Muchos de los visitantes que tenemos en el blog de Lecturalia y de los que pasan de vez en cuando por nuestra base de datos de libros y autores tienen, en el fondo, el sueño de convertirse en escritores, de ver sus textos publicados y de lograr, quieras que no, cierto reconocimiento a su trabajo. Incluso nos llegan de vez en cuando libros enteros a nuestro correo con la esperanza de que les demos nuestro visto bueno sin saber bien quiénes somos, unos sencillos blogueros, y los llevemos en alas hasta la fama.
Lo cierto es que todo aspirante a escritor debería tener claras unas normas básicas y un planteamiento medianamente realista. Digo medianamente por la sencilla razón de que un escritor, desde luego, no es una persona realista, ya que entonces se buscaría otra profesión, afición o sueño y no el duro oficio de escribir.
En todo proceso creativo hay que ir paso a paso. La primera norma que un aspirante a escritor debe tener clara es que hay que tener paciencia. No me refiero al tipo de paciencia necesaria para fumarse un cigarrillo mientras se espera al autobús, no, es la de esperar años antes de lograr un mísero resultado positivo. Teniendo en cuenta entonces que el proceso de llegar a publicar un libro en condiciones no es algo que se consiga de la noche a la mañana, habría que dejar claras unas cuantas normas.
Sacar tiempo de donde no lo hay. Si quieres ser escritor eso quiere decir que tienes que estar dispuesto a sacrificar muchas horas de tu tiempo libre, muchas noches, o mañanas, dedicadas a teclear como un loco delante de una pantalla vacía. La labor del escritor es una labor solitaria, y no hay nada glamuroso en ello. Tenlo en cuenta, escribir satisface la necesidad que te recorre el cuerpo, pero es una carrera de fondo. Hay que sacrificarse. Una vez que tienes claro esto…
La corrección ortográfica. No sólo hace falta creer que se escribe de manera correcta, además hay que lograrlo. Eso suele arreglarse de varias maneras, una sería leyendo mucho y fijándose en cómo se escribe de forma correcta. También, como no, un estudio de las normas ortográficas y gramaticales del castellano tampoco estaría de más. Hay diversas guías escritas ex-profeso para aquellos que se inician en la labor de la escritura. Aunque a la gente que empieza esto pueda parecerle poco importante, no hay que subestimar la capacidad de una editorial de lanzar a la basura tu manuscrito tras encontrarle cinco o seis faltas de ortografía en el primer párrafo. En un mundo saturado de aspirantes, la primera y rápida criba se fundamenta en los detalles fundamentales.
Al fin y al cabo es algo normal: si no sabes expresarte correctamente por escrito, lo más probable es que el texto resulte inconexo y poco legible. Por poner un ejemplo sencillo: es como ser fontanero y no saber cómo hacer encajar dos tuberías.
El envío a las editoriales. No basta con imprimir tu texto, meterlo en un sobre y mandarlo a cuanta editorial conozcas. Eso no funciona exactamente así. Probablemente primero deberías acudir a registrar tu obra, es relativamente sencillo y barato, y te asegurará cierta paz de espíritu si eres demasiado nervioso. Luego, ten en cuenta que la impresión resulte clara, a doble espacio, con márgenes adecuados, y que muchas editoriales prefieren que les adjuntes un buen resumen, con sinopsis corta, larga, e incluso un análisis de las probabilidades de venta y mercado. Así es probable que logres pasar un primer corte de selección.
La espera. Una vez has enviado tu manuscrito, sólo queda esperar. Unos tres meses en el mejor de los casos y la posibilidad de nunca recibir una mísera respuesta por parte de algunas editoriales que ni siquiera se preocupan de mandar una nota de rechazo. Nota de rechazo que, no os alarméis, es más que probable que recibáis en numerosas ocasiones. Un consejo: una nota de aprobación en vuestro primer texto, increíblemente optimista y maravillosa es probable que se corresponda con una editorial de autoedición. Que queráis aceptar ese tipo de publicación para vuestra novela es completamente digno y válido, pero que no os engañen apelando a la parte más débil de un escritor: su enorme Ego.
También, con el mismo proceso y con la misma dificultad, se puede acceder a la mítica figura del Agente Literario, que moverá vuestro texto por sus contactos editoriales a cambio de un 10 o un 15% de vuestro exiguo beneficio. ¿Es importante un agente literario? Sí, sin duda. Por el momento son figuras clave en la industria literaria española. Desconfiad, sin embargo, de los que os pidan dinero por adelantado para mover vuestro libro.
Los concursos. Mundo del que hemos hablado largo y tendido en Lecturalia. Qué decir, a veces están preparados u orientados a determinados participantes, a veces no. ¿Cómo diferenciar unos de otros? Es complicado y muchas veces se aprende, como todo en esta vida, a base de la prueba y el error. No hay nada como la experiencia personal para desarrollar cierto ojo crítico. De todas formas, el ganar un premio, aunque sea uno pequeño, siempre cuenta para pasar ese primer corte editorial del que hablábamos con anterioridad.
Moverse por círculos literarios. Esta parte no es sencilla. Es más fácil para aquellos que vivan en capitales importantes, tengan tiempo libre y facilidad para socializar. Acudir a presentaciones, conocer gente de la industria editorial, a otros escritores y ser simpático y agradable… pues para que os voy a engañar, es un plus que añadir a todo lo anterior.
Bien, estas son unas normas básicas. Quizá habría que añadir que lanzarse directamente a la escritura de novelas de ochocientas páginas sin haber practicado antes con cuentos o novelas cortas, tampoco es demasiado aconsejable. Que repetir los esquemas y argumentos de los autores a los que admiramos acaba por lastrar cualquier intento por nuestra parte de resultar originales. Sobre todo que para escribir es necesario tener algo que contar, necesidad por gritarlo y paciencia para apretar los dientes durante años.
En cuanto a la posibilidad de vivir exclusivamente de la literatura, hoy por hoy, es algo realmente complicado. A un 10% sobre el precio, sin IVA, de un libro, habría que vender una muy buena cantidad de libros cada año para mantenerse. A eso, claro, hay que añadir la posibilidad de dar cursos, conferencias y otros apaños a los que los escritores que no son estrellas editoriales tienen que recurrir para seguir en la brecha. Y es que escribir es una droga que no se puede eliminar una vez te ha infectado, quedándose en tu cuerpo dando vueltas para siempre jamás.