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Poner nombre a tus personajes es una decisión delicada

AutorAlfredo Álamo el 18 de enero de 2017 en Divulgación
  • Es una decisión que puede marcar tu novela.
  • Detrás de cada nombre puede haber muchísimo significado.

Chapas de identificación.

Cuando estás pensando en una novela siempre llega el momento en el cual tienes que empezar a concretar: tiempos, lugares, personajes… he de reconocer que en ocasiones he comenzado a trabajar en un libro sin tener muy claro cómo se iba a llamar el protagonista: le ponía una X y mientras avanzaba trataba de encontrarle algo que le encajara. Ya os aviso, no es la mejor solución. Tened en cuenta que por mucho que exista en vuestra cabeza, el nombre de un personaje es algo que va a definirlo con respecto al lector.

Kafka decidió ocultar gran parte de la identidad de sus personajes al ocultarlos tras una inicial, pero era algo muy meditado y que recoge toda una declaración de intenciones. También se ha hecho de esta manera para, supuestamente, proteger a personajes reales. Pero dejando a un lado estas excepciones, el nombre de un personaje puede llegar a significar más de lo que aparenta.

Si vas a contar una historia muy realista, cercana al costumbrismo, tendrás que mirar los tipos de nombre más comunes en la zona y en el tiempo del que hablas. Rebuscar en apellidos de familias nobles, burguesas, de conversos… un apellido puede aportar mucha información de un personaje en muy poco espacio.

También hay que tener en cuenta el propio simbolismo que pueden transmitir. Una mujer llamada Ángela Blanco transmite unas sensaciones que pueden ser aprovechadas por el autor o no. Describir parte del personaje con su nombre es arriesgado, si se es demasiado explícito puede llegar a ser contraproducente. Cuidado también con usar nombres de personajes conocidos, que puede llevar a engaño.

En el caso de narraciones fantásticas, se puede jugar con más libertad. Después de todo estás trabajando con un material propio, lo que te permite ir un paso más allá. Apodos, nombres imposibles, ahí casi todo está permitido. Tened en cuenta lo mismo: en una novela, el nombre de un personaje es una primera impresión que hay que aprovechar.

Existen aplicaciones que te permiten generan nombres de manera aleatoria según idiomas. Pueden ser útiles para nombrar personajes secundarios, pero con uno principal yo tendría más cuidado. El resultado puede ser posible, pero poco plausible, o puede decir algo de nuestro personaje que queramos evitar a toda costa. Si trabajamos con idiomas extranjeros, nunca está de más mirar esto a fondo.

Pero incluso escogiendo con cuidado un nombre pueden pasar cosas curiosas. Ese es el caso del autor David Savill. Este escritor acababa de presentar una novela en la que se trataba un caso de genocidio en los Balcanes. Estaba basada en un caso real, por lo que cambió un poco el lugar donde sucedieron los hechos y buscó un nombre para el terrible personaje a cargo de cientos de ejecuciones. Preguntó a algunos amigos bosnios para encontrar un nombre realista, pero poco común.

Su sorpresa fue mayúscula cuando recibió un correo electrónico con ese nombre. Un emigrante bosnio en Holanda tenía el mismo nombre que el genocida de ficción. Estaba muy asustado, se había enterado por unos amigos que, al buscar en Google, habían encontrado la historia de Savill. Su nombre era tan singular que sólo lo tenía él, nadie más. Por suerte, el libro todavía no estaba a la venta, lo que había por Internet era un avance, y el escritor pudo hablar con su editor y cambiarlo. Las consecuencias para el emigrante bosnio podrían haber sido graves.

Savill cambió el nombre por uno más genérico con el que nadie más pudiera ser identificado de manera inequívoca. El hecho de que fuera una historia muy reciente hacía que se pudiera llegar a una confusión. Así que la conclusión sobre esto está clara: a la hora de crear personajes, sobre todo villanos, hay que mirar si esos nombres pertenecen a alguien en concreto y al que le pueda afectar. Cuanto más raro sea, más posibilidades hay de que eso ocurra.

Alfredo Álamo

(Valencia, 1975) escribe bordeando territorios fronterizos, entre sombras y engranajes, siempre en terreno de sueños que a veces se convierten en pesadillas. Actualmente es el Coordinador de la red social Lecturalia al mismo tiempo que sigue su carrera literaria.

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