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Gabriella Campbell (Página 12)

Matadero cinco, de Kurt Vonnegut

AutorGabriella Campbell el 13 de octubre de 2012 en Reseñas

Matadero cinco, de Kurt Vonnegut

Kurt Vonnegut no fue el primer veterano de guerra que decidió escribir sobre su experiencia, ya fuera por motivos estrictamente comerciales, aprovechando modas o la fuerza de un tema tan contundente; o terapéuticos, buscando exorcizar los demonios del recuerdo. Pero pocas obras bélicas hay que puedan competir con una obra tan extraña y a la vez tan intensa como la de Vonnegut.

En primer lugar, ni siquiera sabemos si estamos ante una obra bélica, biográfica o de ciencia ficción. La voz del narrador, que suponemos que es asimismo la del propio autor, se confunde con la del protagonista principal, Billy Pilgrim, un peregrino, como indica su propio apellido, que se desatasca en el tiempo y adquiere la habilidad de viajar a través de diferentes momentos y escenas de su vida, arrastrando incluso remanentes de una escena a otra (los que lo rodean en cada instante no entienden por qué llora en momentos felices, o ríe en momentos tristes, sin sospechar que retiene el estado de ánimo que arrastra de la escena que acaba de visitar). Así, Billy salta, sin orden aparente, de un instante a otro: de los brazos de su esposa en la noche de bodas a cualquier momento de sus experiencias como prisionero de guerra de los alemanes en la Segunda Guerra Mundial, de la escena de su propia muerte por asesinato al bombardeo de Dresden, al que sobrevivió refugiándose en un antiguo matadero de animales. Algunas de estas experiencias beben directamente de lo que vivió el narrador/autor, un Vonnegut que insiste en algunos momentos de la novela “yo estuve ahí, ese de ahí es el autor” al hablarnos de los demás prisioneros que acompañan a Billy. Y es que Vonnegut sí estuvo ahí, ya que vivió en persona el bombardeo y sufrió horrores similares a los sufridos por los protagonistas, horrores que, como explica al principio de la novela, no sabe describir, que de hecho le cuesta recordar.

Billy consigue escapar de la experiencia humana de tiempo lineal gracias a su encuentro con los habitantes de Trafalmadore, unos alienígenas que perciben el tiempo como un vasto todo, un todo en el que ni la muerte ni las guerras tienen ninguna importancia, ya que son sólo momentos sueltos en una extensión que perciben de modo simultáneo. El caos temporal de Billy, su incapacidad para sentir de manera real su propia existencia, tal vez por lo terrible de lo experimentado, tal vez por su condición de trafalmadoriano en ciernes, parece reflejar una mente herida que escapa, una y otra vez, de todo aquello para lo que el cerebro humano no está preparado: lo absurdo, el sinsentido, el desperdicio de vida, su pérdida de valor, ante una situación como la de Dresden, una barbarie que pudo matar a más personas que la bomba atómica.

Matadero cinco es una de esas obras clásicas que parecen crecer con el paso del tiempo. Lejos de perder relevancia (ya que la guerra es, como dice uno de sus personajes, como los glaciares), mantiene, persistente, su tono de incredulidad, de perplejidad (que muchos críticos han asociado, de hecho, con un quietismo pasivo y rendido del autor frente al horror del que fue testigo), y sigue afectándonos del mismo modo, ya que, en el fondo, no hemos cambiado desde entonces. So it goes.

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The Casual Vacancy: ¿éxito o fracaso? (II)

AutorGabriella Campbell el 11 de octubre de 2012 en Opinión

The Casual Vacancy - J. K. Rowling

En la primera parte de este artículo hablábamos de la recepción de la nueva novela de J. K. Rowling, la escritora británica conocida por la saga protagonizada por un joven mago llamado Harry Potter. Rowling se ha atrevido con la literatura para adultos, y la respuesta crítica ha sido dispar. Si bien ha sido benévola en general, parece ser que en esta ocasión le ha faltado la chispa que le confería un carácter único a sus libros para jóvenes. Si hacemos caso del Daily Mail, ha escrito 500 páginas de un manifiesto socialista; tal vez la crítica Jan Moir, que escribió estas palabras y es conocida por su carácter marcadamente conservador, no es el mejor referente, pero dan que pensar algunas de sus observaciones. Insiste en que el libro es abigarrado y demasiado largo, y añade que no le extraña porque ¿quién se atrevería a meterle mano al texto de la escritora de más éxito del mundo?

