Los últimos días de Nueva París, de China Miéville

• El surrealismo vanguardista como herramienta de la fantasía.
• Una obra weird con toques bélicos, marca del autor.

Enfrentarse a una nueva novela de China Miéville siempre es un reto cargado de interés. Si por algo es conocido el autor inglés es por su necesidad de superar constantemente los retos que se impone obra tras obra. Si las sociedades complejas de seres semihumanos de sus primeros libros no despertaron tu interés, o la excelente idea de las dos ciudades compartidas en La ciudad y la ciudad no te pareció intrigante, Miéville vuelve a intentar sacudir tu cerebro con su peculiar visión del surrealismo más vanguardista en plena II Guerra Mundial en Los últimos días de Nueva París.

Es difícil hablar de la novela sin ahondar en una trama que está basada precisamente en la sorpresa continua. Dicho esto, y sin entrar en avances no deseados, habría que entrar en materia. Imaginad que en plena II Guerra Mundial, algo sucediera en un París invadido por nazis y demonios.

Pero ese algo no era normal. Apariciones. Manifestaciones imposibles de seres surrealistas. Mezcla de mitos, deseos, poemas o cuadros. Algunos nacidos de la nada, de la propia esencia del lugar, otras gracias a la canalización de artistas capaces de manifestar en la realidad sus propios poemas.

La proliferación de estos seres se toma como una amenaza y gran parte de París se cierra, dejando dentro tanto a las manifestaciones, muchas de ellas peligrosas, nazis, demonios y luchadores por la libertad. Partisanos surrealistas que no están dispuestos a rendir su ciudad. No, París no se puede rendir.

En Los últimos días de Nuevo París seguimos a uno de estos soldados, Thibaut, que duda de seguir su misión en solitario tras perder a toda su unidad. Solo la aparición de Sam, una misteriosa fotógrafa americana le llevará a avanzar de nuevo por las calles y barricadas infernales de París.

Miéville lleva tiempo utilizando las ciudades como punto clave de su narración. En este caso, juega con numerosas localizaciones transformadas por el surrealismo, en un delirio de capas, visiones, de una ciudad imaginaria que está tomando el lugar de la real, cambiándola e introduciendo nuevos mitos.

Otra de las cosas más interesantes de esta novela weird es el amor de Miéville por el movimiento surrealista, la magnífica vanguardia que cambió el siglo XX. No es necesario conocer a sus autores y sus obras para entender la novela, pero sí que se disfruta mucho más con un mínimo conocimiento de, por ejemplo, quién fue André Breton.

Los últimos días de Nueva París requiere entrar a jugar con el narrador en un contexto improbable y en ocasiones casi inimaginable, con seres de increíble factura y situaciones difíciles de entender. Miéville no es un narrador amable: te suelta todo lo que tiene sin guardarse nada, sin dar explicaciones. O lo tomas o lo dejas. Pero si lo tomas, qué gran viaje te espera.