Lecturalia Blog: reseñas, noticias literarias y libro electrónico 112.562 libros, 24.650 autores y 91.948 usuarios registrados

Gabriella Campbell (Página 28)

Grandes plagios literarios (I)

AutorGabriella Campbell el 14 de noviembre de 2011 en Divulgación

Copia de libros

En nuestro tiempo, hablar de plagio es hablar de una práctica ilegal, deshonrosa y socialmente vilipendiada. En una época en la que, por lo menos en lo superficial, se concede importancia a la originalidad, el copiar e imitar, sobre todo cuando se hace por intereses económicos, es uno de los pecados más graves del escritor.

Por supuesto esto no siempre ha sido así. La consideración del plagio varía de un periodo histórico a otro, del mismo modo en que cambia su percepción de una cultura a otra. En países como China, por ejemplo, las obras literarias tardaron bastante en comenzar a firmarse, y aun cuando se firmaban, sus obras con frecuencia eran compilaciones de textos de otros autores. Esto ha ido cambiando con el tiempo, pero sigue conociéndose como una cultura en la que la imitación puede ser una forma de halago, y un recurso práctico, tanto en lo artístico como en lo comercial. Es irrelevante hablar de plagio como tal en circunstancias como estas, en las que el concepto de autoría es totalmente diferente de nuestra perspectiva occidental contemporánea. Y en la propia Occidente, que arruga la nariz ante las imitaciones de cualquier calibre, hubo un tiempo en que era práctica común tomar “prestados” textos ajenos para firmarlos con el nombre propio. Un recurso común era presentar como obras propias traducciones de clásicos latinos y griegos (es posible que Gonzalo de Berceo, por ejemplo, no escribiera una sola palabra de su propia creación en toda su obra). Esto, lejos de ser perjudicial, se consideraba positivo, ya que la mención de fuentes otorgaba prestigio y credibilidad al texto.

Tras la Edad Media y con la progresiva revolución cultural del Humanismo, el constante préstamo textual entre artistas que viajaban y se nutrían del canon de otros países fomentaba el plagio y la copia, pero por otro lado se engrandecía la figura del autor, que comenzaba a valorarse como individuo. Es casi imposible establecer la diferencia en esta época entre lo que era una copia directa (ya fuera en el mismo idioma o a través de la traducción) y un simple cúmulo de influencias. Sin algunas de estas imitaciones, no dispondríamos del necesario tráfico de ideas, estilos y formas que compondrían un interesante Renacimiento y un glorioso Barroco en el ámbito de la literatura española. Sin embargo, poco a poco, la fama y gloria alcanzada por el escritor hacía que este se mostrase más celoso de sus creaciones, y serían más frecuentes los enfrentamientos entre autores por motivos de imitación, una vez la literatura comenzase a establecerse como negocio más o menos rentable para aquel que la practicaba. De hecho, la legendaria rivalidad entre dos grandes de nuestra lengua, Francisco de Quevedo y Luis de Góngora, parece haberse originado por el uso indebido del primero de la forma de escribir del segundo, ya que utilizaba su estilo y léxico para ridiculizarlo. Esta peculiar forma de plagio, ofensiva y burlona, otorgó fama al escritor y despertó la ira de Don Luis, fomentando una enemistad que se tradujo en una de las batallas literarias más completas y productivas de la historia de la literatura.

Una mirada al Premio Booker 2011: Julian Barnes

AutorGabriella Campbell el 4 de noviembre de 2011 en Divulgación

Julian Barnes - Premio Man Booker

Muchos dirán (y dicen) que el premio que se ha llevado el escritor británico Julian Barnes de 50.000 libras esterlinas (a día de hoy, unos 57.000 euros) ya le iba tocando. Barnes ha sido finalista del Premio Man Booker, uno de los más prestigiosos de la literatura anglosajona, en tres ocasiones, y con la aparición de su nombre este año en la lista final muchos daban por sentado que recibiría el galardón. Surgen, por supuesto, voces críticas al respecto, que argumentan que esta novelita, The Sense of an Ending, no es la mejor obra del escritor, ni la más original; otros insisten en su escasa longitud (se trata de novella, de novela corta), pero nadie puede discutir que a Barnes le correspondía este reconocimiento, de una manera u otra.

