red, simplemente porque quieren disfrutar de un día cuyo motivo central es la literatura.

¿De qué se habla o qué se trata en una Blogger Lit Con? ¿Tiene un plan específico o su carácter es más propio de un encuentro de amigos?

Todo gira en torno a la literatura. Tratamos de dividir el tiempo: durante gran parte de la mañana y la tarde dejamos que los asistentes se esparzan y tengan tiempo de acudir a las firmas de escritores que quieran y así aprovechen para charlar y conocerse más entre ellos; por otra parte, nosotros tenemos también una serie de actividades, juegos y concursos literarios tras la hora de la comida, donde los blogueros (y no blogueros) ponen a prueba sus conocimientos sobre literatura. También tratamos de organizar coloquios con autores: en esta última Blogger Lit Con contamos con una mesa redonda sobre fantasía con José Antonio Cotrina (El ciclo de la luna roja), Antonio Martín Morales (La horda del Diablo) y Alberto Morán Roa (El rey trasgo); así como con un coloquio con David Lozano (La puerta oscura).

¿Qué te gustaría destacar de este último encuentro?

Si tuviera que destacar algo de este último encuentro es toda la ilusión y todas las ganas que han demostrado los asistentes, cuya participación en la Blogger Lit Con ha sido fantástica. Han sido muchos los que han acudido a la quedada y, una vez más, ha quedado demostrado que los jóvenes leemos y somos capaces de movernos llevados por la literatura.

Para más información sobre la Blogger Lit Con tanto de este año como de años anteriores podéis visitar la página web oficial.

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Feria del libro de Madrid de 2013: primer fin de semana

AutorGabriella Campbell el 5 de junio de 2013 en Noticias

Cartel Feria del Libro de Madrid 2013

Un año más nos hemos trasladado a la feria del libro de Madrid para disfrutar de un par de jornadas de libros y de actos relacionados con la lectura en el idílico entorno (siempre que no seas alérgico al polen) del Parque del Retiro. La feria en sí dura más de dos semanas, del 31 de mayo al 16 de junio, y este año ha modificado su horario (de 11:00 a 14:00 y de 18:00 a 21:30 de lunes a viernes, y de 11:00 a 15:00 y de 17:00 a 21:30 los sábados, domingos y festivos).

Durante el primer sábado de este evento, feria del libro ya ha sido trending topic en Twitter, lo cual dice mucho de la gran popularidad de estos días de paseo, socialización y (esperamos) compra. Es un plan perfecto para el fin de semana y los días de ocio y, si bien tendremos que esperar a ver cómo se desarrollan las ventas en relación con años anteriores, durante el sábado y el domingo las casetas han estado atestadas de curiosos y consumidores, además de las siempre esperadísimas firmas. Las colas más largas se formaban el sábado para ver al cocinero Alberto Chicote y a la escritora de literatura fantástica juvenil Laura Gallego. Chicote firmaba el libro de recetas del programa Pesadilla en la cocina, y Gallego su esperada novedad El libro de los portales, que figuraba también en alguna que otra camiseta de jóvenes aficionados. A lo largo del domingo, nombres como Arturo Pérez Reverte o Almudena Grandes atraían a sus fieles habituales, alternando con nuevos fenómenos del momento en ámbitos de autoayuda, cocina, política o cómic. En las casetas había libros omnipresentes: el Inferno de Dan Brown, el Brújulas que buscan sonrisas perdidas de Albert Espinosa o El maestro del Prado de Javier Sierra.

