Desde el principio de los tiempos el ser humano ha demostrado un gran interés por conocer a cada ser vivo del planeta, en parte por descubrir si podía ser comestible, y también, por qué no, debido a que somos una especia curiosa.
Por si los cientos miles de animales, plantas e insectos que pueblan mares, campos, selvas o cielos no fueran suficientes, también el ser humano, que además de curioso tiene a veces demasiada imaginación, se ha inventado, bien por desconocimiento, por leyenda o por interés, seres míticos o legendarios. Hace unos cuantos cientos de años hablábamos de mitología, de seres feéricos, de leyendas, de cuentos. Hoy en día, una época marcada por la ciencia y la tecnología, tenemos la Criptozoología.
De este modo podemos diferencias dos tipos de criptozoología: una que en realidad estudia la existencia de seres como el Bigfoot, los unicornios y el Yeti y otra que, con cierta sorna, recoge los estudios antiguos y modernos de los criptozoólogos y se dedica incluso a crear nuevas y misteriosas razas ayudados por la más moderna tecnología: el photoshop.
Aquí, claro, hay que destacar que criaturas que se creían míticas han acabado existiendo, como los famosos pulpos gigantes, en principio leyendas y hoy conocidos enemigos de los cachalotes. Claro que en la época en que se hablaba de estos míticos seres no existía la criptozoología como tal y la existencia de estos seres se achacaba a la poca pericia de los marinos o a un consumo excesivo de bebidas espirituosas.
Para dejarlo claro: un criptozoólogo pasará frío y falta de sueño con su sónar marino circunnavegando el lago Ness buscando a su mítico habitante mientras que otros, menos dados a las incomodidades de las tierras altas escocesas, montarán una página web con fotos de un calcetín saliendo de un barreño lleno de agua turbia. Esta actitud, con ganas de probar y con más ganas de tomar un poco el pelo, ha dado lugar a polémicas, como la de Arthur Conan Doyle con el Hombre de Piltdown y luego las fotografías de hadas, de lo que ya hablamos en Lecturalia. Sin embargo, y más recientemente, tenemos las famosas fotos de sirenas -más bien sus fósiles- realizadas por Joan Fontcuberta y que colaron como ciertas hasta que se descubrió su broma.
Lo curioso de la criptozoología es su capacidad para ser estudiada de manera externa. Como ya hemos dicho casi se podría englobar dentro del floklore popular, sus teorías son a veces tan descabelladas que generan, se quiera o no, cierta fascinación. A decir verdad, podrían ser los últimos creadores de mitos que quedan en el mundo.
¿A qué viene todo esto? Pues que sale a la venta Criptozoología: Cazadores de monstuos, un interesante libro de divulgación escrito por Rafael Alemañ Berenguer, bioquímico y físico, en la que habla de toda esta lista de seres entre lo mitológico, lo desconocido y lo risible que han poblado las páginas de tratados y manuales científicos desde tiempos de la Biblia. Edita Melusina y tiene muy buena pinta, tanto para aquellos aficionados a creer en la existencia del minotauro como para los que disfrutan acariciando la posibilidad de pescar sirenas en la escollera del puerto.
Rafael Alemañ
Criptozoología: Cazadores de monstruos