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Lo zombie y lo literario

AutorAlfredo Álamo el 21 de julio de 2009 en Divulgación

Living dead

Uno de los actos que suele ser muy interesante dentro de la Semana Negra de Gijón es la tertulia/mesa redonda en la que muchos de los autores invitados, siempre con algún añadido sorpresa de última hora, participan en torno a un tema dado por la organización.

Este año, sin embargo, me pareció un acto menos redondo que en ediciones anteriores, bien porque el tema elegido -los zombies– no daba para dos días de charla, bien por ser un tema muy parecido al del año anterior -los monstruos– o, simplemente, el tema, pese a la presencia de Jesús Palacios, no era uno especialmente conocido por los presentes.

Sin duda el fenómeno zombie que vivimos ahora, con varias películas recién estrenadas o por estrenar, así como con libros varios sobre zombies, viene determinado por el zombie que plasmó George Romero en los años 70. El término zombie aquí se presenta, no obstante, de una manera ambigua: la película de Romero habla de Muertos Vivientes, lo de llamarlos zombies es una utilización errónea del término proveniente de la tradición mágica afrocaribeña. Es decir: Los monstruos sin mente de la película de Romero no son los seres que se conocían desde el mundo mágico, son herederos de la tradición pulp de terror contemporáneo, sobre todo de la imaginería creada antes del Código Hays, censura que eliminó de las portadas de los cómics decenas de muertos vivientes en busca de justa venganza.

El zombie contemporáneo, o muerto viviente no-afrocaribeño para los amantes del lenguaje políticamente correcto, es posiblemente el primer monstruo pop, nacido en una época en la que la humanidad se movía al borde de la guerra nuclear y los movimientos de la contracultura empezaban a afianzarse en la sociedad occidental.

El zombie pop no tiene objetivos más allá de alimentarse y vagar de un lado a otro. En realidad no se mueve en masa, simplemente se agrupa en torno a la comida, y cuanta más de ella hay más se mueve, más sensación de turba enfurecida ofrece. Romero ha comentado en varias ocasiones que no pretendía dar un aire proletario a sus zombies, tampoco una alegoría del comunismo, como otros han indicado. A mi entender Romero mostró lo que muchos pensaban en la época, que los zombies son la clase media que se mueve a impulsos, sin una razón concreta, mostrando uno de los miedos más profundos del hombre: el vacío que en realidad vive dentro de nosotros.

Es una conexión existencialista, el zombie postmoderno, que nos acecha y que puede ser nuestra madre, padre, hijo o novia, al que tenemos que matar para sobrevivir o dejarnos llevar y convertirnos es un cascarón vacío, se ve reflejado en la frase de Sarte: El infierno son los demás. Alejándose de vampiros y hombres lobo, momias o criaturas de la laguna, el zombie que nos muestra, por ejemplo, Max Brooks en Guerra Mundial Z, sólo tiene sentido después de los años cuarenta.

Juvenil

Se habló un poco sobre la literatura juvenil y los zombies, aunque dejando fuera las novelas dedicadas de la serie de Pesadillas de R.L Stine, en las que puedes encontrar todos los tópicos imaginables de la literatura de terror, o iniciativas en castellano como Cuentos de zombies para niños, así como libros que están saliendo para jóvenes adultos en inglés con temática zombie como The forest of hand and teeth, de Carrie Ryan

Una de las cuestiones que se quedaron en el aire sería la de si tiene futuro el género sobre zombies o si tan pronto como se recuperó de su letargo en los años noventa -mantenido, si acaso, por la productora Troma– volverá a desaparecer hasta la próxima crisis económica.

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Alfredo Álamo

(Valencia, 1975) escribe bordeando territorios fronterizos, entre sombras y engranajes, siempre en terreno de sueños que a veces se convierten en pesadillas. Actualmente es el Coordinador de la red social Lecturalia al mismo tiempo que sigue su carrera literaria.

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