- Fue el primer autor importante en usar esa tecnología.
- Los primeros modelos le hacían maldecir.
Vida en el Mississippi no es una novela, pero sí un interesante libro de ensayo donde Mark Twain hacía gala de su gran conocimiento sobre la sociedad sureña de Estados Unidos. Considerado como un clásico del siglo XIX, este libro tiene otra característica que lo hace especial: fue el primer original de un autor de renombre que fue entregado a la editorial escrito con una máquina de escribir.
No hay que olvidar que Twain escribía mucho para diarios de la época, donde el uso de la máquina de escribir comenzaba a ser habitual. Un dato curioso, es que el gran éxito de estas máquinas se dio tras la intervención del fabricante de armas Remington, que buscaba un nuevo mercado tras el fin de la guerra civil estadounidense. Antes de Remington, la mecánica de estas máquinas era complicada y trabajosa.
De hecho, Twain recoge en sus memorias que tuvo varias máquinas de escribir y que siempre terminaba por devolverlas al fabricante, ya que los continuos errores que cometía lo sacaban de sus casillas y se pasaba el día maldiciendo, lo cual iba contra las buenas costumbres. Al final, optó por una solución intermedia: compró una máquina Remington y contrató a alguien para que tecleara por él.
En 1873, Twain se convierte en el primer gran escritor en mandar a su editor una copia terminada de su obra con máquina de escribir, lo que, sin duda, ayudó en el proceso editorial en gran manera. Pero no fue el único en sucumbir a las maravillas de estas máquinas, ya que otros autores de la época también comenzaron a usarlas.
Un caso parecido al de Twain fue el de Henry James. El conocido autor de Otra vuelta de tuerca, decidió usar la máquina de escribir, pero, de igual manera que Twain, optó por usar los servicios de una experta a la hora de teclear. James pasaba los días dictándole a su secretaria. Con el tiempo, James se habituó hasta tal punto al tecleo, que en una ocasión en la que tuvo que sustituir la máquina de escribir por una avería, tuvo que parar de crear, ya que el sonido de la nueva máquina le incomodaba.
La secretaria de James, Theodora Bosanquet, afirmó que James seguía dictándole obras tras su muerte. También dijo que, a través de su espíritu, otros autores como Thomas Hardy, George Meredith y John Galsworthy querían usar sus servicios desde el más allá. Como última curiosidad, dos médiums también afirmaron que Twain les dictaba novelas desde la tumba.
Vía: The New Yorker
Mark Twain
Vida en el Mississippi