No obstante, y como era de esperar, las críticas poco entusiastas no parecen haber influido en el volumen de ventas. Tras una exitosa campaña de publicidad (y no es que le hiciera falta), The Casual Vacancy vendió más de 150 000 copias en su semana inaugural, convirtiéndose en el tercer debut más importante del año (a la zaga del libro que narra la muerte de Bin Laden, No Easy Day, de Mark Owen; y de Cincuenta sombras más oscuras, de E. L. James). Y, como siempre, ayuda que haya un poco de polémica, ya que uno de los personajes de la novela es una mujer sij a la que otro de los personajes describe de manera poco favorecedora. La comunidad sij británica se ha mostrado indignada, y hay posibilidades incluso de que el libro llegue a verse prohibido en India, donde el sijismo goza de un peso importante. A los líderes espirituales de la comunidad sij no les ha gustado que aparezca una joven de su fe en una obra donde la autora se ha tomado muy en serio esto de escribir literatura para mayores de 18 años: hay drogas, sexo y palabrotas; por no hablar de una visión de la sociedad de lo más tétrica y cínica. Las críticas apuntan a que los personajes son tan despreciables y están tan lejos de cualquier cualidad redentora que resulta duro para el lector llegar a empatizar con ellos, o sentir cualquier tipo de interés por lo que pueda pasarles, lo que marca un potente contraste con los protagonistas imperfectos pero entrañables de Harry Potter. Así, podría ocurrir lo que asegura el New York Daily News: que el libro no sea terrible, pero sí apagado y aburrido (tal vez los adjetivos menos provechosos para una novela).

Pronto (esperemos) podremos opinar por nosotros mismos. Mientras tanto, lanzo preguntas para aquellos de vosotros que no hayáis podido esperar a la traducción… ¿qué opináis del libro? ¿Es justo valorar este libro en comparación con su obra anterior? ¿Creéis que Rowling ha acertado al pasarse a la literatura para adultos o consideráis que su verdadera fuerza está en el juvenil?

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Biblioterapia: Libros para mejorar tu calidad de vida

AutorGabriella Campbell el 10 de octubre de 2012 en Divulgación

School of life

No sé si habréis oído hablar de la biblioterapia. Entre sus definiciones solemos encontrar explicaciones como disciplina que inicialmente utiliza la relación de las personas, con la forma y el contenido de libros, como recurso terapéutico o empleo de materiales escritos (manuales de autoayuda) para ayudar a los pacientes a modificar su conducta, sus pensamientos o sus sentimientos. Lo cierto es que la biblioterapia no tiene que limitarse a la lectura dirigida de libros de autoayuda, o ensayos relacionados con los problemas de uno de manera directa, sino que también puede hacer uso de obras de ficción que puedan presentar situaciones o emociones de utilidad para el lector.

Y esto es lo que opina Alain de Botton, filósofo y escritor que allá por 2008 abrió con un par de compañeros una librería muy especial, llamada School of Life (Escuela de la vida), en el centro de Londres, que ofrece clases, cenas y conferencias sobre cómo vivir bien y con sabiduría. Uno de los servicios que más éxito tiene es el que ofrecen de biblioterapia: Por 80 libras esterlinas (unos 100 euros), uno puede disfrutar de una sesión privada con un terapeuta donde podrá conversar acerca de sus problemas más acuciantes. Y saldrá de la sala con una receta muy especial: una larga lista de libros. Uno podría preguntarse qué es necesario para ser un experto biblioterapeuta, para De Botton sus empleados deben ser personas apasionadas de la lectura, que entiendan y vivan los libros de una manera profunda, y que a la vez lean mucho, muchísimo, y que estén al tanto de las novedades literarias. Por supuesto, también deben tener alguna formación profesional relacionada con la práctica de la terapia en general, ya sea como psicoanalistas o psicoterapeutas.

