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Gabriella Campbell (Página 13)

Firmas, firmas, firmas (I)

AutorGabriella Campbell el 25 de septiembre de 2012 en Divulgación

Katie Price

Cuando autores superventas como George R. R. Martin tienen un poder de convocatoria que les obliga a firmar cerca de 1000 libros diarios allá por donde van, uno comienza a preguntarse hasta dónde son capaces de llegar los lectores por contar con un garabato que ilustre las primeras páginas de sus libros. Se trata, en muchas ocasiones, de un afán coleccionista difícil de entender: los aficionados son capaces de esperar durante horas bajo sol, lluvia o truenos solo para conseguir una firma que añada valor a sus obras favoritas. A veces, ni siquiera son favoritas. En una cola de firmas reciente, escuché de boca de una aficionada, hablando de una autora española: No me gusta nada su primer libro. Apenas lo he hojeado, no me parece que esté bien escrito. Pero me lo compré y lo he traído para tenerlo firmado. Tras un buen rato dorándonos (y quemándonos) al sol, mi paciencia se agotó y me di por vencida. La coleccionista que quedaba detrás se mantuvo firme, a la espera de contar con un autógrafo en su libro no deseado. Por lo menos se llevaría una bonita dedicatoria, a diferencia de otros escritores que, debido al volumen incesante de libros por firmar, no tienen más remedio que limitarse a un pintarrajo rápido y un simple “hola” dedicado a cada lector.

Pero las firmas son un aliciente estupendo para librerías y editoriales. Si bien muchos aficionados llevan ya los ejemplares de casa, el número de ventas de una buena firma no es nada desdeñable. Son, también, una ocasión única para conocer, aunque sea de manera mínima, al autor; una oportunidad para cruzar dos palabras, sacarse una foto y ver de cerca a nuestros ídolos literarios.

Para grandes fenómenos de masas esto de las firmas puede llegar a límites insospechados. En julio de 2011, la modelo y celebridad anglosajona Katie Price (conocida sobre todo por su generoso escote y apego a participar en realities de baja estofa), intentó batir el récord Guinness de más libros firmados en menos tiempo. Con su libro Comeback Girl (cuyo argumento, en palabras de la propia Price es una cantante que tiene fama y la pierde y tiene hombres que se acuestan con ella y lo cuentan por ahí y entonces consigue un puesto en un programa tipo Factor X, y entonces se hace famosa otra vez y conoce a otros hombres pero el final es feliz), intentó superar el récord previo, que ostentaba el campeón ajedrecista Anatoly Karpov, quien firmó 1951 copias de su libro en ocho horas en 2006. No hay duda de que el intento sirvió como reclamo publicitario: Price no llegó a batirlo pero se llevó unas sustanciosas (y agotadoras) ventas en esas largas horas.

No ha sido la única que se lo ha propuesto (el autor de novela gráfica Qais Sedki también procuró superar el número de libros firmados por Karpov, en febrero de este año, sin éxito). El récord se define como mayor cantidad de libros firmados en una sola sesión. Los libros deben comprarse antes de firmarse (nada de firmar libros para luego devolverlos a la estantería) y debe mantenerse una cola de personas a la espera durante toda la sesión (asumimos que en el momento en que termine la cola se dará por concluida). Solo puede firmarse un libro por persona.

En la segunda parte del artículo os ofreceremos más datos acerca del curioso mundo de las firmas de libros.

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Cómo ha cambiado el cuento (II)

AutorGabriella Campbell el 24 de septiembre de 2012 en Divulgación

Fables

En la primera entrega del artículo hablábamos de la evolución que habían sufrido algunas narraciones infantiles clásicas, y en lo sorprendente que resulta ver cómo, a lo largo del tiempo, se han ido perdiendo algunos de los aspectos más terroríficos o simplemente desagradables de los cuentos. Un ejemplo claro en este sentido es la versión moderna de La sirenita, que en el relato original de Andersen vendía su lengua por unas piernas, por unas extremidades de lo más incómodas que le producían un dolor insoportable a cada paso que daba.

