-El célebre Maupassant era uno de los muchos parisinos del siglo XIX que no se deleitaban con la vista de la Torre Eiffel. Tanto era así, que solía comer en el restaurante que había al pie de ésta, para no tener que verla.
-Un día, Alfred Jarry, dramaturgo y poeta francés conocido por ser un tanto excéntrico, disparó su pistola hacia un seto, del que de repente salió una mujer. Furiosa, éste le increpó: “¡Mi niño estaba jugando aquí, podrías haberlo matado!”. A lo que éste respondió, con mucha galantería: “Señora, le hubiera hecho otro”.
-La Reina Victoria de Inglaterra era muy aficionada a Alicia en el país de las maravillas, la conocida novela del escritor y catedrático universitario Lewis Carroll. Envió una carta a dicho autor comentándole que le encantaría leer otras obras escritas por él. Carroll, encantado, le envió un ejemplar de su Compendio de geometría algebraica plana.
-El prestigioso periodista británico Henry Porter reveló en mayo de 1986 que había incluido en uno de sus artículos semanales del Sunday Times cinco errores gramaticales deliberados, ofreciéndose a enviarle una botella de champán al lector que identificara estos cinco de manera correcta. Recibió muchísimas cartas, y a la semana siguiente Porter anunció que los lectores no habían sido capaces de encontrar estos cinco fallos… pero que habían encontrado otros veintitrés de los que no había sido consciente.
-La farsa de Isaac Bickerstaff fue un hecho muy comentado y polémico a principio del siglo XVIII. En Gran Bretaña vivía entonces un famoso astrólogo, John Partridge, que se ganó la antipatía del escritor Jonathan Swift por sus referencias críticas a la Iglesia de Inglaterra, de la que Swift era clérigo. Swift se inventó un personaje falso llamado Isaac Bickerstaff, que utilizó para publicar una serie de predicciones para el año siguiente, entre las que se incluía la muerte de John Partridge. Partridge desmintió las predicciones de Bickerstaff, afirmando que se trataba de un profetilla de poca monta en busca de fama. El día para el que había predicho la muerte de Partridge, Bickerstaff publicó una carta supuestamente anónima, anunciando la muerte del astrólogo. Partridge intentó convencer a todos de que seguía vivo, sin éxito, ya que dicha carta había sido publicada en diversos periódicos y varios escritores de renombre se habían hecho eco de ella. El nombre de Partridge fue retirado del registro, y sus seguidores se apresuraron a lamentar su fallecimiento, produciendo una disminución significativa de popularidad y el fin de su carrera. Entre las razones que daba Bickerstaff/Swift para demostrar la muerte de Partridge estaba que era “…imposible que ningún hombre vivo pudiera haber escrito tanta bazofia”.