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El depredador de Seattle

AutorVíctor Miguel Gallardo el 30 de octubre de 2010 en Divulgación

Ted Bundy

Ted Bundy fue uno de los asesinos en serie más famosos del siglo XX, y sobre su figura se han realizado películas, mini-series y, por supuesto, infinidad de libros que intentan explicar las motivaciones de un hombre al que, aunque oficialmente se le atribuyen algo más de treinta asesinatos, algunas fuentes indican que pudo llegar al centenar de chicas asesinadas. Sus víctimas respondían a un patrón claro, determinado por un amor de juventud: chicas blancas, de pelo lacio y moreno habitualmente peinado con raya en medio. Sus edades variaron bastante, desde chicas cercanas a la treintena hasta una niña de doce años que fue una de sus últimas víctimas.

Uno de los libros más interesantes acerca de Bundy fue redactado en base a sus confesiones a la policía del estado de Florida, lugar en donde finalmente fue cazado. En Ted Bundy: conversaciones con un asesino, de Stephen G. Michaud y Hugh Aynesworth, sorprende descubrir a un hombre que bien podría ser nuestro vecino de enfrente o el cajero de nuestro banco. Con gran seguridad en sí mismo, Bundy (que había estudiado Psicología y Derecho) llegó a defenderse a sí mismo en el primer juicio al que fue sometido, aunque al final fue contraproducente ya que, aunque empezó la vista con gran aplomo, acabó perdiendo los papeles en varias ocasiones. Tampoco contribuyó el hecho de que, durante una visita a la biblioteca de los juzgados para documentar su caso, saltó desde una ventana y huyó. Estuvo una semana escondido en una caravana abandonada hasta que la policía dio con él.

No fue su único intento de fuga. Hubo otro aun más exitoso, cuando se evadió de la cárcel y pudo trasladarse con una identidad falsa hasta Florida, en donde mataría por última vez siguiendo el modus operandi que ya había utilizado en los estados de Utah y Washington. Fue allí donde cometió el error de intentar asaltar a la hija de un policía local (hay que decir que no hubiera sido la primera víctima de estas características: en Utah a asesinó a la hija de un sheriff), que salió indemne gracias a su hermano, y que fue en última instancia la que, en la comisaría de su padre, identificó al hasta entonces preso fugado.

Para los aficionados a los detalles morbosos puede resultar muy interesante el pequeño libro Ted Bundy, el depredador de Seattle, escrito al alimón por Nuria Fontanet Rodríguez y Ángel Ferris Fulla. Baste decir que solía golpear a las chicas en la cabeza, a veces con brutal saña, que las solía violar y sodomizar, que a varias les arrancó la cabeza para “decorar” su apartamento o que, según los forenses del estado de Florida, llegó a practicar la necrofilia. Fue muy habitual, sobre todo en los primeros tiempos, el que se hiciera pasar por un incapacitado (bien con unas maletas, bien con un brazo en cabestrillo) para solicitar ayuda a las chicas que él deseaba raptar y matar, lo que hizo que su pareja en aquellos tiempos empezara a sospechar de él (localizó unas muletas en su casa, aunque sabía a ciencia cierta que él no se había lesionado recientemente). Tras una llamada anónima de la chica a la policía ésta determinó que Bundy no era el asesino que estaban buscando. Un auténtico error: al menos dos docenas de mujeres habrían salvado la vida de haberse producido la detención en ese momento.

Ya he hablado de su brutalidad. También, en consonancia con otros asesinos en serie, poco a poco se fue haciendo más descuidado. Si fallaba en un rapto, inmediatamente buscaba a otra chica para desquitarse, lo que le hacía actuar de forma precipitada. Aunque lo habitual fue el asesinato de una chica por día, uno de sus crímenes más mediáticos sucedió en un campus universitario cuando, precisamente por haber fallado en un secuestro, irrumpió en una fraternidad femenina, atacando y matando a varias estudiantes. Una de ellas, escondida, fue otra de las testigos estrellas (junto con una chica que fue atacada en un coche haciéndose él pasar por policía) en el juicio que acabó condenando a Bundy a la silla eléctrica.

En Asesinos en serie, de Tom Schatman y Robert K. Ressler, se puede conseguir aún más información sobre uno de los más sanguinarios personajes de la historia reciente de los Estados Unidos.

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