En Londres existe una librería regentada por Bernard, un irlandés borracho (además de pendenciero y misántropo), acompañado de Manny, un inglés medio calvo y a la vez con pelo largo (y borracho), a los que suele visitar Fran, una joven inglesa dueña de una tienda de regalos (también con cierta querencia a la botella).
La librería necesita cierto repaso. Quizá por los montones de libros repartidos sin control por todas partes, la suciedad en el suelo, el polvo por todas partes y los mejillones que han empezado a crecer en las tuberías. Además, no se permiten móviles, música o recomendaciones.
Ese es el extraño mundo en el que se mueve la serie de televisión británica Black Books, una de las pocas incursiones de la ficción televisiva en el mundo de los libros desde una perspectiva externa, es decir, que no sea una adaptación. Black Books es una comedia absurda, una de esas comedias británicas llenas de mal gusto, dolor ajeno, exentas de cualquier sentido del ridículo y creadas para aquellos que disfrutan con la humillación y la vergüenza ajena. Eso sí, no te sientas mal: La serie ganó dos premios BAFTA, así que hay más gente por ahí que está igual de mal de la cabeza.
A lo largo de tres temporadas -que se hacen demasiado cortas- los personajes de Black Books liberan el Homer Simpson (o Peter Griffin) que todos llevamos dentro. Comedia Slapstik dentro de una librería, sin duda una vuelta de tuerca al concepto.
La serie tiene momentos memorables, sobre todo aquellos en los que lucha contra las grandes cadenas de librerías, esas en las que te puedes tomar un café y una magdalena de chocolate sentado en un cómodo sofá devorador de hombres. También tiene un par de episodios dedicados a la presentación de libros que son de primera línea
Si eres amante de la comedia británica más salvaje –The Young Ones, Fawlty Towers, Bottom– y eres un adicto a los libros, no deberías perderte esta serie, perfecta para las largas y eternas noches de verano. Acompañada, eso sí, de un buen vino.