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El evangelio de Pedro

AutorVíctor Miguel Gallardo el 26 de diciembre de 2009 en Divulgación

San Pedro

Son muchos los evangelios apócrifos existentes, ninguno de ellos reconocido por la Iglesia Católica como integrante del Nuevo Testamento y la Biblia. Unos pocos de ellos tuvieron carácter “oficial” para algunas sectas cristianas en los primeros siglos de nuestra era; la mayor parte, de todas formas, no nos han llegado sino de forma fragmentaria. Los más interesantes, desde luego, son aquellos que añaden información a la ya contenida en los cuatro evangelios canónicos. Así, por ejemplo, el Evangelio del Pseudo Tomás relata vivencias de Jesucristo en su infancia. No hay que confundirlo con el Evangelio de Tomás, un texto gnóstico utilizado ampliamente por la secta maniquea, y que tiene una estructura muy diferente a la habitual, siendo un mero compendio de dichos atribuidos a Cristo, algunos de los cuales ya aparecen en los evangelios canónicos. Otro texto bastante significativo es el Evangelio de Felipe, también de estructura similar y también de origen gnóstico (esta vez de la secta valentiniana), pero algo más amplio, y que ha sido utilizado hasta la saciedad para intentar demostrar el supuesto matrimonio entre Jesús de Nazaret y María Magdalena. ¿Podría ser alguno de estos dos evangelios la famosa “Fuente Q”? La teoría más generalizada sobre los evangelios sinópticos (los de Marcos, Mateos y Lucas) es que se basaron en dos fuentes distintas. Una de ellas sería el propio Evangelio de Marcos, bastante más antiguo que los otros dos; la otra, la “Fuente Q”, debería ser un compendio de dichos, sentencias y parábolas, por lo que los Evangelios de Felipe y Tomás podrían serlo o, más probablemente, estar basados en dicho texto perdido.

De todas formas, uno de los textos apócrifos más conocidos es el llamado Evangelio de Pedro, que no fue, evidentemente, escrito por el fundador de la Iglesia (según la tradición él fue analfabeto, algo lógico en un pescador de aquella época y parte del mundo). Ha llegado a nuestros días incompleto, conservándose solamente el relato referente a la Pasión y Resurrección de Cristo. Los primeros fragmentos fueron encontrados a finales del siglo XIX, y a partir de ellos se dató su redacción en el primer siglo de nuestra era, pudiendo ser contemporáneo a los evangelios sinópticos. Existen referencias a este Evangelio ya desde los primeros tiempos de la Cristiandad; más concretamente se han documentado quejas por parte de algunos obispos de aquel tiempo sobre que un supuesto Evangelio atribuido al primer Santo Padre estaba circulando en algunas comunidades, alertando sobre su contenido. El problema radica en que, según el Evangelio de Pedro, Cristo pudo no haber sufrido durante la Pasión; es decir, que su dolor no fue más que aparente dada su naturaleza. Sufrió su cuerpo humano, sí, pero no la parte divina, que habría llegado a él tras el bautismo en el río Jordán a cargo de San Juan Bautista. Esto choca completamente con la doctrina oficial de la Iglesia Católica.

Fueron bastantes los seguidores de estas ideas aparecidas en el Evangelio de Pedro, y el problema fue tal que Juan, en su primera epístola (que está incluida en el Nuevo Testamento), hace referencia directa a esta herejía, conocida habitualmente como “docética”. El docetismo tiene múltiples influencias de la filosofía griega, sobre todo de ideas platónicas y también gnósticas, y pudo tener cierta relevancia en comunidades cristianas de Asia Menor. Así, una de las cartas atribuidas a Serapión (a la sazón obispo de Antioquía), fue enviada a la comunidad de Rhossos instándoles a recuperar la ortodoxia y a abandonar la lectura del Evangelio de Pedro, tal y como aparece documentado en la obra “Historia eclesiástica” del erudito Eusebio de Cesarea, uno de los más importantes personajes de su época, a caballo entre los siglos tercero y cuarto.

Como ya he comentado, los primeros textos del Evangelio de Pedro fueron encontrados a finales del siglo XIX. Más tarde han aparecido nuevos fragmentos, más cortos, que han ayudado a conocer mejor la totalidad de la obra, pero sigue sin tenerse un compendio de fragmentos que pueda ser considerado como definitivo.

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