Tiempo para leer (I)
Hay personas a las que no les gusta leer. Esto es así y tenemos que aceptarlo, por mucho que nos cueste comprenderlo a los que no podemos vivir sin devorar libros, ya sean de ficción, de ensayo o de poesía. Puede deberse a que en el colegio les obligaron a leerse El Quijote con doce años y todavía tienen pesadillas con tomos gigantes por las noches, puede ser que no hayan encontrado un libro que les resulte realmente apasionante, puede ser que se criaran en una casa en la que no había ni una sola obra literaria, o en un entorno en el que leer estaba mal visto. Aunque nuestro primer instinto puede ser el intento de evangelización que suele acompañar al lector feroz (el tradicional “eso es que no has leído tal libro de tal autor”), debemos controlar nuestro afán de proselitismo y aceptar que no todos comparten nuestra pasión exacerbada.
Un caso aparte es el de los que se excusan con el consabido “yo es que no tengo tiempo para leer”. Los que se valen de esta respuesta son, con frecuencia, personas que en su juventud fueron ávidos lectores, pero que con la exigencia de un trabajo, una casa que mantener, una vida familiar y miles de eventos más que se empeñan en despejar de libros nuestra mesita de noche, ya no disponen de tranquilidad para sentarse y disfrutar de una buena obra. En este par de artículos me gustaría señalar algunos trucos, sugerencias e ideas que podrían ayudar a este tipo de exlectores (a no ser, claro, que se trate simplemente de una mera excusa de aquellos que nunca han leído pero prefieren no admitirlo). Recordad que leer tiene muchísimos beneficios (como podéis ver aquí, o aquí), así que merece la pena hacer un pequeño esfuerzo extra.
Hay dos formas fundamentales de encontrar tiempo para la lectura (y esto, claro, es aplicable para cualquier otra actividad). Por un lado, puedes asignarle un periodo de tiempo fijo a esto de leer, como puede ser una media hora justo antes de dormir. Pero si realmente crees que no tienes posibilidad ni de hacer eso, puedes intentar robarle tiempo a otras actividades.
-Primero, piensa en todas esas pequeñas cosas que haces que realmente no te aportan nada. Cronometra el tiempo que pasas en las redes sociales, por ejemplo, te sorprenderá ver cómo poco a poco se va acumulando y probablemente descubras que les dedicas mucho más de lo que querrías admitir. Lo mismo puede decirse del email, del móvil, o de la televisión. ¿Seguro que no podrías dedicarle unos diez minutos de ese tiempo a la lectura?
–Ten el libro a mano. Descubrirás que hay montones de pequeños momentos cotidianos en los que puedes leer mientras realizas tareas que apenas requieren de tu atención (hervir agua, esperar a que se llene una bañera, ¡hasta cepillarte los dientes!). Y no hablemos ya de leer mientras caminas. No lo recomendaría por motivos de seguridad, pero seguramente recordaréis este artículo en el que lo describíamos. Para todo esto vienen bien los libros pequeños y fáciles de manejar, o algún lector electrónico resistente a manchas y a golpes ocasionales.
En la segunda parte del artículo continuaremos con nuestras sugerencias para encontrar tiempo para leer.