En una entrevista para Smithsonian.com (donde además aparece una lista muy interesante de libros recomendados por una de las biblioterapeutas de School of Life), Botton contó a los lectores cuáles son las áreas en las que cree que la biblioterapia puede ofrecer una ayuda importante. Para él, la lectura puede ayudar con casi cualquier aspecto de nuestra vida, desde una relación problemática hasta la falta de ambición, el aburrimiento, la nostalgia o el desencuentro generacional. Si bien muchos libreros han sido críticos con el trabajo de Botton, argumentando que ellos también ofrecen recomendaciones personalizadas a sus clientes, este asegura que la oferta de School of Life es muy diferente y duda de que estos libreros se pasen una hora en privado con sus clientes y les ofrezcan una lista de más de 100 recomendaciones. A nosotros no deja de recordarnos aquel curioso y entrañable caso de un librero japonés que recomendaba libros a medida a sus clientes en Tokio. Siempre estamos hablando de los beneficios de la lectura, pero en determinadas situaciones, además, un buen libro es como una buena canción: hay lecturas y música ideales para una ruptura sentimental, para un mal día, para una celebración. Y no solo estamos hablando de los libros de autosuperación y de autoayuda, sino de obras de otro calibre que cuando terminan nos dejan siempre sintiéndonos muchísimo mejor que cuando los empezamos.

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The Casual Vacancy: ¿éxito o fracaso? (I)

AutorGabriella Campbell el 9 de octubre de 2012 en Opinión

The Casual Vacancy - J. K. Rowling

Aquellos aficionados al mundo de la lectura en general que no se hayan enterado de que Rowling ha sacado hace poco un nuevo libro, esta vez dirigido a adultos, probablemente hayan estado dormidos, viviendo debajo de una piedra o de vacaciones en algún retiro espiritual en un monasterio budista, sin televisión, teléfono ni internet. Y aun así, me cuesta imaginar a los monjes callándose una de las noticias literarias del año. Seguramente, entre barrido y barrido, meditación y meditación, a alguno se le escaparía algún comentario tipo “la alpaca que sube el viernes a la montaña a traernos arroz y algo de especias me viene con un paquetito de Amazon al que le tengo ganas desde que me leí por cuarta vez Harry Potter y el príncipe mestizo (o, si ha leído la edición en español de Salamandra, Harry Potter y el misterio del príncipe)”.

Y es que es inevitable. El éxito inconmensurable de la saga juvenil de Rowling ha producido cierto morbo justificado alrededor de su nueva obra. Uno no puede evitar preguntarse si la escritora sufrió lo que tantos autores de juvenil, a los que se les plantea de manera continua que cuándo van a escribir literatura de verdad (si no me creéis, podéis buscar vosotros mismos a un escritor de literatura juvenil y presenciar cómo le tiembla el labio superior y le parpadea uno de los ojos al realizarle esta pregunta), y decidió demostrarse a sí misma y al mundo lo que era capaz de hacer con una obra radicalmente diferente al mundo mágico de Hogwarts.

¿Y qué ha hecho, exactamente? The Casual Vacancy todavía no ha caído en nuestras manos en español (esa será tarea bien de Salamandra, que sin duda tardará en producir una traducción debido a que habrá recibido la obra original cuando esta ya estaba en la calle, como tantas otras editoriales de otros países, por razones relacionadas con la piratería, bien de los aficionados que tienen una fan-traducción ya en marcha). Así que para hacernos una idea del resultado de este nuevo esfuerzo de Rowling tendremos que confiar en la crítica que está apretando fuerte ahora mismo en el mundo anglosajón. Es complicado confiar en las reseñas de esta obra, tan condicionadas por la producción anterior de su autora. Las reacciones de este tipo de libro tienden a ir en dos sentidos: o bien surgen de aficionados absolutos de la escritora que adorarán cualquier cosa que escriba, o bien los críticos se mostrarán decepcionados al tener en un pedestal a su creación anterior. Pero las respuestas al libro han sido dispares. Lev Grossman lo valoró de manera muy positiva en Time, del mismo modo que The Wall Street Journal, e incluso el Telegraph británico alabó la construcción de personajes y su ritmo entretenido y mordaz. Sin embargo, críticos de la talla de Kakutani (del New York Times) o Theo Tait (de The Guardian), no hallaron más que mediocridad en la obra, y aseguraron que, a pesar de su prosa correcta y su interesante caracterización de lo que ocurre más allá de las apariencias en un pueblecillo inglés, a The Casual Vacancy le faltaba la profundidad de los personajes de Harry Potter y el atractivo de sus argumentos y tramas. Parece ser que, a pesar de una valoración por lo general positiva, a Rowling le ha faltado magia esta vez.

