Una bibliotecaria de Orsk, en los Urales rusos, denunció en su blog que habían recibido un listado de treinta y siete libros que no debían ser entregados a usuarios. Este intento de censura venía de parte del Servicio Antidrogas local que intentaba así dar
“una recomendación de prestar atención a los libros mencionados para ver si contienen materiales perniciosos”
La lista incluía obras que contiene información sobre narcóticos y drogas, incluyendo también literatura. Y es aquí cuando del intento de censura pasamos al teatro del absurdo. En la lista podemos encontrar La reina del Sur de Pérez Reverte, La playa de Alex Garland o Una mirada a la oscuridad de Philip K. Dick, entre otras, novelas, además, fácilmente encontrables. Acompañando a la literatura aparecen monografías científicas sobre productos psicotrópicos o un manual sobre la cría de champiñones.
Parece ser que no es la primera vez que el Servicio Antidrogas ruso confunde el celo profesional con la falta de sentido común, tal y como destaca la prensa rusa, durante un tiempo estuvieron detrás de los veterinarios que utilizaban anestésicos para operar a los animales. En este caso, ha sido el propio Servicio Antidrogas el que ha acusado de exceso de celo al servicio local de Orsk, retirando la lista y subrayando que la literatura sólo se puede retirar mediante orden judicial.
No está de más que, de tanto en tanto, recordemos cuales son las funciones de la bibliotecas y su papel en la difusión del conocimiento, más allá de preguntarnos si el Manual del anarquista debe estar en las bibliotecas públicas.
Por cierto ¿cómo sería la lista si en lugar del Servicio Antidrogas la hubiera elaborado un Servicio Antialcohol?¿cuántos clásicos rusos habrían tenido que retirar?
Vía: El País