El Booker no ha estado nunca libre de polémica, sobre todo desde que en 1972, cuatro años después de su creación, el ganador John Berger criticara abiertamente su carácter colonialista y donara la mitad del importe del premio a los Panteras Negras de Gran Bretaña. En esta ocasión al jurado se le ha acusado de anteponer el gusto de la mayoría y el comercialismo frente a la calidad de la obra seleccionada. Por otro lado, tener un jurado compuesto de grandes figuras del mundo literario tiene sus consecuencias, ya que reunir a tantos grandes egos en una misma habitación y pretender que concurran en una única decisión a la hora de otorgar el premio es, cuanto menos, optimista, y en repetidas ocasiones se ha traducido en portazos y declaraciones enfurecidas a la prensa. El gusto por la controversia del que hace gala el Booker ha suscitado la aparición de un rival directo de reciente creación, el Literature Prize (título original donde los haya), que pretende ofrecer una guía de calidad frente a un Booker que considera demasiado populista (en su más reciente edición, varios miembros del jurado proponían la “legibilidad”, un ritmo fluido y la capacidad de enganchar al lector como requisitos fundamentales en su selección. Algunos de los fundadores de esta nueva distinción son ganadores del propio Man Booker, tampoco exento de ataques de sus propios galardonados: Barnes había criticado el premio en ocasiones anteriores, definiéndolo como un bingo de lujo, una lotería de índole absurda.

En las entrevistas concedidas tras la recepción del premio, reconoció esta actitud pasada y bromeó al respecto, proponiendo que la fiabilidad del premio variaba según quienes compusieran el jurado, y que la lotería absurda cobraba mucho sentido cuando uno la ganaba. Dejando aparte críticas y polémicas, en su discurso de aceptación del galardón realizó una sentida apología del libro en papel frente al electrónico, afirmando que pensara lo que pensara el lector del contenido de su libro, éste era un objeto hermoso y digno de conservarse, apelando así a los editores, solicitando que los libros fuesen creaciones físicamente bellas, atractivas para los lectores, para poder resistir al desafío del ebook.

Autores relacionados Autores relacionados:
Julian Barnes

Para aquellos que no leen

AutorGabriella Campbell el 2 de noviembre de 2011 en Opinión

Leer o no leer

¿Cuántas veces habéis dicho, o escuchado, aquello de “me encanta leer pero nunca tengo tiempo para ello”? ¿O “lo he intentado, pero leer no me gusta, es aburrido”? ¿O incluso “cuando era joven leía mucho, pero ahora tengo cosas más importantes que hacer”?

Ya hemos hablado en este mismo blog sobre los efectos beneficiosos que tiene la lectura sobre nuestro cerebro y sobre nuestra vida personal. Sin embargo, a veces se nos olvida uno de los aspectos fundamentales de la lectura: leer es divertido. También hemos mencionado la existencia de libros “gancho”, libros no necesariamente clásicos, ni de una calidad maravillosa, pero que sirven para demostrarle a los poco habituados a la lectura que el acto de leer puede ser muy entretenido, que sumergirse en mundos diferentes, en realidades alternativas, es algo que sólo ofrece la lectura, o por lo menos sólo ella lo ofrece de una manera tan completa y entregada. En su popular web zenhabits, el bloguero estadounidense Leo Babauta publicó hace poco una entrada en la que defendía el acto de leer y daba algunos consejos para los no aficionados a la lectura. Leo insiste en que uno debe leer por gusto, nunca por obligación (a no ser, claro, que uno sea estudiante de literatura, editor o crítico y su tarea principal consista en leer hasta el agotamiento). También nos indica que uno debe hacer tiempo para la lectura, adjudicando un periodo al día para ésta (esto, si se hace de manera diaria, crea hábito, lo que hará que cada vez nos resulte más fácil coger un libro). Aunque pensemos que no tenemos tiempo, es increíble la de minutos que podemos rescatarle al día si prescindimos de tareas innecesarias o si restringimos el tiempo dedicado a las redes sociales, al correo electrónico y a Internet en general, por no hablar de la televisión.

Otro buen consejo de Leo es que cuando leamos no hagamos más que eso. Convirtamos la experiencia en un ritual íntimo en el que sólo participamos nosotros y el libro, y olvidemos durante un rato las preocupaciones, las distracciones externas, incluso el mundo que habitamos. Para él, lo fundamental es que el lector disfrute de la experiencia; aunque leer libros densos y elaborados sea muy recomendable si son de una calidad probada, para empezar a coger el hábito siempre es mejor una obra apasionante, amena, que nos apetezca tener entre las manos. Así, el acto de leer se convertirá en algo que nos atraiga, en una recompensa en vez de un castigo.