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Aún más razones para leer

AutorGabriella Campbell el 8 de octubre de 2012 en Divulgación

Lectura profunda

En Lecturalia os insistimos siempre en la importancia de la lectura. Está claro que tenemos razones de sobra para hacerlo, después de todo somos una web dedicada precisamente al placer de leer y al mundo de los libros. Pero también os hemos hablado de cómo la ciencia descubre, de manera constante, que el acto de leer es un proceso sorprendente que no hace más que proporcionarnos grandes beneficios. El último avance en este sentido ha ocurrido (y está ocurriendo) en la universidad estadounidense de Stanford, donde un grupo de profesionales interdisciplinares se ha dedicado a estudiar la reacción de nuestro cerebro cuando realiza dos tipos de lectura muy diferentes: la lectura apresurada y superficial y lo que los académicos anglosajones denominan close reading, un tipo de lectura concienzuda y profunda que presta atención a la técnica, al fondo y a la forma.

Aunque el estudio en cuestión comenzó como un análisis del fenómeno de la distracción, pronto se concentró en los diferentes tipos de lectura al ver los resultados tan llamativos que ofrecían las IRM (imágenes de resonancia magnética) al medir la actividad del cerebro cuando los participantes leían de diferentes modos. Se eligió como sujetos de prueba a estudiantes avanzados de literatura, por su capacidad para cambiar con facilidad de un tipo de lectura a otro, y porque tenían los conocimientos ideales para realizar lecturas complejas. Al realizar este tipo de lectura profunda, se registró una actividad cerebral de lo más interesante, que iba mucho más allá del uso de los circuitos de acción y placer que esperaban encontrar. Ambas formas de enfrentarse a un texto producían reacciones muy distintas que afectaban a partes distintas del cerebro, pero ambas exigían una coordinación cognitiva de diferentes procesos y áreas del cerebro que lo hacían trabajar de una manera espectacular, sobre todo, claro, en el caso de la lectura compleja. Todavía están en una fase temprana del estudio, pero parece que la enseñanza de lectura crítica y analítica podría mejorar de manera importante las capacidades de concentración de un individuo y crear procesos nuevos de pensamiento que de otro modo serían inconcebibles. Está claro que los beneficios de este tipo de lectura compleja podrían utilizarse para todo tipo de aplicaciones, lo que podría transformar de manera significativa el campo de las Humanidades. No hay duda de que el cruce interdisciplinar entre las ciencias del lenguaje y lo neurológico aporta una visión mucho más completa de algo que se considera con frecuencia un campo de conocimiento menor: la literatura.

En conclusión, nadie duda de que una lectura superficial y sencilla es provechosa en muchos sentidos, pero el tipo de actividad mental que se desarrolla con una lectura atenta y trabajada va mucho más allá, lo que podría otorgarle un valor añadido muy importante a los estudios de crítica y teoría literaria, por no hablar de aquellos textos que exigen una atención y esmero especial, como es el caso de la prosa densa y elaborada o de la buena poesía, por ejemplo. Acuérdate de incluir algo complicado y trabajoso de vez en cuando en tu régimen de libros y trabaja sobre ello: tu cerebro te lo agradecerá de maneras que ninguna otra actividad puede proporcionarte.

