¿Nos están vigilando?
Ya hablamos en su momento de una de las desventajas más importantes de tener un lector electrónico: la falta de privacidad. Amazon, Apple y Google saben muchas cosas sobre ti: saben cuánto llevas leído de ese ebook, cuánto tiempo te lleva, de media, terminar un libro electrónico, y cuáles son tus citas favoritas. Y si usas aplicaciones para tabletas como el iPad, el Kindle Fire o el Nook, saben cuántas veces usas dichas aplicaciones y cuánto tiempo dedicas a leer. Esto, en principio, no tiene nada de preocupante: son datos muy útiles para crear estadísticas, una información muy positiva que puede ayudarnos a entender qué y cómo leemos (y por supuesto una herramienta maravillosa para las empresas involucradas en la creación y promoción del libro).
Lo que sí preocupa es el uso de datos personales. En Estados Unidos, el estado de California ha aprobado un acta de privacidad dirigida a los lectores de obras tanto físicas como digitales, que obliga a los agentes de la ley a poseer una orden de registro antes de poder acceder a los datos personales y de lectura de un ciudadano. Esto pone en perspectiva una realidad cada vez más cercana, que es precisamente lo que California intenta evitar: que cualquier Estado pueda conocer en todo momento qué leen sus habitantes (lo que implicaría que determinadas lecturas podrían ser sospechosas o dignas de investigación). En resumen, que si tienes curiosidad por leer en ebook el Mein Kampf o el Manifiesto comunista, a lo mejor Amazon no es el mejor sitio para comprarlo.
Ha sido especialmente conflictivo el caso de Carolina del Norte, donde el fisco reclamaba los datos de cientos de miles de clientes de Amazon pertenecientes a este estado, que han comprado más de 30 millones de obras en Amazon durante los últimos seis años. Estos datos ofrecerían nombres y apellidos de los compradores de obras literarias, visuales y musicales, y si bien las intenciones del NCDOR (la agencia tributaria de Carolina del Norte) son supuestamente para comprobar que el gigante de los libros está haciendo bien sus declaraciones fiscales, caerían en sus manos datos que incluyen una información bastante privada, sobre todo la relacionada con obras que traten temas muy privados relacionados con sus compradores: enfermedades mentales, alcoholismo, infertilidad, o incluso cómo salir del armario, por no hablar de obras polémicas por su contenido político o sexual. Datos que, si bien no van a ser utilizados de manera social, sino tan solo económica, no querríamos, como lectores, que cayesen en manos ajenas. Como ha dicho la principal organización que se opone a la cesión de estos datos, la ACLU (Unión de libertades civiles de América) de Carolina del Norte:
Lo que la gente elige leer, ver o escuchar dice mucho de quiénes somos, de a qué le damos valor y en qué creemos. Por esto, deberíamos poder aprender de todo, desde política a religión o salud, sin preocuparnos de que el Gobierno esté pendiente de ello.