- Casi una década de litigios han quedado por fin resueltos.
- Incluye varios textos que todavía no han sido publicados.
Max Brod nunca cumplió la promesa que le hizo a Kafka cuando este le pidió que destruyera su obra cuando muriera. A partir de ese momento se inició un complicado proceso de viajes, cambios de mano, publicaciones y una cierta especulación sobre el legado de uno de los autores más interesantes de la literatura europea del siglo XX. Sí, está claro que si Brod hubiera seguido las órdenes de Kafka no conoceríamos gran parte de su obra, pero también hay que decir que a día de hoy, casi cien años después, este legado tendría que llevar tiempo a disposición del público y los estudiosos.
Pero lo cierto es que en 1968, tras la muerte de Brod, la obra de Kafka pasó a manos de su secretaria, Esther Hoffe, con la orden de mandarlos a alguna de las importantes organizaciones universitarias o culturales de Israel. Sin embargo, Hoffe vio una oportunidad de negocio y se quedó con los papeles, tratando además de legarlos a sus hijas. Llegado este punto, la batalla legal por la posesión de la obra de Kafka se intensificó, sobre todo tras su muerte en 2007.
En 2009, el Estado de Israel demandó a las hijas de Hoffe, las cuales se negaron a entregar los papeles de Kafka, que incluyen textos todavía inéditos, ya que están valorados en varios millones de euros, argumentando que Max Brod se los había entregado a su madre voluntariamente, y que podían disponer de ellos como quisieran.
Tras años de alegaciones, la corte suprema de Israel ha considerado que “Max Brod no quería que su propiedad fuera vendida al mejor precio, sino que le fuera encontrado un lugar apropiado en una institución literaria y cultural”.
Durante este juicio, se llegó a vender el manuscrito original de El proceso, por el cual sacaron más de dos millones de dólares, una de las ventas más caras de la historia de la literatura. Pero no ha sido el único de los papeles, ya que en los últimos años ha habido un lento goteo de ventas que ha llegado a amenazar la integridad de este legado que, después de haberse librado del fuego en 1924, por fin llegará a la Biblioteca Nacional de Israel, donde tendrá el lugar destacado que se merece.
Franz Kafka