Pero puede que el doloroso asunto de las piernas no sea el más cruel, ni es el único aspecto que el cine y la literatura se han empeñado en modificar con el paso de los siglos. La sirenita es una gran historia de amor, en la que la protagonista sacrifica su tesoro más preciado, su voz, por la posibilidad de convivir con el hombre al que ama. Solo que en la narración original no es exactamente así. Si bien la sirena se enamora del príncipe, al que observa de lejos en su primera visita al mundo exterior, descubre que, de conseguir que el príncipe corresponda a su devoción, ella obtendrá un alma inmortal como la de los humanos (en el cuento de Andersen, las sirenas viven mucho más que los hombres, unos trescientos años, pero carecen del alma inmortal que permitiría a los humanos vivir para siempre tras su muerte física). Realmente no queda claro si la motivación principal de la protagonista es el amor o el deseo de vivir para siempre. En cualquier caso, como en las mejores y más absurdas tragedias, el príncipe termina por enamorarse de otra: una princesa de un reino vecino que resultó ser la misma joven que lo rescató de su naufragio (realmente había sido la sirena quien le había salvado la vida, y he ahí el giro desafortunado de la trama). La sirena tiene un dilema final: si mata al príncipe con una daga que le ha concedido la misma bruja que le cortó la lengua, recuperará su cola; si no lo hace perecerá al amanecer, convertida en espuma de mar. Al tomar la decisión más noble y negarse a asesinar a su amado, la sirena se redime, convirtiéndose en una especie de espíritu benéfico que podría llegar a alcanzar ese alma inmortal que tanto anhelaba. Pero el daño ya está hecho: tanta mención a caminar sobre cuchillas y la posibilidad de que la sirena actuase de un modo más egoísta que amoroso son puntos muy interesantes de la narrativa de Andersen que sus numerosas adaptaciones se han ocupado de eliminar.

Pero no solo de lo políticamente correcto viven los narradores de nuestros días. Hay quien gusta de recuperar lo más antiguo y salvaje de los cuentos infantiles. En este sentido ha sido especialmente productivo el cómic: la popular Fábulas de la colección Vertigo de DC reinventa a los personajes clásicos del cuento, y para ello recurre con frecuencia a su lado menos afable y moralista. De este modo, frente a la tendencia de modificar las narraciones tradicionales con el objetivo de “adaptarlas” para una época distinta, surge el interés por el reverso tenebroso de todos esos protagonistas con los que crecimos.

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Cómo ha cambiado el cuento (I)

AutorGabriella Campbell el 21 de septiembre de 2012 en Divulgación

Cuentos tradicionales

Es posible que haya libros o relatos que no deberían leerse a cierta edad. Y no hablo de su contenido sexual o político, sino de algo mucho más sencillo: dan demasiado miedo. Así, hay libros que caen en nuestras manos a una edad muy temprana y que se convierten en fuente inagotable de temores y pesadillas.

Cualquier cosa puede impresionarnos de manera extraña y lo mejor es que esa fobia irracional nos puede acompañar durante el resto de nuestras vidas. Es más, algunas de las mejores historias de terror son, de hecho, cuentos infantiles. En un artículo de Lecturalia hablamos hace ya tiempo de las lecturas no tan infantiles, de mitos, leyendas y narraciones repletas de atrocidades que con el tiempo se han ido suavizando y adaptando a nuestros tiempos. Pero apenas mencionamos de pasada algunos de los relatos más llamativos de la tradición oral y escrita.

No hablamos, por ejemplo, de Caperucita roja y su significado cultural. Algunos argumentan que el color de la capucha de Caperucita simboliza la llegada de la menstruación, de la pubertad, y defienden que la historia tiene un valor importante de advertencia para las mujeres jóvenes contra los depredadores sexuales. Pero parece ser que el color de la capucha fue algo que introdujo Perrault en su adaptación de la tradición oral. Si seguimos excavando, investigando acerca del origen del mito de la niña vestida de rojo y el lobo feroz que la persigue, descubrimos temas aún más terribles. Las primeras versiones del cuento hablan de cómo el lobo (o más bien un hombre lobo) le da de comer a Caperucita la carne y sangre de su propia abuela, y de cómo la obliga a desnudarse y tumbarse junto a él en la cama. Muy lejos del cuento de hoy en día, donde el lobo mete a la abuela en el armario y un aguerrido leñador acaba salvando a las damas en peligro. En algunas variaciones más recientes no hay ni derramamiento de sangre: al lobo se le introducen piedras en el estómago mientras duerme, y al ir a beber muere ahogado. Sea la versión que sea, la historia es evocadora, y hay más de una película y más de una novela inspirada en este texto.