Pero no todo es glamour y estrellato. Pensad en los editores que dedican horas interminables a llevar de un lado a otro pesadas cajas de libros, buscar aparcamiento, lidiar con escritores invitados, acompañarles y ocuparse de ellos, resolviendo problemas con hoteles, restaurantes y taxis. Pensad en los escritores que deben ir corriendo de una caseta a otra (generalmente cada una en una punta opuesta de la feria) para llegar a tiempo a un encuentro con un editor, a un acto de presentación o a una sesión de firmas. Pensad en sus pobres muñecas acalambradas (eso si tienen suerte y son lo bastante conocidos para tener que firmar bastante) o sus estómagos vacíos mientras las firmas o el acto de turno se alargan más de lo esperado, en sus nervios mientras reúnen valor para presentarse ante algún editor en concreto, un compañero autor de prestigio o incluso algún blogger de reseñas incandescentes. Pensad en los organizadores, el personal de seguridad, los camareros de mesitas repletas de lectores sedientos, en los profesionales que mantienen limpios los aseos (y ya sabéis cómo se ponen los aseos en cualquier encuentro multitudinario), en todo el personal que pasa horas eternas al sol. Uno no puede dejar de considerar todo lo que se pone en movimiento para que nos paseemos con tranquilidad y hojeemos libros. Una reunión de este tipo siempre resulta extraordinaria: una oferta tan dispar en un espacio tan grande, donde uno puede comprar o el superventas de turno o alguna edición obsoleta de un libro desconocido, parece ir más allá de un simple intercambio de dinero. Durante unos días al año, un antiguo paseo de carruajes se transforma en una demostración de afecto por el libro. Y eso, ahora mismo, es más necesario que nunca. Por mucha revolución digital que haya, es difícil trasladar al ámbito virtual una experiencia de interacción como esta: no solo para visitantes lectores, sino para la propia industria del libro, esos mismos editores y escritores, y todos los profesionales relacionados con el sector.

Al finalizar la feria, haremos un resumen como acostumbramos, con datos y estadísticas de ventas y otra información objetiva y numérica. Pero por ahora nos gustaría conocer algo mucho más subjetivo: vuestras impresiones acerca de lo que habéis vivido de la feria hasta ahora, y a qué libros le habéis dedicado vuestro interés (¡y dinero!). Esperamos vuestras aportaciones, como siempre, en los comentarios.

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Ficción turística (II)

AutorGabriella Campbell el 3 de junio de 2013 en Divulgación

hobbiton nueva zelanda

En la primera parte de este artículo os hablamos de determinados libros y autores que, sin buscarlo de forma directa, acabaron produciendo ficción turística, es decir, obras que animaban a sus lectores a visitar los lugares en los que se ambientaba la acción de los libros. Mencionamos a Rosamunde Pilcher, a James Herriot y a Chris Stewart.

Otro de los grandes promotores del turismo ha sido J. R. R. Tolkien, eso sí, de manera póstuma y de la mano de Peter Jackson, gracias a las adaptaciones a la gran pantalla de su trilogía de El señor de los anillos (y, más tarde, de El hobbit). Las impresionantes vistas de Nueva Zelanda han despertado el interés tanto de aficionados a Tolkien como de cinéfilos mainstream. El gobierno de Nueva Zelanda estima que un seis por ciento de su turismo anual se debe en gran medida a la obra del escritor de fantasía y a las espectaculares adaptaciones para el cine. Tienen hasta una sección dedicada en su web de turismo.

Si nos vamos a otros países, uno de los mayores promotores de turismo en Estados Unidos ha sido Jack Kerouac. Su viaje En el camino ha sido imitado por muchos, y las amplias autopistas vacías estadounidenses por las que circuló el escritor son un atractivo para incontables visitantes, por no hablar del turismo urbano: Nueva York, San Francisco, Denver, Los Ángeles… El ganador del Nobel John Steinbeck ayudó también en este sentido con su novela Viajes con Charley: En busca de los Estados Unidos, en la que narraba sus aventuras recorriendo dicho país acompañado de su caniche. Del mismo modo, Miedo y asco en Las Vegas, de Hunter S. Thompson (adaptada a la gran pantalla también con un éxito notable gracias al director Terry Gilliam) ha prestado un peculiar atractivo a la ciudad del juego y el pecado, dotándolo de un tono surrealista y onírico proporcionado por las narraciones psicodélicas de Thompson, el periodista gonzo por excelencia. Otro caso extraordinario ha sido el de la pequeña ciudad de Forks, en Washington. Aunque sus habitantes apenas sobrepasan los 3500, su turismo anual se acercó a las 73000 personas durante el año 2010. ¿La razón para este interés por una pequeña localidad maderera? Allí es donde se ubicaba la acción de la saga Crepúsculo. Imaginamos, no obstante, que la afición de sus visitantes se debe más a la curiosidad por ver dónde se inspiró Stephenie Meyer que por el atractivo propio de la ciudad, cuyo turismo anterior a la publicación de la saga apenas llegaba a los 10000 visitantes anuales.