Otro punto interesante que marca Leo es la faceta social del libro. Los clubs o tertulias literarias son maneras fantásticas de sacarle el mayor rendimiento posible a la lectura, ya que contrastamos la experiencia personal con la de los demás, y además sirven para conocer a personas con intereses similares a los nuestros. No hace falta buscar una tertulia ya existente, cualquiera puede iniciar una propia con sus conocidos en su hogar, un parque, una cafetería o un bar. Y así a veces pueden incluso llegar a combinarse, como hacen tertulias como Tiramisú en Madrid, dos grandes pasiones: el buen comer y la buena lectura. Sea como sea, el resultado es el mismo: leer (y hablar de lo leído) es divertido, y por mucho que en ocasiones se venda lo literario como un producto serio, clásico, de prestigio, digno de esfuerzo, ello no debe influir en nuestra más básica necesidad de dejarnos llevar por una obra, dejarnos secuestrar por las páginas de un libro maravilloso que haga que nuestro día sea, en conclusión, mucho más agradable.

El archivo millonario de J.M. Coetzee

AutorGabriella Campbell el 25 de octubre de 2011 en Noticias

J.M. Coetzee - Archivo

Parece ser que no todas las bibliotecas del mundo están sufriendo los devastadores efectos de la crisis. Que se lo pregunten al premio Nobel John Maxwell Coetzee, que acaba de vender sus archivos literarios al centro Harry Ransom de la Universidad de Texas en Austin, por la nada despreciable cantidad de un millón y medio de dólares (unos 1,085.000 euros). Según el propio centro, la compra se ha realizado con fondos propios de la universidad y con donaciones de particulares.

No es casual que Austin haya elegido a Coetzee, ya que éste dedicó varios años de su vida a doctorarse en dicha universidad, utilizando como base de su tesis los cuadernos en los que Samuel Beckett escribió su novela Watt. De modo parecido, ahora los estudiantes de la universidad podrán estudiar a Coetzee directamente a través de sus manuscritos. La compra incluye nueve versiones manuscritas de su obra Vida y época de Michael K.

No es la primera vez que el centro adquiere grandes archivos de importantes autores contemporáneos. El año pasado se hizo cargo de varias cajas de documentos pertenecientes a David Foster Wallace, entre los que se encontraba gran parte del material de su novela inacabada El rey pálido, que quedó en manos de su editorial hasta terminar de publicarse. También figuraban cientos de libros de su colección personal, miles de hojas fotocopiadas y anotadas por Wallace de diversas obras del escritor estadounidense Don DeLillo; además de correspondencia personal, material didáctico y todo tipo de documentación relacionado con su escritura: desde anotaciones a relatos.

El interés de la biblioteca tejana por conservar la palabra escrita en su formato original en papel siempre ha sido una de sus prioridades, y llama la atención en un mundo en el que cada vez se favorece más la digitalización de documentos. La inversión de millón y medio en un archivo personal contrasta con fuerza con todas las iniciativas que buscan, precisamente, reducir el espacio que ocupan libros y documentos escritos. Algunos, como la empresa nipona Bookscan, obtienen beneficios escaneando libros, pasándolos a .pdf y reciclando el papel del ejemplar. En su filial estadounidense, 1dollarbookscan, ofrecen 100 páginas de digitalización por tan sólo un dólar. El director y fundador de la empresa, a diferencia de la biblioteca de la universidad de Austin, no tenía espacio en su pequeño apartamento de Tokyo para alojar sus dos mil libros, por lo que decidió escanearlos y pasarlos todos a su iPad, y seis meses más tarde había contratado a cientos de personas para escanear y destruir los libros de aquellos que, como él, no tenían espacio físico para sus libros pero no encontraban los títulos que buscaban en formato electrónico (o no estaban dispuestos a pagar un precio elevado por dicha versión electrónica). Tal vez estemos ante dos extremos de la conservación literaria: por un lado, el afán por idolatrar a los grandes escritores, convirtiendo en memorabilia todos sus documentos, justificando gastos inmensos en aras de lo académico; y por otro, la imposición del espíritu práctico y la paulatina muerte de nuestro amigo el libro en papel.