El tema caníbal lo encontramos también en otro favorito infantil: Los tres cerditos. Por mucho que se edulcore la historia, esta narración en la que tres hermanos cerditos abandonan la seguridad de su hogar para vérselas con el mundo real, donde tendrán que defenderse de, entre otras cosas, un animal salvaje que quiere devorarlos (y sí, aquí también puede haber lecturas de índole sexual), es un tanto incómoda. Y el final no se queda corto: el cerdito que sobrevive termina comiéndose al mismo lobo que antes se había zampado a sus dos hermanos (si bien en otras versiones éstos consiguen salvarse resguardándose en el hogar del último cerdo).

En la segunda parte del artículo hablaremos de más cuentos e historias infantiles en los que subyacen elementos que normalmente no consideraríamos aptos para niños, y de cómo se han ido transformando a lo largo del tiempo.

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Libros por encargo

AutorGabriella Campbell el 19 de septiembre de 2012 en Divulgación

Warhammer - Ian Watson

Estamos acostumbrados a encontrar películas, videojuegos, series de televisión, cómics y otros productos de ocio basados en libros. Pero pocas veces nos paramos a pensar en la versión opuesta del negocio: los libros basados en otros medios.

Por lo general hablamos de obras escritas a propósito para aprovechar la popularidad de un fenómeno concreto. Determinados autores, que suelen ser poco conocidos, reciben el encargo de crear obras de fácil y rápido consumo que satisfagan lagunas narrativas del producto original, o que sirvan de complemento a éste. Sin embargo, a veces se hace uso de escritores populares, buscando una calidad que haga al libro válido por sí mismo, pero incluso en esta situación dichos escritores pueden preferir utilizar un pseudónimo para que su nombre no se vea vinculado a la franquicia original, como es el caso, por ejemplo, de la línea de libros basados en el mundo Warhammer, que contó con algunos nombres decisivos de la ci-fi actual, como Ian Watson o Charles Stross, y con otros, como Brian Stableford o Kim Newman, que prefirieron firmar con un alias.

Un caso parecido fue el de la muy exitosa franquicia Dragonlance, que surgió del mundo del rol de Dungeons & Dragons. Tracy Hickman y Margaret Weis desarrollaron una serie de aventuras para este universo rolero que terminó convirtiéndose en un aclamado módulo de juego y en la primera de muchas novelas ambientadas en este mundo. El rol ha sido una fuente interesante de literatura ex profeso, como atestigua la gran cantidad no solo de manuales y módulos (de alto valor narrativo) creados de manera específica para los juegos, sino también la existencia de numerosas novelas inspiradas por estos mundos imaginarios: un ejemplo notorio es el de la empresa White Wolf (cuyo nombre viene, de hecho, de la literatura fantástica de Michael Moorcock), que controla franquicias como Vampiro u Hombre lobo, ambas con varias novelas vinculadas. Estos libros surgen sobre todo por una necesidad de documentación que ayude a los jugadores y aficionados a entender mejor el vasto universo sobrenatural creado por White Wolf.

Otra fuente interminable de literatura escrita a medida es el mundo de los videojuegos. Assasin’s Creed ha originado cuatro novelas por ahora, todas escritas por el autor e historiador Oliver Bowden. Otra marca que no se ha querido quedar atrás en este sentido ha sido Blizzard, que con World of Warcraft ha autorizado una pequeña montaña de novelitas. Para los que se pierden entre tanta historia de Azeroth, Terrallende, Rasganorte y etc., este enlace ofrece una lista por orden cronológico dentro del universo Warcraft. Por supuesto hay más nombres de videojuegos que os resultarán familiares y que tienen alguna novela como complemento literario: Tomb Raider (una de ellas, El amuleto del poder, es de Mike Resnick, otro de los pesos pesados del género fantástico de hoy en día, quien con más de doscientas novelas escritas parece ser que tiene muy asumido esto de producir libros al peso), Halo, Mass Effect, Doom, Command and Conquer, Baldur’s Gate, Uncharted y muchas más.