Después del apocalipsis (II)

AutorGabriella Campbell el 5 de octubre de 2012 en Divulgación

La carretera

En la primera entrega de esta serie hablábamos de tres de los libros más importantes dedicados a la especulación de cómo sería la vida después de un evento cataclísmico que destruyera gran parte de la Humanidad. Mencionamos Apocalipsis, de Stephen King; Soy leyenda, de Richard Matheson; y Guía del autoestopista galáctico de Douglas Adams. Para esta segunda entrega os presento los siguientes títulos:

La carretera, de Cormac McCarthy. Si bien podría enmarcarse dentro del género de la ciencia ficción por su claro carácter postapocalíptico, esta novela que ganó el Pulitzer trasciende todos los géneros y se concentra en mostrarnos de manera cruenta cómo podría ser la Humanidad en una situación en la que ya no quedaran plantas, animales, ni ningún tipo de alimento. En este mundo de caníbales, McCarthy crea a dos protagonistas definidos a la perfección en su prosa inigualable: un padre y un hijo, y las innumerables decisiones que deben tomar para poder seguir adelante y sobrevivir.

Guerra mundial Z, de Max Brooks. No incluyo el libro de Brooks tanto como uno de los mejores, sino como uno de los más representativos del apocalipsis zombi. Tal vez al autor le falte ese algo que hace que una novela sea grande (sale perdiendo, por ejemplo, frente al magnetismo de los personajes de las demás novelas que hemos mencionado), pero es que su construcción a base de testimonios y documentos oficiales le otorga la redondez de un escenario fabricado a la perfección. El realismo que obtiene gracias a esta documentación (entrevistas, informes, etc.) lo dota de una originalidad que lo separa de tantas otras novelas postapocalípticas pasadas y por venir.

El último hombre. Con este título podemos referirnos a dos obras, ambas de gran interés. En primer lugar, tenemos Y: El último hombre, el cómic de Pia Guerra y Brian K. Vaughan, ganadora de un premio Eisner, que narra las desventuras del joven Yorick Brown y de su mono Ampersand, en una Tierra futura en la que una extraña plaga ha acabado casi por completo con el cromosoma Y: ya solo quedan mujeres. Guerra y Vaughan nos presentan un escenario donde la lucha por la supervivencia de la especie se une al intento del protagonista por encontrar a su novia, a la que perdió al desatarse la plaga, mientras escapa de diferentes grupos ideológicos que lo necesitan por razones más que obvias. Y también podríamos estar refiriéndonos a El último hombre, una obra menos conocida de Mary Shelley. Oscurecido por el éxito de Frankenstein, no fue hasta los sesenta cuando por fin comenzó a valorarse este texto de Shelley, que en su época acarreó terribles críticas, y fue definido como enfermizo. Con el tiempo el interés en esta obra reapareció, debido a su tratamiento del tema de la soledad y el aislamiento, concentrado en el personaje de Lionel, el único superviviente de una terrible plaga que debe ver cómo, poco a poco, van muriendo todos aquellos que lo rodean.

En la próxima entrega os hablaremos de más libros que nos parecen llamativos dentro de la temática postapocalíptica. Mientras tanto, nos encantaría saber cuáles son las obras de este tipo que más habéis disfrutado. Como siempre, podéis contárnoslo en los comentarios.

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El auténtico Dorian Gray

AutorGabriella Campbell el 3 de octubre de 2012 en Divulgación

John Gray

Si tuvieras que retratar a un personaje de la manera más detallada, precisa y completa que pudieras, ¿no tendría sentido que lo basaras en una persona de tu entorno, alguien a quien conocieras bien y que aportara credibilidad al retrato que ofreces? No es descabellado pensar que algunos de los personajes literarios más complejos y llamativos que conocemos se pudieron inspirar en su momento en algún amigo, familiar o amante del autor. Por supuesto abundan las teorías, las hipótesis y los rumores, pero en algún que otro caso es difícil discutir la evidencia, bien porque el personaje es demasiado parecido a su fuente, o bien porque el propio escritor ha desvelado su origen.

