Seamos francos: al mismo tiempo que existen muchísimos libros en el mercado con un diseño exterior exquisito, la mayor parte de la producción editorial se podría considerar como mediocre. Del mismo modo, una significativa porción de las novedades de cada año podría considerarse, sin temor a equivocarnos, como horrorosa. Sin entrar a valorar el diseño interno, mucho más complejo de evaluar a simple vista, resulta un juego cuanto menos interesante entrar en una librería e intentar encontrar la cubierta más fea, la menos agraciada, la que tiene una rotulación ilegible o la ilustración más desafortunada.
Algunos géneros son más propensos que otros a ignorar las más sencillas reglas de la estética. Así, y al tiempo que no habrá muchas sorpresas en libros de ensayo, novelas históricas o de temática bélica, antologías poéticas o manuales, si ahondamos en las secciones de ciencia ficción, novela romántica, esoterismo, autoayuda o tiempo libre y ocio podemos llevarnos sorpresas mayúsculas. Las cubiertas de reediciones de clásicos que hacen algunas editoriales “baratas” también se las traen.
Se podría pensar que las malas cubiertas deberían aparecer más en editoriales pequeñas, con menos recursos, que en los grandes grupos editoriales, pero esto no siempre es así. Muchas de esas editoriales más pequeñas suelen cuidar, dentro de sus posibilidades, muchísimo el diseño de sus libros, convirtiéndose algunos de ellos en un auténtico gozo para la vista. Pero claro, esto no es aplicable a todas estos sellos, y viviendo como vivimos en un momento en el que casi cualquiera se considera un mago del Photoshop y similares, podemos encontrarnos con auténticas aberraciones visuales.
Un poco de autocrítica por parte de las editoriales no vendría mal; la revista Time, por poner un ejemplo, hizo hace no mucho tiempo una lista de sus peores portadas de la historia, sometiendo la elección de la ganadora a una encuesta entre sus numerosos lectores. También aprovecharon para enumerar las portadas que más suscriptores les habían hecho perder, o que más cartas de protesta habían generado, resultando vencedora la del número de 1973 dedicado a la película “El último tango en París”, que generó nada menos que 12.190 misivas de lectores contrariados, seguida de otras polémicas portadas como la “Ayatollah Khomeini, hombre del año” (1980), “¿Ha muerto Dios?” (1966) y “Sexo en los Estados Unidos” (1964).
El tema de la aceptación de los lectores no es baladí si se traslada a los libros: más allá de que una cubierta nos resulte más o menos atractiva, también podemos encontrar algunas que nos pueden llegar a desagradar. A mí me pasa, por ejemplo, con las biografías de algunos políticos y personajes públicos, y sé de gente que se niega a pasar cerca de la sección de infantil y juvenil para evitar morir empalagado entre los libros en tonos rosa y fucsia (que esa es otra: también existe el típico machismo en la literatura para los más jóvenes, dejando muy claro qué libro es para niñas y cual es para niños; me extraña que los sigan colocando juntos en la estantería y que no hayan sido separados, como pasa con los juguetes).
Sea como fuere, y aunque yo me voy a reservar mis cubiertas favoritas en cuanto a horror, fealdad y falta de gusto, os animo a que deis vuestra opinión al respecto y compartáis con el resto de seguidores de Lecturalia esas “perlas” que seguro que tenéis en mente.