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La labor del escritor: Entrevista a José Carlos Somoza

AutorGabriella Campbell el 18 de septiembre de 2012 en Entrevistas

Tetrameron - José Carlos Somoza

En esta tercera entrega de entrevistas con profesionales relacionados con el sector del libro, nos detenemos ahora en la labor del escritor, aquel que crea el texto. Para ello hemos contado con José Carlos Somoza, uno de esos autores que no necesitan introducción (pero, de cualquier forma, podéis encontrar toda la información necesaria sobre su trayectoria profesional aquí, en Lecturalia). Para los que todavía no os hayáis acercado a su obra, podéis empezar, por ejemplo, con su novela más reciente, Tetrammeron.

-Aunque es algo sobre lo que te habrán preguntado muchas veces, el método de trabajo de un escritor es algo que siempre nos intriga. ¿Cuál suele ser tu disciplina de escritura, si la tienes? ¿Tienes alguna manía o costumbre fuera de lo ordinario que te ayude a trabajar?

Creo fundamental la disciplina. Empiezo a trabajar a las 8.30 todas las mañanas, hasta las 3. Por la tarde releo lo que he hecho o preparo lo que haré al día siguiente. Tengo muchas manías. Entre las más curiosas, disponer siempre de gomas de borrar (de hecho, una pequeña pila) junto a mí, aunque jamás escribo con lápiz.

-¿Dirías que es posible vivir sólo de lo que uno escribe? ¿Sueles complementar tu tarea de escritor de novelas con otras actividades relacionadas con la literatura?

Yo vivo de lo que escribo desde que publiqué La caverna de las ideas en el año 2000, novela que actualmente está traducida a 40 idiomas. Las traducciones son muy importantes para obtener una tranquilidad económica. En cuanto a otras actividades, hago lo que suelen hacer mis colegas: participo en debates, imparto conferencias, escribo algún artículo, etc.

-¿En qué sentido dirías que te afecta como escritor (si lo hace) la irrupción del libro digital en el mercado?

Es pronto todavía para saber cómo afectará al escritor el libro electrónico. Como lector, me ha beneficiado mucho, pero no en el sentido de comprar menos libros de papel sino en el de poder leer más: si antes compraba cinco libros de papel, ahora compro cinco libros de papel y me descargo otros cinco… De esta forma, puedo atreverme con esos otros libros que nunca compraría por no tener claro si me gustarán o no.

-¿Cuáles crees que son los errores más frecuentes que cometen los escritores principiantes?

A mi entender, un error principal es no terminar lo que se comienza. Hay muchos escritores de “ideas” y no tantos de papel y tinta. Hay que tener ideas y ánimo, hay que comenzar y hay que terminar. A todos los escritores noveles les digo: “Terminad una obra, y si no os da resultado, comenzad la siguiente y terminadla”.

-¿Crees que el escritor nace o se hace? ¿Cuál es la formación que consideras más recomendable para una persona que quiere dedicarse a la escritura?

El escritor nace, pero su formación es muy importante. William Faulkner, que se jactaba de haber hecho de todo en su vida menos literatura, iba por ahí con las obras de Shakespeare bajo el brazo. Es preciso leer mucho y bueno para escribir mucho y bien.

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Los mandamientos del crítico responsable

