- En Estados Unidos no están contentos con este sistema.
- Las bibliotecas protestan por sus medidas.
Macmillan es una de las grandes editoriales estadounidenses que se han unido al bloqueo virtual de libros electrónicos dentro del sistema que usan las bibliotecas de su país. Tras una prueba en la que impidieron la venta de licencias durante un mes tras el lanzamiento de una novedad, ahora han ampliado el periodo a dos meses, y no descartan ampliarlo. Por su parte, la mayoría de bibliotecas consideran este bloqueo injusto y basado en datos erróneos.
En Estados Unidos, las bibliotecas compran un tipo de licencia especial para bibliotecas a un precio superior al de mercado. De hecho, funcionan a través de una plataforma, Overdrive, y es normal que adquieran varios títulos a la vez, ya que el préstamo digital funciona de igual modo que el físico: hasta que no pasa un tiempo determinado desde el préstamo, nadie puede acceder a esa copia.
Pues bien, desde Macmillan afirman que, según sus datos, la mayoría de los lectores de libros digitales prefiere usar la biblioteca que comprar los libros. Parece ser que no existe ningún problema en acceder a las novedades por parte de todo el mundo, y que esta facilidad hace que no se decidan a comprar. Es más, apuntan al préstamo digital como una de las causas de la bajada de ingresos editoriales y, en consecuencia, de los pagos a autores. Por eso han decidido ampliar el tiempo desde el lanzamiento de una novedad y la aparición en bibliotecas, buscando captar a los lectores más impulsivos.
Pero las bibliotecas no están nada de acuerdo. De entrada, las bibliotecas tienen un número limitado de libros electrónicos que prestar, que, además, solo pueden compartir con bibliotecas cercanas en el caso de que nadie de su servicio esté en cola para su lectura. Esto, como es lógico, no crea un sistema en el que las novedades estén disponibles sin problemas. La biblioteca de Seattle informa de que la cola para un libro de éxito está en unas 29 semanas, así que difícilmente se podría calificar a esto como fácil.
Los datos que afirma manejar Macmillan no se han hecho públicos. Además, parece insinuar que existe la posibilidad de que haya gente accediendo a los servicios bibliotecarios de manera ilegal, algo que ha sido negado en numerosas ocasiones. Lo único que facilita el préstamo digital es la rapidez para conseguir un libro, directamente en el lector electrónico, pero el número de copias en la biblioteca sigue siendo el mismo. Si hay cuatro, hay cuatro. Si hay uno, hay uno. ¿Qué más da si es físico o digital?
En un mundo donde las tiendas de libros electrónicos como la de Microsoft han cerrado, borrando los libros de sus usuarios, está claro que cada vez haya menos gente dispuesta a pagar lo mismo por un ebook que por un libro físico, teniendo en cuenta que están comprando una licencia de uso y no por la propiedad del archivo. Quizá ese tipo de detalles sean más relevantes que cuántos libros electrónicos puede prestar una biblioteca.
Vía: Publisher Weekly