Una de las correspondencias que los críticos y aficionados siempre han considerado más claras es la de Dorian Gray, protagonista de la novela El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde, con el amigo (y probablemente amante) de Wilde, el joven apolíneo John Gray. John era, como el Dorian de la novela, extraordinariamente bello, y decían de él que con 25 años podía pasar sin problemas por un efebo de apenas 15. Entre el grupo de amigos de Wilde y de Gray bromeaban con el homenaje que le había realizado Oscar al inspirarse en el joven poeta londinense para crear al personaje que no envejecía, que permanecía lozano mientras que el retrato escondido en su ático se marchitaba a ojos vista, en representación de la decadencia carnal y espiritual de Dorian. Sin embargo, conforme la noticia del origen de este personaje se hacía más y más notoria, y la novela de Wilde acumulaba críticas negativas y acusatorias, John comenzó a negar que existiera tal relación entre su persona y el libro de su amigo, y Wilde terminó declarando que había conocido a John mucho después de escribir el libro, una afirmación poco plausible que surgió, con toda seguridad, por petición del avergonzado John, que además se alejaba más y más de su antiguo amigo y maestro a medida que este se distanciaba de él y de su círculo habitual de amistades debido a su relación con lord Alfred Douglas, por quien al final daría con sus huesos en la cárcel.

Gray sufrió, al igual que el propio Wilde, una transformación espiritual tras sus peores penurias. Wilde la tuvo en prisión, donde escribió De profundis, y Gray, tras entregarse durante un tiempo a las frivolidades y tentaciones de la capital británica, y tal vez influido por el terrible proceso al que había sido sometido su viejo amigo, renunció a la carne y se ordenó sacerdote. Su conversión influyó asimismo en la carrera de su compañero más íntimo, Marc-André Raffalovich, un poeta francés de origen judío conocido sobre todo por sus escritos sobre el tema de la homosexualidad y su relación con el catolicismo. Raffalovich se hizo dominicano y siguió viviendo muy cerca de Gray, con quien nunca dejó de mantener una amistad íntima pero (supuestamente) casta. Falleció de manera repentina en 1934, y Gray, desolado, apenas le sobrevivió cuatro meses.

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Después del apocalipsis (I)

AutorGabriella Campbell el 2 de octubre de 2012 en Divulgación

Literatura y apocalipsis

Por mucho que uno pueda estar a favor o en contra del género de la ciencia ficción, es indiscutible que nos ha ofrecido, de todas las maneras concebibles, uno de los temas favoritos de la literatura: el qué será de la Humanidad una vez ocurra ese gran fenómeno o masacre que nos diezme y destruya; ese momento terrible en el que apenas quede un puñado de nosotros para enfrentarse a la mortalidad de nuestra especie. No son pocos los libros que han decidido dedicarse a la temática postapocalíptica; al fin y al cabo es un principio que juega con nuestros peores temores: la muerte, la lucha por la supervivencia y el final de todo lo que conocemos, ya sea por invasión alienígena, catástrofe natural o la propia estupidez humana.

En este sentido he querido reunir una lista de obras que se concentran en el momento posterior al desastre. Generalmente se centran en la lucha por sobrevivir, el conflicto terrorífico de los recursos escasos, el estrés postraumático y la pregunta de si seremos capaces de seguir poblando la Tierra, de si tenemos futuro como especie. A continuación enumero algunas de las que considero que son las más importantes (y encontraréis unos cuantos más en la segunda parte del artículo):

Apocalipsis, de Stephen King. El título lo dice todo. Lo mejor de esta novela de King es que además de postapocalíptica es preapocalíptica; narra lo ocurrido después de una gran epidemia que mata a gran parte de la población humana, pero a la vez se trata de un enfrentamiento tradicional entre el Bien y el Mal, un conflicto milenario que antecede a una posible destrucción definitiva del hombre. King consigue inspirar miedo, asco y admiración a un mismo tiempo y, como suele ocurrir en sus novelas, el Mal es el que más recursos y herramientas tiene, con diferencia. Durante la mayor parte de la obra el lector tiene la sensación de que es imposible que el Bien prevalezca y, más aún, que el ser humano sobreviva a esta nueva oleada de devastación, producto de su propia idiotez.