AutorGabriella Campbell el 14 de septiembre de 2012 en Divulgación

Crítica literaria

En las últimas semanas parece que Internet se ha visto invadido de nuevo por uno de sus temas favoritos: la crítica literaria y su respuesta por parte de lectores y escritores. Mientras unos se preguntaban si los reseñadores y críticos, tanto profesionales como profanos, eran demasiado benévolos para con sus objetos de análisis (una conversación que se ha movido sobre todo por Twitter), otros se escandalizaban por una serie de reseñas particularmente crueles y mordaces publicadas en el New York Times acerca de unos libros de la autora Alix Ohlin. Aunque es indiscutible que este tipo de crítica ingeniosa y malévola, escrita para mayor gloria del reseñador, es tremendamente divertida, cabe preguntarse si es necesario tomar este tipo de postura ensañada con una persona a la que ni siquiera conocemos, que ha invertido (ya sea para bien o para mal) una gran cantidad de esfuerzo y tiempo en producir una obra literaria. En respuesta a esto, en el periódico británico The Guardian, el escritor y crítico J. Robert Lennon, que confesó arrepentirse de su propia reseña negativa (y un tanto maléfica) de Diario de invierno de Paul Auster, decidió compartir con el mundo las seis cosas que, a su juicio, uno debe tener en cuenta siempre a la hora de enfrentarse a la creación de un texto crítico:

1. Proporciona un contexto. Si tu opinión es negativa debes justificarla, y no hay mejor manera de hacerlo que en contraste con el resto de la producción literaria del escritor reseñado. Conoce a quien reseñas, sé coherente y explica por qué esta obra o texto no está a la altura. Para ello necesitarás tener todos los datos posibles de este escritor en conjunto, no solo como autor de una obra en concreto.

2. Sé humilde. Tu opinión es eso, tu opinión, y más allá de ciertos aspectos técnicos que se demuestran con mayor o menor facilidad, gran parte de tu reseña tendrá componentes subjetivos (si bien lo ideal sería que gozáramos de la mayor objetividad posible). Y las opiniones no siempre son correctas.

3. Si el escritor acaba de empezar a publicar, sé comprensivo. Recuerda cómo te sentiste cuando estabas en su lugar, si eres autor, o cuando empezaste a publicar reseñas, si eres crítico. Relee lo primero que publicaste. ¿Es perfecto, es genial? Probablemente no. Probablemente hay muchas cosas que te gustaría haber hecho mejor. Puedes señalar estos aspectos mejorables de la obra novel sin ser cruel con su autor. Concéntrate en buscar el potencial de este escritor, aquello que puede llegar a ser.

4. Nunca reseñes las obras de tus enemigos. Nunca. Esto va unido a otra regla de oro: Nunca reseñes a tus amigos. Las razones son obvias: tienes prejuicios, estás condicionado y esto se notará en tu crítica.

5. No seas un capullo (y aquí cito textualmente a Lennon). Si no tienes nada bueno que decir, no lo digas, pero tampoco te dediques a convertir tu desprecio hacia la obra que estás reseñando en una cruzada personal, ni pongas tu propio ingenio y talento por encima de tu objetivo, que debe ser proporcionar una valoración y análisis objetivo y útil de la obra.

6. Sé equilibrado. Intenta compensar los comentarios negativos con aportaciones positivas, y viceversa. Si sucumbes al odio, a la ira, al desdén, esto impregnará toda tu crítica y esta perderá su objetividad. Aunque haya poco positivo que decir de un texto, debes concederle también lugar en la crítica para que esta tenga cierto aspecto de imparcialidad.

Si eres tú el que ha recibido una mala reseña, consuélate pensando en que el crítico no ha sido objetivo y se ha dejado llevar por impulsos poco profesionales. Lennon aconseja que no le demos mayor importancia, al fin y al cabo todo el mundo olvidará esa reseña tarde o temprano. Si tu objetivo es crear buena literatura, un texto que perdure, piensa que tus lectores ideales ni siquiera habrán nacido todavía. O haz como Auster, que afirma que nunca lee las reseñas de sus libros, sean buenas o malas. Y si no puedes evitarlo y caes en la tentación de leerlas, y encuentras una crítica nefasta, recuerda cómo te sentiste la próxima vez que te toque a ti realizar la reseña. Sea como sea, se trata de pensar antes de abrir la boca (o poner las manos sobre el teclado).

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Vendiendo reseñas al por mayor

AutorGabriella Campbell el 13 de septiembre de 2012 en Noticias

Gente Letal

En el mundo de la publicidad siempre ha funcionado muy bien el testimonio, o aquella reseña o crítica positiva, supuestamente objetiva, realizada por el cliente o consumidor del producto anunciado. Sin embargo, ya pocos se creen las palabras que aparecen en las esquinas de las webs o de las revistas, o de fondo en los anuncios de televisión: ¡Con Herbalifit-Intensivo he perdido 20 kilos en dos semanas!, Cómo atravesar espejos verdes es la mejor película que he visto este año o tienes que probar los yogures de Biofitán, desde que los compro hasta tengo los dientes más blancos.