Autores relacionados Autores relacionados:
David Foster Wallace
Don DeLillo
J. M. Coetzee

La distopía en la literatura

AutorGabriella Campbell el 24 de octubre de 2011 en Divulgación

Los desposeídos

La palabra utopía, acuñada por Tomás Moro en su obra homónima, influenciada por la famosa República de Platón, podría provenir de la palabra griega “u-topos“, (no lugar) o de “eu-topos“, (buen lugar). Moro buscaba una manera de designar un lugar perfecto, un mundo ideal, una civilización evolucionada. Sin embargo, como demostró la propia experiencia de Platón, que intentó llevar su utopía a la realidad en Siracusa, con frecuencia el futuro no nos trae perfección y mejoría, sino desastre. Y aquí es donde comenzamos a hablar de distopía. Por su carácter futurista y especulativo, se trata de un subgénero temático que suele encuadrarse en el género de la ciencia ficción.

Aunque hay muchas formas de clasificar la distopía, tal vez podríamos dividirla en dos grandes subgrupos que hacen referencia a la actitud del lector y/o de los personajes frente al mundo en que viven. Podríamos hablar por un lado de distopías patentes, en las que es más que obvio que algo va mal, que este futuro es terrible; y por otro lado de falsas utopías, en las que la situación distópica no es, de primeras, aparente, ya sea porque los propios ciudadanos no sean conscientes de la realidad que se esconde bajo una situación en apariencia perfecta y feliz, o bien porque la perspectiva principal (la del protagonista y, por tanto, del lector) no descubra dicha situación hasta bien avanzada la narración. Este sería el caso de obras como Los desposeídos, de Ursula K. Leguin, donde el exuberante mundo de Urras acaba mostrándose como clasista, injusto y deshumanizado frente al duro mundo de Anarres, que termina por descubrirse como funcional y éticamente evolucionado, a pesar de su excesiva burocracia y tensión interna; o de Un mundo feliz, de Aldous Huxley, donde la supuesta felicidad de una civilización consumista y drogadicta se pone en entredicho con la aparición de un extraño que todavía conserva algunas de las costumbres de una cultura más antigua y moralmente férrea. En éstas, el mayor giro argumental suele producirse cuando el lector y/o los personajes descubren, en una revelación bien progresiva o bien repentina, que están siendo engañados y que se enfrentan, sin haberlo sabido, a un mundo cruel y despiadado. Con frecuencia, es la crueldad de este mundo la que permite su propia supervivencia, como ocurre en la película Cuando el destino nos alcance (basada en la novela de Harry Harrison de 1966 ¡Hagan sitio! ¡Hagan sitio!), en la que los habitantes de un mundo con escasez de alimento consumen carne humana sin saberlo. En este tipo de libros, suele insistirse en el poder mediático, religioso y de propaganda política, que, de manera perturbadora, asegura el mantenimiento del statu quo, y la sumisión de los habitantes. En esto era todo un maestro George Orwell, que con el paradójicamente llamado Ministerio de la Verdad de su 1984, reescribía la historia según las necesidades políticas del momento, del mismo modo que se reescribían los mandamientos de los animales en Rebelión en la granja, que se levantaban para encontrarse con sutiles cambios en las palabras que definían su existencia. Junto al poder mediático suele cobrar importancia el uso de herramientas de distracción, que mantienen sosegados y felices a los ciudadanos, como el poder de la televisión (o su equivalente futurista) en Farenheit 451, o de las drogas y el consumismo exacerbado en obras como Un mundo feliz o Mercaderes del espacio.

Por lo general, cuanto más se acerca una distopía a temas que están presentes en nuestro tiempo, es decir, cuanto más plausible nos resulte, más incómoda y cercana será y, por tanto, mayor impacto tendrá en el lector. El poder de los medios de comunicación, la superpoblación, la escasez de alimentos, el neoliberalismo más extremo, la devastación ecológica… todos son problemas que reconocemos en nuestro mundo actual y que nos dirigen hacia un futuro poco prometedor.

Autores relacionados Autores relacionados:
Platón
Aldous Huxley
George Orwell
Harry Harrison
Tomás Moro
Libros relacionados Libros relacionados:
1984
Fahrenheit 451
La república
Los desposeídos
Mercaderes del espacio

Asfixia, Chuck Palahniuk y la Generación X

AutorGabriella Campbell el 23 de octubre de 2011 en Reseñas

Asfixia, de Chuck Palahniuk

Para muchos, el nombre de Chuck Palahniuk no significará nada, pero el nombre de su obra más conocida, El club de la lucha, despierta el interés de lectores y entusiastas del cine por igual. La adaptación cinematográfica de su libro por David Fincher, protagonizada por Brad Pitt, Edward Norton y Helena Bonhan Carter, se ha convertido con el tiempo en una película de culto. El film fue criticado por su contenido violento, al igual que la obra original fue considerada impactante por sus escenas explícitas, tanto de violencia como sexuales. El feísmo y la brutalidad con la que Palahniuk describe las relaciones humanas aparece de nuevo en otra de sus novelas, Asfixia. Ésta recoge de nuevo los temas presentes en El club de la lucha, mostrando la desesperación humana bajo el peso del materialismo y lo socialmente convencional.