Es comprensible que las descripciones de un libro que nos fascine hagan que un lugar nos resulte atractivo, más aún si han sido llevadas a la pantalla con acierto y fotografía magistral. ¿Qué libros habéis leído que os hayan producido el impulso de viajar, hacer la maleta y marcharos a buscar esa ciudad, pueblo, selva o monumento que haya despertado vuestra curiosidad?

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Ficción turística (I)

AutorGabriella Campbell el 31 de mayo de 2013 en Divulgación

Entre limones

El tema de la publicidad en los libros siempre ha sido un tanto polémico. Para el lector, la idea de encontrarse con un anuncio a media página o incluso con una colocación de producto tipo David disfrutó de una excelente taza de chocolate caliente marca X es repulsiva, en gran medida porque rompe con la magia del pacto narrativo: sentimos que el autor ha abusado de la confianza que hemos depositado en sus manos para crear un mundo que es verosímil pero que sabemos que no es real. También tiene mucho que ver con el romanticismo que rodea al libro; nos gusta pensar en este como en una obra de arte y no como un producto de consumo más (aunque lo sea).

¿Pero qué ocurre cuando la publicidad es sutil, o cuando ni siquiera es a propósito? ¿Qué ocurre cuando un escritor utiliza un entorno tan atractivo que el lector se siente impulsado a visitarlo, a experimentarlo por sí mismo? Para esto existe lo que se conoce como la ficción turística, un género donde la acción literaria se desarrolla en una ciudad, pueblo o incluso país que es presentado de manera benévola y detallada para animar al lector a visitarlo. Hay mucha ficción turística creada ex profeso para promocionar una región (subvencionada y avalada por departamentos de turismo y similares), pero también hay una ficción que obtiene los mismos resultados de un modo completamente inocente. Por ejemplo, gracias a la autora Rosamunde Pilcher, se estima que el turismo alemán en el Reino Unido ha subido nada menos que un 14%.

¿Cómo puede ser esto? No ha sido solo por las novelas de esta prolífica escritora de género romántico. Han tenido mucho más que ver las innumerables adaptaciones para televisión que se han producido en las últimas décadas en Alemania. Varias generaciones, sobre todo de mujeres, se han sentado por las tardes a ver estas pequeñas producciones sentimentales donde se luce la bonita campiña inglesa en todo su esplendor. Estas mismas generaciones han decidido visitar dicha campiña, las amplias y frías costas y muchas otras atracciones del país que figuran en los libros y en las películas basadas en obras de esta señora. Y no es la única responsable, ya que la serie Todas las criaturas grandes y pequeñas, adaptada de una serie de libros de tintes autobiográficos del veterinario y escritor James Herriot, también tiene parte de culpa. Desde los sesenta, varios alemanes se han decidido a visitar las zonas descritas en esta serie, y algunos hasta se han quedado a vivir allí.