Lo que sí seguimos creyéndonos son los testimonios supuestamente realizados por personas como nosotros, en un entorno controlado, como ocurre con las reseñas de libros en lugares como Amazon. Y es posible que en nuestro país todavía no haya llegado la oleada de falsas reseñas que azotan otros países, como ocurre en Estados Unidos en comunidades como la propia Amazon o Goodreads, donde se estima que un alto porcentaje de las reseñas y comentarios que se dejan en los libros no son del todo fiables. Los expertos estiman que un tercio de las opiniones publicadas por parte de los consumidores es falso, si bien es difícil saber qué parte de éstas son producidas por clientes a comisión de la empresa anunciadora o por parte de una empresa dedicada a confeccionar este tipo de testimonios (por no hablar de familiares y personas cercanas al propio autor).

Y es que esto de las reseñas es todo un negocio. Así lo descubrió el emprendedor Todd Rutherford, que empezó a vender al por mayor sus reseñas a los escritores deseosos de apuntarse al carro Amazon de la promoción “boca a boca”. Es cierto que una obra que obtenga muchas valoraciones en esta página despierta más interés que los pobres libros que son ignorados, así que muchos escritores no tenían problema en pagar 499 dólares (casi 400 euros) para conseguir 20 reseñas favorables en diferentes comunidades lectoras en línea. Pronto Rutherford tuvo que empezar a reclutar a más “críticos”, que ni siquiera leían los libros: solo hacía falta saber un poco de qué iban estos para producir una reseña creíble. A Ruthford al final le explotó el negocio en las manos: una de sus clientas quedó insatisfecha con sus servicios y publicó su experiencia negativa en internet (un ejemplo de como, a diferencia de lo que ocurre con los libros, la mala publicidad no ayuda a vender); por otra parte Amazon por fin espabiló y comenzó a controlar con mayor precisión la fiabilidad de sus reseñas. Aun así, parece que sigue siendo una práctica común entre autores (sobre todo autoeditados) el contratar los servicios de reseñadores profesionales.

La desesperación de estos autores, dispuestos a pagar lo que haga falta para promocionar sus libros, demuestra lo importante que es compartir nuestras reseñas y opiniones por la red para ayudar a dar a conocer a un escritor. Hagamos que nuestras palabras acerca de un libro cuenten de verdad. Se ha demostrado que hasta las valoraciones negativas pueden ayudar a vender libros, así que el mayor castigo que puede proporcionarse a un libro que no guste es ignorarlo. Teniendo esto en cuenta, cobra más importancia el dar a conocer nuestra pasión por las obras que sí valen la pena.

Los autores que no amaban a otros autores

AutorGabriella Campbell el 12 de septiembre de 2012 en Divulgación

Escritores enfadados

El ego del escritor es legendariamente inmenso, y con los grandes talentos llegan, con frecuencia, grandes y conflictivas personalidades. Por tanto, no ha de extrañarnos que las disputas entre autores (y, por supuesto, las disputas entre autores y críticos) estén a la orden del día.

Todos recordamos aquel soneto A una nariz de Quevedo, tal vez la muestra más famosa que tenemos en la historia de la literatura española de un desencuentro entre grandes autores. Pero las broncas literarias no son exclusivas de un solo país, cultura o época. Hay odios, desprecios y rencores para elegir, como en todas las familias.