El protagonista de Asfixia recurre a todo tipo de métodos para sobrevivir, tanto mental como económicamente. Se define como adicto al sexo, si bien nunca queda claro si las relaciones que establece con mujeres, aparentemente de manera casual y superficial, están tan desvinculadas de emociones como querría hacernos creer; y en todo momento parece que busca una adicción como escapatoria a sí mismo (muestra a lo largo del libro cierta admiración por las actividades y comportamiento, que él ve como liberador, de otros adictos). Trabaja en un centro de reconstrucción histórica, donde a diario debe disfrazarse de colono del siglo XVIII, y por las noches dedica su tiempo a ir a restaurante en restaurante, fingiendo una situación límite (asfixiarse con la comida) para que otros puedan salvarlo y poder crear un vínculo de responsabilidad con éstos por el que se sientan obligados a cuidar de él y enviarle dinero, dinero que necesita para poder mantener con vida a su madre, que se halla recluida en una institución mental. Poco a poco se ve obligado a enfrentarse a sus propias limitaciones y sentimientos: a través de la Dra. Paige Marshall, en la que por primera vez confunde sexo y afecto; y a través de su propia madre, cuyo delirio se nos va desvelando mediante frecuentes flashbacks a lo largo del libro.

El estilo rápido, de párrafos cortos, monólogos internos y recuerdos visuales, ayuda a navegar un texto cargado de símbolos (como expresa la madre del propio protagonista, que insiste en que el mundo se ha cargado tanto de definiciones, de reglas y símbolos que ha perdido su sentido) y diferentes líneas narrativas. Bailan los argumentos entre las relaciones personales del protagonista (con su madre, con las mujeres, con su mejor amigo Denny) y los actos surrealistas que se suceden a su alrededor (las piedras de Denny, los “héroes” que “salvan” al asfixiado todas las noches, la madre secuestradora y su parafernalia de información absurda), todo cargado de una conveniente dosis de escenas incómodas y a veces nauseabundas, y de la habitual “pistola escondida” de la que suele hacer gala Palahniuk, un giro argumental inesperado que trastoca la información recibida y que, lejos de ofrecer un final, complica la intriga y cierra la obra con la sensación agridulce de que el personaje central sigue siendo tan complejo e inescrutable como al principio y que en la obra de Palahniuk siempre hay que leer con cuidado, ya que nada es realmente lo que parece.

Autores relacionados Autores relacionados:
Chuck Palahniuk
Libros relacionados Libros relacionados:
Asfixia

Hidra reedita El ciclo de la luna roja

AutorGabriella Campbell el 17 de octubre de 2011 en Noticias

Ciclo de la Luna Roja

Hace apenas unas semanas, la editorial madrileña Hidra anunció la fecha de publicación de la tercera parte de la hasta ahora inconclusa trilogía del escritor vitoriano José Antonio Cotrina, El ciclo de la luna roja, y la reedición, además, de la primera y segunda parte de ésta. Tanto La cosecha de Samhein como Los hijos de las tinieblas habían sido publicadas previamente por Alfaguara pero, como ya os contamos aquí en Lecturalia, la editorial decidió cancelar la esperada salida del tercer tomo, para sorpresa y enojo de sus seguidores. Hidra ha recogido el testigo y ofrece además la opción de tener los tres libros en el mismo formato, algo que la propia Alfaguara había imposibilitado al sacar el primer libro en tapa dura y el segundo en formato bolsillo.

La tercera parte, titulada La sombra de la luna, se presentará en varias ciudades, y se han confirmado ya actos en Madrid (22 de octubre a las 20:00 en la FNAC de Callao y el 26 de noviembre en la merienda literaria Tiramisú) y en Valencia (17 de noviembre a las 19:30 en Librería Abacus), con fechas por confirmar en Santander, Vitoria, Bilbao y Gijón. Queda por determinar también una presentación andaluza.