El caso del Reino Unido no es aislado, por supuesto. En España ya tuvimos una invasión de reconstructores y renovadores de viviendas de origen británico en la Alpujarra granadina gracias al éxito internacional del escritor (y antiguo batería del grupo Genesis) Chris Stewart con Entre limones, que narra la experiencia real del músico cuando decidió abandonar su vida inglesa, agarrar a su mujer y presentarse en el monte andaluz a vivir la vida tranquila. No resultó ser tan tranquila, como era de esperar, pero sus peripecias y lo idílico del paisaje granadino inspiraron a muchos compatriotas suyos a imitarlo. No todos tuvieron el mismo éxito (muchos acabaron invirtiendo sumas absurdas de dinero en viejas chozas que se caían a pedazos, para acabar rindiéndose ante el duro clima de Granada, las diferencias culturales para con sus vecinos y la incomodidad continua de vivir perdido en una montaña). Es una vida que no es para todos, pero Stewart supo describir muy bien sus muchas ventajas. En la segunda parte del artículo veremos más ejemplos de novelas que han servido como aliciente para que sus lectores acaben visitando los parajes descritos en las obras.

¿Te ha gustado este artículo? Lee su continuación en Ficción turística (II)

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Escritores aficionados a otras artes (II): Juan Ramón Biedma

AutorGabriella Campbell el 30 de mayo de 2013 en Noticias

Juan Ramón Biedma

En la primera entrega de esta serie de artículos, le preguntamos a Susana Vallejo a qué otro tipo de actividades artísticas dedicaba su tiempo, además de a la escritura. En esta ocasión le hemos pedido lo mismo a Juan Ramón Biedma, autor conocido sobre todo por sus novelas de género policíaco. Biedma nos ha hablado de su afición a las series de televisión:

“Durante una cena, mi amigo Fernando Marías me dijo que no veía series televisivas; como él es sobradamente listo para haber calibrado los pros y los contras de tal vicio antes de descartarlo y yo no soy tan imbécil como para intentar hacerle cambiar de opinión con nuevos pros de mi cosecha, la cosa quedó ahí.

Pero de vez en cuando, en aquellos momentos en los que un rastro de fuerza de voluntad resurge en el fondo de mi conciencia y me hace abominar de mi adicción, no puedo evitar acordarme de él con la envidiosa mirada del que se sabe encadenado para siempre a su asquerosa perversión.

Mi intoxicación televisiva me ha acompañado toda la vida, primero como una inocente diversión doméstica, después como esparcimiento perfectamente compatible con el resto de mis actividades y al final como una fijación que determina gran parte de mis días y mis noches.

Lo peligroso de las series, el gran reclamo, es su justa duración; mientras que la extensión de una película nos obliga a acotar una parte de nuestras jornadas para dedicársela en régimen de exclusividad, los capítulos televisivos, esos cuarenta y cinco minutos de media en las series americanas y europeas, encajan a la perfección con nuestras comidas y cenas –las españolas, en general, por desgracia, van clasificadas en categoría aparte según el tiempo que tardamos en verlas y olvidarlas-; después, según que el vicio se afianza, nosotros afinamos: si la comida es tranquila y reposada podemos permitirnos los casi sesenta minutos de un Juego de tronos o un The Wire, mientras que si es más apresurada nos inclinaremos por los cuarenta de un Hannibal o un Expediente X, e incluso si debemos ser especialmente frugales, deberemos contentarnos con los veintidós de un Bored to Death o un Becker.

No sólo es su extensión lo que nos atrae de las sagas catódicas; a medida que aumenta nuestra instrucción en el medio, también irá creciendo nuestra pericia para elegir el título que mejor se adecue a nuestra disposición anímica, de manera que si nos levantamos deprimidos, nos administramos un capítulo de Boston Legal; si con ganas de dinamitar el mundo entero, uno de Misfits; si con defecto de adrenalina uno de 24; si con exceso de adrenalina un Hércules Poirot; si místicos uno de Carnivale; si exquisitos uno de Retorno a Brideshead

Hay una serie de televisión para cada estado de ánimo. Lo malo es que al final, en esa última fase que citaba más arriba, hay un estado de ánimo para cada serie de televisión, y somos nosotros los que terminamos modificando nuestro talante para adaptarlo a nuestros episodios predilectos.