Soy leyenda, de Richard Matheson. Algunos argumentarán que es la novela zombi por excelencia, pero los muertos vivientes de Matheson son vampiros, si bien vampiros idiotizados y básicos que poco tienen que ver con los elegantes chupasangres de una obra de Anne Rice o similares. En un mundo donde una extraña enfermedad ha convertido en monstruos a todos los que el protagonista, Robert Neville, ha conocido y amado, debe enfrentarse al insoportable hecho de ser, posiblemente, el único hombre vivo del planeta. A diferencia de lo que ocurre en su adaptación cinematográfica, Neville no consigue salvaguardar la existencia humana, de una manera original y muy distinta a lo que suelen tratar las obras de esta temática. La durísima realidad de aceptar un nuevo orden evolutivo y el fin de su especie coloca a esta novela entre las mejores de su género y temática.

Guía del autoestopista galáctico, de Douglas Adams. Esta trilogía de cinco libros (como la definía el propio autor) no encaja con lo que generalmente definiríamos como novela postapocalíptica, pero lo cierto es que narra las aventuras de un humano y varios extraterrestres tras la destrucción de la Tierra, un hecho que es, además, de poca relevancia en el texto. Nuestro planeta sucumbe a la burocracia interespacial, y de un día para otro es derruido para construir una autopista galáctica. En lo que se refiere a la destrucción de la Tierra, tal vez sea la mejor y más absurda de las que pueden leerse.

En la siguiente entrega del artículo seguiremos analizando las mejores obras que examinan el posible final de la Humanidad y, mejor aún, la precaria supervivencia consiguiente.

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Emily Dickinson sale de su reclusión

AutorGabriella Campbell el 29 de septiembre de 2012 en Divulgación

Emily Dickinson

Emily Dickinson, nacida en Amherst, Massachusetts, el día 10 de diciembre de 1830, siempre ha sido uno de esos grandes misterios literarios que ha confundido incluso a los biógrafos más avezados. Dickinson, a pesar de tener una juventud bastante sociable y relativamente feliz, fue encerrándose poco a poco en su hogar, cada vez más afectada por las frecuentes muertes que la rodeaban. Torturada por los fallecimientos de sus seres más queridos, Emily se concentró en cuidar de su madre, del hogar familiar y de su propia poesía. No fue hasta su muerte cuando su hermana Lavinia encontró los más de 800 poemas que guardaba en su habitación.

Tal como le había pedido su hermana, Lavinia quemó toda su correspondencia, y los poemas quedaron en manos de la esposa y de la amante de su hermano, quienes durante años se disputaron la edición y publicación de su obra. Si bien conservamos, gracias sobre todo a estas dos mujeres rivales, la mayor parte de la obra poética de Emily, casi todos sus documentos personales se han perdido en el tiempo, y por tanto tiene importancia singular la aparición de un daguerrotipo cuya imagen podría representar a la poetisa.

Hasta la fecha solo se habían encontrado dos imágenes de Dickinson cuya autenticidad estuviera avalada por los expertos. Se trataba de una pintura, donde aparecían ella y sus hermanos, y la otra, una fotografía, donde aparecía una Emily adolescente. En los últimos cincuenta años han surgido dos nuevas contendientes, supuestas fotografías de la poetisa, pero ambas han sido, por lo general, desacreditadas y se duda seriamente de que representen a Emily. Y ahora aparece una nueva imagen, un daguerrotipo que, si bien todavía no las tiene todas consigo, está despertando verdadero interés entre los expertos. La Dra. Susan Pepin, directora de neuro-oftalmología del Dartmouth Medical School en Estados Unidos, está convencida de la identidad de una de las dos mujeres que aparecen en la imagen, a las que identifica como Emily y como Kate Scott Turner, una de sus amigas. Pepin ha llevado a cabo una comparativa anatómica muy precisa y detallada entre esta imagen y las demás conservadas; se estima que esta es de finales de los 1850, donde la escritora parece tener entre 27 y 33 años, aproximadamente. El vestido que lleva estaría, entonces, más que pasado de moda, pero parece ser que esto era algo más que usual en el caso de la autora de Amherst.