La noticia de la próxima aparición de la obra ha supuesto una gran alegría para sus numerosos seguidores, ansiosos por conocer el desenlace de esta trepidante novela de fantasía orientada al público juvenil, y por descubrir el destino de Hector, Natalia, Marina, Darío, y todos los demás chicos atrapados en la cruel y mágica ciudad de Rocavarancolia. Cotrina se une una vez más a la lista de escritores autóctonos que se abren paso en la literatura juvenil sin necesidad del nom de plume, con autores tan destacados como Susana Vallejo, Laura Gallego o Javier Ruescas.

Aparte de la edición normal de la trilogía, que incluye algunos capítulos y escenas que se habían eliminado en la edición de Alfaguara, Hidra ofrecerá también un lote especial que incluirá un libreto exclusivo, Construyendo Rocavarancolia, con dos relatos del autor que luego inspirarían el mundo de la trilogía. Primero se publicará en solitario La sombra de la luna, el día 20 de octubre, y una semana más tarde aparecerá el lote con extras. Samhein, o Samhain, es una festividad de origen celta que simboliza el paso de una estación a otra, y que se consideraba un periodo en el que se abrían las puertas al otro mundo, durante la noche del 31 de octubre al 1 de noviembre, también conocida como la Víspera del Día de todos los Santos o como Halloween (All Hallows’ Eve). Por esto, es especialmente significativo que autor y editorial hayan podido tener la publicación lista para estas fechas, para que sus aficionados puedan leer la obra en la misma noche en que los protagonistas del Ciclo son secuestrados por un extraño personaje para ser llevados a otro mundo, no el de los muertos, pero sí repleto de destrucción, muerte y cambio. Y es que todo el Ciclo utiliza con frecuencia la equivalencia muerte-cambio, y el propio autor ha manifestado en varias ocasiones que se trata de una obra acerca del cambio, una metáfora del paso de la infancia a la edad adulta. En cualquier caso, se trata de una trilogía apasionante, divertida, con personajes entrañables y carismáticos, que hará las delicias de sus lectores, tengan la edad que tengan.

Autores relacionados Autores relacionados:
José Antonio Cotrina
Libros relacionados Libros relacionados:
La sombra de la luna

¿Estamos todos representados? (II)

AutorGabriella Campbell el 9 de octubre de 2011 en Opinión

Huida al Sur

Como anticipaba en la primera parte del artículo, las editoriales dirigidas a público juvenil en España parecen mostrar, en principio, menos escrúpulos que sus equivalentes estadounidenses a la hora de publicar libros que incluyan personajes no heterosexuales (o personajes que se salgan de la directiva blanco heterosexual de clase media que parece abundar en dicha literatura; si bien no entraré en este artículo en la diferencia racial, ya que merecería varios textos aparte). Una rápida búsqueda por Internet produce numerosos resultados en este sentido, y una búsqueda un tanto más selectiva, entre escritores y conocidos, produce otra lista de títulos cuyos personajes muestran tendencias no heterosexuales, dentro del marco de la literatura juvenil escrita por autores españoles.

Por supuesto, lo primero en aparecer son libros dirigidos expresamente a adolescentes gays (aunque también figura alguno encaminado a lectores bisexuales). Se trata de títulos cuyos protagonistas se enfrentan bien a la discriminación social, bien a su propia confusión (o a ambas cosas). En esta línea podríamos encajar obras como Nunca soñé contigo, de Carmen Gómez Ojea, o Fin de curso de Jesús Generelo. Aunque estos autores son bastante conocidos, no tienen el peso de los grandes escritores de dicho género. Por esto fue una muy agradable sorpresa descubrir Huida al Sur, de Juan Madrid, que obtuvo nada menos que el Premio Edebé de literatura juvenil en el 2008. Que una editorial grande no se amilane a la hora de presentar obras con personajes como los de Madrid es todo un símbolo de progreso; su protagonista, Tomás, es gay, marroquí y pobre. Nada que ver con los estereotipos a los que nos pueden haber acostumbrado.

