El título de este post puede resultar engañoso: no estamos hablando de libros prohibidos per se, sino más bien de libros que han de ser leídos sólo bajo supervisión y/o con permiso de la autoridad superior (a excepción de los que pertenecen al nivel máximo de precaución). El Opus Dei califica los libros según seis categorías:
1 – Libros que pueden leer todos, incluso niños.
2 – Lectura en general recomendable aunque requiere un poco de formación.
3 – Los pueden leer quienes tengan formación (puede haber escenas o comentarios “inconvenientes”). Se necesita permiso del director espiritual.
4 – Los pueden leer quienes tengan formación y necesidad de leerlos. Se necesita permiso del director espiritual.
5 – No se pueden leer, salvo con un permiso especial de la delegación.
6 – Lectura prohibida. Para leerlos se necesita permiso del Padre (Prelado).
En las bibliotecas dependientes de la Obra los libros pertenecen, casi en su totalidad, a los grupos 1 y 2. Ejemplos de estos grupos serían la obra completa de J. R. R. Tolkien, los hermanos Grimm o Agatha Christie, así como la mayor parte de los libros de Arthur Conan Doyle (exceptuando Los refugiados y La gran sombra). Fahrenheit 451, de Ray Bradbury, pertenece por cierto al grupo 2, toda una paradoja para un libro que habla sobre lo que habla. No deben de haberlo leído.
En el grupo 3, libros que para ser consultados y leídos necesitarían del “permiso del director espiritual”, estarían, entre otros, muchas de las mejores novelas de Delibes, El Aleph (una de las obras más universales del autor argentino Jorge Luis Borges) o, sorprendentemente, la popular novela anónima El peregrino ruso, un clásico de la espiritualidad de nuestro tiempo.
Con el nivel 4 ya entramos en palabras mayores: ya no estamos hablando tan sólo de tener que pedir permiso al director espiritual o de tener formación: además hay que tener necesidad de leerlos. Me pregunto cómo se puede demostrar semejante cosa. Pero no está de más saber que, para leer libros como Frankestein desencadenado (de Brian Aldiss), la antología poética de Vicente Aleixandre, Cañas y barro (de Blasco ibañez), El canon occidental (de Harold Bloom), El laberinto español (de Gerald Brenan), RUR (de Karel Capek), 2001 (de Arthur C. Clarke) o El club Dumas y La piel del tambor (ambas de Arturo Pérez Reverte), los miembros de la Obra habrán de cumplir esos requisitos. Incomprensible (si es que algo de todo esto tiene el más mínimo sentido) lo de la obra de Harold Bloom: yo habría creado para ella un nivel 7 como mínimo.
En el quinto nivel nos encontramos con obras muy diversas, como por ejemplo La casa de los espíritus (de Isabel Allende), El árbol de la ciencia (de Pío Baroja)… y Fundación (de Isaac Asimov). El que haya pensado que esta novela del autor estadounidense de origen ruso era totalmente inocente se equivoca, por lo visto. ¿Está la psicohistoria en conflicto directo con Dios o con los prelados correspondientes?
Y ya llegados al sexto y último nivel, el de los libros “prohibidos” (estoy utilizando su terminología, desde luego), podemos mencionar, entre muchísimos otros, el Manual de Economía Política (publicado por la Academia de Ciencias de la URSS), obras de Rafael Alberti como pueden ser Coplas de Juan Panadero o Lo que canté y dije de Picasso, la humorada Cómo acabar de una vez por todas con la cultura (de Woody Allen), los Textos escogidos de Salvador Allende, obras de Isabel Allende como Cuentos de Eva Luna o De amor y de sombra, el Curso de puericultura de Cuper, La negritud (de Luis María Ansón), El cuento de la criada (de Margaret Atwood), Las flores del mal (de Baudelaire), el Manifiesto del surrealismo (de André Breton), el Decamerón, La naranja mecánica (de Anthony Burgess), el Tratado de la regalía de amortización (de Pedro Campomanes), La colmena (de Cela), La ilustración gráfica del siglo XIX (de Valeriano Bozal), Rey Jesús (de Robert Graves), buena parte de la obra de Cortázar, y las obras casi completas de Fernando Arrabal, Clive Barker, Mario Benedetti, William S. Burroughs, José Caballero Bonald, Santiago Carrillo, Ricardo de la Cierva, Paulo Coelho, Auguste Comte, Bertolt Brecht y Bukowski, entre muchos otros.
Me siento muy orgulloso de haber leído algo de casi todos ellos. Incluso de De la Cierva.