Mucho se ha especulado acerca de las razones que llevaron a Emily a resguardarse en su domicilio cada vez más a partir de 1860. Lejos de perder el contacto con el mundo exterior (sabemos que se carteaba de manera frecuente con amigos y parientes, y que aceptaba visitas en su hogar), dejó simplemente de salir de la residencia familiar (se ha teorizado que padecía de agorafobia, entre otras muchas afecciones como la depresión, la epilepsia o un caso grave de desamor). Fue en estos años cuando escribió la mayor parte de su producción poética, fue en su habitación donde tuvo su gran explosión creativa. Nos queda tan poco de ella misma, de su vida, que una imagen podría valer, tal vez, más que mil palabras. El tiempo nos dirá si se trata de la Dickinson o de cualquier otra mujer joven de la época que tuvo la fortuna de compartir con ella la misma nariz y una misma mirada brillante.

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Firmas, firmas, firmas (II)

AutorGabriella Campbell el 27 de septiembre de 2012 en Divulgación

Firma - Umberto Eco

En la primera parte del artículo os hablábamos de los intentos de diversos autores por conseguir un récord Guinness con grandes firmas coordinadas de libros (y de paso, obtener un buen número de ventas para la librería responsable). Como contraste a estos gigantescos eventos organizados y dirigidos hacia un récord de firmas, llama la atención lo que le ocurrió a la escritora Jacqueline Wilson en la localidad británica de Bournemouth. Wilson entró en una librería local con la intención de pasar un par de horas, pero acabó quedándose hasta medianoche, firmando más de 3000 libros. Lamentablemente, la librería no había convocado a los del Guinness, ya que la reacción de los aficionados fue totalmente inesperada, y no pudo ser contabilizada como récord. Es muy probable que haya habido más casos similares, encuentros esporádicos de autores con su público donde comienzan a formarse larguísimas colas y el autor, que no quiere decepcionar a aquellos que llevan horas esperando para conseguir una rúbrica, permanece al pie del cañón durante el tiempo que haga falta.

De nuevo regresamos a la pregunta con la que reflexionábamos en la entrega anterior: ¿realmente merece la pena acudir a estas firmas? En un momento en que el libro es más efímero que nunca, donde las ediciones baratas de bolsillo pueden caerse a trozos una vez leídas, está claro que la firma ya no es una inversión. Hay puntos de venta que hacen negocio con ella, vendiendo a precios especiales centenares de ejemplares para los que han secuestrado al autor, encerrándolo en la librería hasta que termine de firmar, solo ante el propio librero y algún que otro empleado, todos los libros designados. Pero, por lo demás, si hay escritores que firman sus libros de mil en mil… ¿realmente tendrá algún valor, más allá de lo meramente emocional, una copia más con un autógrafo ilegible? No todos los autores son, después de todo, tan entregados como Enrique Jiménez Corominas (portadista de la edición de Gigamesh de Canción de hielo y fuego y autor de maravillas visuales como Dorian Gray, adaptación al cómic de la novela de Oscar Wilde), que cuenta con las colas de firma más lentas de la historia, debido a su dedicación a todas y cada una de sus rúbricas, debidamente ilustradas.

Con todo, a veces merecen la pena estas firmas masivas por la aventura que suponen para escritores y lectores. A Jonathan Franzen le robaron las gafas en una firma de Gran Bretaña, y el temible ladrón exigió un rescate de 100.000 euros por ellas (por fortuna pudieron atrapar al culpable antes de que los aficionados tuvieran que hacer una colecta para recuperar este accesorio tan valioso, ya que eran las mismas gafas con las que Franzen había posado para la portada de la revista Time). El humorista y presentador estadounidense Jimmy Fallon se llevó una sorpresa firmando en Manhattan cuando una de las asistentes, ataviada con un bigote falso, se quitó la parte de arriba para mostrarle sus encantos más privados. Pero siempre podría ser peor: la política estadounidense Sarah Palin firma bebés.

Como siempre, os animamos a contarnos vuestras propias experiencias en los comentarios al artículo. ¿Cuál fue la última firma de libros en la que estuviste? ¿Y la mejor dedicatoria o autógrafo que te han hecho? Quedamos a la espera de conocer vuestras experiencias en esto de las firmas de libros.

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