Frederik Pohl ganó en 1978 tres de los premios más importantes de la ciencia ficción mundial: el Hugo, el Nébula y el Campbell. No es casual: Pórtico es una de las novelas de este género más importantes de la historia, a la altura de otros clásicos de obligada lectura como Dune, Fundación, El juego de Ender o Neuromante (cada uno imprescindible a su manera). La condición de clásico no la convierte en una novela, para el lector actual, añeja (como bien podría pasar con las más famosas novelas de Herbert o Asimov) o ingenua (algo que me han comentado muchos de los que se han acercado a Orson Scott Card). Incluso Neuromante, algo posterior y verdadera iniciadora de todo un género (el cyber-punk) podría hoy considerarse superada por posteriores obras que bebieron de ella. Pórtico no: sigue siendo una de las más lúcidas historias de exploración espacial escritas jamás.
La obra en sí está dividida en dos partes bien diferenciadas que se nos van mostrando en capítulos alternos: por un lado, las charlas del protagonista, Robinette Broadhead (Bob para los amigos), con su psicoterapeuta robótico; por el otro, y anterior temporalmente, la historia de cómo él se convirtió en un hombre rico tras retornar de una expedición a bordo de una nave extraterrestre. Porque Pórtico, al que hace hace referencia el nombre de la novela, no es más que un trozo de roca cercano a la Tierra abandonado milenios antes por una raza alienígena, los Heeche, de la que poco más que nada se sabe. No obstante, Pórtico cuenta con una serie de naves espaciales preprogramables que son utilizadas por aventureros de todas las partes del mundo (de los mundos, quiero decir, toda vez que Venus ya cuenta con una población humana estable) para adentrarse en lo desconocido… y rezar por poder volver. Aunque el riesgo de morir en el intento es alto, la recompensa en caso de encontrar artefactos Heeche bien merece la pena para gente que carece de otra esperanza de conseguir el denominado Certificado Médico Completo, un salvoconducto a la longevidad que sólo los más pudientes se pueden permitir.
Para Bob, Pórtico es un sueño, la única escapatoria hacia una vida mejor. Tras muchos años de duro trabajo en una granja de alimentos sintéticos, es agraciado con un premio de la lotería que él emplea para embarcarse hacia la extraña estación de Pórtico. Una vez allí, sólo resta subirse a la primera nave disponible, cruzar los dedos… y esperar a que la nave decida el destino: ¿artefactos Heeche que te permitan convertirte en un hombre rico, o tal vez una muerte instantánea? ¿Nuevas instalaciones extraterrestres, o es más probable que la nave sea engullida por un agujero negro? Y siempre la esperanza de que, en uno de esos viajes, se pueda vislumbrar de una vez por todas a los escurridizos extraterrestres.
Pero Pohl no sólo habla aquí de naves espaciales y aliens de aspecto incierto. Pórtico es, por encima de todo ello, una novela sobre las oportunidades perdidas, sobre la cobardía (en el más amplio sentido de la palabra), sobre el amor y el desamor y, sobre todo, sobre el remordimiento. Con un estilo claro y sencillo nos introduce de lleno en un Pórtico lleno de vida y de muerte, de deseos frustrados y de ambiciones.
Una novela imprescindible para cualquier aficionado a la ciencia ficción. Y también para los que no lo sean.
Pórtico