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La fina línea entre censura y crítica dentro de la literatura juvenil

AutorAlfredo Álamo el 26 de marzo de 2019 en Opinión
  • Se espera de estas novelas una perfección casi inalcanzable.
  • Se están retirando obras incluso antes de su lanzamiento.

Niña con un libro.

En Estados Unidos se han sucedido una serie de casos en los que se hace patente la dureza que se vive a la hora de escribir y publicar literatura juvenil, tratando de no molestar en absoluto a ningún colectivo por motivo alguno. Algo que afecta, especialmente, a aquellos que tratan de conseguirlo, autores que ponen mucho esfuerzo en producir este tipo de obras, como el escritor Kosoko Jackson.

Jackson iba a debutar este año con una novela para jóvenes adultos, A place for wolves, que seguía a dos jóvenes americanos mientras se enamoraban, con el trasfondo de la guerra de Kosovo. Una historia que parecía tenerlo todo y que había sido muy cuidada por el autor, que es afroamericano y gay.

Pero una crítica en Goodreads, acusando al escritor de un pobre análisis de la guerra de un mal tratamiento de la comunidad musulmana ha llevado a la editorial a, por el momento, cancelar el lanzamiento del libro. Cientos de comentarios en Twitter han llevado a Jackson a pedir disculpas a la comunidad lectora por sus errores a la hora de describir el conflicto de Kosovo.

Esto ha sucedido tras otro sonado caso. La autora de literatura juvenil Amélie Wen Zhao también recibió una enorme crítica por su novela Blood Heir, sobre todo por su tratamiento de la esclavitud. Al parecer, en esta obra fantástica no se esclavizaba por el color de piel, sino por un tema de aptitud mágica, pero algunos personajes no convencieron a parte de la comunidad afroamericana, que se quejaron de esta visión.

Wen Zhao, que es mujer e inmigrante, también tuvo que pedir disculpas y retirar el libro de la circulación, con la esperanza de revisarlo y poder darle una segunda vida más adelante. Como nota curiosa, Kosoko Jackson fue uno de los principales críticos de Blood Heir en su momento.

Y es que Jackson, antes de dedicarse a escribir, había trabajado como lector de sensibilidad para las cinco editoriales más grandes de Estados Unidos, siendo el responsable de rechazar numerosos manuscritos que no se ajustaban a los niveles de tolerancia actuales. Sin embargo, ese nivel está subiendo tanto que incluso él mismo ha quedado fuera del mercado.

Durante los últimos años, incidentes parecidos a este han ido sucediendo en Estados Unidos. Varios autores han tenido que pedir perdón, se han organizado campañas de críticas en redes sociales y el escrutinio al que se ven sometidas este tipo de novelas está llegando a alcanzar el paroxismo más absoluto.

Los tests de pureza que se aplican son duros, muy duros, y llegan desde fuera de la industria. Son los propios aficionados, bueno, grupos de aficionados, los que bucean en busca de cualquier detalle lo suficientemente jugoso como para justificar una buena campaña de desprestigio y quejas.

¿Hay que dejar en manos de estos grupos organizados el futuro de la literatura juvenil? ¿O debería ser el mercado, es decir, el grueso de los lectores quienes lo decidan? Está claro que hoy día se debe cuidar mucho el mensaje de la literatura dedicada a los jóvenes, pero ¿dónde están los límites?

Eso no quiere decir que se eliminen las críticas de los aficionados. Si hay quejas, será por algo, algo que se le ha escapado al autor, al editor y a un montón de lectores que participan en el proceso de publicación, así que habrá que analizar estos comentarios con cuidado. Eso sí, todo autor tiene derecho a equivocarse, a no ser comprendido, a aprender de sus errores, sin ser demonizado o perseguido para siempre.

Vía: The New Yorker

Alfredo Álamo

(Valencia, 1975) escribe bordeando territorios fronterizos, entre sombras y engranajes, siempre en terreno de sueños que a veces se convierten en pesadillas. Actualmente es el Coordinador de la red social Lecturalia al mismo tiempo que sigue su carrera literaria.

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