También inspira confianza la literatura infantil, donde abundan los títulos educativos cuya función está más encaminada a enseñar tolerancia al niño lector desde una temprana edad (algunos ejemplos serían La princesa Ana, de Luisa Guerrero, o Amigos y vecinos de Lawrence Schimel). Pero el objetivo es diferente, y en este sentido la literatura juvenil tiene sus limitaciones; si bien no parece haber problema al presentar a personajes de clases y razas variadas, por lo general se observa una falta de representación de personajes no heterosexuales. Aparecen, de manera callada, en obras sueltas, por lo general de editoriales especializadas. Ya mencionamos en el artículo anterior a Jordi Sierra i Fabra, que presenta a una protagonista lesbiana en Al otro lado del espejo, aunque vista la extensa producción del autor catalán, parece inevitable que tarde o temprano se centrara en el tema del despertar sexual de un adolescente no heterosexual, debido a su gusto por crear historias con todo tipo de personajes y temáticas. Sierra i Fabra abrió la puerta pero tampoco han sido tantos los que han aprovechado su corriente. En lo que se refiere al género juvenil, parecería que este tipo de novelas se concentra en narrar el descubrimiento de la identidad sexual, y sorprende la ausencia de tramas que incluyan personajes que participen de aventuras típicas de la literatura juvenil, donde la sexualidad fuese una característica más, tan corriente como ser rubio o moreno, diestro o zurdo. ¿Necesitamos una normalización, una inclusión de personajes gays y bisexuales como entidades no definidas por su “diferencia” sexual, sino por las características que generalmente han marcado a los protagonistas de la narrativa juvenil: la valentía, la honestidad, el sentido de la maravilla? Esperamos, como viene siendo habitual, vuestras opiniones en los comentarios.

Autores relacionados Autores relacionados:
Carmen Gómez Ojea
Jordi Sierra i Fabra
Juan Madrid
Lawrence Schimel
Libros relacionados Libros relacionados:
Amigos y vecinos
Huida al sur
Nunca soñé contigo

El bicentenario de Charles Dickens

AutorGabriella Campbell el 5 de octubre de 2011 en Noticias

Drood

Si en 2012 sobrevivimos al temido apocalipsis, o cambio de era, o sea lo que sea lo profetizado por el calendario maya, nos esperan grandes celebraciones. Una de las más significativas, y que los británicos esperan con ansia, es el bicentenario del nacimiento de Charles Dickens, uno de los grandes de la literatura anglosajona (y de la literatura universal). Aunque fue muy prolífico, la mayoría conocerá el nombre por obras como Oliver Twist o David Copperfield, gracias a sus frecuentes adaptaciones al cine y a la televisión (adaptaciones a las que se sumarán nuevos proyectos que tiene en marcha la BBC inglesa, concretamente de Grandes esperanzas y de El misterio de Edwin Drood). La página web Dickens 2012 ofrece una interesante recopilación de todos los actos y eventos que acompañarán al aniversario, no sólo en el Reino Unido sino por todo el globo.

A pesar de que hablamos de un escritor de la era victoriana, Dickens mantiene una popularidad envidiable a día de hoy. Esto puede explicarse en parte por el carácter moderno de sus escritos; el propio ritmo, que se debía a la publicación de sus novelas de manera seriada, hace uso de frecuentes cliffhangers, propios de series de televisión actuales, y sus personajes son tan completos, tan redondos que, a pesar de la diferencia entre el londinense medio de hace más de cien años y el contemporáneo, aún reconocemos rasgos dignos de empatía lectora. Por otro lado, su mordaz sentido de la crítica y su ejercicio como testigo ante la injusticia de la diferencia de clases y el lamentable estado, en concreto, de la clase obrera, se mantienen vigentes en una sociedad que en algunos aspectos apenas ha cambiado. Además, el escritor conserva ese aura de interés que rodea a todos los que han sufrido (o gozado) de una vida tumultuosa y apasionada, e incluso se fue a la tumba con un importante misterio literario, el de la resolución de su novela policíaca El misterio de Edwin Drood, que se estaba publicando de manera periódica cuando él falleció, y de la que no se han encontrado notas ni información que ayuden a desvelar el final de una trama que el propio Dickens había definido como novedosa y sorprendente. Se han elaborado numerosas hipótesis acerca de la respuesta definitiva al enigma que presenta la última novela del escritor, pero la conclusión inevitable es que su solución murió con éste. En cuanto a su próxima adaptación televisiva, la escritora Gwyneth Hughes se ha ocupado de buscarle un digno y plausible final a una nueva serie que llegará de la mano de BBC Four; pero Grandes esperanzas es aquella por la que los lectores muestran mayor interés, debido a que su nueva adaptación cinematográfica se estrenará en BBC One el día del aniversario del nacimiento del escritor. Tras las que son posiblemente las adaptaciones más populares, la de 1946 de David Lean con Jean Simmons y Alec Guinness y la de 1998 de Alfonso Cuarón con Ethan Hawke y Gwyneth Paltrow, será interesante ver una nueva interpretación de la inmortal historia de Pip, el niño cuya vida se complica terriblemente tras ayudar a un fugado de la justicia.

