- Muy pocos de estos volúmenes han sobrevivido intactos.
- La mayoría eran evangelios de grandes monasterios o iglesias.
Todos hemos visto la genialidad de los grandes escribas medievales, un magnífico ejemplo de artesanía que va desde la maestría caligráfica al detalle de sus ilustraciones iluminadas. El uso de metales preciosos en las tintas fue una práctica limitada, pero muy interesante. Pero un escaso número de libros fue encuadernado con tapas de oro y metales preciosos. ¿Qué ha sido de estos increíbles volúmenes?
Se sabe que este tipo de encuadernación se practica desde finales de la Antigüedad Clásica, aunque no ha sobrevivido ningún ejemplar tan antiguo. Los primeros ejemplos que podemos ver hoy en día son medievales, siguiendo una tradición que se mantuvo durante bastante tiempo en el Este de Europa, sobre todo en los países con tradición cristiana ortodoxa.
La mayor parte de estos libros corresponden a textos sobre los evangelios, y estaban destinados a ser la pieza central del altar, donde eran vistos por la congregación y daban a entender la riqueza de la iglesia o el monasterio. No eran, pues, libros dedicados al estudio o el trabajo y no se guardaban en la biblioteca.
Por desgracia, la mayoría de estos libros desapareció con el paso del tiempo, debido a robos y saqueos. Con toda probabilidad, las cubiertas metálicas se arrancaron para ser vendidas como elementos individuales; en cuanto a las gemas que llevaban engarzadas, se arrancaban para comerciar con ellas.
Todavía existen algunos ejemplos que se pueden contemplar en determinadas bibliotecas dedicadas a los libros extraños y maravillosos, como es el caso de la Biblioteca Morgan de Nueva York, la Biblioteca Británica o la Biblioteca Nacional de París. Otros ejemplos de este tipo de encuadernación sustituían el metal por telas preciosas, como el terciopelo, y las gemas por perlas. También es cierto que algunos de estos libros servían, además, como depositarios de las reliquias de algún santo, lo que aumentaba todavía más su valor.
Como toda moda que requiere de una gran cantidad de dinero y sirve para poco más que figurar, esta manera de encuadernar tuvo una revisión durante los siglos XV y XVI, momento en que la alta nobleza decidió que sus libros también debían parecer divinos y magistrales. Se producían por encargo y eran obras de artesanía difícil de igualar.
El último gran libro de este tipo fue una edición del Rubaiyat, con más de 1050 gemas dispuestas en forma de cola de pavo real, un diseño fantástico que se hundió en el Titanic. Existe una versión menor de esta edición que puede ser visitada en la Biblioteca Británica.