J.D. Salinger ha muerto a los noventa y un años de edad en New Hampshire, en la misma casa en la que se refugió, huyendo de la popularidad que alcanzó con la publicación de El guardián entre el centeno en 1951, su gran obra y una de las influyentes y populares de la literatura estadounidense del siglo XX. El guardián entre el centeno narra la historia de Holden Caulfield quien, desde un hospital psiquiátrico nos hace partícipes de su vida, una acumulación de expulsiones de diferentes colegios, de odio y desengaño. Holden Caulfield se convirtió en el antihéroe de la generación de los cincuenta en los EE.UU. Tras El guardián entre el centeno, Salinger publicó tres obras más, continuando durante algún tiempo su colaboración con The New Yorker, revista donde hoy se pueden consultar las trece historias que publicó en sus páginas desde 1946 a 1965; eso sí, sólo para subscriptores.
Hace pocos meses Salinger fue noticia por paralizar la publicación de una revisión de El guardián, Sesenta años después, atravesando el centeno, tal y como ya os contamos. Defensor de sus derechos de autor y de su intimidad eran varias las denuncias que había presentado ante los tribunales por la publicación de cartas o de biografías no autorizadas.
La biografía que no pudo paralizar fue la escrita por su hija Margaret A. Salinger, quien lo describe como un tirano alejado de la realidad que no admite fallos ni defectos a su alrededor, al punto que Margaret llega a escribir:
No me extraña en absoluto que su mundo esté tan vacío de personas reales ni que sus personajes de ficción se suiciden tan a menudo.
También nos presenta a un Salinger obsesionado por la religión: de familia judía, la revelación de que su madre no lo era le provocó una crisis religiosa, llevándole a lo largo de los años a abrazar diferentes creencias, desde gurús hindús a la cienciología o la fe cristiana.
El guardián entre el centeno ha vendido más de sesenta millones de ejemplares y, cada año, doscientas cincuenta mil copias más siguen aumentando la cifra.
J. D. Salinger
El guardián entre el centeno