Autores relacionados Autores relacionados:
Charles Dickens
Libros relacionados Libros relacionados:
David Copperfield
El misterio de Edwin Drood
Grandes esperanzas

Preguntas de uso frecuente

AutorGabriella Campbell el 30 de septiembre de 2011 en Divulgación

Musas e inspiración

Hace poco, el escritor Warren Adler escribió un artículo para el periódico estadounidense The Huffington Post donde meditaba sobre las preguntas que realizan con mayor frecuencia los lectores a sus autores favoritos. Según Adler, estas son tres: ¿Cómo escribes? ¿Cuándo escribes? Y, ¿de dónde te vienen las ideas?

Está claro que las dos primeras son mucho más sencillas de contestar que la tercera. La primera se interesa por la manera física: si el escritor escribe a mano, si utiliza una máquina de escribir o un ordenador, es decir, qué formato prefiere para crear. La segunda hace referencia a la parte del día en la que el escritor se sienta a trabajar, si lo hace a primera hora de la mañana, a última hora de la noche, después de comer, etc. La última tiene respuestas infinitas, ya que parece intentar atrapar la esencia misma de la inspiración. Con frecuencia, estas preguntas las realizan lectores que no sólo son lectores, sino aspirantes a escritores. A través de las respuestas de los grandes pretenden aprender a hacerse ellos mismos también profesionales del arte de escribir.

Adler ofrece algunas perspectivas, pero lo interesante es que no hay una respuesta única para ninguna de las tres preguntas. En lo que se refiere a las dos primeras, entran en juego las manías y peculiaridades de los autores. Muchos escritores famosos han llevado un ritmo desordenado para la escritura, garabateando en cualquier papel o máquina que tuviesen a lado. Otros disponen de una disciplina casi espartana que les lleva a escribir siempre a la misma hora, en un ejercicio continuo de más de seis horas diarias (imagínense a Murakami, que tras esas seis horas de escritura sale a darse un garbeo de 10 km corriendo). Algunos coinciden en la necesidad de eliminar las distracciones yéndose a una habitación especial, apartada, y otros insisten en que es más fácil escribir en un espacio pequeño. En una era digitalizada como la nuestra, sigue habiendo muchos que prefieren el lápiz y el papel, o aquellos que utilizan viejas Olivettis u obsoletos procesadores de texto. Aunque pueda ser útil para el aspirante a escritor conocer algunas técnicas que ayuden a fomentar la disciplina, es obvio que para cada persona las necesidades son diferentes. Hay cientos de libros que analizan y aconsejan diversos métodos para la escritura. Para simplificar, y resumiendo lo que exponen tantos expertos en la materia, pueden resultar bastante provechosos los siguientes consejos:

-Primero, escribe todos los días.
-Segundo, escribe por lo menos noventa minutos al día, sin parar.
-Tercero, procura escribir a primera hora del día, ya que por lo general es la más productiva (y habrá menos posibilidades de que surja algo a lo largo del día que te impida escribir).
-Cuarto, una vez establecidas estas costumbres, elige un día a la semana para descansar, un día en el que tu cerebro pueda “reiniciarse”, proporcionándote tiempo para procesar todo lo realizado durante la semana.

Aparte de estas recomendaciones, existen algunos trucos para ayudarnos a cumplir con estas premisas, como realizar una lista de todas las tareas del día antes de empezar a escribir, para evitar preocuparnos por lo que tenemos que hacer más tarde mientras estamos escribiendo. Esta misma lista también puede utilizarse para apuntar ideas que se nos vayan ocurriendo mientras escribimos, o referencias para la documentación relacionada con nuestro trabajo. Por lo general, los expertos coinciden en que el acto de escribir debe ser un acto separado del trabajo de documentarse, investigar y otras actividades relacionadas con la escritura, para mantener un ritmo con la mayor fluidez posible y evitar perder la concentración. Cuando uno tiene la disciplina y la práctica necesaria para escribir lo que quiere, encontrará que la inspiración, esa esquiva musa que responde a la tercera pregunta de uso frecuente, llega inesperada, a veces mientras uno trabaja, a veces mientras uno descansa, pero firmemente insertada en la mente del que vive para escribir.