- El autor de Baltimore practicó la crítica durante años.
- Era de todo, menos constructivo y amable.
Pero además de este trabajo literario, Poe tuvo que trabajar escribiendo para muchas revistas y diarios prácticamente desconocidos, ya que sus cuentos y novelas apenas le daban para poder sobrevivir. Su complicada vida personal tampoco le ayudó a mantener una cierta estabilidad, por lo que necesitaba de todos los recursos de los que podía echar mano.
En esas revistas, Poe se dedicó en muchas ocasiones a la crítica literaria. De hecho tiene cientos de críticas que llenan páginas y páginas hoy olvidadas, excepto por los grandes estudiosos de su obra, en el archivo que recoge todo su trabajo. En ocasiones dejó buenas reseñas de autores a los que admiraba, como Charles Dickens o Nathaniel Hawthorne, pero la mayor parte de sus críticas eran temibles.
Sí, Poe criticaba como si siempre tuviera un mal día, lo cual quizá no se alejaba mucho de la verdad. Sus palabras parecían cargadas siempre con un punto de acidez y malas intenciones. Por ejemplo, sobre la novela de Theodore S. Fay Norman Leslie (1835) escribió: “indigna de un escolar”. Un año después, sobre la novela de Morris Mattson, Paul Ulric, comentó: “Cuando dijimos que Norman Leslie era la novela más tonta del mundo, estaba claro que nunca habíamos leído Paul Ulric”
Esto no le ganó muchos favores a Poe. En un mundo tan pequeño como el de la narrativa en Nueva Inglaterra, sus ásperas palabras le costaron un mundo. Theodore Fay acabó siendo editor del New York Mirror, diario al que más tarde Poe rogaría por un trabajo. Tres años antes, Poe llamó al editor del Boston Miscellany como un “insufrible y aburrido escritor”; seguramente esto le pesó en el alma cuando acabó por mandarle El corazón delator, cuento que fue rechazado sin miramientos.
Sobre la muerte de Poe, el crítico Rufus Griswold escribió en el New York Times que “tenía pocos o ningún amigo” y que “pocos llorarían” su desaparición. Quizá esto fue un acto de fría venganza por parte de Griswold, al que Poe había llamado “lameculos” y “condenado al olvido”.
El caso es que Poe no era el único gran autor en hacer críticas poco favorables, pero, al contrario que Mark Twain, por ejemplo, sus palabras carecían de cierto carisma. Sus críticas eran hirientes y sin el más mínimo atisbo de gracia o redención. De hecho, al final de sus días, el propio Poe habló de sus propias críticas en el ensayo, inacabado, “Un crítico criticado”. En él decía que sus palabras eran “extremadamente amargas, capciosas, buscando el error e innecesariamente severas”.
Edgar Allan Poe