La animadversión no se limita a los coetáneos, ya que muchos autores han expresado, de manera vehemente, su aberración por escritores ya fallecidos. Algunos hasta han insistido en su deseo de desenterrar al autor detestado para aporrear su esqueleto, como le ocurría al dramaturgo George Bernard Shaw, que odiaba tanto las obras de William Shakespeare que afirmaba que la intensidad de mi impaciencia con Shakespeare llega a veces hasta tal punto que sería para mí un alivio desenterrarlo para tirarle piedras, conociendo como conozco tanto su incapacidad como la de sus adoradores para entender cualquier forma menos obvia de humillación. Claro está que Shaw también tenía sus detractores; de él dijo H. G. Wells (autor de La máquina del tiempo o La guerra de los mundos) que era un niño idiota gritando en un hospital. Y aquello de vejar cadáveres no se quedaba en el célebre dramaturgo irlandés; Mark Twain decía de Jane Austen, autora de grandes clásicos de la novela decimonónica como Sentido y sensibilidad que cada vez que leo Orgullo y prejuicio quiero desenterrarla y pegarle en el cráneo con su propia tibia.

Ni los más grandes y populares se libran del odio de sus colegas escritores. Y qué decir de críticos y teóricos: Harold Bloom dijo de J. K. Rowling, en el año 2000: ¿Cómo leer Harry Potter y la piedra filosofal? Bueno, con mucha prisa, para poder llegar al final. ¿Por qué leerlo? Si es imposible convencerte de que leas otra cosa mejor, imagino que Rowling tendrá que servirte. Stephen King, sin embargo, defendía a Harry Potter, aunque no puede decirse lo mismo de Crepúsculo: Tanto Rowling como Meyer le están hablando de manera directa a los jóvenes. La diferencia es que J. K. Rowling es una autora excelente y Stephenie Meyer no sabe escribir. No es muy buena.

Ni siquiera ese gran favorito de la literatura española, Cervantes, se libra del desprecio ajeno. Martin Amis dijo del Quijote en una ocasión: Leer Don Quijote podría compararse con una visita indefinida de tu pariente anciano más insoportable, con todas sus travesuras, costumbres asquerosas, relatos interminables y amigos terribles. Cuando termina la visita, y el viejo por fin se marcha (en la página 846 de una prosa apretada, sin pausas para el diálogo), llorarás, pero no lágrimas de alivio o arrepentimiento sino de orgullo. Lo conseguiste, a pesar de todo lo que Don Quijote podía hacerte.

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La escandalosa vida de H. G. Wells

AutorGabriella Campbell el 11 de septiembre de 2012 en Divulgación

H. G. Wells

Tras crear algunas de las obras más importantes del género que más tarde se conocería como ciencia ficción, obras que él llamaba romances del espacio, Wells se dedicó a escribir, una y otra vez, sobre temas sociales y políticos. Uno de sus mayores intereses era la liberación sexual, y no hay duda de que fue un hombre que supo llevar a la práctica sus propias nociones acerca de lo que debería ser una relación más saludable de pareja. Wells buscaba nuevos estándares humanistas que formasen parte de su visión de lo que debería ser un mundo perfecto, y esto se vio reflejado en su curiosa vida amorosa que incluso a día de hoy podría considerarse poco común.

A finales del siglo XIX Wells se casó con su prima, Isabel. Ninguno de los dos tenía mucha experiencia en las lides sexuales: Herbert George, con 25 años, solo había conocido carnalmente a una prostituta, y pronto se dio cuenta de que su esposa no tenía el mismo interés en descubrir los placeres de la alcoba que él. No duraron mucho, y en 1895 se divorciaron. Wells comenzó un romance con su estudiante, Amy Catherine Robbins, a quien prefería llamar “Jane”. Se casaron al poco del divorcio con Isabel, y vivieron juntos como marido y mujer hasta la muerte de “Jane” en 1927.

Parece ser que Jane y Herbert George tenían algún acuerdo en relación a las costumbres amorosas de este último, ya que ella le permitía tener todo tipo de encuentros con otras mujeres (y hasta mantenía contacto con algunas de ellas). Jane aceptaba como algo normal y cotidiano la intensa vida extramarital de su esposo, que decoraba su hogar con fotografías de sus amantes y se costeaba un apartamento en Londres para las visitas de sus queridas.