Al igual que terminaremos almorzando o cenando cuatro o cinco veces para agotar las últimas entregas de otra de las obras de las que seamos devotos; al fin y al cabo, cuarenta y cinco minutos de media no son nada.

O hasta descargándolas en nuestra tableta y dejando que el autobús nos dé una vuelta completa tras otra por la ciudad mientras sonreímos como lunáticos con los ojos clavados en la pantalla.

Dicen que aún me queda por conocer una etapa ulterior en la que el enfermo prescinde de cualquier actividad –incluyendo el sueño, la alimentación, la literatura y hasta el sexo– para disfrutar de su afición.

Espero con ansiedad la llegada de ese estado”.

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Escritores aficionados a otras artes (I): Susana Vallejo

AutorGabriella Campbell el 28 de mayo de 2013 en Noticias

Susana Vallejo

Muchas veces hablamos de escritores famoso que compaginaron su labor de autores con otros trabajos, ya fuera por gusto o por la simple necesidad de disponer de unos ingresos que la literatura les negaba. Así, ya sabréis que Kurt Vonnegut trabajaba vendiendo Saabs en un concesionario, Hilary Mantel era asistente social en un hospital geriátrico o que Stephen King era conserje. ¿Pero qué hay de las aficiones? ¿Y qué hay de otros campos artísticos? No es raro que una persona creativa que dedique su tiempo y talento a la literatura tenga también interés por otras ramas artísticas. Para muchos de ellos, además, esta afición por otras artes tiene mucho que ver con la forma en la que enfocan su propia producción literaria.

Por esta razón, le hemos pedido a algunos escritores españoles que nos hablen de sus artes favoritas, de sus aficiones predilectas, y de cómo afectan estas a sus propios libros. Una de las primeras en responder a nuestra petición fue Susana Vallejo, una escritora de origen madrileño conocida sobre toda por su trayectoria en la literatura fantástica con la saga Porta Coeli. Susana se licenció en Publicidad y Relaciones Públicas, y su vida laboral se desarrolla en este entorno, pero cuando no está trabajando o escribiendo (hace poco se ha publicado su obra más reciente, Calle Berlín, 109, una novela de trama negra), está dibujando o cosiendo:

Además de escribir, me encanta pintar y dibujar. No soy demasiado mala en ello y de jovencita llevé a cabo alguna exposición y llegué a trabajar en el mundo de los dibujos animados. Ahora es una actividad más que me relaja y me divierte, a la que me entrego cuando puedo y quiero. Por comodidad dejé el óleo y ahora pinto con acrílicos. Me puede dar tanto por hacer paisajes, como cuadros de pequeño formato de los motivos más variados (hojas, naturaleza, objetos cotidianos, personajes de cómics…).

Creo que cada vez pinto menos porque mis pocas horas de ocio se reparten entre demasiadas actividades.

La pintura tiene una enorme relación con mi mundo literario, o mejor dicho, con mi mirada literaria. “Veo” los paisajes, las calles, los personajes… Veo los colores de un cielo, de una pared y de un vestido… Lo observo y lo veo todo, e intento plasmar esa mirada con palabras en un papel o en un lienzo a base de pintura. El resultado puede ser un producto diferente, pero la mirada es la misma. Dibujo con palabras o con acrílicos. En suma, yo soy una escritora visual: tengo que verlo todo en mi imaginación, para después poder escribirlo.

También coso (patchwork) y de vez en cuando NECESITO coser”.

Durante las siguientes entregas de este artículo, os iremos presentando a más escritores e iremos analizando cuáles son los otros campos en los que les encanta moverse, y qué vínculo tienen estos con su ocupación literaria. Y aprovechamos para preguntaros a los escritores que nos leéis: ¿A qué otras actividades artísticas dedicáis vuestro tiempo? Esperamos vuestras aportaciones, como siempre, en los comentarios.

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