Wells y su legítima tuvieron dos hijos, pero fue padre de dos más (que él reconociera, cabe la posibilidad de que fueran más). El primer bastardo nació de Amber Reeves, la joven hija de una de las familias más importantes de la capital británica, y el segundo de Rebecca West, una crítica y escritora feminista que llamó su atención tras reseñar de modo muy negativo una de sus novelas. En aquel entonces Rebecca tenía unos veinte años, y Wells tenía 46, pero ella se vio conquistada por su encanto e inteligencia. Muchos dicen que después de su esposa fue la mujer más importante de su vida: sus encuentros duraron casi una década, hasta que finalmente fueron sustituidos por el ardor de otros amantes y por el miedo de Rebecca de que su reputación se viera severamente dañada por su relación con el escritor.

Lo curioso es que, con tantísimas amantes como se calcula que tuvo (hasta bien entrado en años seguía acudiendo a sus numerosas citas en su nidito de amor de Londres), tuviera tiempo para escribir tal cantidad de libros. Aunque lo conocemos por obras especulativas como La máquina del tiempo y La guerra de los mundos, produjo todo tipo de textos, desde la crítica social y política que ya hemos mencionado a libros de historia o didácticos. En cualquier caso, era un hombre de múltiples identidades: ateo, socialista, comprometido con toda una serie de nuevas y revolucionarias ideologías, adelantado a su tiempo de mil maneras y que sabía conjugar su vocación absoluta de Don Juan con una vida familiar más o menos estable y tranquila.

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Música en los libros

AutorGabriella Campbell el 6 de septiembre de 2012 en Divulgación

Música y libros

A lo mejor es porque todas las artes van unidas, y en cierto modo son facetas de una sola expresión de estética y mucho más, o a lo mejor es porque muchos amantes de lo literario son también amantes de otras disciplinas artísticas, pero lo cierto es que la música tiene un papel fundamental en muchos libros. Ya sea en forma de cita, al principio, antes de entrar siquiera en el texto, donde el autor nos marca el tempo y el ambiente de la novela, su sonido, al insertar un extracto de la letra de una canción; o como prólogo reverente de poema, unas líneas que introducen la cadencia cuando se trabaja con verso o con prosa poética. Muchos textos acaban marcados por esta aparición, ya sea como inicio o desperdigado a lo largo del libro. Si se trata, además, de una pieza musical muy reconocible, es fácil para el lector entrar en una comunión auditiva con la creación literaria.

Uno de los ejemplos más obvios de acompañamiento musical que dan cuerpo a una novela es el cúmulo de temas de rock and roll de los 50 y de los 60 de Christine, de Stephen King (que realiza una aparición estelar como banda sonora en la adaptación al cine de John Carpenter). Para otras obras, la música va más allá, convirtiéndose en tema central, como ocurre con Nocturnos: Cinco historias de música y crepúsculo de Kazuo Ishiguro, un conjunto de relatos donde aparece una y otra vez lo musical como fuerza predominante en la vida de los protagonistas (al igual que ocurre con su novela Los inconsolables, cuyo personaje principal es pianista profesional). La vida de Michael Holme, protagonista de Una música constante, de Vikram Seth, está definida por su profesión como violinista, y por la música que lo acompaña de manera continua; y si pensamos en el violín no podemos dejar de pensar en la afición por este instrumento de Sherlock Holmes, que Conan Doyle nos retrata como un músico de gran habilidad y que en Estudio en escarlata toca tanto a Mendelssohn (el favorito de Watson) como sus propias composiciones.

La música también puede ser un excelente telón de fondo para el misterio, como demuestra la autora británica de suspense Ruth Rendell con Algunos mienten, otros mueren, donde el cadáver del crimen que hay que resolver aparece en un concierto de rock. Todo queda, como siempre, en manos del Inspector Wexford. Y si añadimos a la intriga y al misterio un oscuro aire gótico y romántico obtenemos la novela de Gastón Leroux El fantasma de la ópera, que se mueve en un universo musical propio, coordinado por la voz de su protagonista, la bella Christine, y la manipulación del genial compositor que vive bajo la ópera. La música omnipresente de esta obra cobra aún más importancia al asociarse a una serie de adaptaciones de éxito en el mundo del teatro, del musical y de la televisión.

¿Qué otros libros podéis añadir que tengan la música como tema principal, o donde la música juegue un papel extraordinario? ¿Cuáles son las bandas sonoras de vuestras obras favoritas? Esperamos vuestras aportaciones, como siempre, en los comentarios.

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